Detrás de las palabras II

Detrás de las palabras II
2 julio, 2019 por Redacción La tinta

Por Esteban Viú para La tinta

Con la campaña electoral a punto, esta columna se propone investigar qué hay atrás de las palabras que leemos o escuchamos por estos días: intereses cruzados, operaciones mediático-judiciales y fake news congestionando las redes sociales configuran un escenario complejo para los discursos e información contextualizada y verídica que circula en campaña.

Estas palabras no son la defensa de ninguna fórmula en particular, sino una pequeña contribución para esclarecer la información que se nos multiplica por estos días. Las prácticas periodísticas y de nuestros representantes no solo quiebran la confianza en la información o el sistema electoral. Hieren de muerte la confianza de la ciudadanía y rompen el debate público, y, por consecuencia directa, la calidad de nuestra democracia.

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Durante las últimas dos semanas, quedó clara la batalla que intenta presentar el gobierno nacional y sus voceros periodísticos: democracia versus autoritarismo. El mensaje oficial podría sintetizarse como “nosotros somos la república, la democracia” y los demás están afuera de esos valores. La oposición es presentada como el verdugo de las instituciones que el oficialismo “protege”.

Si Cambiemos pierde las elecciones presidenciales, auguran que la Justicia será adicta, los mercados internacionales dejarán de confiar en el país y los periodistas críticos serán proscriptos. Esto no es una radiografía de lo sucedido en los últimos 4 años, es el discurso oficial preparando el terreno de la campaña hasta octubre. A fin de cuentas, los poderes necesitan un fantasma que justifique su presencia.

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Sepultureros de la credibilidad

Mientras el oficialismo hace de la manipulación descarada su ingeniería electoral, el periodismo tradicional parece no inmutarse. De Mauricio Macri hacia abajo, el discurso de campaña ya no se estructura en promesas de gestión ni propuestas concretas, sino en agitar los fantasmas del “populismo” e inundarnos de fake news e información descontextualizada.

Veamos ejemplos muy concretos:

– En el discurso del 20 de junio, el presidente aseguró que, durante su gobierno, hubo “67 presos por narcotráfico por día”. Con un uso básico de la matemática, vemos que eso da un total de 86.227 presos en total desde su gestión, sólo por narcotráfico. Los últimos datos proporcionados por el Sistema Nacional de Estadística sobre Ejecución de la Pena indican que, en la Argentina, hay un total de 85.283 presos y, de esos, 14.300 son por el narcotráfico.

– Federico Pinedo, el ex presidente provisional, publicó en su Twitter una nota de Infobae titulada “Argentina ascendió 34 puestos en el Ranking Mundial de Transparencia”. ¿La particularidad? Era una nota del 2017 que el Senador publicó como actual.

– Una más. Paula Oliveto, diputada del bloque Cambiemos, escribió en su cuenta del pajarito: “La estafa de YPF, junto con el mal desempeño del juez Lijo que nunca investigó el vaciamiento denunciado por @elisacarrio en el 2006, nos va a costar a los argentinos 3 mil millones de dólares. No vuelven más”. Esto no es más que un supuesto de la diputada porque el proceso judicial por la re-estatización de YPF no terminó y no hay ningún tipo de sentencia al respecto.


Mientras el discurso oficial configura como hechos sus mentiras, el periodismo tradicional no hace más que avalar sus prácticas y, varios y varias, subirse al mismo tren. Nunca hubo tantos periodistas operando de manera tan clara desde las pantallas y las tapas como en esta elección y los que pretendemos hacer un periodismo crítico aún conservamos prácticas que no están adecuadas a la manera en la que circula la información hoy. En tanto no tomemos conciencia de las complejidades que esto representa, el periodismo y los periodistas solo funcionaremos como sepultureros de nuestra credibilidad. ¿Todos? No, claro. Pero una buena parte.


La disputa del periodismo debe ser la de los hechos contra las fake news, que constantemente aportan a la construcción de una moral, de un sentido común, que hace de chivo expiatorio porque desvía el eje de las verdaderas discusiones.

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Ya observamos el discurso oficial. Ahora, veamos el mediático-empresarial. Porque la creatividad cambiemita no tiene límites, menos en época de elecciones.

En TV: En el programa “¿Quién quiere ser millonario?”, que conduce Santiago del Moro por Telefe, los participantes tienen que responder publi-preguntas del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta. “¿Cuántos carriles para vehículos pesados tiene la obra de la Ciudad de Buenos Aires llamada Paseo del Bajo?” o “¿Cómo fue bautizada la tuneladora del Arroyo Vega que ayudará a disminuir inundaciones en la Ciudad de Buenos Aires?” son preguntas frecuentes. En octubre, los ganadores también recibirán una boleta de Larreta.

En la prensa: El diario deportivo Olé (propiedad del grupo Clarín) publicó una nota titulada “Boca y River, conectados en 7 minutos por el Paseo del Bajo”. Su bajada decía: “Rivales futboleros, pero con puntos en común desde sus nacimientos. Con un Monumental en una punta y La Bombonera en la otra, el Paseo del Bajo unirá de una forma distinta la historia de los clubes más representativos de Argentina. Conocé más detalles sobre este nuevo nexo”. Publi-notas hubo siempre. El problema actual es que los medios ya no distinguen entre un artículo y una publicidad. Todo es información por igual.

Empresarios trolls: “Celebremos el acuerdo UE-Mercosur. Nuestra Argentina integrada al mundo, compitiendo en base a su capacidad de hacer y crear, es el mejor camino al desarrollo y la generación de empleo #ArgentinaAlMundo #AcuerdoUE #CrecerEsLaSolucion”. Ese mensaje pudo leerse en la cuenta de varios empresarios argentinos influyentes en las redes. Nacho Viale, Gustavo Grobocopatel y Adrián Anacleto fueron algunos de los que se convirtieron en trolls por un rato, aunque, seguramente, mucho mejor pagos.

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El posperiodismo

En la era de la reconversión de conceptos claves (posverdad, posdemocracia), el periodismo aún hace equilibrios en sus prácticas añejas. Dice que su deber es buscar la verdad y la verdad murió hace 200 años con Nietzsche. Siempre que alguien dice hablar en nombre de la verdad, lo único que intenta hacer es imponer su propio interés. La verdad, en el sentido tradicional, es siempre aliada al poder porque pretende naturalizar su propio interés como si fuera el interés colectivo.

Por eso, el deber del posperiodismo ya no puede ser hablar de la verdad, cada uno de nosotros tenemos nuestra propia verdad y subjetividad. Pero sí debe abordar, entre otras cosas, los hechos, sus contextos, de dónde proviene la información, etc. Si no, estaremos condenados a la profecía de Hernan Casciari en uno de sus cuentos. El escritor argentino asegura que lo que antes se llamaba periodismo, en el siglo XXII se llamará propaganda.

Hasta aquí, la segunda entrega de esto que intentará poner el ojo sobre algunas operaciones mediático-judiciales y fake news que están a la orden del día en esta campaña que arrancó con todo.

*Por Esteban Viú para La tinta.

Detrás de las palabras I

Palabras claves: Detrás de las palabras, elecciones 2019, Medios de comunicación

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