Natacha Jaitt: la foto de la mala víctima
Natacha Jaitt apareció muerta en la madrugada del sábado 23 de febrero en un salón de eventos de «La Ñata», en Benavídez. Un policía tomó fotos de su cadáver que se viralizaron en las redes sociales. Varios medios escupieron frivolidad, moralina y violencia.
Por Cosecha Roja
El policía entra en la escena. No viste overol, no lleva guantes ni barbijo. Saca su celular y toma dos fotos. En una, se ve el cuerpo de Natacha Jaitt sobre la cama, semi cubierto por una sábana. En la otra foto, se la ve desnuda. El flash rebota en el vidrio de la ventana y se alcanza a distinguir la cara de Walter Roldán, el agente que sacó la foto: unas horas después, cuando las imágenes circulen por whatsapp y redes sociales, el oficial del Comando de Patrullas de Tigre será desafectado del cargo.
“Él ni siquiera tenía que estar ahí, no es de la Policía Científica”, explicó una fuente del Ministerio de Seguridad a Cosecha Roja. Roldán fue uno de los primeros policías en llegar al lugar después que un llamado alertara al 911. Sus propios compañeros contaron que, antes que llegara la Policía Científica al lugar, cuando una médica ya había constatado la muerte, Roldán sacó su celular y tomó varias fotos.
Tras la difusión de las fotos, el auditor de Asuntos Internos, Guillermo Berra, decidió desafectarlo del cargo. “Lo apartaron de la policía, después hay que ver qué medidas toman”, explicaron desde Seguridad.
¿Qué valor investigativo tiene una foto tomada por un policía desde su celular? Cuando la policía llega a un escenario donde hay un cuerpo, después de que el médico chequeó el fallecimiento de la persona, la primera medida es proteger la evidencia. Aislar y asegurar el lugar. Se establecen dos perímetros: el más amplio está reservado a otros policías, funcionarios judiciales, etcétera. En el más pequeño, solo entran forenses. Cualquier contaminación puede borrar pruebas y arruinar una investigación.
El primero que entra en la escena es el fotógrafo. Retrata la escena general y los detalles. Es la prueba de cómo estaba el lugar y el cuerpo. En la habitación donde estaba Natacha, los policías no respetaron ninguna de estas reglas. Las fotos que circularon en redes fueron tomadas por un policía que no debía estar ahí, que no llevaba la vestimenta adecuada para trabajar en una posible escena de un crimen, que usó su celular y las difundió públicamente.
El viernes 10 de febrero de 2012, cinco días después de la muerte de Jazmín de Grazia, el diario Crónica publicó en su tapa una foto del cuerpo de la modelo apenas cubierto por una toalla. “Pobre Jazmín. Así la encontraron muerta”, decía. En su interior, el diario publicó una serie de “fotos exclusivas” del cadáver que les había vendido un policía de la Federal.
El Ministerio de Seguridad de la Nación pasó a disponibilidad a un grupo de agentes del área de la División Fotografía y la Dirección General de Pericias, y estableció un protocolo para “resguardar la integridad de los registros fotográficos del lugar del hecho o escena del crimen, impidiendo su pérdida, adulteración, destrucción y/o reproducción”.
Seis años y medio después, la jueza Cecilia Gilardi Madariaga de Negre condenó a la Editorial Sarmiento, responsable del diario, y a la Policía Federal a pagar $500 mil a la familia de la modelo por daños morales por haber violado el derecho a la intimidad.
En octubre de 2017, poco después del hallazgo del cuerpo de Santiago Maldonado en el Río Chubut, el médico legista de la Policía Federal Werther Aguiar le sacó una foto al cadáver sobre la bolsa mortuoria que circuló por whatsapp, redes sociales y algunos portales de internet. En noviembre de 2018, el médico fue procesado por el delito de violación de secreto.
Mala víctima
Natacha Jaitt incomodaba. No tenía filtros. Nunca los tuvo: ni para contar sus experiencias sexuales ni para simular un orgasmo en un programa en vivo ni para hablar con nombre y apellido de sus amantes “famosos”. Tampoco para denunciar, en plena mesa de Mirtha Legrand, una red de abusadores y pedófilos en la causa de los abusos a menores en el Club Atlético Independiente.
Su libertad, su independencia y su desparpajo la llevaron varias veces a las puertas de tribunales. Las últimas, denunció que fue violada por Pablo Yotich y Maximiliano Giusto. Lo dejó bien claro en cuanto móvil le hicieron y en un tuit fijado en su perfil: “Borracha, drogada o bailando hasta sin tanga, nadie, absolutamente nadie tiene derecho a abusar de vos”. El 21 de febrero, Yotich y Giusto fueron indagados por el juez Martín Yadarola. “Es decir, que el magistrado había encontrado suficiente prueba para imputarlos y tomarles indagatoria”, dijo el periodista Mauro Szeta en un tuit. La denuncia de Natacha casi no tuvo repercusión en los medios. O la tuvo con un cintillo de “Escándalo”.
Públicamente, Natacha habló varias veces sobre su pasado como trabajadora sexual. Por eso, desde Ammar, expresaron una “profunda conmoción” por su fallecimiento y una gran preocupación por “el rol de los medios de comunicación que con total disciplinamiento moral y falta de ética” indagaron en su estilo de vida. “Una vida marcada por los escándalos” y “obsesionada con los abusos en el fútbol” fueron algunos de los títulos que se leyeron.
Natacha era mujer, hacía lo que quería y, un poco también, lo que podía. Natacha no podía ser nunca, a los ojos mediáticos, una víctima. Llevaba la pollera muy corta, tenía mucho sexo y varias veces cobró por eso. Natacha podía ser, a lo sumo, lo que parece ser ahora en los portales de varios medios: una mala víctima.
*Por Cosecha Roja.