Carlos Fuentealba: emblema de lucha, paradigma de impunidad
Al cumplirse un nuevo aniversario de uno de los más alevosos episodios de represión a la protesta social en democracia, por el asesinato del maestro Carlos Fuentealba sólo está preso su autor material: el ex cabo de la policía neuquina Darío Poblete. El entonces gobernador Jorge Sobisch y demás responsables políticos y policiales fueron sobreseídos.
Por Alexis Oliva para La Aceituna Colorada
El 4 de abril de 2007 se cumplían treinta días desde el inicio del conflicto gremial de los docentes de Neuquén con la administración de Jorge Sobisch, tres veces gobernador por el Movimiento Popular Neuquino (MPN). La indiferencia oficial frente a la huelga llevó a los maestros, nucleados en la Asociación de Trabajadores de la Educación de Neuquén (ATEN), a decidir medidas de acción directa.
Aquel día la protesta se instaló en la ruta 22 a la altura de Arroyito, 40 kilómetros al oeste de Neuquén capital. Ante el inmenso operativo policial que presagiaba una segura represión –ordenada por Sobisch, según admitiría después– los docentes se replegaron hacia la capital en sus vehículos y a pie. La Policía ocupó media calzada y fue ajustando cada vez más el espacio para el tránsito de la caravana.
El profesor de Química Carlos Fuentealba iba en el asiento de atrás de un Fiat 147 blanco con otros dos compañeros. El cabo Darío Poblete vio cómo el espejo izquierdo del vehículo rozó a otro policía, apuntó su Itaca cargada con una granada de gas y disparó.
A 8 metros de distancia, el proyectil atravesó el parabrisas trasero y dio en la nuca de Fuentealba, causándole un daño cerebral irreversible que 24 horas después sería mortal.
El diario La Nación definió dos días después el hecho como “un enfrentamiento entre policías y docentes”.
Fuentealba tenía 41 años, se había recibido en 2004 y al año siguiente entró a trabajar en el Centro Provincial de Enseñanza Media (CPEM) Nº 69 de la Cuenca XV, donde en 2006 fue elegido por sus compañeros como delegado sindical y por los estudiantes como mejor profesor.
El repudio por su asesinato se expresó en un paro general con masiva adhesión y marchas que coparon las calles de todo el país, con las consignas “todos somos Fuentealba”, “las tizas no se manchan con sangre” y “Sobisch asesino”.
En Neuquén, las movilizaciones por juicio y castigo a los responsables volvieron a ser reprimidas. El gobierno intentó abrir las escuelas reemplazando a directores por funcionarios de otras áreas y a docentes por suplentes contratados, pero las clases recién se iniciaron el 30 de abril. En Córdoba, el gobierno de José Manuel de la Sota descontó el día a quienes adhirieron el 9 de abril a la jornada nacional de protesta por Fuentealba.
Catorce meses después, sólo fue condenado el cabo Darío Poblete, autor material del crimen. Tras años de demoras, trabas y ardides judiciales, el ex gobernador Sobisch y demás autoridades políticas y policiales responsables fueron sobreseídos.
En junio de 2012, Poblete fue fotografiado caminando sin custodia por las calles de Zabala.
Por estos días, Sandra Rodríguez, compañera de Fuentealba, declaró al diario Río Negro: “En un principio yo hablaba de mi Carlos y después empecé a hablar del Carlos de todos. En realidad esos dos Carlos van a estar siempre, porque nosotros aprendemos a llevar esta imagen pública de Carlos que es la que no hemos querido nunca. Pero por otro lado que se hable de ese papá tan presente, de ese compañero increíble que fue en mi vida. Que Carlos les diera lugar a otras compañeras para refugiarse de esa represión habla de la actitud que tomó en un momento extremo, y en eso se prueba la gente”.
Al cumplirse este décimo aniversario, el maestro Carlos Fuentealba es emblema de un nuevo capítulo de la lucha docente en Neuquén y gran parte del país. Y su alevoso homicidio, un paradigma de impunidad.
* Por Alexis Oliva para La Aceituna Colorada y La tinta / Fotografìas: Carolina Rojo