Sobrevivientes de la ESMA identifican un nuevo Centro Clandestino de Detención
Se trata de una casaquinta que utilizó la Marina, ubicada en General Ricchieri 1265, Don Torcuato, en la Provincia de Buenos Aires. La señaló el sobreviviente Carlos «Sueco» Lordkipanidse durante su testimonio en el juicio ESMA IV, en el que pidió al tribunal una visita ocular. El integrante de la Asociación Ex Detenidos Desaparecidos (AEDD) estuvo secuestrado en ese lugar durante mayo de 1979 y recordó el uso que se le dio desde mayo de 1976. Antes de dar su testimonio, Lordkipanidse le contó a La Retaguardia cómo descubrieron el lugar en el que estuvieron secuestrados, entre otros, los curas jesuitas Orlando Yorio y Francisco Jalics, por los que tuvo que declarar como testigo Jorge Bergoglio.
Por Fernando Tebele y Diego Adur para La Retaguardia
Carlos Lordkipanidse, el Sueco, amanece siempre bien temprano. Esta vez no habrá sido la excepción. Hasta podemos imaginar que apenas consiguió dormir. Que pasó la noche pensando en esta declaración en la que despunta su memoria desde hace meses junto a varios de sus compañeros de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos. Para quienes han sobrevivido al Terrorismo de Estado como pudieron -con compañeros/as desaparecidos, con las torturas más atroces que podamos imaginar (y las que no también) sufridas en sus propios cuerpos, con el exilio como toda salida segura-, esta apenas de justicia que han sabido conseguir es muy importante después de todo.
Hasta el momento, se conocían 3 quintas ubicadas en la Provincia de Buenos Aires, a las que eran llevadas ocasionalmente las personas secuestradas y que funcionaban como centros auxiliares del sistema concentracionario de la ESMA. Estaban ubicadas por zona norte y las personas que sobrevivieron las nombran con la data que tienen: una en General Pacheco, cerca de la fábrica Ford, aún sin ubicar exactamente; otra en Del Viso; y la tercera ubicada en Panamericana y Thames. Esta última era la Casa del Comandante en Jefe de la Armada de turno y se utilizó durante el mandato de Emilio Massera. Además, claro está, de la reconocida Isla El Silencio, en el Delta del Tigre, la propiedad de la Iglesia Católica a la que fueron llevadas las personas secuestradas en la ESMA durante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) al centro clandestino, en 1979. Por lo general, los testimonios relatan que se trataba de lugares donde podían estar sin esposas, grilletes y capuchas, pero con la presencia constante de guardias que no cesaban la vigilancia.
El testimonio que dio Lordkipanidse ante el TOF N°5, integrado por los jueces Daniel Obligado, Adriana Paliotti y Gabriela López Iñiguez, comenzó a las 15 y dio cuenta de la ubicación exacta de otra casaquinta que utilizó la Marina para el tránsito de los y las secuestradas de la ESMA. Ocurrió ante la mirada atenta y protectora de Nora Cortiñas, Madre de Plaza de Mayo LF, y de sus compañeros y compañeras de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos.
Sin embargo, no es la primera vez que se menciona este sitio como un lugar donde estuvieron detenidos los desaparecidos. La información de este centro clandestino de detención nació con el testimonio del sacerdote jesuita Orlando Yorio, que identificó la quinta donde estuvo detenido junto a su compañero de orden Francisco Jalics. Ubicada en General Ricchieri y Camacuá, Don Torcuato, partido de Tigre, la dirección exacta consta en aquella testimonial de Yorio en el Juicio a las Juntas (Causa 13) en el año 1985. Los sacerdotes fueron secuestrados el 23 de mayo de 1976 y liberados el 23 de octubre del mismo año. Todo ese tiempo, estuvieron cautivos en esta quinta a excepción de los primeros 3 días, que fueron llevados a la ESMA. Llamativamente, la justicia no ha investigado ni allanado el lugar desde entonces.
Otro testimonio que da cuenta del uso clandestino de esta quinta como centro de detención es el de Aníbal Prado Mariña, un ex conscripto de la ESMA. Durante su testimonio del 11 de septiembre de 2013, en el tercer tramo de la megacausa, también identificó una casaquinta donde estuvo secuestrado entre los días jueves 15 y viernes 16 de julio de 1976, aunque aún no conocía la ubicación exacta. En ese testimonio, Prado mencionó que lo llevaron engrillado y con capucha «a un lugar por Pacheco donde los guardias jugaban al fútbol» y recordó «un olor a ropa de curas salesianos o lasallanos, inconfundible». En agosto de este año, Prado visitó esta casaquinta en Ricchieri y Camacuá acompañado por otro sobreviviente de la ESMA. Prado la identificó plenamente como el lugar donde él estuvo secuestrado. Describió las dos puertas que había, una por donde lo ingresaron, en la que hay postigones. Quienes estuvieron en ese lugar recuerdan cadenas de barcos utilizadas como adornos. Dijo que había una parte mejorada y otra parte, de la esquina, que se conserva como en aquellos tiempos. Recordaba que había una pileta. Asegura que, cuando estuvo en la casa, él estaba muy próximo a la ventana. Cuando lo llevaban al baño, veía a otras personas dentro de la casa. Su estadía en esta quinta coincide con la fecha en que estuvieron secuestrados Yorio y Jalics, y por eso podría entenderse el detalle que Prado mencionó en su testimonio de 2013 haciendo referencia al olor a ropa sacerdotal.
Durante su visita a la quinta, tomaron varias fotografías. Prado quedó totalmente convencido de que ese lugar fue donde estuvo secuestrado esos dos días de julio de 1976. Por ello, amplió su declaración en el juzgado federal de Sergio Torres, a cargo de la Instrucción de la megacausa ESMA. Cuando regresó a visitar esta quinta, quiso rememorar la forma en la que había sido llevado en el año ’76. Bajó de la Colectora Oeste del Ramal Pilar de la Autopista Panamericana en la salida Boulogne Sur Mer y debió recorrer a pie los cerca de 150 a 200 metros hasta el ingreso a la quinta. Las distancias coincidían plenamente con las que recordaba y había declarado.
Carlos “Sueco” Lordkipanidse observó las fotos y reconoció que fue esa la quinta donde lo llevaron en mayo del ’79 junto a otros compañeros: «A nosotros nos llevó la patota de ‘Gerónimo’ Donda (Adolfo) para que tomemos sol y se nos vayan los hongos, eso nos dijo. Estábamos todos hechos percha. Estuvimos un día entero en esta quinta y nos volvieron a llevar a la ESMA. Cuando volvimos, se armó una columna de 5 o 6 autos. Era un domingo, un quilombo de tránsito. Hubo un retén de la Policía de la Provincia y ahí nomás todos los autos pusieron la sirena. Nos hicieron pasar al toque, sin identificar”, le dijo el «Sueco» a La Retaguardia unos días antes de su declaración. El lunes pasado, ante el juzgado, agregó como parte de esa patota a Enrique Peyón y a Carlos Mario Castellví, este último sentado entre los acusados por primera vez.
En la entrevista con La Retaguardia, Lordkipanidse recordó que fue llevado a la quinta junto a Daniel Oviedo, Carlos Muñoz, Roberto Barreiro, Osvaldo Acosta, Guillermo Ramírez y Lázaro «el Ruso» Gladstein. Además, un matrimonio junto al que Lordkipanidse cumplía trabajo esclavo en el laboratorio de la ESMA (Pisarello/Milesi) le contaron que ellos también habían estado en la misma casaquinta. Los habían llevado a ellos y también a su hija; hay otros testimonios de personas secuestradas que eran llevadas a las quintas, a las que también les secuestraban temporalmente a sus familias; las juntaban en esos lugares y luego cada cual volvía a su lugar de origen: los y las secuestradas, a la ESMA, y sus familiares a sus hogares. Los Pisarello tenían una foto de su familia tomada en esa quinta y se la mostró a Lordkipanidse cuando regresó de su estadía allí: “Era la misma a la que nos habían llevado a nosotros”, aseguró.
Los usos de las quintas como centros de detención
«Evidentemente, los usos eran múltiples y no eran de esparcimiento. En esa oportunidad, nos dijo Donda que fue para que nos saquemos los hongos. Era mayo. La pileta no estaba en funcionamiento. En el jardín de la casa que da hacia Ricchieri, había una red de voley. Ahora eso no está. A nosotros no nos llevaron por esparcimiento. Por algo nos llevaron, pero no tengo idea por qué. Fue un domingo, no era día de traslados. Lo que pasaba en ese entonces es que Capucha y Capuchita estaban saturados de gente. Las quintas funcionaban como chupaderos accesorios. El principal fue la ESMA. El lugar donde te llevaban inmediatamente después del secuestro era la ESMA”, relató en su testimonio el «Sueco».
Destacó además: “La diferencia con la quinta de Pacheco, por ejemplo, donde estuvimos con Víctor Basterra es que ésta tiene la pileta al costado. La de Pacheco la tenía adelante, entre la casa y la calle”, dijo. Lordkipanidse reconoció la pileta utilizando las fotografías del Google Earth. Esa pileta también fue esencial en el reconocimiento fotográfico.
¿Quiénes serán sus dueños?
Actualmente, la casaquinta está habitada. Continúa manteniendo el estilo naval con las cadenas de anclas. Si bien esta quinta que funcionó como centro clandestino de detención fue identificada tanto en los testimonios de Yorio, en el juicio a las juntas, como el de Prado, en ESMA III, ni el juez Torres ni la justicia se tomaron la molestia de revisar y allanar el lugar. Una vez más, como ya sucedió con la Isla El Silencio, son los mismos sobrevivientes quienes toman en sus manos la reconstrucción de la verdad histórica, solicitándole a la justicia que haga inspecciones oculares, que constate que esos lugares, satélites de la ESMA, eran parte del planeta del terror genocida. La justicia siempre viene por detrás, con sus tiempos de la mano de los gobiernos de turno, pero sin perder nunca su apego por una lentitud exasperante.
La importancia del testimonio de Lordkipanidse es que compromete a la justicia a investigar a quién pertenece el lugar y a quién perteneció en aquel entonces. Además, forma parte de la reivindicación histórica para certificar que allí funcionó un centro clandestino de detención.
Yorio y Jalics, secuestrados que incomodan
Como ha quedado claro en la nota, no puede dudarse de que allí estuvieron los curas jesuitas. Sus secuestros motivaron la nerviosa declaración testimonial, en el segundo tramo de la megacausa, de Jorge Mario Bergoglio, aquel 8 de noviembre de 2010 Cardenal, hoy Papa Francisco. Bergoglio pidió declarar por escrito, pero el tribunal le denegó el pedido, de todos modos, pudo obtener un pequeño privilegio: mudó el TOF N°5 a la sede del Arzobispado porteño. Allí transpiró bastante durante el interrogatorio del Dr. Luis Zamora, uno de los abogados querellantes en la causa, y repitió varias veces que lo que ocurría en la ESMA y otras cosas por el estilo eran Vox Pópuli. Ahora, varias películas en Netflix lo muestran como una suerte de Schlinder argento. Parece más una impostura basada en algún hecho aislado y real, que una biografía ajustada a sus acciones y omisiones en esa etapa de su vida. Quizá convenga, para mayores precisiones, leer el tramo dedicado a Bergoglio en el libro Vida de Perro – Conversaciones con Horacio Verbitsky, de Diego Sztulwark; y, a la vez, buscar directamente la testimonial en Youtube, inexplicablemente solo con decenas de miles de visitas, aún cuando se trata de un Papa declarando en un juicio por genocidio.
El hecho de que Yorio hubiera identificado con dirección exacta la quinta en la que estuvo secuestrado y desde la que fue liberado, y que esa dirección ahora esté refrendada además por otros testimonios, no deja dudas. Hoy ese lugar está visible. La verdad no siempre es cómoda y, en muchas ocasiones, hasta puede ser inoportuna. Los sobrevivientes volvieron a hacerlo.
«Así como en el juicio ESMA II presentamos al Tribunal la Isla El Silencio. Voy a presentar las fotos y la dirección de la quinta en la que estuvimos. Las fotografías las sacamos desde la Asociación se Ex Detenidos Desaparecidos a la que pertenezco. Muchas veces, tenemos que hacer tareas que van más allá de nuestra calidad de testigos», dijo Lordkipanidse antes de cerrar su nueva declaración, recordando con emoción a Enrique Cachito Fukman «que no está en esta oportunidad, entre otras cosas ,por la lentitud de la justicia».
Quienes sobrevivieron acaban de aportar una nueva prueba. Ocuparon nuevamente el rol de armar el rompecabezas, de desocultar lo escondido. Ahora le toca a la justicia certificarlo y abrir una ventana para que los hongos que se sanen, esta vez, sean los de la verdad histórica y la justicia tardía.
*Por Fernando Tebele y Diego Adur para La Retaguardia.