Ayer fue cuatro de junio
Por Redacción La tinta
Ayer fue cuatro de junio y en Córdoba las calles recibieron el paso seguro de las miles de personas que salieron agitando el violeta, el verde, el rojo, el negro, todos los colores. Pisamos fuerte, como cada vez, o como nunca, como la cuarta vez, después de las huelgas internacionales y tanta expansión, después de la seguidilla de pañuelazos, movilizaciones, cátedras abiertas, asambleas feministas y miles de etcéteras. La marcha #NiUnaMenos, nacida del dolor de las que nos faltan, fue una fiesta de alegre rebeldía, fue la síntesis de un proceso de años de lucha, de encuentro, de compañerismo, de mirarnos a los ojos y sabernos hermanadas.
Ayer fue cuatro de junio, y un estudiante del secundario le escribió un wsp a su docente para contarle que su pareja anterior era feminista, y que ahora él había hecho su propia búsqueda y se encontró con mucha propaganda anti feminista, “demasiada para ser unos pocos machistas”. Y le soltó: “Dígame profe, ¿qué es lo que intenta conseguir el feminismo y cómo se ganó tanto odio?”.
Ayer fue cuatro de junio, y una mujer en alguna computadora presiona “reenviar” a un video que será viral. Cuestiona el machismo en las canciones populares. Una mujer de unos sesenta años lo ve y por primera vez piensa en cuánto de su sentido común tiene que ver con todos estos dispositivos culturales.
Ayer fue cuatro de junio y una compañera llamó a otra para contarle que estaba embarazada, y que no quería tenerlo. Que no podía criar a uno, que dos era imposible, que fue un accidente, que ella no quería. Le dijo que estaba cansada, que no podía decidir no ser pobre, pero que sí podía decidir cuántos hijos tener.
Ayer fue cuatro de junio y el almacenero le cuenta a su cliente que una vecina había aparecido con el ojo morado, “otra vez”. En la charla confiesa que alguna vez él también le había pegado a una novia, “porque antes era lo normal, ¿viste?”. Le digo que ahora también, y hablamos de cifras de femicidios. Durante la charla llegan más vecinas ávidas por participar en el debate.
Ayer fue cuatro de junio y en un colegio hubo reunión docente, y una profesora, por primera vez, cuestionó al vicedirector que hizo volver a una estudiante a su casa porque llevaba calzas. Dijo que ese argumento era arcaico, que por qué no enseñaban a los varones a respetar el cuerpo y las decisiones de las estudiantes. Varias docentes, que otras veces habían expresado la incomodidad por la vestimenta “provocadora” de las chicas, esta vez no dijeron nada. Tal vez por acuerdo, tal vez por vergüenza.
Ayer fue cuatro de junio y una tía le regaló una muñeca a su sobrino a pesar de la negación del papá del niño porque sostenía que se “hará puto”. La tía, delante del niño y mirándolo fijamente a su hermano, le preguntó si no se acordaba cuando ella le prestaba sus muñecas a escondidas del padre. El hombre bajó la mirada y recordó la sensación de culpa.
Ayer fue cuatro de junio y le dije a mi viejo si se daba cuenta de la cantidad de veces que le tuve que avisar cuando llegaba al lugar que le había dicho que iba. De la cantidad de veces que anduve por la calle, en el colectivo y en el taxi con miedo. Y le pregunté: ¿qué hacés si un día no te aviso? por eso yo hoy marcho, porque muchas no pudieron avisar.
Ayer fue cuatro de junio y todo este movimiento, impensado años antes, está agrietando todo. ¡Salú hermanas! ¡A seguir y seguirnos transformando!
*Por Redacción La tinta.
