Rita Segato: “Las mujeres vivimos en un Estado de sitio”
La antropóloga y feminista Rita Segato participó del Seminario-Taller “Mujeres y Ciudad: (In) Justicias Territoriales” organizado por el Centro de Intercambio y Servicios para el Cono Sur Argentina (Ciscsa). En diálogo con La Tinta y en el marco de su conferencia, se refirió al brote de violencia feminicida en Argentina; el relato punitivista; la masculinidad hegemónica y los desafíos actuales del Movimiento de Mujeres.
Por Florencia Ogas para La tinta
Rita Laura Segato es una de las voces más lúcidas y comprometidas a la hora de hablar sobre violencia contra las mujeres. En los años 90´ realizó entrevistas en profundidad a presos sentenciados por violación en la cárcel de Brasilia. En ese momento, no existía una legislación que tipificara la violencia por medios sexuales contra las mujeres; las conclusiones de esa experiencia se plasmaron en su libro “Las estructuras elementales de la violencia: ensayos sobre género, entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos”.
Su producción teórica y de pensamiento nos propone una mirada reflexiva para entender que aspectos constituyen y confluyen en los crímenes de género: “No es una violencia netamente instrumental; hay un contenido social que atraviesa al sujeto desde antes; el violador realiza un acto normal en compañía; donde se envía un mensaje socialmente compartido a otros interlocutores en sombras y donde el mandato de masculinidad hegemónica tiene mucho que ver” expresó a La Tinta.
“La mujer tiene que probar diariamente ser un sujeto moral”
Pensar la relación entre territorios, cuerpos y mujeres es fundamental para comprender cómo las mujeres habitan el espacio público todos los días; y es allí donde las narrativas del miedo se naturalizan y se vuelven coercitivas. “Vemos cómo el vocabulario de la sociedad civil y la institucionalidad estatal es un espacio donde las mujeres habitamos de una manera no plena. La experiencia en el espacio público de las mujeres es una experiencia de constreñimiento; sabemos desde niñas los cálculos que hacemos al colocar nuestros cuerpos en las calles. Son cálculos tan automáticos que ni siquiera lo vemos conscientes; cómo prepararse para presentarnos bajo la mirada pública siempre ha sido una operación complicada para la mujer: el pantalón, la pollera corta, el peinado , el maquillaje, etc. Son operaciones diarias para todas nosotras».
Ahora bien, « lo que era un cálculo casi automático para no sufrir incomodidad, hoy se transformó en un cálculo para no morir. Esa es una diferencia muy importante: una cosa es la incomodidad de la calle y otra cosa es el peligro de muerte en la calle. Hoy el discurso de ciudadanía no funciona, es ilusorio: las mujeres no somos plenamente ciudadanas y no somos plenamente personas. Por más decretos que coloquemos todos los días en un papel; que diga que somos ciudadanas a mi me parece que eso todavía está muy distante de suceder. La mujer tiene que diariamente probar ser un sujeto moral. Necesita demostrarlo porque siempre cae una sospecha automática sobre su persona y sobre su moral: las mujeres somos inmorales hasta que probemos lo contrario” explicó.
La antropóloga comentó que cuando se dio a conocer la noticia del feminicidio de Micaela, escuchó a las mujeres «atravesadas por un discurso del miedo» con la sensación de no poder salir a la calle. «También escuché a un periodista en televisión expresando que esto sucedía porque las mujeres andaban solas: es decir, pareciera ser que las mujeres vivimos en un Estado de sitio, en un Estado de miedo”.
El feminismo anti carcelario y el punitivismo
El pasado 30 de Abril, Rita Segato fue invitada a exponer en el Senado de la Nación sobre el proyecto que busca limitar el beneficio de excarcelaciones para presos condenados por delitos graves, impulsado por la Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Previo a su exposición, se posicionó como feminista y anti punitivista; un lugar que considera paradójico y hasta una contradicción por momentos.
A raíz del feminicidio de Micaela García (21) y la escalada de crímenes contra las mujeres, el debate sobre qué medidas adoptar en relación a los violadores y el rol que debería tener el Estado, puso enfoco el sistema carcelario y punitivista. Segato reflexiona y propone alternativas: “En el Senado veía la maniobra de utilizar el sufrimiento de las mujeres para dar una vuelta de tuerca al punitivismo; que no es otra cosa que el genocidio de las personas no blancas y pobres en las cárceles. No se puede tomar medidas sin pensar. Vemos claramente como esta onda punitivista que resurgió no tiene el propósito de defender a las mujeres; sino el propósito de colocar bajo la llave y producir la muerte rápida de las personas negras. La cárcel es un campo de concentración y una escuela de violación: la persona que nunca violó aprende a violar o a ser violada.
Entonces ella explicó que «es una extrema hipocresía pensar que la cárcel es una solución para la violación. Lo que puede ser tipificado en una ley como crimen es solamente una partícula; una micronecimo de la totalidad de las formas de abuso y violación que sufrimos las mujeres todos los días. Lo que es posible tipificar en una ley, surge como la punta un iceberg gigantesco, dónde en todos sus estratos hay formas de agresión de género que no pueden ser tipificadas como crímenes; pero que son absolutamente fundamentales para que aquel crimen que esta allá arriba se produzca. Lo que tenemos que tocar y pensar es dónde se cultiva esa última forma de agresión que se transforma en crimen. No surge de la nada; surge de muchos actos completamente legales como miradas, acoso callejero, etc. Creo que tenemos que trabajar en y sobre la sociedad”.
El último relevamiento de Observatorio de Femicidios en Argentina «Adriana Marisel Zambrano» arrojó que un total de 329 adolescentes de entre 16 y 21 años, fueron víctimas de femicidios en los últimos nueve años en Argentina. El Estado es responsable; pero no logra encausar a través de políticas públicas, la violencia que sufren las mujeres todos los días. Los medios de comunicación tampoco hacen lo suyo, continúan estigmatizando a las víctimas y espectacularizando la muerte hasta la banalización extrema.
Segato apunta: “El Estado tiene un ADN patriarcal. Nuestras muertes no son atendidas ni tampoco entendidas porque son empujadas al campo de la intimidad y la libido. Hay que retirar las agresiones a la mujer del campo de lo sexual, de la libido, que es uno de los problemas que esta enfrentando el derecho hoy en Argentina. El crimen sexual no es un crimen de la intimidad; es un crimen del poder sexual. No son crimines sexuales, son crímenes por medios sexuales y de control. El control territorial se expresa en el control del cuerpo de las mujeres”.
Patriarcado femicida: el mandato de masculinidad
La «masculinidad hegemónica» es un concepto desarrollado por la socióloga australiana Raewyn Connell, que explica las diversas prácticas que promueven y perpetúan la posición social dominante de los hombres y la posición social subordinada de la mujer: es decir, cómo y por qué los hombres mantienen roles de carácter dominante sobre las mujeres. Entonces, ¿cuál es el rol que juega la masculinidad hegemónica en la violencia contra las mujeres?
Segato explica que es el cimiento de las desigualdades y las violencias contra las mujeres: “En mi manera de entender la desigualdad de género se origina en un mandato de masculinidad. Por ese mandato los hombres perciben su humanidad y virilidad comprometida. La posición masculina es una posición de potencia de varios tipos: capacidad de control bélico, económico, moral, político e intelectual. Esas potencias son la definición de virilidad y se ven afectadas por las vicisitudes de la historia. En el contexto actual; existe una extraordinaria precariedad de la vida que fragiliza a los hombres de una forma muy particular y su capacidad de percibirse como sujetos potentes está muy averiada. Ese mandato de masculinidad penaliza a los hombres exigiéndoles permanentemente una prueba de potencia”.
Según la antropóloga, el mandato de masculinidad dialoga con otros interlocutores en sombra. Estos interlocutores son figuras de masculinidad que responden a un paradigma hegemónico; y que exige pruebas de potencia a través de un orden violento y de control: “No es exactamente a la mujer a quien se dirige el acto violador, sino que se dirige a la mirada de los otros hombres. La adquisición de la masculinidad es una adquisición de un estatus que debe ser validado por quienes ya tienen esa posición. Ese mandato obliga a que todos los días tengan que dar un examen: de potencia, de capacidad de control y de crueldad. Ese es el caldo de cultivo de esta fiereza”.
En Abril hubo 26 víctimas de femicidio en Argentina; diez sufrieron violencia por medios sexuales y posteriormente fueron asesinadas. La propuesta es (re) pensar y (de) construir otras formas de masculinidad: “La construcción de la potencia viaja de la posición femenina a la masculina. Cuando eso no sucede el violador tiene que ir a otras formas de tributación, de adquisición de ese tributo por la fuerza o por el crimen. El agresor de género es un moralizador. Es un crimen patriarcal porque castiga un desacato o algo que percibe como tal, la belleza femenina o la sensualidad por ejemplo. ¿Qué percibe el patriarcado como desacato? La plenitud de lo femenino, cuando se presenta gozosa; sin necesidad de tutor ni patrón. También las sexualidades no normativas son desacatos. Los crímenes homofóbicos, transfóbicos y misóginos son crímenes del patriarcado».
Lo desafíos del Movimiento Feminista
A lo largo de la historia, el Movimiento de Mujeres desandó diversas prácticas y formas para llevar adelante sus reclamos; su fuerza intrínseca es su capacidad de reinventarse pese a los contextos políticos, económicos, sociales y culturales -en su mayoría- hostiles y represivos.
Consultada por la más de cien mujeres que asistieron a su conferencia, Segato trazó desafíos posibles y una crítica al movimiento feminista actual: “En mi línea teórica que es la crítica de la colonialidad del poder, hay una palabra que se inventó que ya no es ‘Resistencia’ (que podría entenderse como una posición deficitaria que va a remolque de lo que va ocurriendo) sino ‘Re-existencia’. Es decir, cómo podemos existir y responder a través de otras formas de existencia. La resistencia es reactiva a lo que el poder nos propone. Pienso que el camino es anfibio y que fue un error muy grande en el feminismo haber salido de la calle, de la vida y colocar todas sus fichas en los avances del campo estatal . Es verdad que no hay que abandonar ese frente pero es sólo uno de muchos. Hemos abandonado el otro frente: tejer comunidad y reclamar al Estado que devuelva el tejido comunitario. Solo el tejido comunitario consigue la proximidad entre las personas”, concluyó.
*Por Florencia Ogas para La tinta / Fotos: Colectivo Manifiesto