Hacia un psicoanálisis plebeyo
Por Sofia Guggiari para Lobo Suelto
“Pensar, hacer y sublevarse pasan a hacer la misma cosa”.
Suely Rolnik
Primero ¿de qué hablamos cuándo hablamos de lo plebeyo? Lo plebeyo pensado como movimiento irreverente hacia lo normado. Potencia de desterritorialización. Potencia ingobernable, indescifrable. Instante de pregunta frente a una normalidad o cotidianidad. Plasticidad apta para atravesar el caos (Sztulwark, 2019). Momento de vida que se sustrae (no a modo de progreso necesariamente) de una productividad falo-logo-capitalista. Lo plebeyo es terremoto y marea. Gesto y agite. Que irrumpe y conmueve lo ya dado, pero al mismo tiempo es creador de nuevos signos y nuevas formas de vida.
En los tiempos actuales ya no operan los dispositivos disciplinarios de los siglos XIX y XX; y aunque la represión y la satisfacción de las fuerzas pulsionales se despliegan en otras lógicas, siempre mantienen la misma disputa: el campo de la obediencia es el campo de la moralización de las fuerzas pulsionales. Ahora la obediencia es al consumo que se enlaza a un supuesto paraíso de la pertenencia y publicidad – no sin culpa, ni deuda-. El yo como constitución imaginaria histórica y social; nada quiere saber de lo que lo desestabiliza, aunque allí resida la fuerza de lo vital. Y el costo de la desestabilización es aún mayor si no hay contención posible de esa agitación que emerge.
Si en Análisis terminable e Interminable, en 1937, Freud hablaba de que el pasaje por un análisis psicoanalítico consistía en el trabajo de “rectificación” de la represión acontecida a modo de una defensa yoica sobre una fuerza pulsional (esfuerzo de desalojo y sustitución de una satisfacción por otra), asegurando así en esta rectificación algún tipo de gobernanzas de estas fuerzas (ello) por el yo, trabajo de domeñamiento de ese factor cuantitativo pulsional; y que implicaba también en sí mismo la producción de una nueva posición para el sujeto; y por otro lado lo plebeyo es potencialidad que se sustrae a un tipo de ordenamiento, de gobierno, y que funciona como fuga, despliegue, contagio de sublevación frente a lo instituido; entonces, un psicoanálisis plebeyo es aquel que ya no piensa en términos de gobernanzas ni domeñamientos de las fuerzas pulsionales sobre el yo, si no que habla en términos de fuerzas vitales, intensidades, composiciones y descomposiciones, devenires, despliegues, territorio y planos de consistencia. No sin angustias, ni dolores, tampoco sin ternura como red para que devenga el curso vital y singular; donde cohabiten lo ambiguo y lo contradictorio de lo vivo.
Pensar, hacer y producir un psicoanálisis plebeyo
Un psicoanálisis plebeyo es aquel entonces que piensa-hace y produce justamente una clínica de la insurgencia de estas fuerzas. Que no busca una posible cura. Entendiendo que lo que pulsa debe encontrar un destino ético y no moral. Que entiende que no es sin bordes, sin legalidades, ni territorios precisos, lugar donde se puede configurar una vida posible; pero apostando que es en las fisuras de lo normado, en las grietas de las ficciones truncas, en las sustituciones de la satisfacción pulsional -que por efecto represivo encuentra otro modo por donde brotar- es allí donde habitan las potencias pulsionales que necesitan, como el agua de un río, seguir su curso, sin juicio ni culpa.
Que trabaje para crear planos de consistencia epistemológicos-clínicos-vitales para que se desplieguen los gérmenes vitales, que todavía no encuentran lugar en el mundo ya dado, pero que laten. Como palabras inéditas; nunca antes pronunciadas.
Escuchar políticamente lo que hace síntoma. Lo que no cierra, lo que hace ruido, estorba y molesta. Escuchar desde el desierto. Huir de la dicotomía binaria terapéutico o analítico. Ser potencia con le otrx, en el encuentro. Mantenerla en la tensión de su imposible. Habitar, saber-hacer en las crisis que permiten las nuevas formas de componer y disponer los vínculos, afectos, posiciones y enunciaciones en relación a nuestra singularidad y al mundo: nuevas formas de existencia.
Una clínica que haga del balbuceo y del sin-sentido una ética. Del sueño un mapa de nuestra existencia; no a modo de “estado”, a modo de lineamientos de fuerzas, para moverse y producir.
Pensar, actuar y producir una clínica psicoanalítica no desde lo unívoco, si no desde lo múltiple: armar cartografía sensible de la historicidad de las fuerzas que actúan en el presente. Que se pregunte por sus condiciones de producción y reproducción de modelos hegemónicos de pensamiento ¡Que salga de la academia y se meta en la fiesta. Que se des/solemnize para que hable la jerga de la cumbia. Que diga menos “Nombre del Padre” y más “Abajo el patriarcado”. Que abrase mas y diagnostique menos!
Que no opine, ni moralice. Porque la moral pretende. Imperativos de cómo vivir. Manda como milico, como carabinero-chileno. Como golpista-Camacho. Efecto de ley: coloniza como FMI. La nueva moral obliga al consumo de la felicidad maníaca neoliberal; esa que castiga, empuja, obliga y reprime. Frente a esto, una práctica clínica ruidosa, movediza, disonante, desordenada, insurrecta, anormal. Devenir sublevación chilena. Devenir fuerza de pueblo Boliviano. Ello, ella o aquelles. Que no tenga un fin: finalidad exclusiva de capital.
Pensar y hacer una clínica de la insurgencia de lo plebeyo y de la producción de nuevas formas de existencia, no es una tarea, ni un objetivo, es un acto creativo. Es una propuesta ética, política y colectiva la de mantenerse escuchando las afectaciones del cuerpo, la de mantenerse en movimiento y liberando nuestras fuerzas vitales, fuerzas plebeyas que desestabilicen cierto orden que ya así no se soporta más, orden y obediencia al cual sometemos nuestras potencias y también nuestra salud.
Hacia un psicoanálisis plebeyo para producir insurrección.
*Por Sofia Guggiari para Lobo Suelto / Ilustración de portada: Nychos.
*Psicoanalista. Actriz. Directora. Escritora.