La teta que molesta

La teta que molesta
17 febrero, 2017 por Redacción La tinta

Por Lucía Prieto para Nuestras Voces

El pasado martes en el Obelisco, en una reacción autoconvocada para repudiar un hecho de “disciplinamiento” machista sobre las chicas que decidieron hacer topless en una playa pública de Necochea, un montón de mujeres decidimos reunirnos, manifestarnos y reivindicar la soberanía sobre nuestros cuerpos. Decidimos, todas juntas, en distintas ciudades del país politizar nuestras experiencias, nuestros cuerpos, nuestros encuentros. El #Tetazo fue un acto político.

La rebeldía ante las normas establecidas de nuestra cultura patriarcal molesta siempre. ¿Cómo pueden las mujeres exponer su torso desnudo sin pudor? ¿Cómo pueden hacerlo por el simple hecho de querer hacerlo, sin que sea motivado por un acto generador de deseo hetero-masculino?

La teta que no está pensada para el consumo molesta, incomoda y despierta respuestas de las más violentas. La teta que no vende molesta. La teta tiene que estar atravesada por las lógicas capitalistas: teta hegemónica, redonda, de dimensiones que buscan esa perfección que los estándares de belleza establecen como normativos. Tetas que deben ajustarse al deseo y la mirada masculina. Esas son las lógicas de la heternormatividad: nuestros cuerpos, nuestras tetas solo pueden mostrarse bajo esas normativas. De este modo se promueve y se celebran la proliferación de tetas en los puestos de diarios, en los carteles publicitarios, en las playas de Punta del Este, en los shows televisivos. Esa teta no hace ruido, no cuestiona, no incomoda pero sí nos recuerda, constantemente, que las mujeres en esta cultura patriarcal somos objeto de consumo y que nuestra libertad sexual y el uso que decidamos hacer de ella, tiene límites, y si en un acto emancipatorio transgredimos esos límites la sanción (social, legal) no tardará en llegar.

Afortunadamente cada vez somos más las que elegimos dar batalla a este sistema, las que decidimos organizamos, autoconvocarnos, encontrarnos para decir basta. Eso sucedió el martes pasado.

Asistí al tetazo en el Obelisco como mujer y como fotógrafa. Éramos muchas, cada vez más, pero mi mirada se detuvo en una mujer de ochenta años, Marta Ocampo, que con contagiosa alegría paseaba su cuerpo desnudo en comunión con el de todas. Se distinguía entre la multitud, me acerqué, le pedí la foto e intercambiamos un chiste. Nos despedimos entre risas y, camino a mi casa, supe que tenía en mi memoria SD una foto poderosa.

La subí a mi cuenta de Facebook e Instagram pero sus censores se encargaron de quitarla a la brevedad. Quizá, la imagen de una mujer que no se avergüenza del paso del tiempo sobre el cuerpo, que sonríe plenamente, que se festeja y se destaca libre entre la mayoría de los cuerpos jóvenes que habitaban el espacio, puede despertar el deseo de muchas otras a sentirse igual. Quizá imágenes como ésta sean peligrosas y haya que erradicarlas para que no vuelen alto y contagien.

Los medios de comunicación hegemónicos se hicieron eco también y fiel a su comportamiento –que como el patriarcado no ponen jamás en disputa su lugar de poder–, han hecho uso de la imagen sin mi consentimiento.

Hablo estrictamente del diario Clarín. De haberme contactado para pedirme el uso de la fotografía hubieran recibido mi negativa. Pero no, no lo hicieron, la usaron igual e ignoraron mis mails y mis llamados para pedir que la saquen. No quiero un centavo por la foto, sólo y simplemente, no quiero que esté allí. No quiero que la utilicen porque seguramente, respondiendo a sus intereses, le quiten el potencial que la foto de una mujer que se muestra libre y luchadora, condensa.

A pesar de la censura y de la insistencia por disciplinarnos, cuerpos o tetas como las de Marta Ocampo van a seguir agrietando las estructuras.

 

Es importante aclarar que después de mucho insistir, se logró que sacaran la nota que contenía la fotografía. Lucía Prieto explicó: «me alegra porque pensé y sentí en algún momento que no iba a poder contra ese monstruo». De igual manera aclaró: «el daño está hecho. Estuvo cinco días online. Y su abuso de poder sucedió igual».

 

*Por Lucía Prieto para Nuestras Voces / Fotos: Lucía Prieto

Palabras claves: feminismo, Fotografía, piquetetazo

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