Somos plurinacionales: la lucha amplificada
El año pasado, en el 33º Encuentro de Trelew, el grito “somos plurinacionales” fue desde el inicio lo que sería la marca histórica del evento que congregó cerca de 70 mil mujeres, lesbianas, trans, travestis y no binaries. Ahora, a días de un nuevo Encuentro en La Plata que promete ser masivo, esa manera de nombrarse, plural y disidente, que abraza a las migrantes, al feminismo negro, al movimiento gordo y al anticolonialismo, debe quedar grabada de cara al futuro. Por qué la lucha colectiva solo es posible con todas y todes adentro.
Por Claudia Korol para Página/12
Desde Feministas de Abya Yala, hemos participado de muchos Encuentros Nacionales de Mujeres. En la última década hemos convocado en el marco de los mismos, a diálogos entre mujeres luchadoras, como Piedad Córdoba -de Colombia-, Berta Cáceres -de Honduras-, Adriana Guzmán -de Bolivia, Miriam Miranda -de Honduras-, Bernarda Pessoa -de Paraguay-, Lolita Chávez -de Guatemala-, y otras hermanas de pueblos originarios, negros, campesinas, piqueteras, villeras, migrantes, trabajadoras, mujeres en revolución, cubanas, venezolanas, kurdas, palestinas. Participaron compañeras tan queridas como Lohana Berkins y Diana Sacayan. Siempre tuvimos presente el desafío para los feminismos populares, de asumir una postura claramente antipatriarcal, antirracista, anticolonial, anticapitalista, cuestionando el biologicismo, que levanta muros absurdos en la lucha feminista.
Somos parte del mundo de experiencias que se reconocen y se quieren “plurinacionales” y diversas, como se expresó en distintos talleres de mujeres originarias, negras, que son parte de los Encuentros, desde el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, desde la Columna de negras, indígenas, racializadas y disidencias, desde la Campaña Somos Plurinacional, desde talleres de travestis y trans. Son distintos espacios que con diferencias entre ellos, coinciden en plantear que en el nombre del Encuentro se reconozca la pluralidad de pueblos, culturas, cuerpos que nos damos cita en las luchas antipatriarcales.
Todo indicaba que ese cambio -no sólo de nombre sino de horizonte- se realizaría en Trelew, pero sectores conservadores del movimiento de mujeres lo vienen impidiendo. Como Feministas de Abya Yala creemos que este cambio tiene que concretarse sin más postergaciones en la apertura del Encuentro, el 12 de octubre, cuando se cumple un año más del acto fundante de las políticas coloniales. Definir el carácter plurinacional de los feminismos cuestiona al colonialismo, como uno de los pilares que sostiene al sistema de dominación patriarcal capitalista, racista, y al régimen heterosexual. Esta propuesta asume que la creación de los Estados Nación es resultado de sucesivos genocidios de los pueblos originarios y negros; y que a pesar del exterminio, los pueblos resistieron y lo siguen haciendo, defendiendo los territorios amenazados por las políticas extractivistas, y en algunas ocasiones migrando.
Las mujeres hemos sido históricamente disciplinadas para que nuestras vidas no cuenten -esto hace posible que los femicidios se extiendan como epidemia-, para que nuestro trabajo no tenga valor –por lo tanto no sea reconocido-, y para que nuestro aporte y participación sea invisible. La alienación de nuestras vidas puede ser transformada en un profundo proceso de descolonización, que abarque a las mujeres del pueblo (no es un tema que compete solo a mujeres originarias y negras), y que cuestione las opresiones que vivimos y las que reproducimos, haga crítica del lugar de las familias, las instituciones, las políticas, e interpele a los movimientos populares y a los feminismos.
Desde Bolsonaro hasta Macri, los neofascismos del siglo 21 se rehacen en clave nacionalista, y sostienen violentamente el régimen heterosexual. Reivindicar el carácter plurinacional de los feminismos, implica combatir el racismo, y acuerpar a las hermanas que hacen defensa territorial, y son duramente criminalizadas por ello. Berta Cáceres y Marielle Franco, así como todas las compañeras judicializadas, desterradas, estarán con nosotras en la cita, exigiendo “Justicia”. Desde nuestro movimiento, hacer justicia exige también recrear a los feminismos, de modo que reconozcan a todas. Que nadie pida permiso, que nadie crea que tiene derecho a abrir o cerrar las puertas del Encuentro.
Hoy, cuando el mundo se conmueve al ver arder los bosques desde el Amazonas hasta las sierras cordobesas, cuando se discute el cambio climático, es necesario reconocer el papel que han tenido los pueblos originarios y negros cuidando los bosques, los ríos, y el ambiente. La destrucción del planeta es uno de los resultados del cóctel de nacionalismos, mal desarrollo, racismo, que se sostienen a través de la violencia. Las políticas conservadoras despliegan políticas extractivistas de destrucción de la naturaleza y de los pueblos, de saqueo de los bienes comunes, de ajustes perversos, de negación de los derechos a la educación, la salud, la tierra, la vivienda, el trabajo. Los sucesivos golpes económicos de las políticas neoliberales se descargan con violencia sobre los cuerpos de las mujeres que “paran la olla” todos los días, y que tienen que realizar magia para garantizar la sobrevivencia y el cuidado de las familias. Necesitamos priorizar el fortalecimiento de las luchas históricas de las mujeres y de las disidencias, por sobre las políticas que fragmentan los procesos de creación feminista y popular. Nombrarnos plurinacionales, significa abrazar también a las mujeres migrantes, y sabernos todas con derecho e identidad en nuestros lugares de existencia, rechazando las políticas antimigrantes de los gobiernos machos y fachos, y la xenofobia interiorizada en la sociedad.
Quienes niegan la posibilidad de esta nueva revolución en los feminismos, nos dicen que estos debates dividirían al Encuentro. No es así. Si algo hemos aprendido las feministas, es a habitar los conflictos, a hacer del ejercicio pedagógico del diálogo un modo de construcción colectiva. Se reivindica como argumento el respeto a la tradición, como si ésta fuera un chaleco de fuerza inmovilizante. Todas las revoluciones intervienen las tradiciones y las renuevan. Lo que no puede suceder, es que se pretenda sostener la unidad, sobre la base de la hegemonía de unos cuerpos sobre otros. El miedo al cambio, es una de las amenazas más grandes que tiene la revolución feminista.
Para quienes ven en el Encuentro una cita pre-electoral, y proponen atenuar nuestras demandas, mediatizar la energía de la marea verde abrazadas al símbolo de las antiderechos, es bueno recordar que los feminismos crecimos cuando desafiamos los límites de lo que se creía posible, construyendo colectivamente espacios como la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, o el grito de Ni Una Menos. Estas apuestas colectivas amplían las fronteras de la lucha antipatriarcal, y fortalecen el lugar de las mujeres y disidencias, en cada uno de los movimientos en los que participamos.
En este octubre, necesitamos anticipar la derrota política del macrividalismo en su territorio, recuperar energías, y para ello no desmovilizarnos, habitar las calles y las plazas, para que quienes lleguen a distintas instancias de gobierno estén exigidos/as de respetar los intereses populares, especialmente de las mujeres, que con crudeza sufrimos la feminización de la pobreza, y de las disidencias que vienen siendo atacadas por las políticas de odio.
El Encuentro somos todas. Nadie nos quitará la alegría de los muchos e intensos abrazos, de reconocernos, de nombrarnos, entre mujeres, disidencias de diversos pueblos, de distintas generaciones, ampliando las fronteras de la lucha antipatriarcal, con inteligencia y pasión. Los feminismos plurinacionales, de mujeres y cuerpos plurales, llegaron para quedarse. Es una revolución en la revolución feminista, y por serlo, no pide permiso.
*Por Claudia Korol para Página/12 / Imagen de portada: MEDIONEGRO.