Comprar un club, ganar un país: Piñera y las S.A. del fútbol

Comprar un club, ganar un país: Piñera y las S.A. del fútbol
20 diciembre, 2017 por Redacción La tinta

En 2005, tras perder ante Bachelet su oportunidad de ser presidente, Sebastián Piñera tomó el consejo de su hermano. Tenía que ser presidente de Colo-Colo, el club más popular trasandino, si quería gobernar el país. Protagonista de su quiebra, impulsor de la privatización, se hizo dueño del 49% de las acciones de la institución. Cinco años más tarde, era elegido presidente de Chile. No importa que sea hincha de Universidad Católica, al parecer, ser parte del fútbol es un método para llegar al poder ejecutivo en estas tierras.

Por Gonzalo Reyes para La tinta

Hay algo que une los senderos que llevaron a Mauricio Macri y Sebastian Piñera a la presidencia. Algo más que su ideología neoliberal. El fútbol.

Así como Macri logró fama de gran administrador con Boca Juniors, con flamantes éxitos deportivos, Piñera tomó las riendas del popular Colo Colo en Chile. Sin embargo, los caminos fueron diferentes. El mandatario trasandino fue parte de las operaciones que quebraron al club para luego hacerse de él como propietario e inaugurar un proceso indeclinable hasta hoy: la instauración de las Sociedades Anónimas Deportivas como método mágico para sanear a los clubes de deudas y de un rumbo errante constante. Es que, de la noche a la mañana, nadie le perdonó ni medio a la institución que comenzó a sufrir la presión fiscal, le cortaron los servicios y una jueza le dio el pésame final.

El periodista chileno Cristian Arco ha escrito en varias oportunidades sobre cómo y por qué se llegó a la privatización del club más popular de su país.

Por un lado, a las garras del empresariado solo le faltaba tomar el fútbol: «La privatización del fútbol era una asignatura pendiente en una trama que ya había convertido en bien de consumo la educación, la salud, las carreteras, los edificios, los cementerios, el nacimiento de nuestros hijos, la vida y la muerte. Faltaba el fútbol. En esta madeja participaron todos los sectores políticos», explica Arco. Por otra parte, Piñera necesitaba popularidad nacional tras ser derrotado por Michele Bachelet en 2005. Según supo contar Miguel Piñera, su hermano menor, él fue quien le iluminó el camino: «¿Quién es de la Católica? 10 manitos, ¿quién es de la U? 30 manitos, ¿y de Colo Colo?, 50 manitos. Ahí le dije ‘hermanito, si querís (sic) ser Presidente, tenís (sic) que ser colocolino’…” Poco le importó a Sebastián ser simpatizante de la Universidad Católica.

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Quebrado tras una serie de desmanejos económicos, el club quedó servido en bandeja para que Blanco y Negro S.A. se hiciera de la entidad. Piñera se adquirió el 49% de las acciones y la firma privada obtuvo la concesión hasta 2035. «El rol del hincha, del socio, desapareció. Ahora son accionistas o clientes. El modelo de sociedades anónimas deportivas a la chilena fue confeccionado a rajatabla, sin matices. No dejó espacio alguno para el aficionado común y corriente, su identificación con el club, ese trabajo silencioso que no aparece en los balances y que tanta relevancia tuvo. Una muerte lenta tras una agonía suprema», escribió Arco al cumplirse 15 años de la declaración de quiebra del «El Cacique».

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Desde 2007 en adelante Colo Colo obtuvo siete campeonatos locales de primera división. Piñera no solo se enorgullese de esos palmares sino que los utiliza en cuanta entrevista puede, sin mencionar la sequía de títulos internacionales. También se arroga la aparición de muchas de las figuras de la llamada «Generación Dorada» de Chile, bicampeona de América. Pero Humberto Suazo, Matías Fernández, Arturo Vidal, Claudio Bravo y Jorge Valdivia son hijos de las inferiores de la última etapa del club como «club social» y no de la gestión de Blanco y Negro.

Pero esto es lo de menos ya que el sistema de privatización no ha solucionado nada en todo el fútbol chileno que, desde la experiencia de Colo Colo, se aplicó a casi todos los clubes: «Las deudas siguen creciendo, la gestión es deficitaria, dependen del dinero del CDF (Canal del Fútbol, empresa dueña de los derechos de TV), ocultaron a los socios, aniquilaron las filiales, destruyeron las inferiores». El sistema llevó al fútbol chileno a una chatura que lo hace poco atractivo, con algunos «grandes» que gozan del permiso de seguir endeudándose para pagar sueldos gigantes y muchos «chicos» que se van fundiendo. Desde 2016, las huelgas de jugadores (en su mayoría de la segunda división) se ha hecho moneda común en cada inicio de temporada.

En 2010, cinco años después de aplicar el consejo de su hermano, Piñera llegó a la Casa de la Moneda. En aquel año, tras quedar eliminado del Mundial de Sudáfrica, Marcelo Bielsa le negó el saludo a flamante mandatario en una visita oficial de agasajo a los héroes. Meses más tarde, el Loco renunciaría a la dirección técnica de «La Roja». Fue un acto de solidaridad y coherencia para con Harold Mayne-Nicholls, el presidente de la Asociación Nacional de Fútbol Profesional (ANFP) que fue echado tras intentar ponerle límites a las S.A. En su lugar, los dueños de la pelota pusieron a Sergio Jaude, un «presidente modelo» hasta que el Fifa-gate lo expuso por recibir coimas.

El fútbol ha sido históricamente utilizado como trampolín político. En América Latina constituye un fenómeno social y cultural demasiado relevante y transversal que permite abrir puertas allí donde al poder le cuesta entrar. Macri en Boca, Piñera en Colo-Colo y hasta Horacio Cartes en Libertad de Paraguay, son ejemplos contemporáneos. Sería claramente un error subestimarlo.

*Por Gonzalo Reyes para La tinta

Palabras claves: chile, privatizaciones, Sebastián Piñera

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