Respeto al nacer

Respeto al nacer
4 agosto, 2016 por Redacción La tinta

Partos domiciliarios versus parto en instituciones médicas. Este pareciera ser el eje del debate que con algo de liviandad y bastante fogoneo se ha vuelto a alimentar desde los distintos medios de comunicación, a raíz de la muerte de una beba que nació en la provincia de Neuquén, en un parto domiciliario, pero en condiciones extremas: sin el acompañamiento de una partera ni la asistencia médica de ningún obstetra.

Por Irina Morán para La tinta.

Según ha trascendido, y de acuerdo a los datos surgidos de la autopsia, la causa de la muerte fue por una complicación en el parto donde la beba nació de nalgas y se produjo asfixia. El hecho sucedió en el mes de mayo y ahora la Justicia investiga a los padres como responsables, imputándolos por homicidio culposo tras un parto domiciliario. Es un hecho extremo, particular – de padres primerizos– y con un desenlace fatal, donde la jueza penal del Niño y del Adolescente de Neuquén, Carolina García, ya rechazó el pedido de sobreseimiento planteado por Carlos Aquistapace, defensor oficial de los padres de la beba.

La jueza avaló la imputación de homicidio culposo del fiscal, que pide que la pareja cumpla con tareas comunitarias y cursos sobre la cuestión obstétrica, pero que no reciba una sanción de prisión. Insisto, es un hecho puntual, de características particulares, donde la justicia –al contar con todos los elementos de valoración y pruebas del caso– emitirá un fallo que sin duda sentará un precedente.

Pero no es un caso que debería ser utilizado como ejemplo, para generalizar una decisión ni para retroceder ante los derechos de las mujeres y las familias, en relación a los nacimientos, conquistados de manera reciente.

¿Qué decimos cuando decimos parto respetado?

El derecho a un parto respetado es una conquista que demandó muchos años de militancia y se tradujo en la Ley nacional 25.929 en el año 2004, reglamentándose en octubre de 2015. Aquí el parto y el nacimiento se basan fundamentalmente en la valoración del mundo afectivo y emocional de las personas. En consideración de los deseos y necesidades de sus protagonistas: madre, padre, hija o hijo y en la libertad de las mujeres o las parejas para tomar decisiones sobre dónde, cómo y con quién parir, en uno de los momentos más conmovedores de su historia.

Dentro de nuestro marco legal vigente, un parto respetado implica: reconocer en padres e hijos a los verdaderos protagonistas. No intervenir o interferir rutinariamente en este proceso natural, no habiendo una situación de riesgo evidente. Reconocer y respetar las necesidades individuales de cada mujer/pareja y el modo en que desean transcurrir esta experiencia (en una institución o en su domicilio). Respetar la intimidad del entorno durante el parto y el nacimiento. Favorecer la libertad de posición y movimiento de la mujer durante todo el trabajo de parto (parto en cuclillas, en el agua, semisentada, o como desee). Promover el vínculo personalizado entre la pareja y el equipo de asistencia profesional. Respetar la necesidad de elección de la mujer de las personas que la acompañarán en el parto (familia, amigos). Cuidar el vínculo inmediato de la madre con el recién nacido, evitando someter al niño a cualquier maniobra de resucitación o exámenes innecesarios.

Sin embargo, a más de una década de haber sido sancionada esta Ley y con casi un año de haber sido reglamentada, lo que deberíamos preguntarnos es: ¿Por qué aún resulta tan difícil garantizar estos derechos en la mayoría de las maternidades públicas o clínica privadas del país? ¿Por qué la mayoría de los nacimientos en Argentina están ligados a prácticas violentas? ¿No será ésta la principal razón que empuja cada vez a más mujeres a decidir tener sus hijos en sus hogares?

¿Qué sucede habitualmente?

En Argentina, el parto y los momentos que conciernen al nacimiento, por lo general, se desarrollan en instituciones de salud –públicas y/o privadas–, como un hecho “médico” sometido (y sometiendo a la mujer embarazada) a un proceso de medicalización, de despersonalización y des-sexualización, negándole así su verdadero protagonismo.

El proceso de medicalización, por lo general, está asociado al sanatorio o al hospital. Pero, fundamentalmente, está ligado a los protocolos y las formas de intervenciones médicas que priman dentro de este proceso. En nuestro sistema de salud, otro de los elementos que se prioriza es el factor tiempo. Un parto respetado, puede oscilar –en promedio– entre 10 a 16hs, pudiendo extenderse incluso mucho más.

Cada nacimiento siempre será un hecho único, dependiendo de la historia individual y el proceso fisiológico que presente cada embarazada.

Dentro de los protocolos de la obstetricia moderna, se trata de estandarizar el proceso. Un hecho natural, se convierte así en hecho casi mecánico, donde se establecen pautas y tiempos que responden mucho más a los intereses económicos de un sistema de salud, de base lucrativo, que a los vínculos culturales, emocionales y afectivos de cada individuo.

En un parto medicalizado, por lo general, existe falta de información, de intimidad, se brinda un trato despersonalizado y se le niega a la embarazada elegir la posición de cómo parir. Las embarazadas deben dar a luz en sillones de partos, acostadas, dónde únicamente se prioriza la comodidad del obstetra. Se acelera el proceso con la inducción de un goteo con oxitocina artificial. Se realiza de manera rutinaria la práctica de episiotomía –corte del perineo para ampliar la apertura vaginal–, dejando a la mujer secuelas dolorosas y de larga recuperación, que inciden incluso en su posterior vida sexual. Se administran y aconsejan la anestesia epidural, que si bien anulan ciertos dolores, también inhiben sensaciones necesarias que favorecen los trabajos de partos vaginales. Se producen y hasta programan cesáreas innecesarias, y por lo general, se realizan intervenciones sobre el recién nacido, como la separación precoz del bebé con su madre, entre otras.

Y si bien cada vez existe más información sobre los beneficios de trabajar con los programas de Maternidad Segura y Centrada en la Familia, donde se garantizan los derechos a un parto respetado – como lo hace hoy el Hospital Estela de Carlotto de Moreno (Bs. As.) o el Dr. Luis María Bellodi de Mina Clavero Córdoba–, en la mayoría de los protocolos de las maternidades y salas de parto del país aún prevalecen ésta prácticas invasivas que no sólo hoy constituyen violencia obstétrica –contempladas en la Ley 26485–, sino que desde hace años están desaconsejadas por la Organización Mundial de la Salud. Son prácticas impuestas desde un modelo médico hegemónico donde, por lo general, aún se concibe a los embarazos como una patología o enfermedad que debe ser intervenida y no como un acontecimiento natural donde la madre y su bebé son los verdaderos protagonistas.

www.nataliaroca.comParir en casa

Según datos recientes –publicados en la Revista Anfibia–, durante los años 2012 y 2014, el 0,36% de los nacidos vivos en la Argentina fueron paridos en sus casas. En ese periodo, en todo el país, se registraron 8.075 partos domiciliarios sobre un total de 750 mil registrados anualmente.

En Córdoba es una tendencia que crece en los sectores socioeconómicos medios y altos. Para ello las mujeres también recorren un camino de información y empoderamiento, donde logran comprender los beneficios de un parto respetado, así como todo el proceso fisiológico que vivirá su cuerpo. Se prioriza además el entorno de intimidad y familiar que brinda un hogar. Se respetan los tiempos individuales en los que se desencadena un parto natural. La libertad de movimiento y la elección de la posición de la mujer para parir.

El costo de un parto domiciliario –que contempla el asesoramiento, la asistencia y el acompañamiento a una embarazada durante el embarazo el parto y el puerperio, por parte de un equipo conformado por una partera y una doula; o una obstetra más una doula, quienes a su vez trabajan en red junto a numerosas parteras–, oscila en Córdoba alrededor de los 15 mil pesos. Esta opción, si bien está dada como un derecho dentro de la Ley 25.929 de Parto Humanizado, por lo general, no está cubierta por ninguna obra social, ni tampoco es una posibilidad real para mujeres pobres o de bajos recursos, lo que significa otra asignatura pendiente.

Es importante tener en cuenta que las familias que se deciden por esta opción, ante alguna complicación, planifican el traslado a un centro de salud cercano, donde la embarazada pueda ser asistida. Cuando se trata de embarazos saludables y controlados por profesionales idóneos, el parto domiciliario es una opción segura, con bajos índices de riesgos.

Hacia un nuevo paradigma

Ante un caso extremo y sin acompañamiento médico –como lo fue el caso de Neuquén–, la mayoría de medios de comunicación masivos se encargan de demonizar la opción de un parto domiciliario. De poner en duda los avances y los derechos conquistados por las mujeres en torno a la decisión de cómo atravesar el parto y la maternidad.

De manera escasa se ocupan o informan sobre los beneficios que representa un parto respetado –sea en un hogar o en una institución médica–. Tampoco se denuncia al sistema de salud hegemónico vigente, por la violencia obstétrica que aún impera dentro de los protocolos de la atención hacia las embarazadas, o por el incumplimiento de los derechos detallados en la Ley nacional 25.929 de Parto Humanizado, sancionada en Argentina hace más de diez años.

Hablar de parto respetado implica la apuesta hacia un nuevo paradigma.

Se trata de respetar al máximo ese momento sagrado y fundacional para todo ser humano. De brindar información y garantizar los derechos de las embarazadas y el/la recién nacido/a. De cuidar todo lo que abarca ese primer vínculo de madre e hijo. Demanda cambios en una educación sexual integral y un mayor conocimiento de la fisiología femenina. Exige nuevos contenidos en formación media y universitaria, para aquellos estudiantes que elijan la especialidad de la obstetricia. Implicará además la apertura de Escuelas de Parteras –que en Córdoba fueron cerradas por la última dictadura– y su reincorporación de estas profesionales en la atención de los partos, no sólo domiciliarios, sino y fundamentalmente dentro los hospitales y la maternidades argentinas. Requiere modificaciones en la cobertura de las obras sociales. Implica concebir la vida como un derecho y no como una unidad de negocio. También modificaciones en nuevas salas de partos, donde prime un entorno íntimo y ameno para cada familia.

Exige un mayor empoderamiento de las mujeres a la hora de decidir por las distintas opciones de dar a luz. Se trata de desterrar todo tipo de violencia. De nacer en un entorno de amor y respeto profundo hacia la vida.

Por Irina Morán
Fotografía: Natalia Roca.

www.nataliaroca.com

Palabras claves: parto respetado, salud, violencia obstétrica

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