Imágenes por Rafa y por justicia
Las imágenes que acompañan estas líneas forman parte de la cotidianidad de cientos de pibes y pibas del barrio Nahuel Hue, en lo alto del Alto de Bariloche.
Por Alejandro Palmas para Colectivo al Margen
Forman parte de mi cotidianeidad también, porque, desde hace 8 años, trabajo en el barrio acompañando la construcción de proyectos de vida de jóvenes y adolescentes en un contexto de marginalidad extrema y ausencias varias. El compromiso militante sostiene lo que la razón y las condiciones materiales inhabilitarían por la fuerza.
La muerte, allá arriba, es tan común que se la naturaliza mucho y se la llora poco. Sin embargo, a Rafita lo lloramos profundo y lo extrañamos mucho. Era un pibe con un aura (o newen) distinto.
Lo mismo pasa con los derechos que intentamos que se apropien pibes y pibas. “Eso es para los chetos”, nos dicen, como clavando un puñal en el aire.
Acá, los caminos son bien otros. Para sobrevivir en la marginalidad, tenés que estar preparado. Si no estás preparado, aprendés a simular, o a pasarla feo. Rafa supo sobrevivir con estirpe de líder y sonrisa compradora.
Poder elegir un destino distinto al que el sistema te tiene reservado cuesta esfuerzo, decisión y un pedazo de suerte que se te cruce en el camino. De poder hacer verdaderas elecciones va la cosa con nosotros. Sin caer en la ingenuidad, ni en la fe pastoral de la que carecemos.
Rafa estaba empezando a construir su propio camino. Criado en un contexto de miseria y violencia cotidiana, empezaba a descubrir que otra historia era posible. Como muestra de esto, está ahí su casita levantada a fuerza de creatividad, mezcla de saber qué puertas golpear y cuáles no, sumado al trabajo y la experiencia en talleres de oficios y organizaciones sociales que, desde los 14 años, lo abrazaron fuerte. El resultado: una elección autónoma de vida rodeada de amores, amigos y sanos excesos.
De estas postales que también se componen de una extraña belleza en medio de la pobreza, se componía el día a día de Rafa y de cientos de Rafas que andan por ahí; y todavía no se cuestionan ni su rostro, ni sus rasgos, ni su apellido.
La cancha del Malvinas, donde Rafa pasó cientos de tardes corriendo atrás de una pelota (y cientos de noches rodeado de amigos). Los pozones del río Ñireco que alivian el polvo y el calor en las tardes secas de verano. La yegua pastando en el patio del rancho de Alejandro y Graciela como símbolo y señal de un pasado campero, en medio de una tierra que todo lo renueva.
El proceso identitario que Rafita venía empezando a desandar. El mismo camino que tías y primas paternas venían desandando tiempo atrás y contagiaron entusiasmo en el Rafa.
El mandato de tomar linaje de Tigre, de Nahuel. La idea de tierra como madre que abriga; y no como negocio inmobiliario.
Ahora, son las miradas perdidas de Graciela y Ezequiel en una tarde de cielo plomizo. El coche azul que quedó tirado en el fondo del terreno esperando pasear por las calles del Malvinas con la guacha más linda del barrio.
Y el Ruka Che… ese edificio que nació cárcel y que, tras el asesinato de Diego, de Sergio y de Nino, convertimos en casa abierta de matecitos espumosos y ganas de robarle vidas a la industria de la muerte. Con el Rafita, no pudimos. La industria de la muerte necesitaba un muerto para detener a futuros Rafitas, a otros Santiagos.
El destino nos arrebató a uno de los nuestros y la carpintería que con tanto amor construimos, una tarde, quedó vacía. Pero, igual, nos subimos los mocos y continuamos con la historia. Atrás del Rafa, vienen otros Rafas en búsqueda de brazos y abrazos.
El Maxi, el Toti, el Jhona y el Manu lo visitan en ese rincón perdido del cementerio y le dejan tucas y vasos de birra para que el viaje sea más llevadero. Rafita se les aparece en sueños y los pibes le piden que les dé suerte y los zafe de las garras de la gorra.
Yo todavía no me animo. No me gustan los cementerios y menos el de Bariloche. Pero, mientras medito el asunto, festejo por lo bajo que, de a poquito, esa justicia que tanto reclamamos desde aquella tarde de noviembre empezó a dar señales de que viene llegando. Falta mucho, pero no es poco. Y, por eso, celebramos este fallo de la Cámara Federal de Fiske Menuco con estas imágenes que transforman al dolor en esperanza.
*Por Alejandro Palmas para Colectivo al Margen / Fotografía: M.A.F.I.A.