Cuando los senderos se bifurcan

Cuando los senderos se bifurcan
28 abril, 2020 por Redacción La tinta

La salida a la pandemia requerirá de un Estado Desarrollador que evite el retorno a la lógica de la especulación, la usura, la explotación del trabajo y los recursos naturales.

Por Antonio Muñiz para Revista Zoom

La pandemia del Covid 19 aceleró los tiempos de una crisis económica financiera, que venía arrastrándose desde el estallido de la burbuja especulativa de la Lehman Brother en crisis en 2008/9. La economía global viene de tumbo en tumbo de hace décadas, siendo este, seguramente, el de mayor impacto en los últimos cuarenta años.

Los economistas creen que la pandemia podría costar al mundo, al menos, $5 billones de dólares en producción perdida en los próximos dos años. Eso representa casi el 8% del PIB bianual 2020/21. El costo para la economía global será mayor que el de las dos mayores recesiones de 2008/09 y 1974/75.

Donde se sentirá fuertemente el impacto será en la tasa de desempleo en EE.UU., donde la contratación es muy flexible, lleva hoy alrededor de 16 millones de empleos perdidos, pudiendo pasar los 20 millones en los próximos meses.

En el resto de los países centrales, el impacto será fuerte, pero no alcanzará los números de catástrofe de EE.UU., ya que, en general, el empleo en esos países cuenta con una legislación protectora.


En los países emergentes y del Tercer Mundo, el impacto más fuerte será en el precio de los commoditys, o sea, de su producción primaria exportable (granos, carne, minerales, energía, etc.). Con el agravante que estos productos vienen bajando su precio internacional desde la crisis del 2008.


El FMI estima que estamos “asistiendo a un colapso de los precios de los productos básicos y a un colapso del comercio mundial, el más grave de todos los vistos desde la década de 1930″. La caída pronosticada de la actividad rondará entre el 1 y el 2 % en los países en desarrollo.

Está ocurriendo, además, un hecho preocupante, que poco se habla y que afectará aun más a estas economías. La volatilidad de los capitales golondrinas especulativos, característicos de la economía neoliberal global, están abandonando rápidamente estos países, yendo a los países centrales. Además, se está produciendo una fuga masiva de capitales hacia las guaridas fiscales.

Esto llevará, inexorablemente, a muchos países emergentes al default de su deuda pública, con lo cual, de no tomarse medidas, acentuará la profundidad de la crisis.

Si bien el Banco Mundial y el FMI tienen o contarían con fondos importantes para salir en “ayuda” de estos países, las políticas tradicionales de estos organismos hacen peligrar cualquier atisbo de recuperación. A las políticas de ajuste económico que estos organismos imponen como condición a su aporte las muestra la historia económica de lo últimos setenta años, solo hace falta echar nafta al fuego, agudizando las crisis estructurales.

Si bien han ido mutando su discurso en estos últimos meses, y hacia posiciones más heterodoxas y más humanitarias, está por verse cuál será su ayuda y los condicionamientos que imponen.

También es justo reconocer que existen gurúes económicos que no concuerdan con estos escenarios pesimistas; en general, no se minimiza el daño que esta situación está causando, pero sostienen que aplicar las viejas recetas keynesianas permitirá salir rápidamente de la crisis. Inyectar dinero en la economía familiar para que las familias consuman más y puedan dar satisfacción a una demanda insatisfecha por la imposibilidad del libre tránsito en estos meses. El aumento del consumo hará que comience una expansión de la economía en su conjunto en pocos meses.

Este escenario no es descabellado, siempre y cuando no ocurra lo que sucedió en la crisis del 2008, donde ingentes cantidades de dólares fueron volcados por los Estados para sostener la economía, pero fueron apropiados por la banca transnacional, lo que les permitió volver a generar otras burbujas especulativas. Estas políticas de especulación global son la causa de no haber podido superar las consecuencias de la crisis del 2008, pero, además, son la causa de la actual crisis. El covid-19 nos muestra la gravedad de la crisis, pero esta ya estaba antes de que se desatara la pandemia.

El otro condicionante es hasta dónde la prolongación de esta situación afectará la capacidad de producción de los países. Este parate global, si bien, según todos los pronósticos, transitorio, está generando una gran masa de deudas, que podría sacar del mercado a muchas empresas muy endeudadas. Cuando comience la reactivación, muchas empresas, sobre todo, las pymes, no podrán subirse al tren nuevamente.


Es probable que una política neo keynesiana pueda ser efectiva, pero solo si se regula la actividad financiera, se restringe la circulación de capitales especulativos y se controlan fuertemente las guaridas fiscales.


Si no se modifican las estructuras que sostienen el andamiaje de lógica rentistica global, de acumulación financiera, el dinero que se inyecte va a ser apropiado por la banca trasnacional y va generar otra ola especulativa, dejando que los pueblos, sobre todo, los del Tercer Mundo, paguen los costos de esta nueva crisis.

En el caso argentino, el Estado lanzó una serie de medidas orientadas a inyectar dinero en el mercado y un amplio programa de apoyo para el sostén de la actividad económica. Por el momento el estado se hará cargo del pago de un porcentaje de sueldo de los trabajadores privados, una línea de créditos a tasa 0 para trabajadores autónomos y monotributistas. Esto se suma a medidas ya tomadas como el Ingreso Familiar de Emergencia o la Tarjeta Alimentaria para los sectores más vulnerables, créditos para pymes con destino a capital de trabajo y pago de salarios, etc.

Todas estas medidas implican un aumento en la emisión monetaria importante, ya que la recaudación de impuestos ha caído estrepitosamente y, en muchos casos, se ha diferido su pago, así como cargas sociales, para después de junio. 

Indudablemente, algunas de estas medidas son resistidas por el sistema bancario y aquellos sectores aliados a una estrategia de acumulación financiera global. Por ejemplo, los bancos han puesto trabas al otorgamiento de créditos al sector pyme, al diferimiento en el pago de los saldo de las tarjeta de crédito, etc., los empresarios más ricos del país se niegan a pagar un impuesto de emergencia sobre su patrimonio para solventar los efectos de la pandemia, grupos empresarios locales, aliados a los fondos buitres, están saboteando el acuerdo por la reprogramación de la deuda externa y una cohorte de economistas y periodistas están haciendo campaña defendiendo los intereses de estas minorías.

Igualmente, dentro del mismo gobierno, sobre todo, en el Banco Central, hay una fuerte oposición a esta política de inyectar dinero en la economía. Prima en muchos economistas, aun los que se precian de heterodoxos, un visión clásica, que la emisión genera por sí sola inflación y que una emisión “exagerada” podría llevarnos a una hiper-inflación. Esto a priori parece más un prejuicio ideológico, ya que las posibilidades de una corrida de precios son pocas. Sobre todo en una economía prácticamente parada, donde no hay transacciones, donde hay exceso de stock, que debe ser liquidado rápidamente, y, por ende, donde no hay precios, salvo, relativamente, en el sector alimentario.

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Imagen: Sancho R. Somalo / El Salto Diario

Siguiendo en el caso argentino, es necesario, además, ir por un Estado muy fuerte que regule la actividad económica, con premios y castigos; una regulación del sector financiero, por ejemplo, sería conveniente la reforma a las Leyes de Entidades Financieras y de Inversión Extranjera, dictadas por Videla – Martínez de Hoz  en 1976; avanzar en la desconcentración de sectores de la economía, en especial, el sector alimentario, fuertemente oligopolizado en cuatro o cinco grupos empresarios; una reforma impositiva progresiva, donde sean los que más tienen quienes más paguen, etc. Es necesario que el Estado tenga un rol dinamizador de la economía, volver al estado empresario, que garantice no solo los servicios básicos de salud, educación y seguridad social, sino que sea un motor de un desarrollo industrial basado en las pymes, en síntesis, un “estado desarrollador”.

Es fundamental recuperar una cultura del trabajo y la producción de bienes y servicios. Sin esto, no hay salida, porque, pasada la pandemia, volveremos a la lógica de la especulación, la usura, la explotación del trabajo y los recursos naturales. Un modelo inviable, pero que asegura a sectores minoritarios fuertes ganancias y el control político y social de la sociedad. Hoy, vemos cómo, impúdicamente, hacen campaña contra los intereses nacionales o tergiversan y sabotean las acciones del gobierno ante la pandemia, con la lógica de privilegiar sus negocios sobre la salud de sus connacionales. Para esos sectores, la vida no vale nada, la de los demás, por supuesto; solo vale para ellos maximizar su tasa de ganancia.

*Por Antonio Muñiz para Revista Zoom / Imagen de portada: Revista Zoom.

Palabras claves: coronavirus, crisis economica, estado, pandemia

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