El mundo post crisis lo construimos hoy
Por Santiago Buraschi para La tinta
Aprovechando el tiempo para pensar que nos brinda esta cuarentena, en esta breve nota, quiero trabajar tres ideas centrales (que, en realidad, son una sola):
1. La forma en que se desenvuelven y resuelven las crisis marca el camino de las maneras en que se organizan las sociedades en los momentos posteriores.
2. Las acciones y sentidos que construyamos hoy para hacerle frente a la crisis social, sanitaria y económica en la que nos encontramos van a ser las que moldeen nuestra forma de organizarnos en el futuro cercano.
3. En las prácticas y sentidos que construyamos para resolver hoy la crisis, se ponen en juego dos salidas antagónicas y, por ende, dos formas totalmente diferentes para encarar la reconstrucción posterior a la crisis. Por un lado, reforzar los mecanismos de control y dominación social, donde las fuerzas armadas tengan cada vez mayor injerencia en cuestiones de seguridad interior. Por otro lado, sostener e incrementar los mecanismos de solidaridad entre las y los de abajo, conquistando derechos que permitan mejorar la calidad de vida de las mayorías.
La crisis como plataforma de los escenarios futuros
Una forma muy trillada para empezar una nota sobre una crisis sería decir que, en chino, la palabra crisis es la conjunción de los sinogramas “peligro” y “oportunidad”. Si bien esto no es enteramente cierto, vamos a aprovecharlo para el planteo que aquí queremos hacer. En ese sentido, nos preguntamos: en el actual escenario de crisis sanitaria, social y económica desatada por la expansión del COVID-19, ¿cuál es la oportunidad que se nos presenta y qué caminos podríamos tomar para aprovechar esa oportunidad?
Para empezar a desandar estas preguntas, vamos a proponer una primera idea. El tiempo nos enseñó, diría un cantautor uruguayo, que los conflictos, relaciones, acciones, que se tejen en las crisis y, fundamentalmente, las formas de resolver esas crisis, marcan el camino de las maneras en que se organizan las sociedades en los momentos posteriores.
Como para muestra basta un botón, acudamos al tan mencionado ejemplo de la “crisis de los gobiernos neoliberales” en América Latina. Ya ha sido largamente estudiado cómo la ola de gobiernos progresistas de América Latina se relaciona con el nivel y las formas de resistencia que llevaron adelante los movimientos sociales a fines del siglo XX y comienzos del XXI frente al hambre y la miseria.
Pues bien, ¿en qué puede ayudarnos esta primera idea para pensar la actual crisis? Al momento de escribir estas líneas, hay un planteo que parece estar bastante difundido: la idea de que no es momento de plantear discusiones; que la prioridad hoy es manejar, de la mejor manera posible, los efectos del COVID-19 y después será el tiempo de ver cómo reestructurarnos y salir adelante. Bien, estamos de acuerdo en que esa es la prioridad y, quizás para abrir el paraguas, en que varias de las medidas adoptadas por el gobierno nacional vienen siendo acertadas.
Sin embargo, la pregunta sobre cómo hacerlo es clave. Aquí, retomemos el primer planteo: la forma de abordar y salir de una crisis es el eje sobre el que se construyen los escenarios futuros. En este sentido, queremos proponer una segunda idea: las acciones y sentidos que construyamos hoy para hacerle frente a la situación en la que nos encontramos van a ser las que moldeen nuestra forma de organizarnos en el futuro cercano. Por ello, la discusión sobre cómo salir de la crisis y cómo organizarnos “el día después” no debe darse cuando todo termine (si es que eso sucede), sino que es importante darla desde hoy. Y, con eso, no nos refiero a un “debate de ideas” en el limbo de lxs intelectuales. No. Nos refiero al mundo de las prácticas concretas.
¿Qué estamos haciendo hoy?
Si nos ubicamos en el mundo de las prácticas concretas, podemos preguntarnos ¿qué acciones se están llevando adelante para enfrentar la crisis? Por supuesto que hacer un repaso por todas ellas sería un ejercicio imposible aquí, por lo que resaltaremos algunas que creemos de particular interés para el punto que queremos plantear.
Para empezar, es importantísimo resaltar el rol de las organizaciones populares. A lo largo y ancho del país, las organizaciones están desarrollando una tarea enorme -y, muchas veces, invisibilizada- para generar estrategias de contención mínima frente a la crisis sanitaria y, sobre todo, frente a la crisis económica que se empieza a sentir cada vez con más fuerza. Prestando atención a las medidas de cuidado recomendadas, miles de compañerxs (en su gran mayoría, mujeres) de nuestras barriadas populares abren las puertas de los espacios comunitarios y de sus corazones para que miles de familias puedan tener un plato de comida. Ese plato que cada vez se hace más lejano para quienes necesitan salir de casa todos los días a ganarse el mango.
Es justamente la fuerza producto de ese trabajo sostenido durante muchos años la que hoy pone en la agenda pública las necesidades de un sector importante de la población: lxs trabajadorxs “informales”, lxs trabajdorxs independientes, lxs trabajadorxs de la Economía Popular. De ese escenario, surge la segunda acción concreta que queríamos destacar: el anuncio por parte del Gobierno Nacional de un ingreso familiar de emergencia de $10.000 para monotributistas sociales, monotributistas Categorías A y B, trabajadorxs “en situación de informalidad” y trabajadorxs domésticxs. Ese anuncio brindará un pequeño alivio a esxs trabajadorxs que mencionábamos antes, para quienes el #QuedateEnCasa tiene efectos durísimos.
Por último, la tercera acción que vamos a retomar aquí es la del uso de las fuerzas de “seguridad” para el control de la situación sanitaria. Si bien es necesario establecer mecanismos colectivos de control para detener el contagio del virus, lo que queremos resaltar es el peligro que esta tercera acción conlleva. Darle la responsabilidad del “cuidado” a fuerzas que, históricamente, han sido protagonistas de los más atroces abusos y violaciones de los Derechos Humanos, conlleva una verdadera amenaza: que empecemos a legitimar, a partir de su “renovado rol social”, un accionar históricamente represivo. Llevamos menos de una semana de cuarentena y ya, en los barrios populares, empiezan a aparecer casos de detenciones arbitrarias y prohibiciones a circular, incluso, para personas que van a trabajar a copas y comedores comunitarios. En este sentido, así como el presidente fue muy duro con quienes violan la cuarentena, ¿no debería emitir un mensaje claro de denuncia frente a los abusos de las fuerzas de “seguridad” para prevenir dicha legitimación en vez de agradecer públicamente a la policía, las fuerzas armadas y la prefectura, como hizo en la entrevista de este jueves?
Y, entonces, ¿qué se pone en juego en esas acciones?
Resaltamos estas acciones concretas porque creemos que son expresiones de dos modelos antagónicos de manejo y salida de la crisis. Y, retomando lo propuesto en las dos primeras ideas, queremos aquí presentar una tercera: en las prácticas y sentidos que construyamos para resolver hoy la crisis, se ponen en juego dos salidas antagónicas y, por ende, dos formas de reconstrucción posterior a la crisis totalmente diferente.
Por un lado, reforzar los mecanismos de control y dominación social, donde las fuerzas armadas tengan cada vez mayor injerencia en cuestiones de seguridad interior. Este elemento puede ser clave en un posible escenario de aumento de los niveles de flexibilización y precarización laboral, tan deseado por los grandes empresarios y dilatado durante la época macrista. Por otro lado, sostener e incrementar los mecanismos de solidaridad entre las y los de abajo, conquistando derechos que permitan mejorar la calidad de vida de las mayorías. Como se desprende de las acciones que mencionábamos previamente, las medidas del gobierno van pendulando entre estas dos alternativas antagónicas del manejo de la crisis. Desde amplios sectores de la oposición, por ejemplo, hoy se empieza a plantear la posibilidad de dictar un Estado de Sitio. Por el contrario, desde las organizaciones sociales, se insiste fuertemente en fortalecer las ayudas a los espacios comunitarios. El país (y el mundo) en el que vivamos cuando logremos frenar al Coronavirus será, sin dudas, producto de una tensión entre estas dos salidas antagónicas.
Para quienes se contentan con aplaudir o criticar fervientemente las decisiones que toman otrxs, este quizás no sea un debate interesante para tener ahora. Para quienes queremos asumir un rol activo en las luchas, sea el lugar que asumamos en la disputa, este es un momento crucial y necesitamos dar la disputa ya. De esta situación, se sale con más control o con más solidaridad. Y esa disputa la damos con las prácticas y sentidos que construyamos ahora.
Quienes luchamos por una sociedad donde la solidaridad prime por sobre el miedo, el odio y el individualismo, tenemos una tarea importante: poner nuestras cabezas y nuestros cuerpos a disposición de fortalecer hoy las alternativas comunitarias que se vienen desarrollando en las barriadas populares de Córdoba, el país y el mundo. Organizar la solidaridad. Esa es la única manera que tenemos de que esta crisis nos represente una oportunidad.
*Por Santiago Buraschi para La tinta.