Silvia Federici: “No hay una revolución si no es feminista”
La Filósofa y escritora se presentó en el Polideportivo de la Universidad Nacional de La Plata en el marco de la cátedra libre Virginia Bolten. Miradas sobre el patriarcado, las violencias machistas y las construcciones que viene haciendo el movimiento feminista.
Por Nadia Fink para Marcha
Fue en la serie de eventos que viene realizando en torno de la presentación del libro El patriarcado del salario. Críticas feministas al marxismo, editado en la Argentina por Tinta Limón, y en el marco de las varias actividades que vienen sosteniendo en conjunto con la Fundación Rosa Luxemburgo. Las anfitrionas de la Cátedra, a su vez, aportaban un flamante material: el libro Movidas por el deseo (genealogías, recorridos y luchas en torno al 8M) de la editorial El Colectivo.
El inicio fue de la mano de la actriz Muriel Santa Ana con lecturas anarquistas para encender los fueguitos de las miles de personas que colmaron el polideportivo.
Cuando tomó la palabra Federici, luego de la presentación de Juliana por la Bolten, empezó por la pregunta del millón: “¿Cómo vamos a cambiar el mundo?”. “Yo creo que ya lo estamos cambiando”, respondió en voz alta para dar cuenta de lo que se está generando desde el movimiento feminista desde hace tantos años pero ahora más visible que nunca.
“El movimiento feminista nos ha permitido descubrir los mecanismos de explotación y de división de la sociedad capitalista que son fundamentales en la perpetuación de este sistema. Y creo que el enfoque sobre la reproducción ya ha sido una revolución, porque es a partir de la reproducción cotidiana de generación de la vida que somos capturadas para la máquina de explotación”, desarrolló para dar cuenta de los ejes centrales con los que discute con Marx en su nuevo libro: más que poner el eje en la producción, como lo hiciera el pensador prusiano, Federici lo corre hacia la reproducción y toma como bandera una idea reveladora: “eso que llaman amor es trabajo no pago”. Así, la revolución en las calles, toma fuerza en las camas y en las casas.
Al poner la reproducción en el centro de la lucha social, Federici planteó el reflejo de dos grandes problemas: “Uno, el de cómo recuperar los recursos que han sido expropiados por el Estado y el Capital, cómo reapropiarnos de la riqueza social. Este problema es central porque el principio de cualquier forma de explotación hay despojo y hoy es global con el extractivismo, con la privatización de la tierra, con la destrucción de la naturaleza”. El segundo problema se relaciona con la organización social de la reproducción “que hoy es organizada de una forma que nos separa, nos debilita, nos aísla”. “¿Cómo hacemos para crear formas de reproducción más cooperativas que nos permitan juntar nuestras fuerzas, cómo enfrentarnos a esta violencia que está subiendo en tantas partes del mundo sobre todo contra las mujeres porque hoy son la primera línea en la lucha por el cambio social?, se preguntó”.
El día anterior había recorrido a Villa 21-24, había visto y charlado con compañeras organizadas y había participado de una Asamblea con veinte mujeres. Por eso, la praxis es la que va conformando sus teorías, y así contó sobre algunas de las experiencias que pudo presenciar: “Esto ya se está dando en comunidades donde no hay alternativas, donde la alternativa es aceptar una completa derrota, y se está produciendo una nueva forma de vida. Porque la forma más comunitaria no es redescubrir lo que se hizo en el pasado, sino producir algo nuevo, enfrentando a las nuevas necesidades”. Esa manera de construir más cooperativamente se relaciona, tal como lo muestran a cada paso los movimientos de mujeres, “no solo con bienes materiales, también es una nueva forma de relación, de conciencia y de conocimiento. Debemos desprivatizar no solamente cómo organizamos nuestra vida cotidiana sino también esta forma de conocimiento, porque se debe hacer en la escuela, en la universidad”.
“Hoy hay necesidad de una revolución a partir del presente”
Otro de los puntos de discusión con la mirada marxista, y que se vio reflejado también las preguntas posteriores, es la del abandono de algunos feminismos por la lucha de la reproducción. En ese sentido, la autora detalló: “Creo que hay una visión limitada de qué se habla cuando hablamos de reproducción, porque el ciclo de vida del capitalismo ha paralizado nuestra imaginación, y sobre todo nos ha acostumbrado a un concepto de reproducción limitado y desvalorizado”. Eso es lo que Federici considera que corre el eje de la lucha, “porque abandonando la reproducción prácticamente las mujeres han salido de la casa para trabajar en condición de gran vulnerabilidad. Porque, como sabemos, no se sale completamente; por más que se haga un trabajo extra doméstico, se sigue haciendo el trabajo no pago, ocupándose de los enfermos, de los niños…”.
Resaltó, también, la importancia de no separar producción de reproducción, sino que “es parte de una mirada global de cómo vamos a repensar y todavía a reconstruir la vida a partir de hoy. Soy contraria a que el cambio social siempre se proyecte en un futuro que nunca viene. Hoy hay necesidad de una revolución a partir del presente”.
En sus recorridas por América Latina de las cosas que más la sorprendieron y gratificaron son los entramados afectivos fuertes que se generan y que “permiten una lucha donde el amor, cariño, la afectividad con otras personas nos dan el coraje de superar el individualismo y de superar el miedo también, porque si algo nos pasara no es el fin de todo porque somos parte de algo más grande que nosotras”. Por eso resaltó el papel de la memoria colectiva “y de reconstruir la historia porque construye un sujeto colectivo, un interés en común. En definitiva, reunir lo que el capitalismo ha separado, que es la condición de otras luchas”.
“Que los hombres dejen de ser obstáculos a nuestra lucha”
Federici concluyó con un “llamamiento a los hombres que están aquí” en momentos donde la pregunta de qué hacer cómo hombre en medio de esta revolución de mujeres aparece cotidianamente. “Primero, que dejen de ser obstáculos a nuestra lucha –dijo, en medio de una ovación–. Nosotras tenemos ya la policía en la casa porque muchos controlan cuando sales cuando entras, te paralizan la vida. Ni hablar de los que te torturan psicológicamente o sexualmente o te matan porque no satisfacés su deseo. Hoy esta violencia está subiendo porque el hombre tenía más poder antes con el salario y hoy que está en crisis el poder económico usa la violencia para asegurarse los mismos servicios y el mismo tipo de poder”.
Por otro lado, invitó a los hombres que apoyan la lucha feminista a “que hagan un trabajo de educación con los otros hombres. Dediquensé a enseñar y a darse cuenta de que si otros hombres nos golpean, nos torturan, nos paralizan, prácticamente van a desestructurar la lucha, la posibilidad de un cambio social, van a sabotear cualquier tipo de posibilidad de una lucha fuerte y eficaz”. Para la autora es imposible separar al machismo del capitalismo porque lo considera, junto con el racismo, “como una las herramientas de disciplinamiento global que tiene el capitalismo. Entonces, no es solamente un factor cultural, o un problema de algunos hombres perversos, es un fenómeno integral y estructurante de este sistema capitalismo. No hay una revolución si no es feminista y si no es también direccionada a poner fin a cualquier forma de machismo o de violencia masculina”.
“Yo no apoyo la regulación de la prostitución, siempre he luchado por la descriminalización”
Fue el tiempo de las preguntas. La primera se relacionó con trabajo sexual, y estaba direccionada a por qué la autora apoyaba la reglamentación de la prostitución cuando está regulada por el Banco Mundial.
“En primer lugar, yo no apoyo la regulación de la prostitución, yo siempre he luchado por la descriminalización, que es muy diferente”, enfatizó. Y puso el eje sobre la división que genera la temática hacia dentro del movimiento feminista. “Creo que es importante ver que el trabajo sexual es un trabajo que realizan muchísimas mujeres, no solamente las que venden su cuerpo en la prostitución. Porque las mujeres siempre han tenido en esta sociedad capitalista una relación muy débil con el salario con cualquier forma de recurso, siempre han necesitado vender su cuerpo para sustentarse.
En segundo lugar, cómo las mujeres en las sociedades capitalistas han sido obligadas a servir a los hombres, a vender su sexualidad, muchas en el matrimonio y muchas en las calles. Para muchas mujeres en matrimonio ha sido una solución económica. Entonces pensar que el trabajo sexual es particularmente degradante para la mujer me parece desconocer cuál es la situación de la mujer, cuál ha sido históricamente y cuál sigue siendo, y sobre todo penalizar a las mujeres que tienen menos recursos y que han sido más obligadas a usar su cuerpo”.
Por otro lado, consideró que el movimiento feminista no debería hacer una jerarquía sobre qué forma de explotación aceptaría y cuáles no. En ese sentido, provocó con una pregunta: “¿Es peor vender tu vagina o vender tu cerebro? Si vamos a hacer una jerarquía y vamos a ver cuál es más destructivo para la sociedad, ¿qué es peor? Si tú te vendes, por ejemplo, enseñando ideologías que son sexistas, racistas… entonces sí puedes aceptar una forma de explotación pero no otra. La tarea de un movimiento feminista es construir nuevas posibilidades para todas las mujeres así no debemos vender nada de nuestra vida: ni el cuerpo ni el cerebro”.
Otra de las preguntas se relacionaba con encontrar una explicación sobre que cada vez la opinión pública pusiera (o pudiera poner) en el poder a candidatos nefastos como Trump en Estados Unidos o Bolsonaro como candidato a las elecciones del 28 de octubre en Brasil.
“No creo en eso de que ‘en América Latina está llegando la derecha’. Yo digo, no: están llegando a la política oficial, porque si no cómo se explica la lucha de las mujeres en todos lados”, respondió Federici. Y relacionó esta arremetida con tres variables: “Una, que la política oficial se mueve en forma siempre más opresiva y represiva porque hoy las luchas son más fuertes. Son una respuesta a que el hecho de que el capitalismo hoy, después de un despojo sistemático de 500 años todavía no es capaz de encontrar el nivel de ganancia que quiere, entonces está intentando imponer formas más fuertes de explotación. Porque si hoy todavía nos dicen que todavía necesitan más austeridad entonces este sistema es incapaz de crear riqueza sino para una minoría”.
En segundo lugar, focalizó en los votos, en el sistema representativo actual: “Es importante leer que han creado mecanismos muy importantes que controlan muy bien los votos y es un sistema completamente distorsionante de la realidad”.
Por último, responsabilizó a los gobiernos llamados “progresistas” de “que muchas veces han abierto la puerta a la derecha. Muchas veces no hay una contraposición completa entre la derecha y los otros, hay grandes continuidades en la responsabilidad de los otros, así que la elección es la de no confiar en las elecciones. La destructuración de la vida cotidiana es parte de todo un progreso para construir formas de autogobierno”.
Para cerrar, y antes que llegara el Colectivo de danzas ILLIA a terminar un verdadero aquelarre de jueves por la noche, reforzó su mirada política: “Como decía antes:, ni dioses, ni patrones, ni maridos (y patrones significa Estado)”.
*Por Nadia Fink para Marcha