La extranjera del peronismo
Es la esperanza del peronismo santafesino para evitar que la provincia se tiña de amarillo, tras la fenomenal crisis de la hegemonía socialista. Se prepara para protagonizar una interna de antología con el demasiado «racional» Omar Perotti. Pero ella no termina de aceptar las reglas bastardas de la corporación política y todos recuerdan sus reiterados renunciamientos. Con ustedes, la arquitecta del suspenso: María Eugenia Bielsa.
Por Juan Pablo Hudson para Revista Crisis
Ya es de noche cuando María Eugenia Bielsa sube junto al número dos en la cadena de mando al mítico techo de la Casa Rosada. Durante el viaje observa la cuadrícula imponente de una Capital Federal iluminada y su progresivo alisamiento a medida que cruzan la Panamericana y están prontos a aterrizar en la Quinta presidencial.
Apenas se sientan, Cristina Fernández de Kirchner le propone que encabece la lista de diputados nacionales en las primarias de 2013. Hace tan solo unos meses, ella renunció a su cargo como diputada provincial, luego de una furibunda pelea pública con sectores de peso del justicialismo santafesino. Antes de aceptar, interpone una demanda: la exclusión de ciertas figuras que la maltrataron en la Cámara. La presidenta no acepta. La discusión es áspera. No hay acuerdo.
El retorno por el negrísimo cielo porteño junto a Carlos Zannini es silencioso, visiblemente incómodo.
Aquel 2013 se cumple una década desde que ingresa a la historia como la primera vicegobernadora electa de Santa Fe, en un viaje espinoso al corazón del poder provincial pero también al interior del turbulento partido peronista local. Antes es titular del Servicio Público de la Vivienda de Rosario durante la segunda intendencia de Héctor “Tigre” Cavallero (1991-1995), un dirigente socialista que luego rompe con el partido y compite en las internas justicialistas. También tiene un breve paso por la Dirección de Infraestructura Escolar en el segundo gobierno de Carlos Reutemann (1999-2003).
Jura como vicegobernadora con cuarenta y cinco años. Es joven, tiene ganas. Forma parte de una renombrada familia paterna pero con una madre plebeya. Su abuelo fue el fundador del derecho administrativo en la Argentina; Marcelo, uno de sus hermanos, es un exitoso técnico de fútbol; el otro, Rafael, protagoniza el flamante kirchnerismo.
Su padre es un abogado excéntrico, irreverente; durante las madrugadas en que ella dibuja proyectos para presentar en la facultad, le advierte que con la arquitectura no se hace guita, que mejor ser contadora. Ella se ríe, todavía no puede explicarle que elige la arquitectura por su afición a la estética pero mucho más al orden, a un deseo incontenible de lograr el control de los espacios hasta en sus más mínimos detalles. Y eso significa ordenar sus elementos, una y otra vez, hasta sentirlos verdaderamente suyos.
El currículum
Se acerca y aleja para retocar la distribución de las tazas y los platos sobre la mesa. Pero diez minutos antes ocurre una fatalidad: se corta la luz. Algo habitual durante ese 2003. Para peor, a las siete en punto escucha golpes en la puerta. Abre en plena oscuridad y se encuentra con la cara sonriente de Jorge “el Turco” Obeid.
La luz de las velas le da un aire fantasmagórico al encuentro. Conversan de política local y nacional; Obeid le pregunta sobre sus pareceres y perspectivas. Tras dos horas, el exgobernador (1995-1999) se levanta y le consulta si puede volver al día siguiente, pero ella se niega bajo un argumento cierto: los martes da clases en la facultad y antes prepara los contenidos. Él insiste y consigue lo que pretende.
Al otro día le propone ser su acompañante en la fórmula para las próximas elecciones a gobernador. MEB se sobresalta pero no pierde la compostura. “Yo le podría pasar un currículum para que me conozca mejor”, le responde. Obeid sonríe y le dice: “No hace falta, entre lo que hablamos ayer y hoy ya está”.
¿Por qué elige una extrapartidaria?
Ya como candidata, Roxana Latorre, reconocida militante reutemista, le dispara: “Vos tenés más culo que cabeza”. Sin embargo, para el revisionismo peronista existen motivos menos azarosos. Al apellido Bielsa y su grado de reconocimiento en Rosario, se suma el clima de época. Todavía se escuchan los ecos del 2001 y el arrasador que se vayan todos. La inclusión de una independiente, esa figura clave que emerge en medio de la crisis de representación, sumada su ostensible honestidad, pueden oxigenar a un desgastado peronismo que gobierna desde 1983.
La campaña es frenética, como todas. El primer discurso de MEB es en el teatro “El Círculo”, con la presencia de la primera dama Cristina Fernández. Cuando termina y la felicitan, no tiene recuerdos de lo que dice, está aturdida.
El 7 de septiembre de 2003 se llevan a cabo los comicios. En Santa Fe rige la Ley de Lemas, garantía de perdurabilidad del peronismo. Hermes Binner, exintendente de Rosario durante dos formidables mandatos (1995-1999 y 1999-2003), obtiene el 42% de los votos pero queda detrás de lo acumulado (50%) por los archipiélagos justicialistas. El sublema Obeid-Bielsa triunfa con tan solo el 24%.
Mar de fondos
Los primeros tiempos como presidente de la cámara de Senadores son turbulentos; le conoce los dientes a ese cuerpo legislativo que reúne al paladar negro del conservadurismo provincial. Ella no negocia, no respeta códigos enquistados. Cuando le llegan las demandas en la distribución de los fondos y asesores, las rechaza de plano y advierte que será equitativa, sin distinción de bancadas. Los senadores viven la incursión de esa mujer con estupor e indignación. Corren a Obeid para denunciar semejante atropello. Le discuten, la presionan, pero ella solo respeta los catorce mil pesos de subsidio para cada legislador. La nada misma, reclaman. Las compras se licitan y cada pago es contra factura. Esa transparencia institucional es tildada como una ingenuidad supina, como un suicidio político.
Los dirigentes del partido resaltan su condición de «indocumentada». Pero tampoco cede: no se afilia al PJ. Obeid la quiere ahí y por eso la protege del griterío. MEB elige una oficina que antes utilizaban las secretarias del ex vicegobernador. El primer día quita los cuadros de las paredes y se los devuelve. Se destaca uno: Evita con el pelo suelto, voluptuoso, una campera de cuello grande y debajo una camisa. El escándalo la toma por sorpresa: la no-afiliada, la extranjera, baja el cuadro de la líder espiritual del movimiento. Fue un torbellino de críticas, la prehistoria de los ataques con trolls. Ella se deshace en explicaciones, hasta que sale por arriba: “En el Senado hay diecinueve senadores; a mi despacho entran todos y por otro lado entra toda la ciudadanía. Ese es un espacio que tiene que estar despojado de cualquier emblema partidario”. No será su único gesto ecuménico. También quita de la Cámara los símbolos religiosos.
Cuando pasen los años, ella se declarará peronista, concederá sin pudor frente a la principal chicana que suele acicatear el peronismo (“yo era peronista pero no lo sabía”); aunque no cederá en un punto: su rechazo a los códigos de la corporación política. Como esas forasteras que no pierden nunca la tonada, usan mal los tiempos verbales, y en momentos álgidos recurren a la lengua materna, no se despojará de su lengua extrapartidaria; se aferrará a ella como a un mástil durante las tormentas más impetuosas.
El primer no
En 2004, Jorge Obeid, con el apoyo explícito de MEB, deroga la cuestionada Ley de Lemas. Muchos peronistas no le perdonan semejante tiro al pie. Pero el gobierno gana prestigio institucional y suma elogios por la inversión en obra pública, que alcanza el 7,4% del presupuesto. Los propios referentes del socialismo admiten que es una gobernación exitosa.
La relación entre Obeid y MEB es correcta, pero no está exenta de conflictos. El gobernador es un hombre duro, personalista, a veces irascible. Su primer choque es en 2005, cuando Néstor Kirchner le propone que encabece la lista a diputados nacionales por Santa Fe. “Yo le agradezco pero no puedo traicionar el voto de los santafesinos”. En un tono tenso el presidente le replica: “Vos tenés que hacer lo que la necesidad política indica, no lo que querés, tenés que aceptar”. “Entiendo la necesidad política a nivel nacional, pero también hay una necesidad política acá en la provincia”, le devuelve. Más tarde se acerca Alberto Fernández, el poderoso jefe de Gabinete de Ministros, pero MEB sostiene su decisión. Las consecuencias las paga Obeid. Kirchner le reprocha su incapacidad para encuadrarla. Molesto por la reprimenda, el Turco la castiga con seis meses de un silencio estricto. Ella no recula: sale a caminar sola la provincia.
Desde entonces empiezan a reprocharle su inorganicidad.
Otra fuente de roces es el freno que le pone Obeid a los proyectos de inversión en materia social que ella pretende. Y después aparecen diferencias en los modos de concebir la práctica política. El gobernador considera que sus cargos deben estar a resguardo de los conflictos callejeros, pero ella lo desoye. A finales de 2006 una tormenta cargada de piedras arrasa con Rosario. MEB se pone al frente de las acciones de reconstrucción de las villas más golpeadas junto a un ignoto funcionario nacional: Sergio Berni, director nacional de Asistencia Técnica Crítica del Ministerio de Desarrollo Social. El desenlace es un nuevo período de silencio de Obeid y nuevas recorridas solitarias por el interior.
Esa agenda está verde
En una entrevista en Página/12, MEB responde en 2003: “Hay muchos caminos para evitar el aborto, pero si no se puede evitar, hay que acompañar y proteger a una mujer en ese tránsito”. Su apoyo al aborto legal, seguro y gratuito viene desde esa época, cuando la agenda del feminismo era aún muy minoritaria. Pero su gestión no tiene una impronta de género. No está en su radar. “Yo no podría decir que por ser mujer haya tenido limitaciones en mi trayectoria profesional y política”, declara. Omite entrecruzar su condición de mujer con su condición de clase privilegiada y su apellido estelar.
En 2007 muere Ana María Acevedo, una joven de 19 años, vecina de Vera, en el norte de Santa Fe. La joven está embarazada y siente punzantes dolores en el
maxilar. Padece un avanzado cáncer de garganta. Su situación económica es muy precaria. Cuando su familia solicita a las autoridades del hospital Iturraspe de la capital provincial que se le realice un aborto no punible ante el inminente inicio de la quimioterapia, el Comité de Bioética de la institución se lo niega. Cinco meses más tarde, ante el empeoramiento de su salud, le practican una cesárea de urgencia con un final trágico: a las pocas horas muere el bebé prematuro y semanas más tarde también Ana María.
La Multisectorial de Mujeres embiste contra las autoridades del hospital y critica la inacción de la ministra de Salud, Silvia Simoncini, de pública oposición al aborto, que tan solo ordena un burocrático sumario administrativo. La vicegobernadora no le atribuye responsabilidades porque la ministra “no indicó nada en el caso de la chica de Vera”. Militantes señalan que Simoncini es retardataria en todo lo que refiere a derechos sociales y reproductivos durante su gestión.
MEB lo niega, pero referentes feministas le endilgan en 2011 el apoyo que le brinda a su exministra para que ocupe un lugar de privilegio en la lista de candidatos a diputados nacionales.
Ya basta
El final del mandato y su candidatura a concejal de Rosario en 2007 se enmarcan en uno de los hechos más dolorosos de su vida: la muerte del marido y padre de su hijo.
El hermano Rafael triunfa en las internas justicialistas para gobernador frente a quien pronto se convertirá en un enemigo político: Agustín Rossi. Se trata para el peronismo de la primera elección sin el resguardo de Ley de Lemas y sale mal. El triunfo del exintendente de Rosario Hermes Binner pone fin a veinticuatro años consecutivos de gestiones justicialistas. Héctor “Tigre” Cavallero participa como candidato en la ciudad y pierde frente a Miguel Lifschitz.
El PJ rosarino antepone el delicado momento anímico que atraviesa MEB como razón para que no sea candidata a intendente. El acuerdo al que arriban es una futura postulación en 2011.
En el Concejo Deliberante, MEB forma un bloque con Fernando Rosúa del Movimiento Evita. El otro bloque responde a Agustín Rossi de la mano del concejal Arturo Gandola. La primera decisión que toma MEB es romper con un código: impone en el bloque que no se incorporará a ninguno de los asesores en la planta permanente como se estila cada año.
Su participación en el Concejo pasa más por una oposición implacable a las iniciativas de un socialismo avasallante que por proyectos propios de trascendencia.
En 2008, sin embargo, un movimiento político con trabajo en la periferia semirural de Nuevo Alberdi, asiste al Concejo para denunciar desalojos ilegales de tierras. Cuando los escucha, se presenta ante los jóvenes y les manifiesta su interés. Se empieza a gestar un vínculo cercano con Giros, un movimiento de izquierda independiente. MEB coincide con su lucha contra poderosos actores del negocio inmobiliario, e incluso declara en una causa abierta para frenar los desalojos.
En octubre de 2010, Giros organiza una discusión sobre el modelo urbano. Ella es una de las oradoras y coincide con una propuesta radical que hace la agrupación: prohibir el levantamiento de barrios privados en el perímetro de Rosario. El incipiente apoyo de otras fuerzas va tornado viable una idea temeraria para una ciudad que de la mano del intendente Lifschitz se dinamiza al compás de la especulación inmobiliaria. MEB se compromete con la iniciativa al punto de transformarse en la redactora final de la ordenanza que se aprueba, en un hecho histórico, en diciembre de 2010.
Para el cierre de su mandato en 2011, MEB tiene dos certezas: la posición acuerdista del rossismo con el Partido Socialista y la falta de una voluntad real de poder del Frente para la Victoria en Santa Fe.
Género y política
No cuaja, algo no va, algo está a punto de explotar. La nueva postulación de Rafael en la provincia entierra su candidatura a intendente. “Bielsa-Bielsa no”, advierte a los cercanos y se relega frente a su hermano. Es una mujer que cede frente a los varones del partido. Los dirigentes reclaman menos por una reivindicación de género que por la candidatura de Rafael. Sienten que no estuvo en la provincia para bancar la 125, como ellos cuando padecieron las brutales embestidas del poder real en Santa Fe, como aquel multitudinario acto de cierre de las patronales del campo en el Monumento Nacional a la Bandera. El Movimiento Evita es el primero que abandona el bloque y brinda su apoyo a la candidatura de Agustín Rossi.
En febrero de 2011 se confirman las tres listas internas del PJ: Rafael Bielsa, Omar Perotti y Rossi. MEB será la primera candidata en la lista de diputados provinciales. Durante una visita a Vera, su hermano le admite al oído: “La gente está con vos, no viene por mí”.
Las internas consagran a Rossi como candidato, uno de los dirigentes que más se expuso en la batalla por la 125. Sus rivales serán el socialista Antonio Bonfatti y el cómico Miguel Del Sel de la mano de Mauricio Macri.
Con ciento treinta mil pesos, MEB alquila un auto y recorre toda la provincia.
Las elecciones son un punto de quiebre. Antonio Bonfatti triunfa el 24 de julio de 2011 con apenas un 3% por encima de Miguel del Sel. El socialismo se mantiene en el poder pero queda herido. El derrumbe del kirchnerismo se corporiza en el 22% obtenido por Agustín Rossi. Pero MEB arrasa: obtiene 580.000 votos (Bonfatti, 675.000), 200.000 por encima del candidato a gobernador de su misma fuerza. Desde el gobierno nacional matizan la pobrísima performance de Rossi con la mayoría absoluta que obtienen en la cámara de diputados gracias a ella. Ya es la referente electoral del peronismo en Santa Fe. Y eso tiene costos.
La presidente que no fue
La euforia dura poco, casi nada. Se abre un período tortuoso que dejará en ella marcas duraderas. MEB pretende la presidencia de la Cámara. Se trata de una norma tácita para los que ganan. Las declaraciones públicas de los diputados electos así lo ratifican.
Pero empiezan los retrocesos. Después de una primera reunión con el bloque electo, se reúne con el líder de UPCN, aportante en la campaña del peronismo. Alberto Maguid va al grano, no suele inhibirse a la hora de la rosca: reclama fondos y la secretaría administrativa. Ella no le responde. La siguiente charla es con Oscar “Cachi” Martínez, un oportunista que fue acompañante de su hermano en las internas. También pide fondos y la secretaría legislativa. Se va sin respuesta. Rossi no le pide ni dinero ni comisiones, pero ya tiene dos socios para la ofensiva.
La interna está desatada y empieza a quedarse sola. El socialismo se mueve en las sombras.
El 16 de noviembre de 2011 se desarrolla un encuentro entre dieciséis diputados que responden a Alberto Maguid, Oscar “Cachi” Martínez y Agustín Rossi en Granadero Baigorria. MEB se entera de un próximo cónclave en UPCN pero no puede detenerlo. Tiene una conversación con la presidenta de la Nación, quien le promete interceder para saldar el conlficto. “Bonfatti repartió cargos para que me excluyan”, maldice. “No, lo de ella fue una obra sistemática de autoboicot. Tuvo ese miedo a coronar”, contrapone uno de los dieciséis diputados.
Cinco días más tarde queda sepultada su virtual presidencia tras la reunión en el camping de UPCN. El presidente será Luis Rubeo, un peronista de cercanía promiscua con el socialismo y baqueano de los códigos más decadentes de la política institucional. «María Eugenia está equivocada, la eligieron diputada, no presidenta de la Cámara”, filtran en los diarios. Ya es la presidente que no fue.
Renuncia epistolar
El paso por Diputados es breve pero infernal. Solo le responde su pequeño bloque. Muchos la maltratan y ella tampoco contiene su desprecio. El recelo mutuo con Rubeo es demasiado visible. El presidente de la Cámara no le otorga la palabra en las sesiones. La tensión inflama su paranoia, al punto de no levantarse al baño durante las sesiones para evitar que saquen leyes en su ausencia. Conocedora de tradiciones oscuras, el último mes del año chequea casi a diario su cuenta sueldo. No quiere pagos extras. No firma su conformidad con las compras que hace la Cámara como el resto: “No voy a aprobar una compra si no me muestran el expediente; cuando yo vea que la licitación está bien hecha, la firmo”.
Son tiempos violentos en Santa Fe. Los homicidios arrasan las periferias. El socialismo vive azorado el derrumbe de su hegemonía en Rosario, gestada durante veintitrés años de gobierno. Diputados se dispone a votar una reforma policial incómoda para el oficialismo pero finalmente se aprueba una versión edulcorada. MEB presencia con furia el ingreso de jueces y fiscales mediocres cercanos al poder. Su bloque impulsa leyes pero el peronismo retacea el quórum. La sensación es de asfixia.
El 27 de febrero de 2013, a poco más de un año de jurar como diputada, renuncia a su cargo leyendo una carta incendiaria frente a las cámaras:
“(…) El rossismo y sus aliados, acompañaron la sanción de leyes de pura matriz socialista, endeudamiento y aumento de impuestos, violentando principios doctrinarios del justicialismo (…) Desde sus inicios, Rossi, en lugares de representación política ha sostenido a espaldas del pueblo peronista un ‘Pacto de Necesidad y Urgencia’ que ha sido funcional a los gobiernos de Binner y Lifschitz primero, y hoy al de Bonfatti (…) Bonfatti eligió recorrer el camino del atajo. De la negociación espuria con los dirigentes más accesibles y complacientes de la oposición. La política iría a quedar soterrada bajo la pequeñez de la prebenda (…)”.
La renuncia es una bomba que se disipa a los pocos días. Ella queda fuera. Vuelve a su estudio de arquitectura y a la docencia universitaria.
Desde lejos no se ve
MEB será la candidata a gobernadora el 15 de abril de 2015. Se lo propone Cristina Fernández de Kirchner en persona. Pero con un mandato: reunificar las partes enfrentadas de un peronismo en crisis desde la derrota de 2007. La lista de diputados provinciales y el nombre del vicegobernador ya están en una hoja arriba de la mesa. Esta vez no dice no, está decidida. Ella se reconoce en las políticas del kirchnerismo. Pero exige la confección de su propia lista y la elección del vice; tampoco quiere financiamiento para la campaña. La presidenta la mira después de escucharla. Seguramente piense que no puede ser, que otra vez un pero como en 2005 y 2013. El aire queda denso.
La respuesta llega días más tarde: Cristina anuncia la candidatura a gobernador de Omar Perotti, el exintendente de Rafaela.
Desde su renuncia como diputada en 2013, el peronismo y MEB se encuentran en un punto conflictivo: ella no termina de encontrar las condiciones necesarias para presentarse como candidata y el partido nunca considera oportuno avanzar en una verdadera reforma interna en diálogo con el siglo XXI.
Hoy, mientras la Argentina se hunde en una arrasadora crisis financiera y económica de la mano del gobierno de Mauricio Macri, vuelve a surgir la posibilidad de su candidatura a gobernadora en 2019. MEB resalta una clave: el peronismo santafecino no tiene jefes. Ya no están Reutemann ni Obeid. Se suma la certeza en la voluntad real del partido de gobernar Santa Fe. De allí sus disparos frontales contra el gobernante Partido Socialista. Le endilga el avance del narcotráfico y la descomposición de una matriz económica de hegemonía industrial por otra de servicios. Su propuesta política pasa por revertir estos dos retrocesos históricos.
Sus detractores en el PJ la emparentan con la antipolítica y la acusan de imprevisible: “Bielsa es un significante vacío y eso la torna atractiva. Ella es básicamente honestista”. Carlos del Frade, diputado por el Frente Social y Popular, la incita a que juegue por fuera. La izquierda independiente, como Ciudad Futura, se emparenta con su trayectoria anticorporativa. Pero ella no se resigna, quiere volver desde el peronismo, aunque sumando a extrapartidarios: “Los requisitos son: tener un pensamiento que entienda a la gestión pública como un servicio y no como algo de lo que te tenés que valer; romper con los esquemas de la corporación; y dedicar cuatro años de absoluta entrega”.
Esa es su apuesta. Avanzar para renovar y reordenar todo en el peronismo desde la gobernación. ¿Quién puede proponerse semejante tarea sino es una «extranjera»?
*Por Juan Pablo Hudson para Revista Crisis / Imagen de portada: Héctor Rio