No entiendo, no puedo entender, no quiero entender
Hace ya algún tiempo que me da vueltas en la cabeza algo que no entiendo, pero no sólo no lo entiendo, me di cuenta de que no puedo entenderlo y que tampoco quiero entenderlo. El deseo sexual es perverso, pero ¿cómo se construye un deseo sexual así? ¿Por qué no logramos desactivarlo? Con una sociedad machista que, como el pediatra, se excita con cuerpos de niñes puestos en condiciones de inferioridad, que se excita con el abuso. Poco hay contra la búsqueda de estos crímenes. Son crímenes, no porque seamos moralistas, sino porque son niñes con derechos, personas con libertad y autonomía propia. No creo que tengamos que encontrarle una explicación lógica (si la hubiera). Creo que no la hay.
Por Redacción La tinta
En febrero del 2017, me di cuenta de que estaba embarazada. Por suerte, pude pensar si quería o no continuar con el embarazo, si maternar era mi deseo. Decidí que sí. El primer nombre que se me ocurrió era de “nena” o en femenino. La sentía niña, la deseaba niña. Y siendo yo feminista, parir una niña me entusiasmaba y me generaba menos contradicciones que parir un niño y acompañar su crecimiento, evitando que se convierta en un varoncito o un “machito”.
Pero, de repente, la idea de que fuera niña me llenó de angustia. Si lo era, iba a estar expuesta a todas las formas de violencias que el patriarcado ejerce sobre nosotras. Si era niña, su cuerpo y su subjetividad serían potenciales territorios en amenaza. Yo que vengo peleando en mi cuerpo y en mi subjetividad contra el machismo, yo que tengo que pelear cotidianamente contra las marcas de un cuerpo de niña abusada de un mundo adulto que no me protegió, ¿cómo haría para cuidar a mi hija, pero, a la vez, no cargarla de tanto miedo y dolor?
En el momento de la ecografía que iba a revelar su sexo biológico, en mi interior, se jugaba el deseo, la ilusión y aparecían los miedos y los fantasmas.
Es niña
Me invadió la angustia y rompí en llanto.
¡Es niña!
Pobrecita, ¡va a estar expuesta a tanto odio! ¡Pobrecita! ¿Cómo hago? ¿Cómo le evito tanto dolor, cómo la cuido sin anularla?
Después, la felicidad. ¡Es niña! Qué suerte que nace en este tiempo en donde las feministas estamos haciendo tanto, gracias a las otras, a las que estuvieron antes y para ellas, para las que vienen.
¡Es niña! ¡Qué suerte tiene un ejército de tías para cuidarla!
¡Es niña! Pero tiene un universo de tíos que se vuelven amenaza. Tiene abuelos que se vuelven amenaza. Tiene un padre que se vuelve amenaza. Y tiene potenciales padrastros que se vuelven amenaza. Porque, claro, yo soy hetero y no creo en los cuentos de hadas, en el “se casaron y vivieron felices para siempre”.
Desde que nació, todos se vuelven sospechosos, a todos los miro con desconfianza cuando la alzan o le juegan, pero claro que una desconfianza no explícita, porque, en este universo patriarcal, hay que tratar de manejar el límite.
Leí un artículo que daba algunos datos: una de cada 5 niñas va a sufrir o sufre abuso sexual, y, en la mayoría de los casos, es en los ámbitos intrafamiliares, por su padre o padrastro, y le va a pasar lo mismo a uno de cada 13 niños. ¡Y he aquí mi indignación!
Esto es lo que no entiendo, o no puedo o no quiero. ¿Cómo puede ser? ¿Cómo se les ocurre? Pero no sólo cómo se les ocurre, sino ¡qué clase de perversidad, de morbo, qué clase de algo! ¿Cómo esos cuerpitos tan indefensos, tan chiquitos, tan simples pueden ser territorio de deseo? ¿Qué es lo que opera ahí? ¿Es el mandato patriarcal, de poseer ese cuerpo antes que nadie y antes que ellas mismas? ¿Es la impotencia de no tener ellos cuerpos gestantes? ¿Es el odio hacia nosotras y nuestra potencia de dar y cuidar la vida?
Hace unos días, salió la noticia del pediatra pedófilo. A muchas nos inundó el asco y la indignación. El nivel de perversidad de ese tipo es terrible, pero también el de todos los tipos que consumen eso. Y me quedé pensando, los miembros varones de nuestras familias, los que abusan de nosotras casi siempre antes de los 15 años, ¿qué son entonces? Son abusadores, son violadores, pero también son pedófilos. Pero entender lo que son no permite que comprendamos eso que hacen.
Vengo pensando en qué momento hacen ese quiebre. ¡En qué momento! Porque los abusadores, los violadores y pedófilos son muchos. ¡MUCHOS! Son casi todos los varones. ¿En qué momento se rompe eso otro con nosotras, como madres, mujeres, hermanas, hijas, nietas? Espero no entenderlo nunca. Si lo entendemos, corremos el riesgo de justificarlo. Pero, capaz, si lo entendemos, encontraremos la clave para desactivarlo.
Creo que una de las formas ya la encontramos y es romper el silencio. Rompemos el silencio si salimos del lugar de la culpa. Rompemos el silencio si la vergüenza es de ellos y no nuestra. Rompemos el silencio si rompemos la familia cómplice que apaña a violadores y a abusadores. Rompemos el silencio y sanamos. Rompemos el silencio si nos encontramos entre nosotras. Rompemos el silencio si nos acompañamos, nos vemos y nos creemos entre nosotras. ¡Rompamos el silencio siempre! No estamos solas.
El lunes 3 de junio, volvimos a gritar rompiendo todos los silencios: ¡Ni una Menos. Vivas y libres nos queremos!
*Por Redacción La tinta / Imagen de portada: Subcoop.