Un volcán llamado Dignidad – Parte 2

Un volcán llamado Dignidad – Parte 2
2 abril, 2020 por Redacción La tinta

Segunda parte de las crónicas de la desobediencia chilena que convirtió la ex Plaza Italia en Plaza Dignidad, en enero del año 2020. Mucho antes de la pandemia del coronavirus, estos relatos hablan de una salud que venía escribiéndose desde el sálvese quien pueda, la inequidad de acceso y la mercantilización de los derechos. Hoy, son lxs actores del movimiento social quienes demandan que el cuidado de la vida prime ante los mandatos económicos.

Por Guadalupe Scotta para La tinta

“La ternura insolente de tu mirar”

En la calle, hay barricadas y el enfrentamiento de la primera línea con las fuerzas suena brusco. La visibilidad es poca. Más o menos, entiendo desde qué punto están o pueden tirar. Caminamos hacia el Teatro del Puente, el punto del Movimiento Salud en Resistencia más cercano a la plaza. 

La gente agita, unas chicas regalan agua y el fuego de unas trincheras alumbra. Levantan un muro con adoquines, se suma una mujer de tacos aguja. La luna está gigante como las ollas de comida. Lxs niñxs y los bailes de las capucha. Ya no tengo miedo, torero. 

La sala de teatro vidriada cruza el río de punta a punta. El director del espacio cultural lo ofreció al movimiento. Él está limpiando el piso y acomodando insumos. La coordinadora del equipo dice que esperan un incremento de la represión en un cuarto de hora y es probable que la policía tire lacrimógenas hacia el edificio.

La zona cero es otra ciudad. En pocas manzanas, las imágenes cambian y hay algo del amor que se vuelve urgente. Los abrazos se hacen con desconocidxs (conocidxs) como el apretón fresco de esa chica en la parada de la micro mientras se repetían lxs nombres de lxs muertxs en la revuelta. Así, llorar de a muchxs, con el Pacífico en los ojos. Crecen las manos como bastones para esa viejita que se tambalea entre cacerolas. Hay mimos bailables a cara tapada y un amor perrx, tan negro como el matapacos.

Los besos andan en la plaza, en la vereda y en el bar. ¿O será que ahora se siente como las avenidas y casas abiertas? 

Recuerdo otro Chile de 2018 y a una mujer de Valparaíso que pedía que difundiéramos la situación de una joven anarquista presa. En ese entonces, las acciones directas estaban aisladas. Ella repasaba su encierro en dictadura y contaba que había conocido a un argentino, pero no sabía su nombre. No se trataba de olvido, igual no importó. Por un minuto, “el argentino” estaba vivo, fue un conjuro contra las desapariciones y asesinatos. Nunca pegunté si trataba de un amor de a dos. Después de todo, el “amor de humanidad” abraza los tiempos. 

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(Imagen: Guadalupe Scotta)

“Heredamos la rebeldía, evadimos la injusticia”

En el metro de Santiago, una voz en off informa que no hay parada en la estación de Baquedano (Plaza Dignidad), también que está prohibida la venta ambulante y darle dinero a músicxs. Es enero y el calor se siente en el subsuelo. Para Lucero, los cabrxs quebraron esa cosa impoluta chilena con las evasiones. No hay cabeza, no hay petitorio, es que lo queremos todo y aún no nos dan absolutamente nada. Es peor, se ha acentuado.

La estatua de Baquedano ya se debe haber enterado que a la cabeza de Valdivia se la llevaron a Lautaro. Si usted se trasladara al medio de la Plaza Dignidad, tomaría fotos de la gente trepada y de los símbolos que se hacen cuerpo colectivo.

También puede sumarse al coro: Piñeeraaaa/ concha de tu madre/ asesinooo/ igual que Pinochet. Y aunque a algunos no les gusta, hay un clima de carrete –fiesta- al que fuimos invitadxs. Seguro reconoce otra canción, tiene una base de Fito Páez y repite: Ya van a ver, las balas que nos tiraron van a volver.


Si alza su mirada, ve el humo que ahoga. Allá, está la fila de agentes del Estado con su blindado verde seco y, al frente, “la primera línea” hecha de mujeres, disidencias y varones que vienen de todos los chiles. Lxs muchxs; endeudadxs, precaridazdxs, estudiantes, profesionales, músicxs, callejerxs y de oficina. 


“¡No pasarán!”: la Primera línea, resistencia del Pueblo

Hombro a hombro, hacen una bola de escudos. Lanzan piedras desde ese fuerte de latas, maderas y señales de tránsito. Reducen en bloque la distancia con las fuerzas del Estado. Sus proyectiles, como mucho, tienen la propulsión de una hondera, mientras que los disparos de Carabineros rondan un alcance efectivo de 15 a 25 metros variables, pero logran viajar erráticamente entre 40 y 70 metros.

Para Lucero, fue rápido: alguien agarró una lata y se tapó. Luego, salió está huevada vikinga de ubicarlos en trenzas como en la serie de Nexflix . Desde adentro, tiras, tiras y te sentís invencible, dice batiendo el brazo. 

Las imágenes de la cultura capitalista se resignifican junto a lemas anarquistas, zapatistas y del PC.  Violeta Parra y Víctor Jara resuenan entre el trap y superhéroes que ahora llevan escudos del tránsito. Pikachu se pasea entre rayones de “ACAB”, sigla de All Cops Are Bastards o Todos los Policías Son Bastardos. La imaginación de las trincheras desborda, emerge de todas las capas.

Aquí, no va a encontrar el testimonio de la o el líder, es una marea. Eso que se hace difícil de nombrar se sacude entre lo espontáneo y experiencias de organización. Confluyen grupos, amigxs e individualidades que se tornan colectivo en el territorio. El frente no está comandado, pero el calor de la revuelta tiene su dinámica.

Lxs escuderxs soportan las municiones con defensas fabricadas artesanalmente o con algo que se desprenda de la ciudad: carteles, chapas y antenas. Un poco más atrás, se ubican quienes arrojan peñasquerxs-piedras. Otrxs apagan lacrimógenas y, desde el fondo, un grupo con láseres busca confundir la visión policial. Aguaterxs, fotógrafxs, comunicadorxs y brigadas médicas se mueven entre estas líneas que conforman la primera línea. A un costado, extraen cascotes de la vía pública para producir los proyectiles de la autodefensa.

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(Imagen: Frente Fotográfico)

Un poeta viene con algunos textos atrasados. Es que, en los últimos días, la vida ya no es la misma. Le tiemblan los rulos cuando habla y, detrás de su ceja, se oculta una cicatriz que le dejó la policía. Va adelante y ahí decide en qué posición se va desempeñar. Se le da bien patear lacrimógenas, las ha devuelto en movimiento, pero, en general, lo que hace es echarles piedras a los pacos.

—¿Te fuiste preparando?

—No le había tirado nunca a una persona. Cuando estábamos en el colegio, hacíamos guerra de ciruelas, pero eso era un juego de cabros, ahora es un enfrentamiento con rabia.

—¿Venís con protección?

—Sólo me pongo esta campera y un pañuelo en la cara. Los primeros días, traía pantalones gruesos y anteojos, pero, ahora, cada vez me importa menos todo.

—¿No tenés miedo?

—Antes de llegar aquí, en verdad, se me aprieta la guata -panza-, me tiritan las manos, no es que uno venga como superhéroe. El miedo se siente, pero la rabia es más grande y, cuando estás en el momento, la adrenalina lo borra y le das.

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(Imagen: Guadalupe Scotta)

Javiera tiene 18 años y está encapuchada. Sus dos amigas también. Martillan el pavimento y juntan todo lo que sirva para hacer volar en el aire. Otras cabras se mueven apagando lacrimógenas, sus capuchas están hechas de telas de colores y encajes. Ocupan las calles desde que planificaron las primeras evasiones del subte por el grupo de WhatsApp.

Son aproximadamente 300 lxs manifestantes que impiden que la policía chilena tome la plaza. Estos acontecimientos se libran entre las 18:00 y las 22: 00 horas, período que coincide más o menos con el final de las jornadas laborales. Esto se repite a diario, pero los viernes tiene mayor caudal. 

Hacia adentro de la revuelta, están lxs que buscan que se encause con una salida institucional. Así lo entiende Violeta, a la que le invade la tristeza cuando dice que lxs muertxs son lxs de abajo, la sangre que se pierde viene de las poblaciones. 

Su partido de izquierda, el que construye con una camada de jóvenes estudiantes, se fracciona y le llueven críticas. No cree en la fuerza sin conducción y entiende que es una irresponsabilidad avivar enfrentamientos cuerpo a cuerpo. Busca ocupar espacios y luchar por los cupos de mujeres y pueblos originarios.

Otra perspectiva tienen lxs que afirman que se extendió una visión romántica sobre la primera línea. Piden cambiar estrategias de acción y radicalizar la lucha. Todavía no llegamos a La Moneda –casa de gobierno-, tampoco los cuicos dejaron sus negocios, dice Juan mientras explica que esta rabia no para y él es un trabajador precarizado más.

La mayoría se abrazó a un horizonte colectivo en el marco de la desobediencia. Lxs que ya no quieren quedarse en su casa masifican las jornadas y también componen el frente. 

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(Imagen: Guadalupe Scotta)

“Únete al baile de lxs que sobran”

La primera vez que Vicente salió a manifestarse, lo hizo con su tambor. Tocaba junto a un grupo de niñxs cuando comenzaron los disparos. Cubrió a lxs pequeños y los perdigones impactaron en él. Al otro día, dejó su bombo, pero fue con una remera llamativa y lo atacaron con lacrimógenas: sentí que me desmayaba, no podía abrir los ojos, se me cerraban. A partir de eso, salí con máscara de gas y tomé una antena como escudo.

En las tardes, llega a las inmediaciones de la Plaza con una amiga y lo que hacen es una resistencia para que no puedan sitiar porque hay gente con más experiencia política y sus palabras se tienen que escuchar. Lo que no me cabe en la cabeza es si a los pacos les gusta pegar o dejar ciegas a las personas. Porque nosotrxs, si alcanzamos a noquear a un carabinero, lo dejamos en el suelo. No somos asesinos, esa es la diferencia.

Francisca es parte de lxs que salieron a las calles por primera vez. Ese día, recibió un balín en la cabeza. Nosotrxs ignorantes creíamos lo que la tele nos decía sobre los capuchas y nos dimos cuenta que no era así, ese era nuestro lugar. 

Ella padece una enfermedad autoinmune y el sistema de salud del Estado no cubre su tratamiento. El dolor se le instala en los huesos. No tienen nada más que quitarme, nada. De lo que tengo miedo es que esto termine y no logremos nada. 

La política hoy desborda las estructuras partidarias, es el grito de lxs que vienen inventando, viendo cómo se le hace. Tampoco es una oda a lo espontáneo, el oleaje se sostiene en red. La concentración necesita de la primera línea para que la policía no arrase. La primera línea perdería fuerza sin el apoyo de lxs muchxs. Lxs muchos en las calles, sin las asambleas, plenarios y encuentros que nacen, perderían proyección.

La memoria militante es parte de la marea, dialoga y se cuela en las corrientes que emergen. Lxs de antes vienen susurrando a lxs que están y se arman frentes todas las tardes. Para algunxs, no se trata de que renuncie el presidente de la derecha, sino que el viaje tiene que sacudir hasta los sueños. ¿Cachai? A los plasmas del saqueo los usaron para el fuego de la barricada, ¿viste los videos?, me preguntan y recuerdan que, en las paredes, escribieron “No era depresión, era capitalismo”. 

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(Imagen: Guadalupe Scotta)

La rabia de nuestros corazones destruirá sus instituciones”

Pedro viene de experiencias cercanas a colectivos artísticos anarquistas y explica que las acciones directas y los enfrentamientos siempre existieron, pero no estaban adelante, andaban al final o al costado, y, muchas veces, la misma gente de la manifestación lxs corría. Eso ahora cambió.

Los 1° de mayo se hacían dos marchas. En la primera, el enfrentamiento era doble, lxs que sólo marchaban decían que se ensuciaba al movimiento. Ahora, es muy distinto, ya no está eso de ir al lado o avanzar, sino que la concentración está al medio y alrededor se concentra la lucha contra los pacos.

Entre las observaciones que realiza Lucero, señala que, dentro del movimiento, se generó una mitificación de la primera línea. Pasa mucho eso de entender que son héroes, todos los días se dan enfrentamientos con las fuerzas armadas del Estado, pero hay que atacar otros lugares del poder económico y financiero, pegar a donde realmente les duele. 

—¿Esto no hace temblar lo naturalizado?

—Cambió la cotidianidad en la vida, pero eso no significa nada en salud y en educación. Ahora, te salvas con tus vecinxs. En estos meses, se produjo un cambio en el territorio, está distinto, súper organizado, surgieron como 17 asambleas. Desde 1973 que no se hablaba de política, fútbol ni de religión, eso se había instalado como un refrán y veías a los torturadores paseando por el Mall. Ahora, esas familias golpistas tienen altos cargos en el actual gobierno. 

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(Imagen: Guadalupe Scotta)

¿Cómo nombrar lo que se está haciendo? Dicen que, en la calle, quedó la caga, brotó la vemos, despertó. Tal vez, hace rato que se estremece eso que encendieron lxs chiqullxs que no usan el futuro saltando torniquetes. Sucede que en este reino detonó la posibilidad, se abrió el mapa en el que otros vínculos sociales pueden ser, lo privado se hizo público, lo colectivo está en escena y los horizontes sociales se tiñen de búsquedas por la equidad.

El Pinochet que retrata Lemebel odiaba la poesía. La venganza es que los otros Chiles pulsan con ella. En la avenida, un texto de Jorge Teiller vuelve en la voz de un chico y pide “cambiar la palanca del cruce para que descarrilen los trenes/ hacer el amor en el único hotel del pueblo para oír rechinar los molinos de agua  e interrumpir la siesta del teniente de carabineros (…) la sífilis de nuevo será incurable y que nuestros hijos pueden soñar con ser economistas o dictadores”. 

Y ahora lxs nietxs tapizan las paredes, el arte adentro de los museos se fosiliza y estas palabras rayan a Santiago: 

Únete al baile de lxs que sobran
El Estado opresor es un macho violador
Sin perdón, ni olvido
Evadimos la injusticia
Hasta que la Dignidad se haga costumbre
Somos la generación que no tiene miedo
Ven (seremos)
Para todxs, todo

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Leé la primera parte de estas crónicas chilenas.

*Por Guadalupe Scotta para La tinta / Imagen de portada: Guadalupe Scotta.

Palabras claves: chile, Fuera Piñera, Movimiento Salud en Resistencia, Plaza Digndad, salud, Sebastián Piñera

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