Pueblo Mampa: un sueño verde
En respuesta al modelo industrial y a la sociedad de consumo, surge la permacultura como una filosofía de planificación del uso de la tierra de manera integral y sustentable. Alrededor del mundo existen diversas comunidades permaculturales que se apoyan en el autoabastecimiento y las energías renovables. Localmente, nos encontramos con un proyecto de Cultura en Transición Pueblo Mampa dónde se prioriza una forma de vida armónica entre las personas y con la naturaleza. Junto con otras iniciativas autogestivas forman la red Abya Ayala en la zona de influencia de la ciudad de Villa María, Córdoba.
Por Vanina Anunziata para Revista Ardea
Pequeños cambios para cambiarlo todo
Al costado de la ruta provincial número 2, en el kilómetro 74 nos encontramos con la Estancia Villa Fiusa. Un recorrido de 30 minutos desde la ciudad de Villa María en la provincia de Córdoba.
El sendero de tierra nos va guiando en medio de hileras de árboles tupidos y campos extensos de producción agroecológica, mientras nos acompaña una sensación de incertidumbre y tranquilidad al mismo tiempo. Más adelante, nos encontramos en un punto donde el camino se bifurca en dos direcciones, hacía el río y hacia Pueblo Mampa. Seguimos el trayecto de destino y nos vamos adentrando en los inicios de un bosque nativo de algarrobos, talas, moradillos y chañares, territorio limitado por el Río Tercero o Ctalamochita el cual abarca 1500 metros de costa. Allí se sitúa la comunidad mampense, una aldea agroecológica que comenzó a gestarse en diciembre del año 2013.
Es un domingo por la tarde, día en que la comunidad recibe visitas de todos aquellos interesados en conocer una nueva forma de vida y de contactarse con las producciones agroecológicas. Ese contacto íntimo con una naturaleza que está presente y que muchas veces olvidamos.
Los rayos de sol intensifican el paisaje teñido de color verde, en sus variadas tonalidades, el cual se mezcla con grupos de personas en diferentes actividades, algunos regando las huertas y el invernadero, removiendo la tierra y otros alrededor de una mesa con mate y guitarra en mano. También se hace presente la producción artesanal, en esta ocasión, una joven sentada frente a un telar trabajando en la combinación de hilos de colores que darán vida a la pieza final. “Aún no sabemos que será, los que desean aportar se acercan y suman sus colores y formas. Es algo de todos”, nos comenta.
Con cierta desorientación por cómo seguir nuestra visita y ante las ansías de vivenciar esta primera experiencia, nos acercamos a otra joven, quién nos da la bienvenida y se ofrece a guiarnos por la aldea. Su nombre es Marianela, de profesión gastronómica egresada de la Universidad Nacional de Córdoba y nacida en Villa María. Con su compañero se integraron a esta comunidad permacultural desde sus orígenes, hace cinco años, hoy tienen dos hijos con quienes comparten esta experiencia de vida comunitaria.
Pueblo Mampa es un proyecto comunitario, colectivo y autogestionado, donde el objetivo principal es investigar, instruir y desarrollar la Permacultura y la Agroecología. Es un proyecto de Cultura en Transición hacia la autosustentabilidad, alimentaria y energética. “Transitamos una nueva cultura buscando la transformación que pueda integrar a todos de una forma aceptable y en sintonía con el orden natural del universo. En la aldea se prioriza vivir en armonía entre las personas y con la naturaleza, por eso abogamos por un alimento sano, natural y que no perjudique al medio ambiente.
«Reconstruir las prácticas culturales más esenciales y rescatar los valores ancestrales, muchos de los cuales hoy se han perdido en las sociedades actuales. El amor, el respeto, la responsabilidad, la ayuda mutua, la construcción con otros”, expresa Marianela a medida que seguimos el recorrido entre, árboles nativos, frutales, hortalizas y cerámicas.
Este escenario, nos centramos en el significado de la permacultura. Una expresión que originalmente se refería a la “agricultura permanente” inspirada en la filosofía de la “Agricultura Natural de Masenabu Fukuoka, quien coloca al agricultor como un “colaborador” de la naturaleza en su tarea de producir alimentos. Luego, se amplia para significar también “cultura permanente” debido a que los aspectos sociales son parte integral de un sistema sostenible. Nos referimos así, a un sistema de diseño fundado en éticas y principios que se pueden establecer, diseñar, coordinar y mejorar esfuerzos individuales y colectivos que trabajan para un futuro sostenible. La permacultura implica una filosofía de planificación del uso de la tierra y no está limitada a un método específico de producción, su implementación requiere flexibilidad y una apropiada secuencia para que puedan realizarse cambios en la medida que la observación y la experiencia lo requieran.
Entre sus principios podemos mencionar la armonía, flexibilidad, asociación, fraternidad, diversidad, eficiencia desde un máximo de rendimientos con mínimos recursos. “Implica un cambio de vivir y sentir tanto hacia afuera como hacia adentro, en contacto con la naturaleza y con nuestra propia alma”, comparte Marianela. Un cambio de percepción que integra dimensiones ambientales, económicas-productivas y socioculturales.
En la aldea se prioriza vivir en armonía entre las personas y con la naturaleza. Transitamos una nueva cultura buscando la transformación que pueda integrar a todos de una forma aceptable y en sintonía con el orden natural del universo.
Es muy difícil estimar la cantidad de practicantes de la permacultura en Argentina, ya que esta categoría puede incluir desde chacras pequeñas o grandes campos y es receptiva a técnicas de producción localmente adaptadas. Con la incidencia de las redes sociales se han generado diversos grupos de permacultores que organizan sus propias redes de intercambio y sus propios encuentros. Es un movimiento en constante crecimiento y de notable diversidad y versatilidad en todo el mundo.
A medida que seguimos nuestro recorrido divisamos una serie de viviendas de adobe “casa pozo” construidas con materiales naturales y otros reutilizados a partir de su descarte. En otro sector también aparecen construcciones incipientes de yurta, una vivienda móvil, circular de un entramado de madera flexible y cubierto de fieltro. También hay un espacio de juegos para niños, un horno de barro, baños secos, un molino de agua y un tanque australiano. Hacia el centro del lugar, se encuentra la casa comunitaria, una construcción amplia con grandes ventanales y diversos detalles artesanales. La misma posee una cocina, una pequeña biblioteca y un espacio para los instrumentos musicales.
“Actualmente en la aldea vivimos 16 familias que trabajamos la tierra, en base a la experimentación, adaptación y utilización de conocimientos ecológicos. Hemos podido crear un espacio de educación para nuestros hijos en la naturaleza. Podemos alimentarnos de nuestra propia huerta sin tener que trabajar para buscar otros alimentos que no son de buena calidad. Nuestra economía nos da para todo lo que necesitamos y nos satisface”, nos relata Marianela con su hija que se acerca tímidamente a pedir sus brazos.
En la aldea, se cultivan alimentos agroecológicos para autoconsumo provenientes de las huertas. Además, elaboran productos como mermeladas, miel, panes y budines, harinas, conservas dulces y naturales, infusiones e hierbas medicinales. Poseen 16 hectáreas de cultivos extensivos agroecológicos de trigo, arveja, avena, cilantro según la estación, los cuales son destinados también para la venta o para el intercambio de alimentos con otras comunidades. El cultivo de girgolas con técnicas propias es uno de las experiencias que están desarrollando actualmente los mamperos e implica un nuevo aprendizaje para la comunidad.
Un aspecto fundamental del proyecto Mampa, es la regeneración de las tierras a través de cultivos de cobertura, biofertilizantes, bombardeo de semillas, preparados biodinámicos, entre otros. Marianela resalta que la calidad del suelo ha cambiado mucho y gracias a ese trabajo han podido lograr varios ciclos sucesivos de cultivos. Un aspecto importante también lo constituye la preservación de las 50 hectáreas de monte nativo. Esto es a través de distintos métodos tales como inserción de especies nativas de piquillín, tusca y aromito y el control de las plantas exóticas, principalmente de moras y siempre verde que compiten con el renoval. “Calidad de vida, buenas prácticas, buenos vínculos”. Hacia el final del recorrido educativo y vivencial, nos topamos con una pequeña feria donde comercializan sus variados productos. En esta ocasión nos ofrecen infusiones, hierbas medicinales, semillas, plantines y miel recién envasada.
La comercialización de los productos se realiza por medio de ferias, propias y las que organizan desde otras entidades tanto en la ciudad como en la región, y bolsones de productos agroecológicos que distribuyen a los distintos públicos interesados.
Comunidad de puertas abiertas
Pueblo Mampa promueve el intercambio de conocimientos, técnicas y experiencias sustentables de producción y arraigo comunitario a través de encuentros, charlas, talleres y cursos destinados a niños, jóvenes y adultos. “Aprovechamos la oportunidad de educar haciendo y contribuir comprometidamente en la construcción de una Soberanía Alimentaria”, palabras destacadas en la presentación del proyecto permacultural.
En la aldea se reciben constantemente colaboradores y voluntarios de forma acordada respetando la filosofía de vida del lugar. En este marco, mantienen vínculos constantes con la cátedra libre de soberanía alimentaria de la Universidad Nacional de Villa María.
Con el propósito de fortalecer la conciencia ecológica, se realizan actividades como caminatas por senderos de interpretación dentro del monte nativo, talleres de reconocimiento y puesta en valor de los recursos autóctonos y jornadas de reforestación. “Cuándo te haces amigo del momento presente, te sientes como en casa donde quieras que estés”, señala uno de los carteles de la aldea.
Red de redes
Como parte de un proyecto colectivo y vincular, Pueblo Mampa es uno de los diez nodos que integra la Red de Productores Agroecológicos de Villa María Abya Yala, creada en el año 2017. Su accionar principal es promover una comercialización conjunta, lo cual implica participar de ferias y realizar compras comunitarias a gran escala, complementar cultivos y compartir calendarios de siembra para obtener la mayor variedad posible e intercambiar conocimientos y métodos. La adquisición y uso común de medios de producción, transporte y acopio y el desarrollo de un banco de semillas también forman parte de la agenda.
Al mismo tiempo, la comunidad mampera mantiene contacto con otros proyectos agroecólogicos y de permacultura de la provincia, como por ejemplo el Jardín de los Presentes en Capilla del Monte y Amatreya en Alta Gracia, con quienes intercambian visitas para cosechas comunitarias y comparten técnicas y experiencias.
* Por Vanina Anunziata para Revista Ardea