Masculinidades trans
Por Candela Molina y Martín Rucovsky De Mauro para La tinta
Fernando Rodríguez es el primer hombre trans operado en el sistema de salud pública de la Provincia de Córdoba. Nos juntamos a charlar y registrar en primera voz su experiencia. En esta segunda parte de la entrevista, charlamos sobre temas relacionados con la masculinidad trans, el aborto y los efectos de la visibilidad del colectivo trans en los medios masivos de comunicación.
Autonomía corporal y acceso a la salud pública: identidad de género, aborto y aborto trans
La Ley de Identidad de Género puso en disputa la definición acerca de qué es un cuerpo sexuado y los derechos por la autonomía corporal. En esto, la ley es muy clara porque se manifiesta por la autopercepción de la identidad de género. Si vinculamos la ley de identidad de género y el debate social que se dio por la Interrupción Voluntaria del Embarazo, encontramos algunas tramas en común, interesantes para llamar a la reflexión. Podemos resumirlo en un mismo eje: la autonomía corporal y el acceso a la salud pública.
El debate por la Ley de Identidad de Género y el proyecto de ley IVE pusieron al descubierto la clandestinidad en que se practican los tratamientos médicos de personas trans y los abortos. En ambas situaciones, el Estado sólo se hacía cargo en la pos situación médica, dejando manifiesto su rol para garantizar el acceso y la seguridad a los derechos a la salud. En ambas situaciones, las posibilidades e imposibilidades económicas condicionan a las personas a acceder a espacios de salud privados o clandestinos, con los riesgos e inseguridades que esto último trae. La Ley de Identidad de Género cuestiona lo establecido en las instituciones de salud, educativas, laboral como falencias complejas del propio Estado.
Del mismo modo, la Ley de Identidad de Género rompe con lo que entendíamos como la diferencia sexual, pone en tensión la creencias presentes en el imaginario cisnormativo sobre los cuerpos sexuados y el deseo hacia los cuerpos trans.
Plantea que una persona puede autopercibirse sin necesidad de cambiar los aspectos anatómicos o genitales. Entonces, aquello que entendíamos como estereotipos de género, más ligado al cisgénero (coincide la identidad de género con la sexualidad biológica que se le asignó al nacer), se pone en crisis. Generando una gran ruptura y umbral para pensar, así, la Ley de Identidad de Género logra disputar el imaginario sobre los cuerpos sexuados y de qué manera estamos repensando los estereotipos de género.
—Fer, quería preguntarte por la masculinidad trans, creo que hay un nudo problemático, interesante de visualizar. El código de la masculinidad suele objetarse como una instancia de dominio heteropatriarcal, un estereotipo muy claro sobre lo masculino. Incluso, quizás podríamos pensar en una cierta desconfianza feminista sobre la masculinidad patriarcal. ¿Qué es la masculinidad trans? ¿Cómo la vivís vos? ¿Creés que es la masculinidad un privilegio de los hombres cisexuales?
—Me identifico como transexual, he recibido muchas críticas por la percepción que se hace de mi corporalidad. Como al momento de querer hacer una adecuación genital. Me considero parte de una diversidad que ha recibido piñas por todos lados y que, a su vez, se han generado guetos. En Argentina, hay una cierta inmadurez entre las organizaciones sociales porque está todo bien con el lenguaje inclusivo, pero ya debemos posicionarnos desde otro lugar.
Recibo muchos prejuicios por mi corporalidad, por lo que se ve de mí, y dentro de la diversidad también los hay. Siempre tuve una masculinidad latente, durante mi transición, a lo mejor podías ver una chica lesbiana masculina, luego, cuando comencé mi transición, se podía ver a una persona andrógina o pensaban: qué carajo era, porque también hay un montón de prejuicios con esto. A partir de los cambios hormonales, dejás de pasar al baño de chicas porque hay un momento donde ya no te dejan entrar más y ha sido todo un aprendizaje. También hacerse cargo de eso y de mi otra vida.
Durante la transición, estaba esto de ir viviendo la vida del varón cis, de vivir la violencia entre varones. Después de mi tratamiento hormonal, creo que puede que haya ciertos privilegios. A mí, cada día de por medio, me quieren cagar a piña. Me han asaltado, llevado con un cuchillo en la garganta al medio de la villa y, según la cana, la saqué barata porque te ponen en bola y mi cuerpo es un cuerpo trans: ¿Qué pasaba si me ponían en bola?
Con esta vida trans, uno trabaja de lo que puede y de lo que lo dejan. Yo laburo en un taxi, parece que laburo solo o de manera aislada, pero trabajo para una empresa, estoy conectado mediante una radio. Una vez, se hablaba sobre la reparación histórica para mujeres trans por la violencia institucional. En la radio del taxi, escuchaba comentarios que decían: “Bueno, me pongo la pollerita, me voy a la esquina y que me paguen”. Yo agarré la radio y les dije: “Bueno, gente, el que piense así, que se ponga la pollerita y vaya una semana a la esquina”. Sería fabuloso, si es sólo por la guita, andá y vas a vivir una semana lo que vive una piba trans en la esquina. No duran un día con la pollerita.
Pensemos que, recién cuando sale la Ley, hay un Estado que nos reconoce como sujetos de derechos, todo el tiempo para atrás vivimos en la violencia y mucha mierda. Entonces, tiene que haber una reparación económica para muchas personas que han vivido en la exclusión social por su propia identidad. Nosotros éramos exiliados en nuestro propio país, exiliados de la familia, de la sociedad, del ámbito educativo, de la salud, exiliados de todos lados y, sobre todo, con las chicas: ¿Vos las veías en el super o laburando en una farmacia? Aunque ahora se nos ve más, sigue sucediendo la exclusión. A Diana Sacayán la mataron, había luchado por la ley, tenía un laburo estable, era agente estatal y la mataron. Otra referente fue Mayte y ¿qué le pasó en el Hospital de Clínicas? Entonces, cuando el activismo habla de una manera superficial sobre lo trans, me jode. Estamos hablando de acceso a la salud y se lo toman de manera superficial. Pero bueno, ya es una cuestión personal política. A nosotros nos cuesta un montón militar contras las instituciones y lo gubernamental, somos poquitos.
A lo mejor, como varón trans paso desapercibido, pero yo voy a los exámenes pre-ocupacionales y tengo cicatrices en el pecho porque soy un cuerpo trans. Y no me dan laburo por eso. También hay situaciones donde paso desapercibido y tiran mierda para la diversidad, ¿y yo? Y ahí le generás al otro algo, porque no se lo espera. Y no es por hacerme ver, sino porque no se habla de la problemática. Si no me ven, no saben de qué estamos hablando cuando decimos hombres trans. A mí a veces me joden y me dicen Fer chongo, heteronormativo y no es joda llevar un cuerpo trans. Creo que los medios de comunicación, si bien se les puede decir un montón de cosas, ayudan para la visibilización.
—Hay varias series como Sense 8, Transparent o 100 días para enamorarse, o Alejandro de Gran Hermano, son diferentes visibilizaciones de hombres trans. Recordando a Blas Radi, en el artículo que escribe para Anfibia que se llama Yo soy Juan. Él habla de la visibilización positiva que se hace de lo trans. Entonces, creo que habría un estereotipo positivo o negativo de lo trans en términos de clase media, blanca, porteña, con ciertos privilegios como acceso a capitales culturales. En relación con un diálogo que tenemos hace muchos años, quería preguntarte: ¿cuáles son los efectos sociales que producen estas narrativas? Una pregunta de Blas Radi, ¿a qué público está destinado, quiénes actúan de trans?
—Las personas que actúan de trans atormentadas o asesinadas no son trans, son cis y ganan un Oscar. En principio, sí sirve para la visibilización, aunque sólo muestran la realidad de jóvenes trans que prácticamente no sucede. Por lo general, en las familias, cuando una persona trans sale del clóset, hay quilombo, no hay aceptación. Capaz la mamá o el papá después hacen un proceso también. Ahora, a partir de la Ley, muchos chicos tienen el respaldo de sus familias, pero no sin inconvenientes. Las familias también hacen un proceso de transición. Y lo digo porque nosotros también hacemos esa parte, no sé, invitame a tomar mate a tu casa y la familia me ve. Soy trans y no pasa nada. Muchas veces, el rechazo es por el miedo, sobre todo, miedo social: qué van a decir los vecinos, los primos, los tíos.
Hace poco, me pasó algo muy loco, íbamos en un taxi con Alejandro, se ve que escucha la tonada porteña y pregunta qué hacíamos en Córdoba. Yo le digo: laburamos diversidad sexual. El taxista se quedó mudo. Yo dije, bueno, acá se viene el lío. Y me dice: todavía sigue siendo jodido. Me mira y me dice: porque yo tengo a mi hija que está con lo del cambio. Le digo: nació mujer y quiere hacer el cambio a hombre. El tipo estaba muy angustiado, le pregunté el nombre y le dije: Roberto, no pasa nada. Yo soy trans. Yo nací como su hija y él también. Y el taxista ¡no lo podía creer! Se le llenaron los ojos de lágrimas. Sin querer, quizás, porque las cosas pasan por algo, ayudamos a una persona, pusimos nuestro granito ahí. Él decía: con la madre estamos separados, ella no la acepta y todos me carcomen la cabeza diciendo cómo la voy a dejar hacer tal cosa. Pero Roberto, es muy simple, le digo, su hijo va a hacer la transición, quiera la familia o no, es mejor hacerlo acompañado que solo. Le digo porque me ha costado una banda hacerlo solo y ahora es más simple. Nos bajamos del taxi felices porque para esto uno también milita. Para generarle al otro eso y de esto no se habla en los programas o series. No se habla de la mierda social, de la imposición de los cuerpos, de lo que representa tener un cuerpo de mujer y de lo que no puede hacer una mujer. El cuerpo de mujer que no se puede tocar. De la vergüenza de la familia porque la familia también patologiza.
Es todo un proceso, no digo que sea negativo que se visibilice en los medios porque creo que es positivo que se dé. Pero, en la forma en la que se lo encara, no está bueno, porque sigue habiendo dolor, sigue habiendo exclusión. Creo que, en principio, por desconocimiento. Pero una persona que escribe el guión, a ver, digo, acercate a escuchar un poco y vas a transmitir una realidad distinta. Se trata de hacernos cargo del sufrimiento que todavía se le genera al trans, del sufrimiento que genera la sociedad, de lo que no se hace cargo el Estado, los políticos, las familias, el primer lugar de donde salimos del clóset. Entonces, ¿por qué la mujer que aborta no lo dice? Porque es una vergüenza y hablamos de lo mismo: del cuerpo.
Creo que sí, hay ahora más exposición de lo trans, hay una moda de hablarlo de forma positiva. El 90% de las chicas se sigue prostituyendo, ¿por qué? Porque no le dan una chance de laburar. Escuchás comentarios que dicen que Flor de la V no es mujer y yo le pregunto: Usted, ¿dónde trabaja? Y me dice: en una carnicería. ¿Le daría laburo a una trans? No, me dice. ¿Y a mí? Y, si lo necesitás, sí. Pero yo soy trans también. Incluso si hacemos la otra pregunta: ¿Se acostaría usted con una persona trans? Porque la mayoría que consume el trabajo sexual son hombres cisexuales. O también en el porno trans, hay un varón trans en el papel de pasivo. Reproduce el estereotipo, ¡¿Qué onda?! O te tira onda un pibe, pero porque hay un morbo con el cuerpo trans. Otra vez, la imposición sobre los cuerpos femeninos que encima biologiza el cuerpo trans.
*Por Candela Molina y Martín Rucovsky De Mauro para La tinta.