Comunidad Celestino Quijada: “Nos cerraron el paso”
Entrevistamos a Luisa Quijada, segunda lonko de la Lof-che Celestino Quijada, comunidad mapuche ubicada en la ladera sur del Cerro Otto, sobre la difícil situación que están viviendo a raíz de que no les dan la servidumbre de paso.
Por Fabián Agosta y Julia Biagioli para Al Margen
—¿Dónde está ubicada la comunidad?
—En la ladera sur del Cerro Otto, como yendo al lago Gutiérrez (en San Carlos de Bariloche de la provincia de Río Negro).
—¿Cuál es la situación que están atravesando actualmente?
—Hace 12 años que el country-club Arelauquen nos cerró con un alambre olímpico todo lo que es el plano de la comunidad, nos dejó el cerro a pique. No tenemos lugar ni para sembrar ni para hacer los corrales de los animales. Lo peor de esto es que hace 12 años ellos compraron la parte Capraro y, desde ahí, nos cerraron el paso.
Nosotros tenemos que subir desde el pie del cerro, 7 kilómetros a Piedras Blancas, bajar de ahí al kilómetro 1 y dar toda una vuelta para poder ir a comprar los alimentos de los animales y de nosotros. Yo tengo 60 años, tengo que subir el cerro y tardo dos horas para bajar al Barrio Unión.
Imagínense lo que nos cuesta ir a buscar los alimentos de los animales. Ahora tengo 30 chanchas madres que están en parición y tengo que traer cinco bolsas de maíz, cinco bolsas de alimento para chancho arriba a Piedras Blancas y, desde ahí, bajarlas con una membrana a pulso hasta la comunidad. Tengo tendinitis en el brazo derecho por las malas fuerzas que hago.
No tenemos luz porque nos sacaron todo el plano de la Comunidad y no la podemos solicitar. Tienen que darnos nuestro lugar, hace poco vino un agrimensor y midió, pero todo quedó igual. Lo único que hicieron después de que hicimos una denuncia pública fue poner a la policía de día y de noche. Nos pusieron la policía en la puerta de la ruka. No nos quieren entregar la parte de la tierra que es nuestra y tampoco nos quieren dar la servidumbre de paso.
—¿Por qué no les otorgan la servidumbre de paso?
—Porque compraron una parte y alambraron todo. Nos cierran el paso, no nos dejan vivir. Ellos son los dueños y, sólo porque tienen plata, cierran donde se les canta. Si va un pobre y hace un terrenito de 20×20, lo tratan de usurpador y los ricos qué… Nosotros no tenemos que callarnos la boca ni ser pisoteados. Hace doce años que nos vienen pisoteando y humillando para que nos cansemos y nos quiten nuestras tierras. Somos once hermanos los que nacimos aquí. ¿Por qué nos tienen que correr?
—¿Desde qué año están ustedes en esos terrenos?
—Desde 1962 creo que estaba mi papá acá. Nosotros no nos vamos a callar la boca porque tenemos derecho a tener luz, a una ambulancia. Acá, si se corta alguien con la motosierra, se va a morir desangrado porque no te dejan pasar. Llevamos años presentando notas y nos miran… siempre están jugando con nosotros, nadie hace nada.
Yo estoy cansada de hacer papeles, de ir y venir, y que no pase nada. No sé por qué no nos pueden dar la servidumbre de paso. Acá no podemos seguir como encerrados, acá tenemos animales. Si nos enfermamos, no podemos salir con urgencia, no dejan pasar a las ambulancias. Esto es un abuso, un atropello.
*Por Fabián Agosta y Julia Biagioli para Al Margen.