No seas cómplice: el trabajo sexual NO es trata
El viernes pasado la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina (AMMAR), nucleadas en CTA, repartió volantes y realizó una pegatina de “papelitos” similares a los de oferta sexual en Corrientes y Florida. La intención fue contrarrestar los efectos de la campaña #ArrancáyDenunciá, lanzada por el Gobierno de la ciudad.
El mensaje de la intervención fue claro y en primera persona: «La trata no se combate despegando nuestros papelitos. Basta de perseguir a las Trabajadoras Sexuales». «No somos víctimas, somos trabajadoras precarizadas». Bajo estas consignas las mujeres de AMMAR se lanzaron a la ciudad denunciando, una vez más, la criminalización y persecución de la que son víctimas.
El objetivo explícito de la campaña del gobierno es la lucha contra la trata de personas con fines de explotación sexual, una causa que sensibiliza a toda la sociedad. Pero la manera de abordar la problemática esconde las complejidades propias de la lucha por el reconocimiento del trabajo sexual. Es que trata de personas y trabajo sexual son dos cuestiones completamente distintas, que una vez más desde el abolicionismo se pretenden confundir, para perseguir y criminalizar a quienes deciden ejercer el trabajo sexual .
Antecedentes
En el años 2011 la ex Presidenta Cristina Fernández de Kirchner prohibió, a través del Decreto 936/11, la publicación de avisos de oferta sexual en la prensa gráfica, del famoso rubro 59. Esta medida se sumó a una serie de normativas que desde 2008 buscaron combatir la trata de personas a través de la eliminación de publicidad de oferta sexual en los medios de comunicación y en la vía pública.
Fue un duro embate para las trabajadoras sexuales autónomas, ya que se vio afectada una de las posibilidades de publicitar sus servicios. En ese momento la pegatina en la calle comenzó a ser una importante estrategia de promoción, aunque con abundantes quejas de organizaciones de mujeres denunciando que los volantes promovían imágenes violentas y cosificaban a la mujer.
En el 2012 se aprobó en CABA la Ley 4486 -proyecto presentado e impulsado por el PRO- que prohibió los volantes que de forma explícita o implícita anunciaran servicios sexuales. Frente a esto, la forma de publicitar cambió: se abandonaron las fotografías y comenzaron a verse diseños que utilizaban imágenes dibujadas relacionadas con la profesión: lápiz labial, tacos altos, corazones, gatitos, o simplemente el nombre de la trabajadora y el número de teléfono.
En agosto de este año, el Gobierno de la Ciudad lanzó la campaña “No seas cómplice”, que mediante un gran impulso en las redes sociales, insta a los ciudadanos a despegar los papelitos y denunciar el supuesto hecho delictivo, apelando a la lucha contra la trata.
AMMAR fue clara al respecto: estas iniciativas no contribuyen a combatir la trata de personas sino que aumentan la clandestinidad del trabajo sexual y estigmatizan a las personas que lo ejercen de forma voluntaria. La política impulsada por el gobierno de CABA apela fuertemente al sistema punitivista.
En una entrevista realizada a Georgina Orellano, Secretaria General de AMMAR, publicada en la web de la organización, afirma que “no había un compromiso por la lucha contra la trata sino que estaban luchando contra el trabajo sexual”.
Orellano dice que detrás de los papelitos de oferta “hay una Trabajadora Sexual que está en situación de precarización laboral. Puede ser que ejerza el Trabajo Sexual de manera autónoma o también en relación de dependencia”. Esta medida, como las que le precedieron, no hacen más que profundizar las pésimas condiciones de trabajo de las personas que viven del mercado sexual.
La referente explica con claridad: “Despegar nuestros papelitos no combate la trata de personas sino que genera mayor persecución hacia las Trabajadoras Sexuales . Si nuestros papelitos terminan en un buzón y luego son remitidos a la Protex (Procuraduría de trata y explotación de personas), cuyo representante tiene una visión abolicionista y muy moralista con respecto al ejercicio del Trabajo Sexual, nuevamente nos empujan a mayor criminalización y mayor vulneración de nuestros derechos”.
Si paseamos por el hashtag, vemos que la campaña es efectiva en tanto apela a la sensibilización por este flagelo. La confusión entre trata y trabajo sexual, que se aprovecha en el despliegue de estas medidas, radica en parte en una visión generalizada sobre las trabajadoras sexuales como víctimas, sin que puedan elegir por propia voluntad el ejercicio de este trabajo. De ahí que las líneas de acción que se proponen sean de rescate o represivas, las dos igual de violentas: una infantilizando a las personas, la otra criminalizando.
La acción del 26 de agosto intentó generar diálogo con la gente, proponerle una mirada no delictiva ni estigmatizante sobre el trabajo sexual, sino poder ir más allá del prejuicio y ver a estas mujeres como trabajadoras. AMMAR exigen hace años al Estado el reconocimiento del trabajo sexual como tal, la existencia de un marco regulatorio, creando un registro único de Trabajadoras Sexuales que les brinde protección a través de derechos y garantías.
En palabras de Georgina: “poder demostrar que nosotras no somos víctimas de trata y que vayan a perseguir verdaderamente lo que deben perseguir, o que se desarticulen las redes de corrupción que hay detrás de la clandestinidad de nuestro trabajo”.