
A la deriva
Son las diez y cuarenta y cinco de la noche. El mar apesta a petróleo. Sobre la arena veo cadáveres de pelícanos, garzas, gaviotas, halcones, tortugas y peces. El mar oscuro los escupe sobre la tierra muerta. Miro mis manos y están aceitosas y negras hasta las uñas. Me paso las manos por la cabeza y descubro que chorreo crudo por mi mandíbula. La boca me sabe a gasolina. Alguien a mi lado arroja una colilla encendida sobre la piel del agua. El océano se convierte en un huracán de fuego que devora al mundo. Por Fabián Martínez G.