Sobre sistemas penales

Sobre sistemas penales
11 mayo, 2017 por Redacción La tinta

La muerte de Micaela nos conmocionó a todos. Un nuevo disgusto que ya se convierte en algo diario, y más aún: cada 18 horas una mujer muere por ser mujer en Argentina. Dejando el análisis de género de lado sólo por un momento, por considerar que otras personas tienen ideas, datos y reflexiones más ricas y novedosas que las mías para aportar al tema, me propuse analizar comparativamente el diseño, el sentido y los resultados de diferentes sistemas penales que pretenden ser respuesta a la delincuencia en el mundo. Esto a partir del proyecto de ley que busca restringir las salidas transitorias y la libertad condicional para cierto tipo de delitos y el pedido de endurecer las penas de una buena parte de la sociedad como solución y como reacción ante por ejemplo, el aumento de los casos de femicidio y la violencia machista.

Por Tomás Allan para La tinta

¿Cuál es la función de las cárceles? ¿Es cierto que el castigo sea el medio más eficaz para mitigar la delincuencia? ¿Cómo hacen otros países para bajar sus tasas de reincidencia? Son algunas de las preguntas que surgen.

De esta manera, analizaré el sistema penal estadounidense y el de los países nórdicos por creer que representan dos ideas bastante distintas sobre la función de las cárceles y las penas. Tomamos entonces para la comparación a países con similar índice de desarrollo humano (ubicándose todos dentro del top 25 de «mejores países») y similar PBI per cápita (rankean todos entre los 12 primeros), por considerar que no pueden ser directamente comparables los resultados en materia penal de países que se encuentran en la cima del desarrollo con otros que viven realidades totalmente diferentes (como los latinoamericanos).

Lejos de intentar establecer una verdad absoluta, esta nota sólo intenta aportar datos, ideas y reflexiones a la discusión sobre el diseño y el sentido que podemos darle a nuestro sistema penal como eventual respuesta al problema de la delincuencia.

Sistema penal estadounidense

Desde los tiempos de Richard Nixon, allá por los 70’, el país norteamericano ha elegido profundizar un sistema penal ya represivo, haciendo aún más hincapié en el castigo. Bajo el pretexto de la lucha contra el narcotráfico, se endurecieron y alargaron penas, y la cantidad de presos aumentó sistemáticamente a pasos agigantados hasta la actualidad. Desde 1970 a 2005, la población carcelaria se incremento en un 700%, según un estudio de la American Civil Liberties Union.

Hoy en día, la población estadounidense representa el 5% del total de la población mundial, y sin embargo alberga al 25% de la población carcelaria.  Es decir, 25 de cada 100 presos del mundo están en Estados Unidos.  Aproximadamente 2,5 millones de personas están tras las rejas en el país del norte.

Podríamos mostrarlo así como claro ejemplo de un sistema penal represivo, que eligió endurecer la mano como respuesta a la delincuencia. Ejemplos concretos: durante el mandato de Bill Clinton, se promulgó una ley que establecía un mínimo de tres años de prisión para cualquier delito; otra, que establecía prisión perpetua luego de la comisión de tres delitos sin importar el tipo.

A todo esto se suma el poco interés por la idea resocializadora, con cárceles en malas condiciones, apremios ilegales por doquier, violencia intracarcelaria y baja promoción de programas de estudio y trabajo para los reos, así como de otras tareas que busquen reinsertarlos a la sociedad. Recordemos, además, que la pena de muerte en este país es legal en 31 de sus 50 estados.

Sus resultados: al 2010, según datos de la ONU, Estados Unidos tenía un tasa de homicidios igual a la de Argentina, siendo este un país subdesarrollado (5,5 homicidios por cada cien mil habitantes); la tendencia pronunciada a la baja se dió bajo la presidencia de Obama (situándose, en 3,9 por cada cien mil habitantes en 2013). Por otro lado, la tasa de reincidencia, a partir de estudios de ONGs y Fundaciones dedicadas al tema, se estima que oscila entre un 60% y un 76% (también similar a la de Argentina).

Sistema penal nórdico

Aquí podemos englobar los sistemas penales de Finlandia, Suecia, Noruega, Islandia y Dinamarca ya que, en líneas generales, tienen características muy similares; siendo quizás Noruega el caso más exponencial. Sumaremos también a Holanda, que ha elegido seguir el mismo camino.

Hace menos de dos meses, la BBC publicó una nota titulada “¿Por qué Noruega es el mejor lugar del mundo para estar preso?”. Allí se describían las condiciones de las cárceles noruegas: no había celdas sino confortables piezas con televisores, cómodas camas, escritorio, instrumentos musicales y mesas de ping pong, entre otras cosas. También un notable fomento de sofisticados programas de trabajo, estudio, deportes, arte y cocina. Lo mismo puede verse en un documental del reconocido cineasta Michael Moore, que viajó directamente a conocer esta realidad. Además, las penas son más cortas que en el resto del mundo, evidenciando la poca importancia que se pone en el principio castigador.

La sociedad nórdica considera que el castigo ya está cubierto por el hecho de perder la libertad. Así,  no buscan imponer doble pena mediante pésimas condiciones carcelarias , apremios ilegales y endurecimiento de las mismas sino que el objetivo principal es reinsertar al reo para que tenga un buen desenvolvimiento una vez devuelto a la vida y no vuelva a delinquir fuera de la cárcel. Todo esto tiene un agregado: la institución de la justicia restaurativa a través de mediaciones entre víctima y victimario y trabajos comunitarios, buscando así la reparación el daño que se hizo. Holanda es el mayor impulsor de esto.


Sus resultados que investigó la ONU son sorprendentes: Suecia y Holanda viven crisis por cierres de cárceles, las cuales se aprovechan en ese caso para albergar refugiados y en otros son reconvertidas en hoteles. En Noruega, la tasa de reincidencia se estima en un 20%. La de Holanda, en un 40% y bajando desde hace mas de una década. Por otro lado, sus tasas de homicidio se encuentran en el 0,1% cada cien mil habitantes en el caso de Noruega y Finlandia; 0,3 en el caso holandés; y 0,2 para Dinamarca, Islandia y Suecia, ubicándose todos ellos entre los mejores 12 países en términos de cantidad de homicidios cada cien mil habitantes.


Otros datos ilustrativos: Estados Unidos tiene 716 presos cada cien mil habitantes, mientras que Holanda, por ejemplo, tiene solo 69 (hace más de una década era uno de los países europeos con más presos cada cien mil habitantes y hoy es uno de los que menos tiene).

Según la ya mencionada American Civil Liberties Union, 1 de cada 106 hombres blancos en Estados Unidos esta tras las rejas, mientras que es 1 de cada 36 en el caso de los hispanos, y 1 de cada… ¡15! en el caso de los hombres negros.

¿Entonces?

A opinión de quien suscribe, más allá del profundo y complejo debate ideológico sobre qué merece quienes cometen actos delictivos y que factores sociales lo explican, la realidad pareciera mostrarnos que ir por el lado del endurecimiento del castigo no es lo más eficaz, dejándose evidenciar, además, algo no menos importante: cómo el poder de represión termina por caer generalmente sobre los más vulnerables.

En el caso de Estados Unidos, sobre la población negra que sigue sufriendo al día de hoy, el racismo de su sociedad y que se ve reflejado en la forma de operar del propio Estado. Si bien es cierto que el éxito nórdico en las bajas tasas de criminalidad no puede atribuírsele sólo a su sistema penal, sí se puede encontrar una relación más directa entre este y la reincidencia. El tema es complejo y los estudios sociológicos sobre el tema tendrán mucho más para aportar que esta simple nota, pero al menos podemos desmitificar la idea de que el endurecimiento de penas y el foco en el castigo logren un efecto disuasivo capaz de ganarle la pelea a la delincuencia.


Las cárceles como las concebimos en Argentina y América Latina en general, más parecidas a las de Estados Unidos, no sólo no están solucionando problemas sino que tienden a fijar las conductas por las que llegan los presos, muy lejos de corregirlas, y a potenciar actitudes violentas. Si recibimos un problema, lo devolvemos peor.


De más está decir que la situación de los países nórdicos y, por otro lado, la de Argentina, son muy diferentes. Aquellos cuentan con los mejores índices de desarrollo humano, las mejores tasas de empleo y pobreza, gozan de una inclusión cuasi perfecta y de los más bajos índices de desigualdad del mundo. Mientras tanto, por estos pagos seguimos intentando subirnos a las vías del desarrollo y las preocupaciones y dificultades abundan. Pero eso no quita que podamos comenzar a direccionarnos en el sentido que lo hicieron esos países.

Por otro lado y volviendo al proyecto de ley, integrantes de Ni Una Menos, se expresaron en el Congreso mediante la lectura de un documento que elaboraron bajo el título de “No en nuestro nombre. Ni demagogia punitiva ni garantismo misógino”. En oposición al proyecto, una de las invitadas, la antropóloga Rita Segato, sostuvo: “La única certeza es que la solución no es ni más pena ni mas cárceles, las cárceles son una escuela para generar nuevos violadores” y remarcó que lo que piden es “prevención, políticas públicas, más cuidado, más igualdad y más justicia”, además de aclarar que “el grito de más cárcel evita el análisis oportuno y preciso, que permitiría estrategias de prevención y cuidado que efectivamente salven vidas”.

De esta manera asistimos, una vez más, al no sorprendente pero si preocupante, show de la demagogia punitiva ante la indignación social. El foco sigue estando en el post-problema y no el pre-problema. No se discuten medidas institucionales nuevas que lo ataquen de raíz, tampoco se ponen sobre el tapete los verdaderos factores sociales del mismo ni, por supuesto, se habla del elemento cultural como herramienta de transformación social y de lucha (en Suecia, por ejemplo, los alumnos en cuarto año de secundaria deben leer el libro “¿Por qué todos deberíamos ser feministas?”, trabajando sobre la toma de conciencia del asunto). Cabe así reconocer la precisa e ilustradora frase que expresó el colectivo en el Congreso: “Como ustedes bien saben, el derecho penal llega tarde: se activa cuando estamos muertas”.

*Por Tomás Allan para La tinta

Palabras claves: carcel, Estados Unidos, punitivismo

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