De la soja a la ganadería holística: “Hay menos costos y sobre todo más calidad de vida”

De la soja a la ganadería holística: “Hay menos costos y sobre todo más calidad de vida”
21 agosto, 2018 por Redacción La tinta

La empresa El Mate, ubicada en la localidad de Adelia María, es ejemplo de una transición productiva referente en la provincia. Un proyecto que logró quebrar el círculo vicioso de los insumos químicos a granel para hacer de la alimentación natural del suelo su aliada fundamental.

Por Leonardo Rossi para El Marco

Campos con suelos resquebrajados. Pueblos que ante lluvias intensas se inundan cada vez con mayor rapidez. Vientos que desatan verdaderas tormentas de tierra. La secuencia puede verse en buena parte de la zona que rodea el eje Río Cuarto-Villa María, zona que remitía a abundantes pasturas, chacras, tambos y producción de alimentos para los pueblos.

Punto de parada: Adelia María. Aquí se enclava una experiencia que es un cachetazo a cada slogan que vierte el agronegocio. El Mate, la unidad productiva que tiene a Bruno Vasquetto (26), agrónomo, como una de sus caras visibles decidió quebrar el círculo vicioso de los insumos químicos a granel para hacer de la alimentación natural del suelo su aliada fundamental. Desde hace poco más de cinco años dejaron la agricultura dominante basada en la soja transgénica para pasar al manejo holístico de la ganadería. “Tenemos menos costos, ganamos en salud de la tierra, y sobre todo en calidad de vida”, dice luego de mostrar los corrales donde pastan las ovejas.

Debacle y preguntas…

Durante décadas este campo supo ser uno más entre las miles de unidades que abastecían a las empresas lácteas. El abuelo de Bruno, su padre y tío (veterinarios) luego, sostuvieron la actividad en la que “siempre tuvieron su corazón” hasta que los números no dieron más a favor. Los 2000 los llevaron a donde en los años previos ya había ingresado la mayoría de vecinos: el modelo soja-maíz, uso masivo de plaguicidas y fertilizantes de síntesis. Durante más de una década buscaron alternativas para sostenerse allí, con el uso de las 330 hectáreas que tienen. Hasta que el fallecimiento del abuelo sirvió de momento de reflexión para replantear hacia dónde iba la cosa.


Cada vez más endeudados por el alto costo de insumos, con el ejemplo cercano de que la mayoría de los habitantes de los campos abandonaban las unidades para ponerlas en manos de empresas cada vez más grandes, y a la vista de un fuerte deterioro del suelo empezaron a surgir más y más dudas sobre el modelo dominante. “El campo estuvo casi una década con el modelo típico de soja, con lo que llaman ‘buenas prácticas’, pero los signos de degradación eólica, hídrica y compactación eran cada vez más grandes en una zona casi con nula pendiente.”


En el escenario que estaba, “cada vez había que usar más agroquímicos por las mal llamada malezas resistentes, los márgenes eran más cortos, y para una familia que es dueña y habitante del campo el riesgo era muy grande”. En ese intento por encontrar nuevas opciones, un amigo los acercó a una charla sobre agroecología, y así dieron con un campo ganadero donde tenían “cinco vacas por hectárea a pasto, con gramón y sorgo de Alepo, que hasta entonces yo consideraba como una maleza”. Bruno no niega los prejuicios de entonces: “Nosotros viendo eso desde lo dominante, decíamos ‘ese productor es un hippie’, pero el tipo tenía un rendimiento impresionante y la calidad del suelo era un sueño”. Ahí surgieron más planteos, recuerda. “Donde uno clavaba la pala salía una tierra como la de las macetas, llena de lombrices, y ese hombre no usaba insumo externos. Y lo que hacíamos nosotros que supuestamente estaba bien tenía un suelo totalmente degradado sin una lombriz.”

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Suelo circular

Un invierno la familia decidió dar el paso en firme. Se dejó de una vez y en forma tajante el modelo insumo-dependiente. Se hizo una inversión inicial en alambrados y aguadas, y se pasó a un sistema ganadero que hoy incluye más de 850 vacas, más de 1000 ovejas y pollos. La línea de trabajo de El Mate se basa en el Pastoreo Racional Voisin y el manejo holístico. Desde el living de la casa del campo que hoy habita, Bruno explica: “Estos métodos buscan que los animales pastoreen simulando lo que hacen los herbívoros en la naturaleza, que es lo contrario al pastoreo extensivo. El animal suelto en el campo degrada mucho el suelo, el ejemplo típico de eso es la Patagonia con la producción ovina. Acá nosotros formamos manadas que pastorean por períodos cortos. Más de 200 vacas pastorean juntas uno o dos días en una parcela. Acá tenemos unas 270 parcelas de una hectárea para vacunos y en ovinos tenemos 130 potreros de un cuarto de hectárea. Y se va moviendo la manada a donde el pasto esté listo. Y es clave dejar reposar el potrero donde pasó el animal hasta que la pastura esté en condiciones.”


La intención de estos métodos es que no se manejen animales por un lado y pasto por otro sino “que se maneje un ecosistema”. “El suelo le da de comer al pasto, y el pasto al animal, y el animal aporta materia al suelo, y eso circula”, detalla el joven con pasión docente. Y agrega una frase de cabecera: “No hay que darle de comer a la vaca, sino darle de comer al suelo. Un suelo sano, vivo, con mucha actividad biológica, siempre va a ser más productivo”.


Fuera agroquímicos, fuera mitos

Con más de cinco años de experiencia en este sistema, situado dentro de la agroecología, Bruno tiene material para extraer varias conclusiones y dejar abiertos desafíos. Luego de contar que sólo sembraron pasturas la primer temporada para que entre los pastos nativos y exóticos se retroalimente la diversidad, señala que sin gastos en insumos “hoy tenemos una renta superior a la agricultura”.

“Estamos produciendo 400 kilos por hectárea de vacuno solo con tecnologías de proceso, aplicando conocimiento, y no teniendo que sostener la producción con insumos químicos externos como está planteada la agricultura convencional. Algunos te dicen ‘tenés el mismo rinde’, y yo responde que ‘sí, pero vos le estás poniendo un montón de insumos para alcanzarlo y yo no’”.

Cierra la idea: “Acá el único insumo externo es el sol.” Aunque para ver los logros basta con caminar por El Mate y comparar los desiertos que rodean la zona, aún hay resistencia a aceptar los beneficios de este tipo de manejo agro-ganadero. Formado en una Facultad de Agronomía, Bruno dice que “desde el principio el sector más concentrado nos subestimó, incluso a veces en la academia se ridiculiza este modelo, pero nosotros igual le abrimos las puertas a todos.”

“El agronegocio no te puede vender nada para este modelo, entonces no se lo publicita, no hay auspicio. Ahora si hay una charla de malezas resistentes tenés 200 banderas de empresas, te pagan la comida y te dan un souvenir. El problema ahí es con las entidades públicas, universidades y agencias que salvo excepciones son un brazo más de la industria, y tendrían que estar para cambiar ese discurso que insiste en que no se puede producir sin insumos externos.» El joven abocado a la ganadería se extiende en este punto: “Por qué no apostar, acompañar, promocionar desde las instituciones esto donde no dependés de que una lluvia te dé éxito porque al ser praderas es muy difícil que te quedés sin ningún pasto. Además no se gasta en biocidas ni semillas, ni fertilizantes. El único costo es en sanidad de animales, mano de obra para fechas como pariciones o esquila y no mucho más”.

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Recuperar el sentido (común) del campo

Mientras acomoda los pollos, el joven agrónomo muestra orgulloso el color del suelo que decora la chacra familiar, un verde intenso, con una tierra oscura de soporte. “Hoy todo alrededor es muy triste, suelos muertos, un campo que para el que vivía acá se convirtió en un ambiente de estrés, de una cultura de la guerra donde se está pensando qué plaga nueva matar. Y nosotros con todo este cambio rehicimos un ambiente de felicidad, la familia volvió a estar acá, a pasar más tiempo en este lugar y eso es impagable.”

Bruno invita a dar unas vueltas más. Cada parte de El Mate arroja un nuevo dato para convencerse de que existen alternativas pese a la parafernalia publicitaria-periodística-académica que sólo abreva en la monocultura de agroinsumos. “Alternativas productivas hay y de hecho son un montón, ahora dejar de hacer lo que hiciste toda la vida y siempre te dijeron que era lo único posible no es fácil. Se trata de volver al sentido común, al saber empírico que tenían las personas que vivían antes en el campo. Se trata de eso, de romper esa barrera mental que nos impusieron, después el resto más o menos está todo a la vista.”


*Video con aspectos técnicos de la producción de El Mate realizado por el proyecto de investigación «Evaluación de la sustentabilidad de establecimientos agroecológicos de Córdoba», de la Facultad de Agronomía y Veterinaria de la UNRC.

Por Leonardo Rossi para El Marco

Palabras claves: agroecología, ganadería

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