“La universidad pública es fundamental para crear una sociedad con igualdad de oportunidades”

“La universidad pública es fundamental para crear una sociedad con igualdad de oportunidades”
12 marzo, 2018 por Redacción La tinta

Silvana Mandolessi es egresada de la Escuela de Letras de la Facultad de Filosofía y Humanidades y fue elegida para integrar la Academia de Ciencias y Artes de Bélgica, donde dirige un equipo interdisciplinario para el proyecto “Memorias Digitales”, sobre los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa, que atraviesa México, España y Argentina. En esta nota cuenta también los debates que atraviesan la universidad y la investigación en Europa.

Por Camilo Ratti para Alfilo

Cuando el país era una caldera a punto de explotar, en 2001, Silvana Mandolessi rindió su tesis de Licenciatura en Letras Modernas en la Escuela de Letras de la FFyH. Sus estudios giraban sobre Literatura Argentina y Latinoamericana y en 2005 se presentó para una beca de doctorado en la Universidad de Lovaina, Bélgica, una de las universidades más antiguas del mundo, fundada en 1425. Su carrera siguió con un posdoctorado en la universidad de Leuven, y de ahí viajó a la universidad de Heidelberg, Alemania, donde participó de un proyecto interdisciplinario sobre la dictadura Argentina, además de haber trabajado como profesora visitante en la Universidad de California, en Los Ángeles. “Cuando terminó el proyecto en Alemania, que era en el marco de estudios sobre la memoria, decidí presentar yo uno en Leuven, y lo gané. El tema de investigación es sobre desaparición en el contexto de México, concretamente el caso de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, en septiembre de 2014”, cuenta en un diálogo vía Facebook Silvana, recientemente seleccionada para integrar la Academia de Ciencias y Artes de Bélgica.

“Mi formación académica en la UNC fue excelente, recibí de mis profesores en la Escuela de Letras una formación muy amplia y muy sólida, que me permitió integrarme sin problemas a un ámbito internacional muy competitivo”, resalta Mandolessi, cuyo recorrido académico le permite analizar experiencias vividas en los dos lados del océano atlántico: “Uno observa diferencias, pero no son en cuanto a la calidad de la formación, sino que responden a distintos contextos. Por ejemplo, el tema de los idiomas es una diferencia que hay que zanjar, el inglés es el idioma académico y a nosotros no nos entrenan para desenvolvernos fluidamente en inglés, algo comprensible en Europa, donde el multilinguismo es más natural que en nuestros países”.

Cuando en la Argentina se vuelve a poner en tensión la educación pública, con un gobierno que subestima su importancia, Mandolessi no duda en afirmar que para ella “la posibilidad de estudiar en una universidad pública fue esencial, es una herramienta fundamental para crear una sociedad con igualdad de oportunidades”.

En el centro del debate

Radicada en Bélgica, la entrevistada explica que la Academia de Ciencias y Artes “es un foro de investigadores y artistas donde los miembros se van rotando cada cinco años. Todos los años se eligen 10 o 12 miembros nuevos entre los mejores jóvenes investigadores de Bélgica. Y lo interesante, más allá del reconocimiento que significa para cualquier investigador integrar la Academia, es que es un Foro para discutir los problemas de la universidad y de la investigación actual. Por ejemplo: cómo se financia la investigación, quién define las prioridades o debates como el de “Citizen Science”, que se está dando ahora en Europa para acercar la investigación al ciudadano”.

—¿A la Academia la integran investigadores de cualquier lugar del mundo? ¿Te eligen por tus proyectos o tiene que ver también tu rendimiento académico?

—Te eligen por tu desempeño como investigador y por el lugar que se ocupa en el debate en torno a la disciplina en que uno participa. Además, les interesa que te involucres no solo en la investigación en sí misma, sino también en las políticas que afectan la investigación en su conjunto. A la academia pueden ingresar investigadores que estén afiliados a una unidad flamenca y pueden ser de cualquier nacionalidad.

—¿Y cómo participa la ciudadanía en las investigaciones?


—Depende de los proyectos, pero es una manera de abrir la universidad a la sociedad. Hay una discusión muy fuerte en Europa para que las investigaciones tengan un impacto social mucho más definido. La Comisión Europea define entonces prioridades y los investigadores tenemos que responder a esos llamados, lo cual me parece bien.


Por ejemplo, en mi tema, de Memorias y Medios Digitales, el conocimiento que tienen las ONG sobre el terreno es fundamental. Pero también tiene que haber espacio para financiar investigaciones que no tienen un impacto directo.

—¿Las universidades son públicas o privadas?

—En Europa cada país tiene su modelo. En Bélgica casi todas las universidades son privadas, aunque no es lo que nosotros en Argentina definiríamos como privado, porque la financiación viene del Estado. Serían lo que nosotros llamamos públicas, en tanto los alumnos pagan algo mínimo.

—¿Toda la financiación es estatal?

—La financiación hasta hace 20 años provenía casi en su totalidad del Estado. Pero los nuevos modelos de gestión del conocimiento y su articulación con el sector privado, han generado una mayor colaboración entre ambos y el resultado ha devenido en que el financiamiento actual sea de un 60% aproximadamente estatal y el resto fondos de la industria, patentes y servicios.

Universidad-Católica-Leuven

—¿Y por qué son privadas entonces?

Son privadas porque el personal no es planta del Estado. Se contrasta con las dos universidades públicas belgas, las que tienen personal que sí son empleados públicos. Es decir pertenecientes al Estado y a la carrera pública.

—¿Quiénes las gestionan y cómo se accede a esos lugares?

Igual que en la UNC, los rectores se votan, los votamos los profesores y el resto de los estamentos. El concepto de público se refiere a que la estructura de los recursos humanos pertenezca al Estado. Entonces, solo se llama universidades públicas a las universidades en que el personal es contratado directamente por el Estado. La KU Leuven, donde yo trabajo, y las otras universidades belgas, serían lo que en Argentina llamamos universidades públicas.

Competencia excluyente

El tema de los recursos es siempre motivo de discusión, no solo en Argentina o América Latina. Mandolessi cuenta que en los años 80 Europa empezó a discutir teorías al respecto aplicadas a la universidad: “Lo que se conoció como New Public Management propuso una gestión más eficiente de las universidades, porque los recursos son públicos. Eso hizo que se creara un sistema de management en las universidades para que funcionen mejor y con mejores resultados. Por un lado se empezó a ‘cuantificar’ los resultados, lo que implica que como profesor tenés que escribir tantos artículos por año, en tales y cuales revistas científicas, ganar proyectos, es decir, que ingrese dinero en la universidad, sobre todo de fondos europeos”.

Sin embargo, la competencia entre investigadores por obtener recursos resulta frustrante para una gran mayoría. “El esquema de ganar proyectos es muy competitivo y es una manera de garantizar la excelencia, pero el problema es que la tasa de éxito es alrededor del 10 por ciento, lo que significa que el 90 por ciento restante invirtió tiempo y recursos en escribir un proyecto que no recibió financiación”, advierte Mandolessi, y agrega:


“Por un lado el sistema universitario diseña estrategias para volverse más eficiente, pero por otro hay un gasto de recursos y una presión sobre los investigadores muy fuerte, porque es el tiempo que deberían dedicarse a estudiar, y no dedicarlo a escribir proyectos, a tener reuniones con los administrativos, a gestionar cuestiones burocráticas”.


—Suena a lógica empresarial: si no hay resultados, cerrémosla o le demos menos financiamiento.

—No, no lo es, estamos hablando siempre de dinero público. Pero la lógica puede volverse en contra y eso es lo que se discute ahora.

—¿No te parece que se desdibuja el fin de la universidad y la investigación?

—¿Cuál es el fin de la universidad y la ciencia hoy? Eso es motivo de discusión. La idea de que la universidad sea más eficiente sí funciono en muchos aspectos. La Comisión Europea pone mucho dinero para investigación, y es lógico que haya resultados, son dineros públicos. Para que tengas una idea: el programa marco “Horizonte 2020” tiene un presupuesto de 75 mil millones de euros. No hay nada malo en pensar cual es la mejor manera de gastarlo, pero la pregunta es si sólo con esta lógica competitiva se dan los mejores resultados, esa es la cuestión. Un reclamo ahora es que se vuelva a dar a los profesores una financiación básica para investigar. Pequeña, pero que esté garantizada. O también que las universidades, en el marco flamenco, por ejemplo, trabajen de manera complementaria y no solo competitiva.

—Cuando señalás que hay un “10 por ciento exitoso” ¿Te referís a Bélgica o toda Europa?

—Hablo de Europa. En realidad hay un promedio de 18 o 20 por ciento en general, y dentro de eso, un 10 por ciento en los esquemas más competitivos, que igual es bajo. Pero el diseño de la Comisión es muy bueno en muchos sentidos. La competitividad es algo que se discute, pero por otro lado implementó un sistema que tiene muchas ventajas, como fue la internacionalización, la infraestructura y la cooperación internacional. Las universidades tienen que trabajar juntas y la elección de quiénes participan es muy transparente. Otro tema importante en discusión es el de “Open science”, que es que los resultados de la investigación sean accesibles para todos, eso es fundamental. El actual sistema de los Journals (revistas científicas A, con peer review) es injusto, y la Comisión Europea tiene el poder para presionar y cambiar ese sistema, aunque con tiempo.

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No debiera funcionar así porque la universidad paga a sus investigadores con fondos públicos y las evaluaciones las hacen los propios investigadores gratis. Entonces, la universidad no puede volver a pagar a las revistas para que los resultados de esas investigaciones estén disponibles para la comunidad científica. Antes no era así, pero con el tiempo se volvieron carísimos y por ende hay que volver a replantearse cómo hacerlo.

—¿Cómo recibe cada país las políticas de investigación de la Comisión Europea?

—Europa tiene un programa de investigación para todo el continente, que se va organizando en distintos “programas marcos”, que cambian cada 7 años. El próximo programa marco nace en 2020. Por una parte, la Comisión define cuáles son los temas relevantes sobre los que la sociedad necesita respuestas. Por ejemplo: cambio climático, inmigración, integración social, género. Y hace “calls”, llamados sobre esos temas específicos. Hay que presentar proyectos que siempre involucran a varios países, al sector civil, a las empresas, a todos los actores. Y se financian los que se consideran mejores evaluados. La cuestión es que las investigaciones tengan impacto social. Creo que la importancia de estos programas supranacionales está en que permiten abordar temas que no pertenecen a un solo país, que son globales. Eso sería muy importante en Latinoamérica, diría esencial porque hay problemas que nos afectan a todos y que sólo se pueden resolver juntos.

También está la posibilidad de presentar proyectos libres, como el que Mandolessi propuso: “Vos presentas el tema que te interesa, con la condición de que sea innovador. Así fue que en el marco de esos programas, ganó el proyecto de Memorias y Medios Digitales”.

Todos somos Ayotzinapa

El proyecto “Memorias digitales” estudia el rol de los medios digitales en la formación de memorias transnacionales sobre la desaparición. Concretamente, investiga un caso que se encuentra en proceso de formación: la desaparición de 43 estudiantes en México en septiembre de 2014. “El proyecto propone, por una parte, un enfoque teórico en el que la ‘desaparición’ es considerada un crimen cuyas implicaciones memorísticas cambian en la era digital. Por otra, una aproximación multidisciplinaria que sitúa al caso de México en una extensa historia transnacional de memorias de la desaparición en el mundo hispánico, incluyendo Argentina y España. Esta historia de larga duración busca comparar la desaparición como un objeto de prácticas de memoria en la era analógica y la era digital con el fin de evaluar las diferencias, así como iluminar la especificidad de las dimensiones sociales, políticas y legales del fenómeno de las desapariciones en México”, explica Mandolessi en la entrevista.


Focalizado en el caso mexicano y combinando conocimientos de los estudios de medios, los estudios culturales, los estudios de memoria, las ciencias políticas y sociales, “el proyecto aspira a proveer un modelo teórico para analizar eventos traumáticos que adquieren una dimensión global en/a través del entorno digital”, señala la autora sobre el proyecto financiado por una beca Starting Grant (ERC Starting Grant) del Consejo Europeo de Investigación, cuya investigación comenzó en 2016 y culminará en 2021.


“La pregunta teórica es cómo afecta la cultura digital a la memoria. Platón dijo hace 2000 años que la memoria era como una tablilla de cera, hoy diríamos que es la pantalla de nuestro celular. Pero aún no sabemos si esta superficie es más efímera, o, al contrario, un archivo que guarda lo que preferiríamos olvidar”, sostiene Mandolessi. “Por otra parte, el caso de México es muy particular, porque tuvieron represión política en los años 70 y 80, pero no hay una memoria colectiva de eso. Mi proyecto se focaliza en la ‘Guerra contra el Narco’ a partir de 2006, que tiene consecuencias humanas espantosas: más de 30.000 desaparecidos y 150.000 muertos.

ayotzinapa-43El problema es que el marco en el que se dan las desapariciones es muy diferente al de una dictadura, hay una heterogeneidad de víctimas y perpetradores que vuelve muy complejo el fenómeno y muy difícil encuadrar las desapariciones contemporáneas en el marco legal tal como está definido en la Convención. Esta complejidad se observa en la ley que se aprobó recientemente en México, que agrega a la definición habitual el tipo ‘desaparición por particulares’. Es interesante pensar cómo vuelven a darse, en un contexto diferente, las discusiones que se dieron cuando se aprobó la ‘Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas’, en la cual Latinoamérica, y particularmente Argentina, jugaron un papel fundamental”.

*Por Camilo Ratti para Alfilo

 

Palabras claves: ciencia, educación, universidad, Universidad Nacional de Córdoba

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