“Quiero que el cuerpo travesti y trans esté en la escuela”
Por Mariana Carbajal para Página|12
“Quiero que el cuerpo travesti y trans esté en la escuela”, dice Gabriela Mansilla, y subraya al hablar cada palabra, como si las fuera marcando con resaltador fluorescente. Pronuncia con énfasis para reclamar la actualización de los contenidos de la educación sexual integral para que se incluya la transgeneridad.
Gabriela es la mamá de Luana, la primera niña trans en obtener en el país, a los 6 años, su DNI con la identidad femenina autopercibida, una historia que reveló en 2013 Página/12 y dio la vuelta al mundo. Desde entonces, Gabriela emprendió una enorme lucha por infancias trans libres de violencias y discriminación y se convirtió en referente para decenas de familias que enfrentan el mismo desafío que le tocó a ella: acompañar a una hija o hijo que empieza a manifestar su disconformidad con el género asignado al nacer.
En los dos años y medio que tiene la Asociación Civil Infancias Libres -que ella fundó- acompañó a más de un centenar de madres y padres -sobre todo madres, incluso de Chile y de Ecuador- con las mismas preguntas y miedos que tuvo ella cuando uno de sus hijos mellizos le empezó a decir, a los 2 años, “yo nena, yo princesa”.
Luana ya tiene 12 años, termina en diciembre la escuela primaria y decidió, después de evaluar pros y contras, que no quiere someterse a tratamientos hormonales para bloquear el desarrollo puberal masculino que se manifestará pronto en su cuerpo: “Yo voy a ser como mi tía Susy Shock”, le dijo a su madre. El año próximo cambia de colegio e ingresará al secundario y Gabriela busca que la comunidad educativa esté preparada para convivir en el aula con una adolescente trans travesti.
En una extensa entrevista con Página/12 cuenta sus temores y sus dudas, pero sobre todo exige educación para que les pibes trans sean respetados en las escuelas. Y advierte que durante la gestión macrista se desmantelaron políticas públicas que favorecían la igualdad de género. “Fue un saqueo de derechos”, describe y se esperanza con el cambio de presidente.
Gabriela presentó en la Legislatura bonaerense, junto a diputadxs y senadorxs del Frente de Todos, un relevamiento en base a entrevistas a madres, padres y responsables de cien niñeces trans de 4 a 17 años, que acompañó en el último año. “No son casos aislados. Si yo sola acompañé a tantos, al menos debe de haber el triple en todo el país”, calcula Gabriela. Un 46 por ciento empezó a manifestar su disconformidad con el género asignado al nacer cuando tenían entre 1 y 4 años; un 31 por ciento, entre los 5 y los 8 años. Los síntomas de ese malestar, las reacciones de su núclero familiar, el periplo ante profesionales de la salud para entender qué les pasaba, los conflicto para aceptar la experiencia de su hijx, sus deseos de modificar la corporalidad, las respuestas y obstáculos que encontraron en el ámbito escolar, son algunos de los ejes que se indagan en el primer informe de este tipo en la Argentina.
Su libro Yo nena, yo princesa, que empezó a escribir en 2011 en cuadernos espiralados, y publicó en 2014, contando sus vivencias en el acompañamiento a Luana, llegó a lugares inimaginables. Ya fue traducido al italiano. Gabriela recorre el país dando charlas para concientizar sobre infancias trans y a la vez impulsa en la Cámara de Diputados y en la Legislatura bonaerense un proyecto para que un día al año se hable del tema en las aulas.
—¿Cómo está Luana?
—Lu está por entrar a la secundaria el año que viene, ya tiene 12 años. Está muy concentrada en esta percepción de su identidad travesti. Ya está dejando de lado esa idea de ser una nena trans para darse cuenta de que hay un tercer lugar. Luana me pidió una mitad. Me dijo: ¿Hay una mitad para mí? Y esa mitad tiene que ver con no ser varón, obviamente, pero tampoco no ser mujer. Esa mitad tiene que ver con esa tercera baldosa simbólica donde lo trans y lo travesti no está reconocido en la sociedad ni tampoco va a estar reconocido en su escuela nueva. Ella rechazó a principio de año por propia voluntad los tratamientos de bloqueo de la pubertad. Me dijo claramente que si empezaba con inyecciones todos los meses “mamá, no voy a ser yo y yo soy trans”. Van a desarrollarse en ella los caracteres secundarios esperables para una persona trans, la nuez, la barba, la contextura física, por su alto nivel de testosterona como tienen todas las chicas trans/travestis. Por ahora va a atravesar la pubertad así, lo más saludable posible porque investigando, averiguando, nos enteramos -y es importante que se sepa-, que los bloqueos de la pubertad en menores de edad traen consecuencias en el sistema de salud como descalsificación en los huesos, reducción del tamaño de los genitales, y en la altura, unos diez centímetros menos crecería, puede provocar posibles cefaleas, nauseas, erupciones en la piel. No quiere decir que le pueda ocurrir a todos los chicos que siguen este tipo de tratamiento. Pero hay una presión social de que se parezcas a ese estereotipo, ya que es nena y tiene DNI como nena. Esto hace que las familias y las mismas personas menores de edad trans quieran evitar el desarrollo puberal.
—¿Cómo se informaron al respecto?
—Hablé con endocrinólogos y endocrinólogas. La mayoría de las adolescencias que transitan por Infancias Libres concurrieron a profesionales con sus padres y madres y les dijeron lo mismo. Pensar que se le va a detener el crecimiento de los genitales a Luana a los 12 años de edad y a los 16 va a tener los de una niña de 12 no tienen sentido. ¿Y su futura sexualidad en qué va a quedar? ¿En pos de qué y para qué? ¿Para quiénes ella tiene que transformar su cuerpo? Y esta nena, con 11 años, a principios de año, evaluando los pro y los contra, tuvo que tomar esta decisión. Elegir entre un cuerpo saludable o uno que va a seguir teniendo una expectativa de vida de 35 años, como tiene la población trans por más que sea esta nueva generación acompañada por su familia. A los varoncitos trans se le corta la menstruación a los 9 o 10 años. ¿Eso es saludable? Yo respeto a cualquier persona trans que decide intervenir su cuerpo porque entiendo que es víctima de un sistema que oprime y obliga a cumplir con estereotipos pero las mamás y papás ¿sabemos las consecuencias de que a un nenito trans se le suspenda la menstruación hasta que sea mayor de edad y decida aplicarse terapias de reemplazo hormonal, porque se supone que un varón no menstrúa? Pero el cuerpo va a pasar factura a largo plazo. Luana me sorprendió, me emocionó, lloré mientras me decía: “Mamá, no llores porque yo voy a poder…. Yo voy a ser como mi tía Susy Shock”.
—¿Se conocen personalmente con Susy Shock?
—La conocemos desde que Luana tiene 7 años más o menos. Cuando Luana cumplió 9 años Susy Shock vino a su fiesta de cumpleaños. La vemos de vez en cuando. Ha venido a la asociación. Fuimos a ver su espectáculo de Traviarca, la saludamos en el camarín. Luana la quiere muchísimo y recibe de Susy esto: la posibilidad de ese tercer lugar saludable que no tiene por qué responder a un estereotipo determinado sino que ella va a ir construyendo su propio estereotipo. Y aceptarse ella misma y decir: “No soy mujer, tampoco soy hombre, soy trans”. Y en ese ser trans va a ser Luana trans. No tiene que parecerse a nadie tampoco.
—¿Hay otras niñas y niños trans que se están sometiendo a estos tratamientos de bloqueo de la pubertad?
—En Infancias Libres hubo algunos adolescentes que empezaron el tratamiento y abandonaron la asociación. Nosotros respetamos cada decisión y acompañamos, con bloqueo o sin bloqueo, pero nos pronunciamos en contra de esta hormonización. Pero no en contra de la persona que se hormoniza. Estoy en contra de tener que corregir el cuerpo, adaptarlo. ¿A qué hay que adaptarlo? También es cierto que cuando Luana empiece a desarrollar esos caracteres sexuales masculinos va a recibir, seguramente, mucha violencia de la sociedad porque se le va a notar. Ya no va a ser esa nena que parece nena. Quizás mañana ella cambie de opinión cuando reciba alguna agresión en la calle. Pero eso será cuando tenga 16 años. Luana sigue siendo acompañada por la psicóloga Valeria Pavan (de la CHA). Tal vez a los 16 decide hormonarse u operarse. Pero por ahora no. Cuando pide una mitad para ella está pidiendo una libertad que evidentemente no tiene. ¿Dónde me voy a parar con este cuerpo que acepto y que quiero? Eso está diciendo. Nunca más volvió a esconder su genitalidad ni a agredirla.
—¿Cómo es la relación con sus compañeras y compañeros de colegio?
—Por ahora está todo bien. Luanita está con los mismos compañeritos y compañeritas desde primer grado. Cuando el año que viene empiece en una escuela secundaria va a tener todo el curso para conocer. Tiene su grupito de tres amigas que son inseparables, que saben que ella es trans. La escuela se ha puesto esta causa al hombro. Hace poco se llevó adelante una semana de la educación sexual integral y en el curso de Luana hablaron de identidad de género, de los cuerpos gestantes y fecundantes, no hablaron ni de varón ni de mujer, ni de aparato reproductor femenino ni masculino, que es lo que yo les había propuesto para hablar del cuerpo humano. Dejar de asignarle género a los órganos y su función natural: entonces, podemos hablar de un sistema sexual fecundante, que es el que tienen Luana, y muchos varones cis de la clase, y de un sistema sexual gestante, que es el que tienen la mayoría de las compañeritas y puede tener cualquier varón transgénero. Y con eso realmente está respetado y aceptado el cuerpo de mi hija dentro de su construcción identitaria en la escuela. Verlo en una carpeta y que todos los alumnos se llevaron eso a su casa es el resultado de mis seis años de lucha dentro de la misma escuela. Para mi es grandioso.
—¿Hablaste en la escuela secundaria a la que va a ir Luana el año próximo sobre su identidad de género?
—En junio fui a hablar con las autoridades y hasta con la jefa de inspectores del distrito. No se trata de preparar un recibimiento a Luana o de exponerla, sino de capacitar al equipo docente que no está acostumbrado a recibir a una travesti dentro de la escuela. ¿Por qué? Porque no están a los 12 o 13 años travitas escolarizadas. Quienes militamos sabemos que están en la calle siendo prostituidas a esa edad. Una niña que viene acompañada con todo este contexto educativo, que respeta su identidad y su cuerpo, pasa a una secundaria que la va a destruir si no tienen el mismo nivel de acompañamiento. Valeria Paván también va a ir a hablar a la escuela. Ya no va a tener un maestro sino 8 o 10 profesores. Tenés que lidiar con los prejuicios de cada uno y cada una. Y con el hecho de que todavía la ley de Educación Sexual Integral no contempla el cuerpo trans.
Que no me digan que la ESI trabaja la diversidad. Habla de diversidad en relación a dos mamás, dos papás, o a la ley de identidad de género, pero no hay un cuerpo travesti en una hoja para que mi hija diga: “Ese es mi cuerpo y está legalizado dentro de la escuela, para que mi compañeros no me agredan, para que pueda ir al baño, para que si se me nota no pase nada, no recibir las miradas, que no sea el puto de la escuela”. Hay que trabajarlo con anticipación. Si, me estoy moviendo un montón para que tengan conocimiento, no de Luana, sino de la transgeneridad en la adolescencia.
—¿Cómo te recibieron?
—En parte me conocían, pero no es lo mismo conocer la historia de Luana por la televisión o un libro, que esté yo frente a ellos y les pregunte cómo van a acompañar a mi hija. Se están preparando, tienen predisposición; eso no quiere decir que no tengan resistencias. La batalla es cultural, dentro de un contexto de Gobierno que no ayudó para nada, en el que se acrecentó la violencia y los mandatos religiosos, esos audios en grupos de WhatsApp de madres de colegios que hablaban contra la educación sexual integral y la ideología de género: se retrocedió un montón en la conciencia social que se había conseguido.
—¿Qué le adjudicás al gobierno macrista?
—Se desmantelaron políticas públicas que favorecían la igualdad de género, fue un saqueo de derechos. El cumplimiento de la ley de Identidad de Género tambaleó un montón de veces. Faltó medicación para las personas con VIH, hormonas para los pibes y pibas que sí las estaban consumiendo. Hoy yo tengo un poco más de esperanza.
—¿Cuántas familias que hicieron el cambio registral de un hijo o hija acompañaste desde Infancias Libres?
—Más de 150 familias del país y también de Ecuador y de Chile.
—¿Cómo llegan hasta vos?
—Por las redes, o porque vieron algún video o leyeron uno de mis libros, o porque les recomendó su psicóloga. No quiere decir que los 150 han estado permanentemente en la asociación. Ser mamá o papá o ser familia de una infancia trans no significa que no seas machista, que no seas ultracatólico, evangélico, transodiante. Pedís ayuda pero eso no te hace militante, ni menos violento. Infancias Libres es un puente: pasás por ahí y tu hije entra sin derechos y sale con todos los derechos que le corresponden.
—¿En qué consiste el acompañamiento?
—Tenemos cuatro grupos, el de niñes, que va de 4 a 10 años, otro de adolescentes, donde está mi hija ahora, que va de 11 a 17 años, el de hermanos y hermanas –porque todos se olvidan de ellos, a mi me pasó con Elías, todo estaba centralizado en Luana y él también pasaba por esa transición de su hermana—y el cuarto grupo, que es el que más cuesta trabajar, que es el de papás, mamás, abuelos, y otros adultos. Trabajamos en simultáneo con esos grupos. Les niñes tienen actividades. Nos reunimos cada tres domingos hace dos años y medio. Tuvimos jornadas en las que fuimos 120 personas. Trabajamos la autoestima, el amarse el cuerpo, la idea de que no tienen un cuerpo equivocado, el poder estar orgullosos de ser trans, que las niñas aprendan quiénes son desde pequeñas. El grupo de adolescentes se contiene de otra manera porque empieza el desarrollo puberal y tienen otras urgencias: lo coordinan tres personas trans. Los adultos y adultas trabajan los miedos, respetar los tiempos de sus hijas y sus hijos.
Esta sociedad no está avanzando a los niveles que nuestros hijos los necesitan. Hay muchísimo prejuicios todavía. Lo poco que sale a la luz, lo poco que está en los medios de comunicación para la gente que no milita, está idealizado, endulzado. Los medios hablan del ideal posible. No es la realidad. si tenemos un 86 por ciento de feminidades trans travestis que todavía la única subsistencia que tienen es la prostitución, y con 35 años de expectativa de vida. Así la sociedad no va a cambiar nunca. No se nota la urgencia. No hay escuela que no tenga que estar encima…
—¿Qué pasa en las escuelas?
—No se puede generalizar, pero en la mayoría de los casos de niñeces trans que acompañé tuve que enviar una nota a sus escuelas exigiendo el cumplimiento de la ley de Identidad de Género y los pasos administrativos que deben seguir, porque los desconocen. No todos los pibes y pibas de la secundaria tienen hecho el DNI pero los deben nombrar con su nombre elegido. Algo muy importante es que si ellxs están pendientes del rechazo social, de los estereotipos que no alcanzan, tampoco puede rendir en la escuela como se espera. ¿Cómo quieren que se concentren en estudiar cuando tiene que concentrarse en sobrevivir? La clase de educación física es traumática para ellxs.
—¿Y cómo se resuelve?
—Tratamos de que las escuelas trabajen la corporalidad, el respeto. No todos los pibes y pibas están siendo respetados por sus pares, siempre está la burla o “ay, me olvidé y te dije el nombre anterior”, “lo hice sin querer”, “teneme paciencia”. Hay mucha deserción escolar. Se toman un tiempo y la familia comprende. Hay pibes que no aguantan que los nombren de otra manera. Todavía está la cultura de que “vos antes eras mujer y ahora sos varón” o al revés. Ese daño constante hace que no quieran ir a la escuela o empiezan a sufrir emocionalmente. La personita trans travesti siempre tiene que tener paciencia. En Infancias Libres a los pibitos trans de 5, 6 y 7 años ya los estamos preparando para que tengan una conciencia de que pueden gestar en su vientre un hijo. Hay que cambiar el concepto de toallitas femeninas por el de apósitos higiénicos para que la masculinidades trans puedan ir a comprarlos y no sientan que es algo para mujeres, porque eso es lo que los destruye: los estereotipos. Si fuera todo más unisex, no tan determinante, sería más fácil para ellxs. Hoy la base de todo este cambio tan necesario es la educación.
*Por Mariana Carbajal para Página|12 / Imagen de portada: Dafne Gentinetta.