Maldita policía

Maldita policía
19 junio, 2019 por Redacción La tinta

El violador Sargento Luis Carrizo de la policía de Córdoba y el femicida Cabo 1ro José Abraham de la policía de Santiago del Estero fueron los protagonistas de un fin de semana violento. No son policías locos, no son hombres desequilibrados. Es una institución encargada de reproducir, perpetuar y defender la violencia patriarcal. Son sanos hijos del patriarcado.

Por Redacción La tinta

El viernes por la mañana en barrio Los Cortaderos, vecinos y vecinas denunciaron que el Sargento Luis Carrizo, quien vive en el mismo barrio, abusó de una joven de 15 años. Rápidamente, las fuerzas “del orden”, cual cofradía de caballeros, pidieron que no se difunda el hecho porque «ensuciaría a la institución policial». Pero una tía de la joven fue testigo presencial de lo sucedido y alertó a les vecines, quienes se juntaron en las cercanías de la casa del violador. Frente a esto, se desató una fuerte represión a punta de arma reglamentaria, amenazas y balas de goma. Con la saña que los caracteriza, y el miedo de la exposición pública, el cuerpo policial comenzó una cacería, golpeando a quien se interpusiera: hombres, jóvenes, mujeres, niñes, impidiendo, además, el ingreso de los medios de comunicación que llegaban a cubrir el hecho.

Desde ese mediodía, se encuentran detenidos tres adultos en la UCA Sur (Unidad de Contención de Aprehendidos) y un menor de edad en el Complejo Esperanza a la espera de novedades. Las detenciones llevan como carátula “entorpecimiento funcional y daño calificado”. Cuando un miembro de una fuerza represiva del estado, abusando del poder que le otorga su vestimenta y en nombre del cuidado, viola a una piba, que la comunidad se levante a entorpecer y dañar el “procedimiento” suena esperanzador.

En un comunicado, el Colectivo de Jóvenes por Nuestros Derechos explicó que la policía, “jugando a ser ‘servidores públicos de seguridad’, tapan hechos de violación, asesinato, hostigamiento, persecución, participación en redes de narcotráfico y de trata, de las cuales son efectores”.

Por su parte, La Garganta Poderosa emitió un comunicado contando que “durante toda esa noche (…), sus compañeros de la Fuerza bruta se aposentaron en la puerta de su guarida, como corteza de la historia prohibida, con los dedos en los gatillos y con las miradas clavadas en las pibas que compartían la ronda del feminismo villero”. Custodian la red de cuidados que desde los feminismos y las comunidades nos sabemos construir, reconociendo claramente quiénes son unos y quiénes somos nosotras. Ellos, continúan desde la Garganta Poderosa, “no custodiaban su vivienda: custodiaban nuestro silencio, justo ellos que son tan buenos gritones”.

No resulta llamativo que, en el posteo sobre el hecho en la red social Facebook, aparecieran íconos risueños y comentarios irónicos de perfiles de policías, haciendo gala del apoyo mutuo, el pacto criminal entre caballeros, y el aguante propio de la masculinidad hegemónica.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

La violencia policial no es patrimonio exclusivo de la provincia de Córdoba y si bien, en algún momento, podíamos hablar de una fuerte avanzada en materia de seguridad en este territorio, lo cierto es que hoy las fuerzas represivas de todas las provincias agudizaron sus mecanismos de persecución, hostigamiento y criminalidad.

Así es que el segundo hecho de violencia patriarcal policial ocurrió en Santiago del Estero. Desde temprano, esta fuerza de seguridad rastrilló el barrio Gas del Estado por una denuncia de robo de una amoladora. Al llegar a la vivienda de Silvia Maldonado, siete policías quisieron ingresar sin orden de allanamiento, como suele suceder en las barriadas pobres del país, donde los derechos son palabras bonitas. Pero la dueña de casa se negó y les exigió la orden. Haciendo gala de su uniforme, los policías intentaron entrar por la fuerza, violentando a la mujer, la cual, en medio de los forcejeos, recibió un disparo de arma reglamentaria del Cabo 1ro José Abraham.


Silvia, de 17 años, murió horas más tarde. Sus dos niñes son parte de la larga lista de hijes sin madre producto de femicidios. Abraham confesó dos veces: ante la institución judicial, diciendo que abrió fuego con su arma reglamentaria cuando se le trabó la escopeta con postas de goma; y ante la hermana de Silvia, diciendo: “Mirame bien la cara, yo soy el que le metió el ´cuetazo´a tu hermana”.


Mientras tanto, el sentido común hace estragos en los comentarios de las noticias y, dando una muestra gratis de la crueldad del patriarcado, más aún si se trata de víctimas pobres, se indignan ante una madre joven, en una vuelta más del espiral de la violencia. La policía tiene el visto bueno de la opinión pública, y hasta del Presidente, para disparar sin preguntar en pos del “cuidado” de la sociedad.

Frente a esta avanzada represiva, la esperanza vuelve a surgir desde la comunidad, que se organiza y se enfrenta a las fuerzas con una mirada del “cuidado” que dista mucho de aquella que se escucha en los medios: el cuidado comunitario, que construye lazos afectivos, incluso, desde el dolor, que se hace fuerte para defender derechos y libertades, y que no se quiebra frente a la chapa que da una institución corrupta y parte de un sistema de muerte.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: Abuso policial, cordoba, feminismo, Los Cortaderos, Patriarcado, Policía de Córdoba, Santiago del Estero, Violación

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