Vejeces en tiempos de pandemia
Por diferentes razones vitales, desde hace algún tiempo, me inquieta pensar sobre y con las personas mayores. Cuando me convidaron a escribir sobre el coronavirus y las vejeces, sin embargo, me quedé llena de preguntas. Qué decir de nuevo en este momento distópico. Tomé el desafío e intentaré compartir algunas ideas que creo son fértiles para pensar en este contexto que nos atraviesa como sociedad en todas las generaciones.
Por Romina Verrua para La tinta
El encierro sostenido -cuarentenas obligatorias o restrictivas según el país- puso un freno de mano al rodar planetario y nos dejó en un estado de desconcierto generalizado. El tiempo empezó a desarrollarse de modo diferente. No como vacaciones, ese tiempo esperado para pausar obligaciones y ocuparse de otras cuestiones en caso de tener la oportunidad. Comenzó un tiempo incierto e imprevisto, sin posibilidades de ser usado puertas afuera. Una ruptura con nuestro occidental modo de vida, sin dudas. Una especie de espejo que nos deja en evidencia con nosotras y nosotros mismos: quiénes somos, qué hacemos, cómo vivimos.
Vivimos en un tiempo inmediato, veloz, hacia adelante, sin pausa. Una temporalidad que ordena así la cotidianeidad. Correr para desayunar e ir a trabajar. Apurarse para llegar a la escuela. Mirar el reloj para no llegar tarde a la próxima reunión. Acelerar para entregar aquella tarea, informe, análisis, paper, documento. Ser el primero en ver la última serie. Apurarse para llegar a la última temporada. Scrollear rápidamente con el dedo pulgar para ver las últimas fotos, los últimos tweets, las últimas publicaciones. ¿Este es el modo en el que viven todas las personas a nivel mundial? Claro que no. Es el modo hegemónico de vivir: patriarcal, capitalista, productivista, racista, machista, adultocentrista. Nuestras sociedades exacerban la juventud como momento vital ideal y viven pensando en la adultez, atravesada por la idea de productividad, como el último escalón de la vida.
La pausa impuesta por la emergencia sanitaria transformó la manera de habitar y ocupar el tiempo de un modo brutal, y volvió a poner en el centro el cuidado de la vida. Otra vez, de un nuevo modo (los Paros Internacionales de Mujeres lo explicitan insistentemente), es posible visibilizar que los cuidados y el trabajo reproductivo son imprescindibles para la vida y son sostenidos fundamentalmente por mujeres y cuerpos feminizados, también, a nivel planetario.
El tiempo, por estos días, dejó de ser veloz. Dejamos de correr. El tiempo, en esta cuarentena, está regido por los cuidados. Haciendo hincapié en el sostén de la vida. Para muchas, la cotidianeidad se ha transformado en relación al trabajo puertas afuera, pero los cuidados siguen estando, en mayor medida, a su cargo. Para muchas, el trabajo, incluso, se incrementó y se enredó: teletrabajo, almuerzo, teletareas, dibujitos animados, mandados. Quienes estamos atravesadas por los cuidados de otras personas y el trabajo reproductivo sabemos que el compás de ese tiempo tiene más que ver con lo circular y lo cíclico que con lo lineal. El tiempo veloz como una flecha deja afuera tantos ritmos, modos, necesidades y formas de organizar la vida. Las temporalidades de los márgenes, hoy, vemos que son las que permiten que se preserve la vida.
Profesionales de la salud coinciden en que las personas mayores son la población de mayor riesgo ante el coronavirus. En algunos países de la región, se tomaron medidas específicas para mayores de 65 años. Las tendencias demográficas, desde hace décadas, vienen dando cuenta que vivimos más años¹, que no son pocos los países en los cuales el crecimiento poblacional es de pirámide invertida y que las mujeres, en su mayoría, son más longevas que los hombres². La feminización de la vejez, en este contexto, pone la lupa sobre cómo estar fuera del mercado de trabajo productivo no significa estar exentas de trabajos reproductivos: domésticos y de cuidados. Las mujeres, desde niñas y hasta el final de la vida, ocupando una cadena infinita de cuidados hacia abajo y hacia arriba del árbol genealógico³.
Muchas abuelas se encargan del cuidado de sus nietos y nietas cotidianamente. El tiempo de las infancias y de las vejeces está claramente por fuera del tiempo hegemónico. Sus vidas existen en los pliegues de ese tiempo rígido, esquemático, de maratón. La pandemia dejó a la luz, de un modo indiscutible, las prioridades y desnudó cuán a trasmano está el modo hegemónico de vivir con el cuidado de la vida, cómo lo que está en los márgenes debiera estar en el centro.
En nuestra cosmovisión, la vejez es pensada desde una mirada deficitaria, de la carencia y la inactividad⁴. Pastilleros, pocos vínculos sociales, múltiples visitas a médicos diversos, dependencia de otras personas para el desarrollo de la cotidianeidad. Este es un contexto excepcional, pero puede servirnos de espejo para reflexionar sobre la calidad de vida que proyectamos para las vejeces. Problematizar qué mirada tenemos y construimos sobre el recorrido vital que incluye, también, la vejez y la ancianidad. Como las demás etapas de la vida, existen múltiples, diversas y complejas modalidades de ser vividas. Puede ser la etapa para cumplir proyectos pendientes, para disfrutar de viajes y afectos sin la premura de las obligaciones, para estudiar o aprender oficios, de gozar del ocio. Como las demás etapas de la vida, cómo envejecemos depende de múltiples factores biológicos, psicológicos y sociales.
Esta coyuntura propone el aislamiento como medida sanitaria para evitar los contagios, sobre todo, para personas mayores. Una inmensa mayoría atravesamos la experiencia de confinamiento, quizás ahora es de perogrullo decir lo poco saludable que es vivir en soledad, en aislamiento. Así como lo importante que es atravesar la cotidianeidad con compañía y redes que nos sostienen, como un modo de buen vivir, “la salud mental influye en la salud del cuerpo y a la inversa”, afirmó, en 2017, la Organización Mundial de la Salud (OMS).
En estas semanas, se multiplican las ofertas para hacer compras o trámites a personas mayores que viven solas y que no son acompañadas por sus familias o redes afectivas, se publican y difunden números de teléfono o lugares donde solicitar estas colaboraciones de manera solidaria. Nos espeja, tal vez, reconocer la gran cantidad de personas mayores que forman parte de nuestra sociedad y la soledad con la que muchas de ellas viven. Seguramente, aún no podemos imaginar la magnitud de las transformaciones vitales que viviremos cuando la pandemia acabe, pero quizás es posible usar este “tiempo fuera del tiempo” para reflexionar sobre la relevancia del cuidado de la vida sobre el cuidado del capital.
*Por Romina Verrua para La tinta / Imagen de portada: Ivan Brailovsky.
1 “La población mundial está envejeciendo rápidamente. Entre 2015 y 2050, la proporción de la población mundial mayor de 60 años se multiplicará casi por dos, pasando del 12% al 22%.” (OMS, 2017).
2 “Resulta interesante, reconocer una característica de central importancia tanto en Argentina como en el resto del mundo: las mujeres tienen una mayor supervivencia en relación a la población masculina que se incrementa significativamente a medida que aumenta la edad” (Navarro, Mónica. 2015. MUJERES INVISIBLES A LA LUZ de las políticas sanitarias).
3 El Sistema Nacional de Cuidados, política pública desarrollada en Uruguay única en la región, fundamenta: “Las actividades de cuidados están estrechamente vinculadas a las relaciones de género en la medida que constituyen una de las principales dimensiones del trabajo no remunerado, que la división sexual del trabajo tradicional asigna a las mujeres. Dicha división reserva a los varones el ámbito de lo productivo -trabajo remunerado- y a las mujeres el ámbito de lo reproductivo, más específicamente, el trabajo doméstico y de cuidados -trabajo no remunerado-. Es importante reparar que la división sexual del trabajo es un factor estructurante de las desigualdades sociales en tanto opera en el conjunto de oportunidades que tienen unas y otros para acceder a recursos políticos, sociales, económicos” (https://www.gub.uy/sistema-cuidados/).
4 Dentro de esta mirada, hay diferentes enfoques:, la vejez como deterioro, como ruptura con lo social y como carga social (Martin-García, A. 2016. DIEZ VISIONES SOBRE LA VEJEZ: DEL ENFOQUE DEFICITARIO Y DE DETERIORO AL ENFOQUE POSITIVO).