Desconcierto y convicciones: ideas en cuarentena para afrontar a nuestro “Cisne Negro”
Estoy empezando a leer el libro “El Cisne Negro: el impacto de lo altamente improbable”. Rareza e impacto extremo son las características de un hecho definido como “cisne negro”. El COVID-19 es nuestro actual Cisne Negro. También su poca predictibilidad. Que sea algo inesperado genera que sea más importante lo que no sabemos de él y sus consecuencias, que lo que efectivamente sabemos. Estamos inventando y ensayando maneras de cómo enfrentarlo. Un gran desconcierto nos atraviesa, a pesar de la cantidad de información, reflexiones y propuestas.
Por Jaschele Burijovich para La tinta
Estamos todos/as transmitiendo datos y proponiendo iniciativas que nos permitan sentirnos activos/as y superar nuestra impotencia. Creo que, por un momento, es mejor quedarnos quietos/as, pensar, hacer silencio. Quizás, así, podamos escuchar mejor, permitir que la demanda emerja, enunciar el mensaje que necesitamos oír.
Sin embargo, también creo que la manera de afrontar esta situación tiene que estar basada en nuestras profundas convicciones. Mucho se ha hablado, en estos días, de los dilemas éticos a resolver. A pesar del desconcierto que hay que habitar, lo que no puede estar en duda son nuestras prioridades: los/as más vulnerables y los/as que menos tienen.
El tiempo no está a favor de los pequeños
La mayoría de los/as expertos/as nos explican que las duras medidas de aislamiento social que se están implementando nos sirven para ganar tiempo: tiempo para preparar el sistema de salud, tiempo para que no todos los casos se den en el mismo período, tiempo para conocer de qué se trata este nuevo virus, tal vez, que se descubra una vacuna.
Pero como todos los recursos, también el tiempo se distribuye de una manera desigual en nuestra sociedad. Los sectores más vulnerables no “acumulan” tiempo. Tienen urgencias. No pueden esperar. Entonces, solidariamente, los/as que podemos esperar tenemos que pensar e implementar medidas que atiendan esta situación. Lamentablemente, en este caso, Silvio Rodríguez se equivocó: “el tiempo no está a favor de los pequeños, de los desnudos, de los olvidados…”.
Se ha viralizado un video que muestra cómo en una villa la gente circula y sigue trabajando. Otra vez, «culpando a las víctimas». ¿Qué se pretende con esto? ¿que el ejército reprima? Para algunos sectores, el contagio por coronavirus es una probabilidad mientras que el hambre es una certeza. El discurso de la prevención, que implica realizar (o no realizar) acciones hoy preparando un mañana, es posible sólo para aquellos/as que han podido superar la inmediatez y la urgencia de la sobrevivencia.
La fortaleza de la acción coordinada
Un compañero de una organización social de un barrio popular me contaba de las dificultades que están teniendo algunas familias para sostener el aislamiento preventivo y el dolor que eso estaba produciendo. La frase «si no trabajo, no como» es literal para muchos y muchas. También me contaba de la tristeza que le produce a algunos/as de ellos/as ver por televisión gente con más posibilidades económicas que transgrede esta norma. Sostener la cuarentena requiere de un enorme esfuerzo de cooperación. La posibilidad de una acción coordinada necesita de una confianza que no podemos defraudar.
Que coordinemos nuestras acciones es una prioridad. La coordinación de la acción colectiva es uno de los temas más importantes de las ciencias sociales. Se ha escrito muchísimo sobre esto. Lo que nos dice la teoría es que la confianza en el conocimiento común es fundamental. Si todos/as estamos seguros/as de la estrategia que va a elegir el otro/a, el problema de la coordinación queda, en parte, resuelto. Del COVID-19, sabemos muy poco todavía. Sin embargo, ya tenemos algún aprendizaje: la absoluta necesidad del aislamiento y la prioridad de orientar acciones hacia los grupos a los que les resulta muy difícil sostener esta estrategia. No metamos ruido ni dudas sobre estos acuerdos. Seguimos teniendo mucho en juego. Algo de lo aprendido tiene que servirnos en momentos como este.
Algunos de los comportamientos que, en tiempos “normales”, nos hacen la vida bastante difícil, en tiempos de excepción como los que estamos viviendo, se vuelven muy peligrosos. Los medios nos muestran cómo hay una obediencia endeble a las normas establecidas para cuidarnos: gente que se ha ido de “vacaciones”, que sale muchas veces de la casa, que juega a “cazar pokemones” o que surfea en las playas. Son los menos y eso habla bien de nosotros/as como sociedad. Sin embargo, hay algunos/as que buscan todos los mecanismos de excepción, que niegan a los/as otros/as, que impulsan la fragmentación social y que entienden lo público como la prolongación de su propio interés. En momentos tan excepcionales como este, sostener la “cultura del atajo”, tan cara a algunos grupos, puede ser muy, muy riesgosa.
Ideas potentes a las que les ha llegado su tiempo
En el marco de la emergencia sanitaria, el Gobierno Nacional dispuso un Ingreso Familiar de Emergencia para trabajadores informales y monotributistas. Frente a esta iniciativa, es importante tratar de instalar en la agenda política las discusiones sobre el “ingreso ciudadano”. En los últimos años, diversos equipos de investigación comenzaron a discutir la necesidad de un «ingreso ciudadano» que cubra las necesidades básicas de la población. Ya el FRENAPO, en el 2001, impulsó la discusión de una estrategia similar. Se trata de una propuesta que pone en el centro de la escena la cuestión de la ciudadanía, su objetivo es garantizar cierta forma de ingreso incondicional a todas las personas. Un ingreso cuyo acceso no requiere trabajar en un empleo formal, que se recibe solo por ser ciudadano. Es una red de seguridad preventiva para garantizar que nadie se caiga. Exactamente lo que necesitamos en estos tiempos de pandemia. Es probable que no logremos instaurar la idea del ingreso ciudadano universal, pero sí es necesario sostener estos debates. Se abre una ventana de oportunidad. Ojalá que a esta idea tan potente le haya llegado su tiempo.
Salida de la cuarentena, ¿entrada a una ciudadanía plena?
—Una salida administrada de la cuarentena es una apuesta a la primacía de lo político. Ni puro discurso médico ni tiranía del mercado. Diálogo con los actores, criterios para proteger a los/as más vulnerables. Es necesario ver si contamos con las capacidades estatales para implementarla.
—Una salida administrada de la cuarentena debe desechar la idea de que somos personas autoválidas y, por el contrario, poner en valor la multiplicidad de acciones que, en momentos tan difíciles, enlazan a cada uno/a de nosotros/as con sus grupos y comunidades.
—Una salida administrada de la cuarentena debe fortalecer los apoyos tanto sociales como institucionales: desde las ollas populares, comedores, merenderos hasta el ingreso básico universal y el derecho a la asistencia.
—Una salida administrada de la cuarentena debe erradicar las peores prácticas del Estado: la incapacidad, la desidia, el clientelismo y la apropiación privada de los recursos que son de todos y todas. Ideas igualitaristas, apoyo social y protección estatal elementos que son indispensables para nuestra sociedad después de la pandemia.
Hay que empezar a disputar el sentido que van a tener las acciones de la salida de la cuarentena porque, como siempre y más que nunca, el que impone la definición del problema termina decidiendo hacia dónde ir. En el contexto de esta pandemia, las afirmaciones “nadie se salva solo” y “todos vamos en el mismo barco” se tornan autoevidentes. Sin embargo, cuando lentamente vayamos saliendo, nos reincorporemos a nuestros trabajos y opere el sentido común construido durante años, probablemente, volvamos a pensar que lo que tenemos lo hemos obtenido porque somos “merecedores” y sólo con el fruto de nuestro “sudor y lágrimas”. A ese individualismo del mérito, hay que contraponerle la interdependencia que tan claramente nos ha mostrado el coronavirus. Las mejores iniciativas que se han llevado adelante (ingreso familiar de emergencia, protección a los más vulnerables, reforzamiento de las tarjetas alimentarias) no deben ser deslegitimadas con el ya clásico “son los choriplaneros de siempre”. Una salida administrada de la cuarentena tiene que poder sostener que ciudadanía plena es una malla igualitaria que no deja caer a nadie.
**Observatorio de Salud Mental y Derechos Humanos. Facultad de Ciencias Sociales.
*Por Jaschele Burijovich para La Tinta / Imagen de portada: La garganta poderosa.