Una mañana en el bar Homero Manzi Brailovsky dice: “Fue durante la dictadura que las cuestiones sociales estaban prohibidas, pero los temas ambientales eran demasiado nuevos como para que se les ocurriera prohibirlos, Entonces había un borde en el cual uno podía actuar, con alguna precaución, pero podía actuar, je”.
Desde ese entonces, lleva una lucha sin pausa por el medio ambiente: escribió libros sobre el tema (Memoria verde, Historia ecológica de la Ciudad de Buenos Aires, entre otros), investigó y redactó los textos básicos para el capítulo ambiental de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires. Ejerció la docencia y hoy conduce el Programa de Política Ambiental de la Defensoría del Pueblo porteña.
Atento a lo que va pasando, Brailovsky sube a su muro de Facebook noticias que solemos no enterarnos, de medios que solemos no leer. Recorrer su espacio en la red social es, sin embargo, una buena posibilidad para unir ejes que suelen presentarnos sin puntos de contacto entre sí, como el ambiente, las sociedades y la economía.
—¿La dicotomía de economía versus ecologismo es algo que sigue existiendo?
—En casi todo el mundo no. Se usa como pretexto en la Argentina para permitir cosas que no deberían permitirse, como el uso masivo del glifosato, el fracking o la gran minería con cianuro, pero en el resto del mundo simplemente se compatibiliza el ambiente con los aspectos económicos.
—¿Entonces puede hablarse de un desarrollo que no afecte el ambiente?
—O que lo afecte lo menos posible, bastante menos de lo que lo está haciendo ahora.
—Dentro de un sistema capitalista.
—Lo que pasa es que hace falta un capitalismo con intervención estatal fuerte, no un capitalismo de puro mercado. Si uno espera que el puro mercado arregle los problemas el resultado es que los empeora. Simplemente porque es más rentable envenenar a la gente que protegerla.
—Desde mediados de los setenta en adelante el neoliberalismo ha sido la forma del capitalismo predominante.
—Con altibajos en distintos países. Digamos que ha habido cada vez más controles estatales en algunos países europeos y hay políticas ambientales más serias en la mayor parte de los países latinoamericanos que en la Argentina.
—¿Si?
—Con mi mujer estuvimos en enero de 2015 en Perú. En ese momento había un anuncio de que a mediados de año iba a haber un fenómeno Niño importante. Todos los días vimos en los medios de comunicación la discusión de cómo se preparaba el país para el fenómeno. Qué presupuesto se le asignaba, si era correcto, si era incorrecto, qué obras se iban a hacer, qué estrategias de prevención, qué zonas ya se sabía que había que evacuar, qué se iba a inundar, dónde podía haber aludes, qué municipios recibían un refuerzo presupuestario para hacer esas obras, cómo se entrenaba a la población, si les daban más plata a los que eran oficialistas que a los opositores, si se habían hecho los estudios correctos. El país debatió meses el fenómeno Niño. Cuando el Niño llegó a la Argentina, una línea al final de una nota periodística decía “los científicos ya habían avisado que se venía”. Esta es la diferencia, en Perú una sociedad preparada. Aquí los informes científicos no se usaron. Y no estoy comparando con Noruega, estoy comparando con Perú.
—Tal vez esperaba que me dijera que en Latinoamérica se tiende a caracterizar a esta región como víctima de capitales extranjeros que vienen a depredar el ambiente.
—Por supuesto, pero hay más políticas públicas que en Argentina. México prohíbe los transgénicos, en México no hay maíz transgénico. Cero. Y eso con el anterior gobierno, de Peña Nieto, que era neoliberal. En Colombia hay centenares de poblaciones movilizadas para que no se use el glifosato para erradicar los cultivos de la droga. El gobierno de Iván Duque quiere fumigar con glifosato, hay centenares de poblaciones rurales que dicen no. Y estamos hablando no de rentabilidad empresaria sino de un problema que para Colombia es de vida o muerte: cómo se combate el narcotráfico. Y aun así hay un rechazo social al uso de glifosato. Entonces hay mucha diferencia. Por supuesto, hay infinitos problemas, por algo en Colombia, en México y en Brasil asesinan a los líderes sociales.
—En Argentina tenemos una ley de bosques, de glaciares y se crean reservas naturales.
—Hay montones de leyes que no se cumplen. Es decir, la ley de bosques ha servido para encubrir políticas de deforestación, mientras los ecologistas se quedaban tranquilos con que había ley de bosques. Cuando se aprobó la ley de bosques se aprobó una ley a la cual nadie le dio importancia, que fue la ley de quema de pastizales. Ahora, una vez que algo se quemó -y no algo que estuviera al lado de la ruta, sino en la montaña- ¿seguro que era pastizal? ¿O era bosque nativo?
«Hace falta un capitalismo con intervención estatal fuerte, no un capitalismo de puro mercado. Si uno espera que el puro mercado arregle los problemas el resultado es que los empeora. Simplemente porque es más rentable envenenar a la gente que protegerla»
—En teoría tendría que estar delimitado por un mapa.
—Por supuesto, pero los mapas se arreglan, en las provincias del norte lo habitual es que las tierras de las comunidades indígenas se las den a las mineras. ¿Por qué? Porque las comunidades indígenas no tienen los papeles en regla, porque las tierras vienen desde hace mil años, entonces alguien anota la tierra a nombre de las mineras y un día echan a los indios. Esto en Salta, Catamarca, Tucuman, Jujuy. En el caso del Riachuelo no se ha hecho nada, nada es cero, la calidad del agua es la misma que el día que la Corte Suprema sentenció que hay que limpiarlo, hace 12 años.
—Algo que hicieron fue sacar los barcos que estaban hundidos.
—Sacaron barcos y parquizaron la costa. La calidad del agua es exactamente la misma. Peor, hay un proyecto de Acumar y de Aysa de enviar las cloacas en crudo al Río de la Plata. Con el cambio climático, el nivel del mar sube y las cloacas proyectadas para ir al mar van a volver. Simplemente porque el nivel del mar sube. Están empeorando la cuestión cambiando la contaminación de lugar para que no se vea. La gran obra del gobierno actual. Pero puede afectar severamente las tomas de agua, que ya están en estado crítico.
—¿Por qué en estado crítico?
—Porque tenemos una sola toma de agua en aeroparque para seis millones de personas, y tenemos las descargas industriales y las cloacas que desembocan, que van al río Reconquista, de ahí desembocan al río Luján y vienen justamente al Río de la Plata a las tomas de agua. Aclaremos, en caso de contaminación severa no hay plan B, o sea si falla algo en esa toma de agua no hay otra, y lo único que puede depurar son bacterias. O sea, no depura residuos industriales que es lo que están tirando. El resultado es que tenemos agua con residuos industriales, plaguicidas, etcétera. Se supone que en niveles bajos, niveles admisibles, con las comillas que quieras. Pero como no hay estudios públicos confiables, nadie sabe si todos los días tenemos niveles bajos o si algún día nos pasamos de esos niveles.
«La ley de bosques ha servido para encubrir políticas de deforestación, mientras los ecologistas se quedaban tranquilos con que había ley de bosques»
—Es un promedio.
—Es un promedio, y además las cifras no se publican, y el régimen de corrientes y mareas del Río de la Plata hace que a veces la sudestada te detenga los contaminantes: cuando tenés viento norte se van, porque empujan el agua del río. Cuando tenés viento contrario los contaminantes se quedan. Todos los días tiene que salir agua de la canilla y mandan el agua de la calidad que sea.
—Recién mencionaba que los ecologistas se quedan tranquilos cuando se sanciona una ley. Sobre eso, ¿hay un movimiento ecologista inocente o ingenuo?
—Cuando se aprueba una ley la gente cree que se aprueba para cumplirla, hay leyes que se aprueban para sacarse la foto. En el caso de la ley de bosques hubo muchas críticas a la forma en que se delimitaron las áreas y además está esa carta en la manga de la ley de pastizales. En el caso de la ley de glaciares, en los sitios que hay explotación minera la ley se suspendió porque las empresas plantearon que era inconstitucional. Los jueces provinciales, especialmente en San Juan, donde hay más explotación minera de glaciares, dijeron “suspendemos la aplicación de la ley, que la Corte Suprema lo resuelva”. La Corte Suprema acaba de sentenciar que es constitucional. Pero mientras tanto se siguió haciendo minería sobre glaciares. El Presidente de la Nación prometió impulsar el cambio de la ley para que se pudiera seguir operando sobre glaciares y si bien la Corte Suprema declara que es constitucional, de allí a que desalojen las mineras que están en glaciares hay una distancia importante, porque es competencia de las provincias. Al fin y al cabo, ¿quién paga las campañas electorales en todas partes? Las grandes empresas. Las de A y las de B, de los dos lados de la grieta.
—En la presentación de su candidatura en el Senado, Pichetto habló de la minería, la energía atómica y del petróleo como pilares de nuestra economía.
—Como pilares de la campaña electoral. Alguien se la tiene que financiar. Ahora, una central atómica produce energía durante una generación, 30 años se puede estirar la vida útil, 50 años. Después se la cierra y hay que hacer una gestión de los residuos radiactivos. El proyecto de gestión de residuos radiactivos de Finlandia, que es el único país que se planteó hasta ahora una gestión de largo plazo, tiene un horizonte de un millón de años. Ellos consideran que es el margen de seguridad y se plantean instalaciones que resistan tiempos geológicos, un basurero nuclear que se pueda mantener aislado de la biosfera. ¿Cuál es la lógica económica, ni siquiera ambiental? ¿Cuál es la lógica económica de que algo te de beneficios durante una generación y te genere problemas que hay que atender durante un millón de años? No cierra, carece de sentido económico para el país.
Para el contratismo es una gran negocio, por supuesto, porque como siempre hay márgenes de secreto, con el asunto de la tecnología, que la va a copiar la competencia,.. Nunca se analizan los costos, entonces es un gran negocio, con un riesgo formidable y una sociedad que carga con un problema por un millón de años. ¿Y el fracking? Acaba de quebrar una de las grandes empresas de fracking en Estados Unidos porque no la subsidiaban. El fracking las empresas lo hacen a pérdida. En Argentina subsidian a las empresas. Primero el gobierno anterior y ahora el actual. Entonces se da esa paradoja de nos quitan el subsidio a la energía pero se lo dan a las empresas para que extraigan petróleo y gas. ¿Cual es la lógica de subsidiar una actividad que es escandalosamente cara, que no puede trabajar sin subsidios porque va a pérdida y que está consumiendo agua en zonas desérticas?
—Entiendo que es un negocio para un sector muy reducido, solo en ese sentido se encuentra la lógica.
—Por supuesto. Con este problema uno dice que afectan el subsuelo. Efectivamente afectan el subsuelo, porque bombean millones de metros cúbicos de agua a presión para romper las rocas, etcétera, pero cualquier cosa que afecte el agua, que la contamine o que la sobre utilice en la montaña, nos deja sin agua abajo. En ese viaje que comentaba que fui a Perú volvimos por Chile. Llega el cruce de la cordillera y yo con mi cámara me asomo por la ventanilla del avión a fotografiar las nieves eternas y lo que veo es marrón, marrón, marrón y los oasis de riego. No vi nieves eternas, no hay más. Estoy hablando de la cordillera argentina. El agua de los ríos, de Mendoza, San Juan, etcétera, viene de ahí, de esas nieves. Está nevando poquísimo en la cordillera, entonces ese agua hay que usarla para los viñedos y para las ciudades, no se puede gastar agua en la minería o el petróleo quitando a la gente. Lo que da trabajo en Cuyo es la agricultura, no la minería.
«En el caso del Riachuelo no se ha hecho nada, nada es cero, la calidad del agua es la misma que el día que la Corte Suprema sentenció que hay que limpiarlo, hace 12 años»
—Ante toda esta enumeración de realidades desfavorables, ¿su mirada sobre el futuro es pesimista u optimista a pesar de todo?
—Yo creo que es un pesimismo activo, es decir, la situación puede empeorar tanto pero tanto que estamos dependiendo de acciones ciudadanas fuertes para que no empeore demasiado. Porque los riesgos son realmente altos. En Buenos Aires el riesgo de que el agua de la canilla ya no sea potable es muy alto. Los riesgos de enfermedades por plaguicidas son muy altos. Tenemos glifosato en el cuerpo por lo que estamos comiendo, Obviamente que son cancerígenos, entonces no es algo que uno diga que afecta al campo y ya está. Estamos comiendo y bebiendo plaguicidas cancerígenos. Esto requiere volver a discutir el modelo de producción de alimentos. Son problemas de gran escala.
—¿La llamada soberanía alimentaria le parece un modelo que puede llegar a dar sus frutos?
—Todo lo que sea bajar la toxicidad de lo que estamos comiendo va bien. Después vamos probando. Por lo menos, bajar la toxicidad, claramente, esto es imperativo. No puede ser que cada vez que vamos al baño estemos expulsando orina con glifosato y varios plaguicidas más. No es algo que debamos tener en el cuerpo. A partir de eso, ¿qué hacemos para no tener plaguicidas en el cuerpo? Si el tema es cuál es la cotización de la soja y todas estas cosas, ¿cómo entran los seres humanos en esta variable, además de las cotizaciones?
—El problema es que no entran.
—No entran, pero para eso se inventaron los movimientos sociales.
—¿Ve en nuestro país una sociedad cercana y consciente de estos temas o más bien alejada y más preocupada por otras cosas?
—Yo veo una enorme distancia entre la clase política y la gente común, que está mucho más preocupada que la clase política. La gente en general está desinformada. La clase política está informada y no quiere que la gente se informe. Cuando el Presidente de la Nación dice que dejar de fumigar las escuelas es una pena porque se pierde mucho dinero sabe perfectamente qué es lo que significa fumigar escuelas. La gente común todavía confía demasiado en los medios masivos de comunicación, que estos temas los ocultan. Otra vez vuelvo al tema América Latina. Un trabajo que hicimos en la UBA con los alumnos fue que tomaran un medio de comunicación argentino y uno de otro país, generalmente España, Portugal o de América Latina y compararan medios de comunicación de ideologías parecidas -es decir un medio conservador con uno conservador, uno progresista con uno progresista, etcétera- y que contaran las noticias ambientales en un mes. La diferencia podía ser de diez a uno. Con España, con Colombia, con Brasil, con México, con Perú, con Chile. Entonces hay una prioridad de los medios de información de no hablar del tema, que se traduce en que la sociedad no se entera de los debates, de los problemas, sabe vagamente que existen, pero no se entera de la magnitud de los problemas.
—¿Está bien que esperemos que estos temas sean incluidos por los partidos tradicionales en sus agendas o estamos esperando en vano?
—Yo creo que no hay que esperar, hay que reclamar. Alguna vez en algunas ONG lo que hicimos fue organizar debates con candidatos, y en algunos colegios escuelas de distintos puntos del interior se hacen. Es decir, “¿vos querés mi voto?”, “¿Qué van a hacer con el medio ambiente?“, ¿Cuál es tu propuesta, la tuya y la tuya?”. Algunos amigos en el oeste bonaerense están haciendo encuentros con candidatos a concejales, y plantean sobre las fumigaciones, los plaguicidas. ¿Cómo hacés los controles de agua? ¿El hospital municipal tiene forma de controlar pacientes con arsenicismo, con problemas de intoxicación por plaguicidas? En el oeste bonaerense el agua de red no es potable, tiene arsénico. No tenés ningún hospital municipal que haga análisis de arsenicismo. Todo el mundo tiene arsénico en el cuerpo. Entonces de eso no se habla. Hospitales públicos que hagan análisis de intoxicación por plaguicidas tenés poquísimos en el país y es el país que hecha más kilos de plaguicidas por habitante. Reclamar localmente, exigirle a los candidatos definiciones creo que es el rol de los ciudadanos preocupados. Yo creo que estamos sub utilizando la democracia, que te da estas posibilidades. En dictadura intentabas hacer esto y te mataban. Bueno, ¿en democracia qué estamos esperando?
—En Europa surgen los verdes como una fuerza nueva. ¿Algo así debería pasar acá?
—No, yo creo que tienen que incorporarse los temas ambientales en todos los partidos. En Europa los verdes lograron que los demás tomaran los temas ambientales. Creo que es lo que hay que hacer. Después, si hay un partido verde o no, no importa. El tema verde tiene que estar en todos lados, cada uno con su ideología. Después los liberales dirán que lo resuelva el mercado, o los populares dirán que hace falta más intervención estatal, pero tiene que estar en los debates, y no está. El rol ciudadano es meterlo en los debates.
—Daría la impresión de que la coyuntura no favorece que esos temas se incluyan, por ejemplo, con Bolsonaro en Brasil.
—Pero nunca lo favoreció. El tema ambiental en la Argentina lo introduce Juan Perón, en 1972. Perón escribe un manifiesto ecologista titulado “Mensaje ambiental a los pueblos y gobiernos del mundo”, donde plantea una plataforma política ecologista. ¿Cómo lo recibieron en Argentina en 1972-73? Los antiperonistas dijeron que era la prueba de que Perón estaba senil, por darle importancia a un tema irrelevante. Los peronistas lo escondieron porque les creyeron a los antiperonistas de que el tema no tenía ninguna importancia y nadie sabía por qué el viejo había tratado el tema ambiental (se ríe Brailovsky). Entonces peronistas y anti se pusieron de acuerdo en enterrar el tema ambiental mientras el líder del peronismo gritaba “ocúpense de esto”. No le dieron pelota. Ni los suyos ni los del otro lado.
—Parece haber una barrera muy difícil de traspasar.
—Si fuera un tema fácil nos dedicaríamos a otra cosa. Justamente uno tiene que ocuparse de los temas difíciles.
*Por Nicolás de la Barrera para Almagro Revista. Fotos: Flor Cosin.