Hay tantas maternidades como madres, aquí, una puta madre
Por Georgina Orellano
La única panza aceptada es la embarazada. Durante 9 meses, todes, sin preguntar y sin pedir permiso, manosearon la panza hasta el hartazgo y hasta se atrevieron a darme mil consejos que jamás pedí. Era primeriza, como dicen las abuelas
El disfrute sexual nuestro tiene como único fin maternar y, después de parir, ya no hay tiempo para coger. Olemos a vómitos y óleo calcáreo.
La maternidad es esa institución que nos esclaviza. Cuántas veces me sentí reflejada en esas palabras que la vedette Nazarena Vélez dijo en el programa más visto de la televisión: «Lo hago por mis hijos». Todo lo que hacía e hice tenia como único fin intentar ser la mejor madre del mundo. Mi esfuerzo siempre me dejaba con culpa porque, por más que te esfuerces, para el patriarcado, nunca basta y siempre espera más de nosotras, renunciar a todo y quedarse en casa.
Era la madre rara, la soltera, la que se había separado sin pensar en su hijo y en esa posibilidad de formar una familia. Salí a trabajar de puta y abandoné la categoría de madre, ya era la mala, la indigna y pobre de mi hijo.
Así y todo, renuncié a los mandatos patriarcales sin saberlo, puse en palabras lo que me había sucedido cuando fui a parir y dije: eso es violencia obstétrica. «Si abriste las piernas para coger, abrirlas para parir», tanto me pedían que las abriera que ya no las cerré más.
«¿Sos madre?», preguntan los clientes, y contesto: Claro que lo soy y no soy la mejor del mundo y ni intento serlo. Hago lo que puedo. Lo hago por mi hijo.
El 86% de las Trabajadoras Sexuales somos madres y jefas de hogar, tenemos a nuestro cuidado entre 1 y 7 hijos. Ahí ya viene Raúl a señalarnos y decirnos: «¿no tenían forros?», claro, ni un segundo de atención a los forros que abandonan su rol paternal y andan por la calle machiruleando sin que nadie los cuestione.
Feliz día a todas esas maternidades subversivas. A las putas y travas que saben maternar desde el amor y los mil tejes aprendidos en la calle, a las madres solteras, las tortas, las camioneras, las negras, las villeras, las marrones, las raras, las malas. De una madre puta que ama a su hije y odia la institución maternal.
*Por Georgina Orellano / Imagen de portada: Colectivo Manifiesto.