Masculinidades trans

Masculinidades trans
18 septiembre, 2018 por Redacción La tinta

Por Candela Molina y Martín Rucovsky De Mauro para La tinta

Fernando Rodríguez es el primer hombre trans operado en el sistema de salud pública de la Provincia de Córdoba. Nos juntamos a charlar y registrar en primera voz su experiencia. En esta segunda parte de la entrevista, charlamos sobre temas relacionados con la masculinidad trans, el aborto y los efectos de la visibilidad del colectivo trans en los medios masivos de comunicación.

Autonomía corporal y acceso a la salud pública: identidad de género, aborto y aborto trans

La Ley de Identidad de Género puso en disputa la definición acerca de qué es un cuerpo sexuado y los derechos por la autonomía corporal. En esto, la ley es muy clara porque se manifiesta por la autopercepción de la identidad de género. Si vinculamos la ley de identidad de género y el debate social que se dio por la Interrupción Voluntaria del Embarazo, encontramos algunas tramas en común, interesantes para llamar a la reflexión. Podemos resumirlo en un mismo eje: la autonomía corporal y el acceso a la salud pública.

El debate por la Ley de Identidad de Género y el proyecto de ley IVE pusieron al descubierto la clandestinidad en que se practican los tratamientos médicos de personas trans y los abortos. En ambas situaciones, el Estado sólo se hacía cargo en la pos situación médica, dejando manifiesto su rol para garantizar el acceso y la seguridad a los derechos a la salud. En ambas situaciones, las posibilidades e imposibilidades económicas condicionan a las personas a acceder a espacios de salud privados o clandestinos, con los riesgos e inseguridades que esto último trae. La Ley de Identidad de Género cuestiona lo establecido en las instituciones de salud, educativas, laboral como falencias complejas del propio Estado.

Del mismo modo, la Ley de Identidad de Género rompe con lo que entendíamos como la diferencia sexual, pone en tensión la creencias presentes en el imaginario cisnormativo sobre los cuerpos sexuados y el deseo hacia los cuerpos trans.

Plantea que una persona puede autopercibirse sin necesidad de cambiar los aspectos anatómicos o genitales. Entonces, aquello que entendíamos como estereotipos de género, más ligado al cisgénero (coincide la identidad de género con la sexualidad biológica que se le asignó al nacer), se pone en crisis. Generando una gran ruptura y umbral para pensar, así, la Ley de Identidad de Género logra disputar el imaginario sobre los cuerpos sexuados y de qué manera estamos repensando los estereotipos de género.

—Fer, quería preguntarte por la masculinidad trans, creo que hay un nudo problemático, interesante de visualizar. El código de la masculinidad suele objetarse como una instancia de dominio heteropatriarcal, un estereotipo muy claro sobre lo masculino. Incluso, quizás podríamos pensar en una cierta desconfianza feminista sobre la masculinidad patriarcal. ¿Qué es la masculinidad trans? ¿Cómo la vivís vos? ¿Creés que es la masculinidad un privilegio de los hombres cisexuales?

—Me identifico como transexual, he recibido muchas críticas por la percepción que se hace de mi corporalidad. Como al momento de querer hacer una adecuación genital. Me considero parte de una diversidad que ha recibido piñas por todos lados y que, a su vez, se han generado guetos. En Argentina, hay una cierta inmadurez entre las organizaciones sociales porque está todo bien con el lenguaje inclusivo, pero ya debemos posicionarnos desde otro lugar.

Recibo muchos prejuicios por mi corporalidad, por lo que se ve de mí, y dentro de la diversidad también los hay. Siempre tuve una masculinidad latente, durante mi transición, a lo mejor podías ver una chica lesbiana masculina, luego, cuando comencé mi transición, se podía ver a una persona andrógina o pensaban: qué carajo era, porque también hay un montón de prejuicios con esto. A partir de los cambios hormonales, dejás de pasar al baño de chicas porque hay un momento donde ya no te dejan entrar más y ha sido todo un aprendizaje. También hacerse cargo de eso y de mi otra vida.

Durante la transición, estaba esto de ir viviendo la vida del varón cis, de vivir la violencia entre varones. Después de mi tratamiento hormonal, creo que puede que haya ciertos privilegios. A mí, cada día de por medio, me quieren cagar a piña. Me han asaltado, llevado con un cuchillo en la garganta al medio de la villa y, según la cana, la saqué barata porque te ponen en bola y mi cuerpo es un cuerpo trans: ¿Qué pasaba si me ponían en bola?

Con esta vida trans, uno trabaja de lo que puede y de lo que lo dejan. Yo laburo en un taxi, parece que laburo solo o de manera aislada, pero trabajo para una empresa, estoy conectado mediante una radio. Una vez, se hablaba sobre la reparación histórica para mujeres trans por la violencia institucional. En la radio del taxi, escuchaba comentarios que decían: “Bueno, me pongo la pollerita, me voy a la esquina y que me paguen”. Yo agarré la radio y les dije: “Bueno, gente, el que piense así, que se ponga la pollerita y vaya una semana a la esquina”. Sería fabuloso, si es sólo por la guita, andá y vas a vivir una semana lo que vive una piba trans en la esquina. No duran un día con la pollerita.


Pensemos que, recién cuando sale la Ley, hay un Estado que nos reconoce como sujetos de derechos, todo el tiempo para atrás vivimos en la violencia y mucha mierda. Entonces, tiene que haber una reparación económica para muchas personas que han vivido en la exclusión social por su propia identidad. Nosotros éramos exiliados en nuestro propio país, exiliados de la familia, de la sociedad, del ámbito educativo, de la salud, exiliados de todos lados y, sobre todo, con las chicas: ¿Vos las veías en el super o laburando en una farmacia? Aunque ahora se nos ve más, sigue sucediendo la exclusión. A Diana Sacayán la mataron, había luchado por la ley, tenía un laburo estable, era agente estatal y la mataron. Otra referente fue Mayte y ¿qué le pasó en el Hospital de Clínicas? Entonces, cuando el activismo habla de una manera superficial sobre lo trans, me jode. Estamos hablando de acceso a la salud y se lo toman de manera superficial. Pero bueno, ya es una cuestión personal política. A nosotros nos cuesta un montón militar contras las instituciones y lo gubernamental, somos poquitos.


A lo mejor, como varón trans paso desapercibido, pero yo voy a los exámenes pre-ocupacionales y tengo cicatrices en el pecho porque soy un cuerpo trans. Y no me dan laburo por eso. También hay situaciones donde paso desapercibido y tiran mierda para la diversidad, ¿y yo? Y ahí le generás al otro algo, porque no se lo espera. Y no es por hacerme ver, sino porque no se habla de la problemática. Si no me ven, no saben de qué estamos hablando cuando decimos hombres trans. A mí a veces me joden y me dicen Fer chongo, heteronormativo y no es joda llevar un cuerpo trans. Creo que los medios de comunicación, si bien se les puede decir un montón de cosas, ayudan para la visibilización.

—Hay varias series como Sense 8, Transparent o 100 días para enamorarse, o Alejandro de Gran Hermano, son diferentes visibilizaciones de hombres trans. Recordando a Blas Radi, en el artículo que escribe para Anfibia que se llama Yo soy Juan. Él habla de la visibilización positiva que se hace de lo trans. Entonces, creo que habría un estereotipo positivo o negativo de lo trans en términos de clase media, blanca, porteña, con ciertos privilegios como acceso a capitales culturales. En relación con un diálogo que tenemos hace muchos años, quería preguntarte: ¿cuáles son los efectos sociales que producen estas narrativas? Una pregunta de Blas Radi, ¿a qué público está destinado, quiénes actúan de trans?

—Las personas que actúan de trans atormentadas o asesinadas no son trans, son cis y ganan un Oscar. En principio, sí sirve para la visibilización, aunque sólo muestran la realidad de jóvenes trans que prácticamente no sucede. Por lo general, en las familias, cuando una persona trans sale del clóset, hay quilombo, no hay aceptación. Capaz la mamá o el papá después hacen un proceso también. Ahora, a partir de la Ley, muchos chicos tienen el respaldo de sus familias, pero no sin inconvenientes. Las familias también hacen un proceso de transición. Y lo digo porque nosotros también hacemos esa parte, no sé, invitame a tomar mate a tu casa y la familia me ve. Soy trans y no pasa nada. Muchas veces, el rechazo es por el miedo, sobre todo, miedo social: qué van a decir los vecinos, los primos, los tíos.

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Foto: Colectivo Manifiesto

Hace poco, me pasó algo muy loco, íbamos en un taxi con Alejandro, se ve que escucha la tonada porteña y pregunta qué hacíamos en Córdoba. Yo le digo: laburamos diversidad sexual. El taxista se quedó mudo. Yo dije, bueno, acá se viene el lío. Y me dice: todavía sigue siendo jodido. Me mira y me dice: porque yo tengo a mi hija que está con lo del cambio. Le digo: nació mujer y quiere hacer el cambio a hombre. El tipo estaba muy angustiado, le pregunté el nombre y le dije: Roberto, no pasa nada. Yo soy trans. Yo nací como su hija y él también. Y el taxista ¡no lo podía creer! Se le llenaron los ojos de lágrimas. Sin querer, quizás, porque las cosas pasan por algo, ayudamos a una persona, pusimos nuestro granito ahí. Él decía: con la madre estamos separados, ella no la acepta y todos me carcomen la cabeza diciendo cómo la voy a dejar hacer tal cosa. Pero Roberto, es muy simple, le digo, su hijo va a hacer la transición, quiera la familia o no, es mejor hacerlo acompañado que solo. Le digo porque me ha costado una banda hacerlo solo y ahora es más simple. Nos bajamos del taxi felices porque para esto uno también milita. Para generarle al otro eso y de esto no se habla en los programas o series. No se habla de la mierda social, de la imposición de los cuerpos, de lo que representa tener un cuerpo de mujer y de lo que no puede hacer una mujer. El cuerpo de mujer que no se puede tocar. De la vergüenza de la familia porque la familia también patologiza.

Es todo un proceso, no digo que sea negativo que se visibilice en los medios porque creo que es positivo que se dé. Pero, en la forma en la que se lo encara, no está bueno, porque sigue habiendo dolor, sigue habiendo exclusión. Creo que, en principio, por desconocimiento. Pero una persona que escribe el guión, a ver, digo, acercate a escuchar un poco y vas a transmitir una realidad distinta. Se trata de hacernos cargo del sufrimiento que todavía se le genera al trans, del sufrimiento que genera la sociedad, de lo que no se hace cargo el Estado, los políticos, las familias, el primer lugar de donde salimos del clóset. Entonces, ¿por qué la mujer que aborta no lo dice? Porque es una vergüenza y hablamos de lo mismo: del cuerpo.

Creo que sí, hay ahora más exposición de lo trans, hay una moda de hablarlo de forma positiva. El 90% de las chicas se sigue prostituyendo, ¿por qué? Porque no le dan una chance de laburar. Escuchás comentarios que dicen que Flor de la V no es mujer y yo le pregunto: Usted, ¿dónde trabaja? Y me dice: en una carnicería. ¿Le daría laburo a una trans? No, me dice. ¿Y a mí? Y, si lo necesitás, sí. Pero yo soy trans también. Incluso si hacemos la otra pregunta: ¿Se acostaría usted con una persona trans? Porque la mayoría que consume el trabajo sexual son hombres cisexuales. O también en el porno trans, hay un varón trans en el papel de pasivo. Reproduce el estereotipo, ¡¿Qué onda?! O te tira onda un pibe, pero porque hay un morbo con el cuerpo trans. Otra vez, la imposición sobre los cuerpos femeninos que encima biologiza el cuerpo trans.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

*Por Candela Molina y Martín Rucovsky De Mauro para La tinta.

Palabras claves: cupo laboral trans, Fernando Rodríguez, Hombres Trans Argentinos, LGBT, trans, travesti

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Nacho Levy: «Lo que está mal es que no grites»

Nacho Levy: «Lo que está mal es que no grites»
20 diciembre, 2018 por Ezequiel Luque

Dialogamos con uno de los voceros de La Poderosa para discutir sobre las próximas elecciones, las expectativas del campo popular y la organización de las villas para frenar la avanzada conservadora.

Él es Nacho Levy, tal vez, una de las personas más identificables de la organización social La Poderosa, aunque el mote de vocero no sea algo que le siente muy cómodo. «Me toca ser una de las cuerdas vocales de La Garganta Poderosa, que son muchas», se excusa. Durante casi una década, la organización decidió que todas las personas que integraban el movimiento permanecieran en el anonimato ante los medios de comunicación y se reflejaran a través de un grito colectivo. Y que ese grito colectivo, quienes hablen en nombre de La Garganta, siempre debían ser vecinxs de las villas.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

«Para nosotrxs, fue siempre un resguardo esa identidad colectiva, un resguardo del afuera y un resguardo para adentro. Para adentro, porque, de alguna manera, domaba nuestros propios egos y nos corría de discusiones más mezquinas. Y para afuera, porque no les permitía individualizar el proceso. Una experiencia que nosotrxs aprendimos del recorrido histórico que tiene la lucha en nuestros barrios, donde, muchísimas veces, a emprendimientos y colectivos genuinos se los podía personificar y después eran muy fáciles de derribar (…) Durante un montón de años, lxs vecinxs que tomaban la referencia se expresaban siempre a título colectivo; no íbamos a televisión y, en radio, éramos La Garganta», expresa Nacho desde «La Choza Poderosa», la casa comunitaria que tiene la organización en barrio Yapeyú, en la zona oeste de la ciudad de Córdoba.

En el último tiempo, el crecimiento de las políticas represivas de la gestión Cambiemos obligó a modificar la estrategia comunicacional. El 24 de septiembre de 2016, efectivos de Prefectura Naval Argentina torturaron a Iván y Ezequiel, dos vecinos de la villa 21-24. Esa noche, un grupo de prefectos detuvo y trasladó a los jóvenes a una garita policial para golpearlos. Acto seguido, los llevaron a la vera del riachuelo, donde los obligaron a hacer flexiones de brazos mientras se les tiraban encima, los amenazaron con tirarlos al río esposados y los hicieron correr una carrera de la muerte, en la que les dijeron que iban a matar a quien perdiera.

«Iván y Ezequiel denunciaron las torturas manteniendo el anonimato de espalda a una cámara y la denuncia pasó por inverosímil. Entonces, tenían que dar la cara. Entendíamos, además, que ir a la televisión era ponerse a resguardo», recuerda Nacho. Iván fue a televisión y, al regreso, en las escasas cinco cuadras que tuvo que caminar solo, fue perseguido por Prefectura, de nuevo.


«Ahí, lo que, hasta ese momento, se veía como un gesto de altruismo político hacia afuera porque nadie acaparaba la representación política, se transformó en una interpelación hacia adentro respecto de la responsabilidad que nos cabía por en qué lugar quedaban quienes presentaban las denuncias cuando las amenazas y las respuestas represivas caían sobre eso», aclara.


Sin cambiar la cláusula de que sean vecinxs de los barrios quienes hablen en nombre de La Garganta, la organización decidió empezar a aparecer en espacios comunicacionales en los que antes no aparecían. En ese momento, empieza a llamar la atención en los medios de comunicación la figura de Nacho Levy.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

La Poderosa ante las urgencias de la política electoral

A diferencia de las últimas elecciones nacionales, en los próximos comicios presidenciales, no serán pocas las organizaciones sociales que se metan de lleno en la contienda electoral. La mayoría de los movimientos populares -aún atravesando rupturas internas- dan por hecho que no hay mucho más margen posible que apoyar o formar parte de un frente anti-Macri para poner un freno a las políticas de hambre del gobierno de Cambiemos.

Consultados sobre la opción electoral, desde La Garganta, esbozan que se trata de dos luchas paralelas, la de base y en las urnas, a largo y corto plazo; ambas igual de válidas y en diálogo permanente. «La Poderosa surgió como una plataforma complementaria de cualquier expresión del campo popular que pudiera presentarse desde una estructura partidaria. Nunca jamás nos van a encontrar en la tribuna de la antipolítica demonizando a quienes, por suerte, dan esa batalla del corto plazo«, sostienen desde la organización.

El sentido común poderoso remarca que no da lo mismo quién ocupe el sillón de Rivadavia, debido a que es, tal vez, la variable que más condiciona el marco de posibilidades concretas que tienen las organizaciones de base para poder avanzar en las transformaciones que se intentan impulsar desde los barrios. Sin embargo, reconocen que ya existen diferentes alternativas partidarias que están trabajando para reivindicar las decisiones urgentes del campo popular y que La Poderosa no debe hipotecar el proceso de base que lleva adelante para partidizarse o convertirse en un panfleto de una candidatura.


«A ninguna expresión del campo popular, La Garganta le serviría más como oficina de prensa que pudiendo interpelar y llegar al espectro que llega, sabiendo qué respeto tenemos por las distintas tradiciones del campo popular (…) Hoy, hablamos con todo un arco de la sociedad, que nos cree y escucha, y, tal vez, volviéndote la expresión comunicacional de un llamado partidario, podrías dar cuenta de la demanda de uno de los sectores, pero no serías más efectivo ni siquiera para ese propio sector. El mismo sector que te podría pedir que te partidices no sacaría tanto provecho de esas funciones como sí lo hace del trabajo de territorio y unidad que tiene esta plataforma de comunicación popular».


En este sentido, Levy señala que poner el proceso de La Poderosa a trabajar al ritmo de la dinámica y los tiempos de la democracia representativa y la lógica electoral haría inviable la continuidad del trabajo de base que están realizando. «Tenemos muy en claro los condicionamientos del corto plazo y somos respetuosos de lxs compañerxs que disputan las elecciones. Pero también pedimos el mismo respeto para entender que hay procesos que no pueden ser descabezados, procesos que apuntalan la unidad desde otro lugar y que, desde distintos lugares, se puede ir construyendo un frente mucho más grueso que un armado electoral«, expone.

Es que, para La Garganta, la unidad «no es una foto, es una película» y, a pesar de que sueñan con un gran frente popular que derrote a la derecha como enemigo común, al mismo tiempo, comprenden que entre el peronismo y la izquierda haya diferencias entre sí, distancias que son históricas, legítimas y respetables.

Finalmente, dos sugerencias respecto a las elecciones: por un lado, valorar y cuidar a lxs compañerxs que den el paso electoral; por otro, que la disputa por las urnas no nos haga poner en la lista de enemigos a quienes en realidad deberían estar en el círculo cercano de nuestrxs amigxs.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

La resistencia: creatividad y comunidad

Levy señala que la frase/slogan «El ajuste no cierra sin represión» puede haber sido representativo de los primeros dos años de gobierno de Mauricio Macri, que se caracterizaron por la represión de cualquier expresión que intentara frenar el avance neoliberal y el avasallamiento de derechos. Sin embargo, teniendo en cuenta el pico de hechos que se produjeron en el último año, ya la frase debería ser «La represión no cierra sin represión».

«Este presupuesto es represión, no es ajuste, no hay más nada que ajustar, no hay otro paso para dar para atrás. Patricia Bullrich no es su ministra de Seguridad, es su ministra de Economía. Ellos nos quieren llevar a nosotrxs a escindir la discusión económica de la represión estatal como si fueran dos cosas separadas. Acá de hambre entendemos todxs nosotrxs y entendemos que lo que hace falta es repartirla, es lo único que tenemos que discutir de economía», expone.

No son pocas las organizaciones que se acostumbraron a que la represión implicaba un coste político para el Ejecutivo que ordenaba la acción. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la demagogia punitiva ha tenido tan buen recibimiento en las capas medias de la sociedad que probablemente sea el caballito de batalla de Cambiemos para las próximas elecciones, emulando la campaña presidencial del fascista Jair Bolsonaro en Brasil.

Ante esto, Nacho afirma que la respuesta es «movilización, creatividad, empoderamiento real, empoderamiento intelectual y unidad».

«Tenemos que aprender de esta ola verde que, de alguna manera, logró una fusión de fuerzas políticas que desde la discusión de clases siempre nos había parecido inviable. Le pasó por arriba a todas esas mezquindades y diferencias. Entonces, al final, se podía. Hay que poner a revisión privilegios que tenemos por nuestra condición de hombres y por nuestra condición de clases. El feminismo instaló muy fuerte la idea de renunciar a tus privilegios para sumarte a la lucha y, desde la condición de clases, hay que poder tomar ese ejemplo. Hay una caterva de aprendizajes que están efervescentes y que me llena de esperanza. Porque es cierto lo de la ola bolsonarista, fundada sobre conceptos de marketing y fascismos, que no tiene nada de banal, pero tampoco nada de sustento. A la larga o a la corta, se cae por su propio peso infrahumano que trae. Y a contraluz de eso, viene una generación que es un lujo. Hay que confiar en los pibes y, hoy más que nunca, hay que confiar en las mujeres, que son las que mantienen en pie de lucha a pesar de todo».

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Ante el incremento de la represión, el avance conservador sobre derechos ganados históricamente y el ajuste económico, y frente a la precarización de la vida en los barrios y la derechización de los afectos, desde La Garganta, ratifican que la respuesta, hoy más que nunca, es poner al ser humano en el centro de la escena.


«Esa es la estrategia política con la que los barrios históricamente postergados sostuvieron la dignidad humana. Hoy más que nunca, la clase política tiene que mirar a los sectores populares. Los nuevos pobres tienen que aprender de los viejos pobres y tienen que mirar de qué manera la cultura villera viene reivindicando, desde hace muchos años, la dignidad humana. No hay un regocijo de la precariedad, nadie celebra un barrio sin ambulancias, sin tendido eléctrico, lo que reivindicamos es la cultura de la solidaridad, de construir colectivamente a pesar de todo».


«Hay que poder escuchar, darle voz y espacio a las villas. Y, a veces, la mejor manera de comunicar es callarse, correrse, para que hablen los que faltan y que se escuchen, y que ellos decidan qué y cómo. Porque, a veces, hablamos gritando. Y cuando vos podés hablar de la Revolución Francesa con el mismo tono solemne y monocorde con el que hablás de la pobreza, es porque la tenés a la misma distancia. Cuando a vos la mierda te sube por la pierna o se va por la canaleta la sangre de tu hijo, lo que está mal es que no grites«.

* Por Ezequiel Luque para La tinta / Imágenes: Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: La Poderosa, medios comunitarios alternativos y populares

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