Nunca más clandestinas: herencia, futuro y política feminista
Llantos, gritos, abrazos, saltos: haberle arrancado al Congreso un reclamo de más de 30 años nos llenó de euforia y de confianza en la construcción que venimos haciendo y no se detiene más. La confluencia, las asambleas, las alianzas insospechadas, enormes y sororas: la transversalidad era el feminismo.
Por Vanina Escales para Latfem
A la clandestinidad no volvemos más. Esto que se escribe rápido tiene un maceramiento de décadas: la demanda por el aborto legal en la escena pública surgió tras la dictadura. Y recién hoy, 34 años después, podemos decir que el proceso de democratización de la Argentina nos terminó de incluir luego de la ley de cupo, de paridad, de matrimonio igualitario, de identidad de género. Y pasó porque nos unimos cansadas de esperar que nuestra agenda fuera importante para los partidos. Somos las sujetas políticas inesperadas en la escena argentina, diagramada para la comodidad del paso de comedia de machos, de trompas, de panzas y tono paternalista inapropiado, con el trueque de políticas donde nuestras demandas quedaban postergadas.
En 2015 todos los feminismos vimos cómo nuestra fuerza se multiplicaba en la confluencia. Y ahora que estamos juntas, empezamos a cantar, porque vimos que de esa forma solo avanzábamos. Unidas marcamos nuestra propia agenda. Esto que pasa en cada asamblea feminista, un modo de hacer sororo, solidario, eficaz, consensuado, se reprodujo en el Congreso. El feminismo es la idea radical de que las mujeres somos personas y también una forma de la política. En la Cámara de Diputados surgió una multipartidaria de mujeres muy diversas para trabajar problemáticas planteadas por los feminismos. La ley que obtuvo media sanción fue producto de un largo proceso de debate público; si las escenas del Congreso parecen rutinarias y prefabricadas, esta provocó más participación, compromiso e intervención.
El movimiento Ni una menos y la lucha por el aborto legal transformó a las pibas en feministas para siempre. Nos transformó a todes. Las leyes no siempre reflejan el pulso de una época: esta sí. Porque las nuevas generaciones sub 18 son todas feministas. Por eso de repente es como si hubiéramos subido al DeLorean y viajado al futuro.
La marea verde es adolescente, tiene voz, voto, no se subordina al patriarcado, sabe lo que quiere y no tiene vuelta atrás. En un día se produjo la síntesis de más de 30 años y la insistencia de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. La lucha tuvo herencia. Las viejas feministas que ayer saltaban de alegría como si no tuvieran años supieron transmitir su experiencia, por eso en las que tenemos edad para ser sus hijas o nietas el feminismo es un acumulado que rebalsa.
No llama la atención a esta altura que los machirulos de distinto pelaje no entiendan nada, que se les escape para dónde vamos, que se desorienten por la falta de conducción, que crean que somos dispersión si no tenemos candidata, que no conciban cómo podemos divertirnos tanto y, al mismo tiempo, dar vuelta la escena política. Estamos organizadas y no tenemos miedo de pelear por nuestra dignidad. Y nos multiplicamos, nos pintamos de violeta y de verde en los escenarios, en las pantallas, en las plazas, en las escuelas, en los sindicatos, en los partidos, en los trabajos, en las casas. Y por eso, con Papa argentino y todo, conquistamos el aborto legal, seguro y gratuito para todes.
No hay una fuerza política que pueda atribuirse la sanción de la ley de aborto legal, porque fue impulso de los feminismos y de las centenas de miles de personas en la calle, a pesar del frío indescriptible y del sueño. Para asesores, diputados y diputadas que estuvieron en todo el proceso de construcción transversal desde marzo a esta parte también algo cambió para siempre en su forma de hacer política. No hay vuelta atrás.
*Por Vanina Escales para Latfem