Mujeres, ¿para qué?
Para el Gobierno argentino, las mujeres no tenemos nada que aportar al debate económico. No es una percepción personal. Es una descripción de las reuniones que mantuvieron distintos funcionarios de Cambiemos para intentar hacerle frente a semanas de corridas cambiarias, a las que quieren bajarles el tono llamándolas ahora “turbulencias”.
Ni en la mesa política (más allá de las habituales como Vidal, Carrió y Michetti), ni en los intercambios con los empresarios, ni en la delegación argentina que negocia los detalles del acuerdo con el FMI en Washington, ni en las charlas descontracturadas del presidente del Banco Central con economistas jóvenes para intercambiar lecturas sobre lo que pasó en las últimas semanas, se vio alguna mujer. Para ser exactas: no se vio ninguna mujer.
La propia Christine Lagarde, en un intercambio que pone visiblemente incómodo al ministro de Hacienda de la Nación, Nicolás Dujovne, le reclama la falta de mujeres en el “equipo técnico” que fue a pedir el auxilio financiero al Fondo Monetario Internacional. Si bien su respuesta fue “vamos a mejorar” no encontramos esta motivación siquiera en las reuniones más informales. Tampoco es la primera vez que le señalan a Dujovne sobre el tema, el año pasado, también en el FMI, le preguntaron por qué no había mujeres en su equipo y respondió con evasivas.
Para el Gobierno, las mujeres en la economía simplemente no existimos. Lo notamos al revisar el Presupuesto 2018 y encontrar que no solo no había partidas asignadas para luchar contra la violencia de género, sino que la palabra mujer estaba casi ausente. No existimos pero somos las que padecemos brechas de todo tipo: de ingresos, de tiempo, de calidad laboral, de salarios, de impuestos. Ser mujer en la Argentina, hoy, es padecer todas esas brechas y, encima, es no ser consideradas interlocutoras válidas para hablar de economía, aún cuando somos casi la mitad de las estudiantes de esa carrera en la universidad.
Como evidenciamos constantemente desde Economía Femini(s)ta la desigualdad de género se puede medir. Las mujeres sufrimos mayores tasas de desempleo, siendo las más perjudicadas las mujeres menores de 29 años quienes rozan el 20% mientras el promedio general es de 8,4%. A su vez, las que consiguen empleo tienen mayores probabilidades de caer en la informalidad que sus pares varones, donde la brecha salarial llega al 37,1% mientras que en el sector formal es del 25,6%. Para profundizar en los datos, les recomendamos la recopilación que hizo Natsumi S. Shokida procesando todos los datos de la EPH del tercer trimestre de 2017.
Durante las últimas semanas, el peso argentino se devaluó más del 20%. La administración nacional debió asistir de urgencia a un organismo que exigirá ajustes del gasto público para darle una señal de “confianza” al mercado financiero internacional, el traslado a precios romperá la irreal meta de inflación del 15% y además hay una amenaza a la financiación del sector productivo por las tasas del 40% puestas por un Banco Central que admite en público que el mercado no confía en su política monetaria. Parece que en todas esas decisiones, las mujeres no somos ni consultoras, ni expertas, ni interlocutoras que podamos aportar nuestra visión (o las críticas, como le pidieron a colegas economistas varones para dar la idea de cierta “amplitud” ideológica) en el momento más crítico del Gobierno a nivel económico. En la vuelta al FMI como fuente de financiamiento, al Gobierno le parece que NINGUNA mujer de la Argentina tiene nada que aportar.
Si bien sabemos que el hecho de que haya mujeres en los espacios de decisión no es garantía de políticas que incluyan la perspectiva de género (ejemplo de esto sobran), es necesario evidenciar el techo de cristal que sufrimos las mujeres, que no nos permite alcanzar posiciones donde se toman decisiones y deja estos lugares como lo que fueron tradicionalmente y siguen siendo: espacios de varones.
En España, por ejemplo, economistas y académicos de distintos espacios acaban de firmar un compromiso de no participar en debates en que no haya mujeres en calidad de expertas. En Costa Rica o Canadá, hay gabinetes 50-50 (mujeres y varones participando en paridad) por decisión de los presidentes. Incluso en nuestro país, el año pasado se votó la paridad en los cargos electivos. Sin embargo, en los lugares en donde no hay cupo las mujeres no están.
Las asociaciones profesionales de mujeres alrededor del mundo han manifestado que, sin el compromiso de los colegas, la paridad en espacios de expertos no podrá ser efectiva. Para que los eventos sean verdaderamente plurales no basta con que los varones señalen la ausencia de compañeras, sino que deben efectivamente ser parte de una acción afirmativa. Las recomendaciones son simples: tener una agenda preparada para recomendar disertantes, pedir la lista de asistentes cuando se recibe una invitación y negarse a participar o ceder el lugar si no se garantiza la presencia femenina. Esta cuestión pone de manifiesto que los cambios culturales no dependen sólo de decisiones jerárquicas o de acuerdos ideológicos; los varones que quieran transformar la sociedad deben ceder privilegios.
En pos de estas recomendaciones, desde Economía Femini(s)ta hemos armado una lista de mujeres economistas que pueden solicitar por email. A su vez, les pedimos a las mujeres economistas que se sumen.
*Por Economía Femini(s)ta