Chiquitanía: El otro infierno
Los incendios desatados en la Amazonía también se expanden por la Chiquitanía, del lado boliviano, en una situación que parece no tener fin.
“¿Aló?” Julio César Salinas atiende el teléfono a la hora pactada.
De fondo se escuchan camionetas, sonidos de handies para comunicarse y voces de mando que se escurren bajo el sonido de sirenas. El hombre que atiende el teléfono está en Tucabaca, un área protegida emblemática para Bolivia.
Tucabaca es una de las áreas protegidas más importantes de Bolivia, contenida en la ecorregión de la Chiquitanía, territorio singular que contiene cerca de 240 especies vegetales que no se encuentran en ningún otro lugar del planeta.
Allí es donde comenzaron a desatarse incendios forestales de forma descontrolada hace 45 días. Julio César Salinas es director técnico de la Fundación para la Conservación del Bosque Chiquitano (FCBC), y trabaja desde hace 20 años desarrollando tareas en la región de la gran Chiquitanía, del bosque seco chiquitano y de los ecosistemas asociados. “Ayer nos reunimos con especialistas de manejo del fuego -indica Salinas a Sala de Prensa Ambiental– y los territorios afectados por los incendios ya superan las 800.000 hectáreas”.
“Pese a que se ha hecho control de los incendios, con los cambios de viento en la última semana la situación ha empeorado por una tremenda sequía -como muy pocas veces se ha visto-, sumado a que ahora hay nuevos asentamientos en la región que tienen incorporada la práctica de tumba, roza, y quema que descontrolan los fuegos”, explica Salinas, quien mantiene contacto telefónico desde el municipio de Roboré, una pequeña ciudad ubicada sobre la carretera bioceánica que va hacia Brasil, a 300 kilómetros de la frontera con Corumbá, en la región de Mato Grosso Do Sul.
Salinas traza un panorama desolador de lo que está ocurriendo en esta región del departamento Santa Cruz, ubicada en la zona transicional entre el Gran Chaco Sudamericano y la Amazonía: “Los reportes provisorios hablan de 850.000 hectáreas quemadas en la región de la Gran Chiquitanía”. El director de FCBC explica que “esta es una zona de bosque seco tropical -como lo es el Gran Chaco Sudamericano-, pero tiene una característica muy particular por la confluencia de especies animales y vegetales de distintos ecosistemas: la Amazonía al norte, el Gran Chaco Sudamericano al sur, el Pantanal al este y hacia el oeste las llanuras de Santa Cruz de la Sierra, preludio de lo que es la cordillera andina”, señala el conservacionista boliviano. Y agrega que “esas son las características de esta región donde el fuego se ha desbordado”.
Respecto del accionar gubernamental ante la emergencia, Salinas refiere que “para muchos de nosotros se activaron algunos mecanismos tardíamente a escala municipal, departamental y nacional. En esta región se ha conformado un gabinete de emergencia ambiental que trata de articular acciones, pero mientras tanto se sigue produciendo un severo daño ecosistémico, afectando funciones ambientales y a la particular biodiversidad de esta región”.
Salinas indica que “en este momento hay 16 personas efectivas cubriendo las 262.000 hectáreas que abarca el área natural protegida. En diferentes zonas se está tratando de controlar que el fuego no avance hacia las fuentes de agua de la población, y que los incendios no lleguen hasta una serranía de pasturas naturales de una forma descontrolada. La intención es impedirlo”, señala el director de la FCBC.
—¿Podría describir lo que ha visto durante estas semanas en la zona?
—Qué te digo… Se empañan los ojos de tristeza porque venimos trabajando por años con todo esto, comprometidos con la conservación y gestión de esta zona con un bosque tan maravilloso que ahora lo ves reducido a cenizas. Por donde vayas ves cenizas, hay lugares en los que siguen ardiendo en brazas algunos troncos que todavía no se apagan del todo. He visto también animales chamuscados y sobre las poblaciones se advierte el humo muy bajo y denso; gente con los ojos irritados, las gargantas carraspeadas de tanta humareda y también -quizás sea lo más importante-, ves un gran interrogante de qué es lo que viene de aquí en adelante, porque esto es apenas el principio de algo más severo.
—¿Tiene precedentes la magnitud de estos incendios en la Chiquitanía?
—No, definitivamente no. Hubo uno importante en el 2013, pero esto que estamos viviendo lo está superando largamente. Ahora mismo, seguimos recibiendo reportes de otras áreas incendiadas hacia el norte mientras hablamos. Todo se está saliendo de control.
—¿Qué puede detener esta situación?
—Una lluvia, aunque no hay pronósticos de precipitaciones en lo inmediato.
—¿La situación está fuera de control?
—Está habiendo coordinación, logística y acción aérea para intentar controlarlo. Desde el gobierno nacional anunciaron la llegada de un avión super tanker 747 para dar apoyo, pero hay que ver cómo puede operar esta nave en una topografía que no es homogénea. Se está tratando de atacar puntos estratégicos para el control del fuego bajo mecanismos que se vienen practicando desde hace años: líneas negras y contrafuegos, pero no podemos decir que lo estemos logrando.
—¿Los incendios han afectado a comunidades indígenas?
—Por ahora, están afectadas por lo menos tres comunidades y hay otras amenazadas que están combatiendo el fuego. Algunas casas se han perdido, la salud de gran parte de los lugareños dañada y eso sí: mucha tensión en la población. Los grupos indígenas eran mayoría en la región, pero dejaron de serlo porque, en la actualidad, hay muchas comunidades interculturales y esa es una de las causas posibles de estos incendios: las prácticas de tumba, roce y quema.
Tumba, roce y quema
El técnico de la FCBC señala que “hay comunidades que están siendo dotadas de tierras en áreas de bosques. El Estado boliviano les está otorgando tierras para producir. Entonces, lo que vienen haciendo es cortar el monte y tumbarlo; muchos de ellos ni siquiera conocen qué tipo de madera ni qué utilidad tienen esas especies que han talado. Algunas veces, lo hacen de modo manual y otras con maquinaria”, explica el especialista. Y agrega que “cuando los árboles caen, los amontonan dejándolos secar para luego prenderles fuego, dejando la tierra habilitada para la siembra. Estas nuevas comunidades que se están asentando son netamente agropecuarias, porque esa es la tradición y cultura de donde vienen: están cambiando la cobertura forestal por áreas de producción. Éste es un factor importante que explica algunos focos de incendios”.
Para el director de la FCBC, las condiciones de un clima extremadamente seco combinado con altas temperaturas, fuerte viento desde el sur y nuevas autorizaciones de quema han sido determinantes: “Antes, por ejemplo, las comunidades tenían derecho de hacer quemas de hasta cinco hectáreas por familia sin solicitar permiso del Estado, pero ahora el margen se ha ampliado hasta 20 hectáreas en las que pueden hacer desmonte y quema sin autorización; esos son factores riesgosos que se van sumando”.
Leonardo Grampa Borges Barros es brasileño, especialista en el uso de plantas comestibles de aquel país azotado por los infames incendios forestales que han convertido a la Amazonía en un cuadro de espanto y desolación. Al respecto, Borges Barros señala que “hay un incentivo del gobierno brasileño para que ese tipo de situaciones sucedan porque, desde la campaña electoral, Bolsonaro viene diciendo que las regiones que preservan la selva amazónica son un atraso para el crecimiento de Brasil.
“Miles de focos de incendio se desataron en una jornada llamada ‘Día del Fuego’, el 10 de agosto pasado, en un acuerdo entre los ‘pecuaristas’ disconformes porque en Brasil son obligados a mantener el 50 por ciento de sus terrenos con forestación nativa. Provocaron grandes quemas para mostrar al gobierno que están listos para seguir las políticas de Bolsonaro”, asegura el especialista brasileño.
—¿Para los brasileños que representa la Amazonía?
—Para muchos, esta región representa algo muy lejano y poco conocido. Nosotros comprendemos la importancia que tiene, pero existe una lejanía que provoca un bajo sentimiento de pertenencia, entonces muchas veces no sabemos lo que sucede allá; como los casos de masacres de pueblos originarios: sabemos que existen, pero como estamos tan lejos no es tan fuerte en nuestra conciencia. Cuando suceden situaciones como las actuales, la población se moviliza pero no es algo habitual. Me parece que otros países del mundo están mucho más preocupados por la conservación de la Amazonía que muchos brasileños.
—¿Por qué está ardiendo la Amazonía?
—Lo que hacen los ganaderos es talar la selva, sacar la madera y venderla ilegalmente. Luego, instalan algunas cabezas de ganado, pero no con la idea de producir sus animales, sino que los usan como excusa para instalarse con la hacienda para poder quedarse con esas tierras; contratan un escribano que valida la posesión y lo que finalmente hacen es vender esos territorios a grandes empresas. La explotación forestal es muy fuerte y la extracción de minerales también es importante por la contaminación de los ríos que van muriendo. Es una sumatoria de causas que determinan una situación muy compleja y los ganaderos desmontan porque les interesa el negocio de la tierra, no la producción de ganado.
*Por Sala de Prensa Ambiental