Las mártires de Trelew
Faltan muy pocas semanas para el 33º Encuentro Nacional de Mujeres en Chubut. Para nosotras, lamentablemente, la ciudad de Trelew nos pesa en la memoria colectiva por el fusilamiento de presos y presas políticas conocido como la Masacre de Trelew. Hoy queremos recordar a Clarisa Lea Place, Susana Lesgart, María Angélica Sabelli, Ana María Villareal y María Antonia Berger, muertas por parir un mundo mejor.
Por Redacción La tinta
“Nuestra generación, especialmente las mujeres, dimos un paso gigantesco al romper los sueños de clase media en los que nos habían formado. Abrimos las puertas a un mundo de empuje, participación, criterios propios y quebrantamiento de esquemas. Nos desconocimos en nuestras madres criadas para mantener el status quo. Desdichadamente, la mayoría de hombres continuaron siendo un fiel reflejo de sus abuelos”.
Clarisa Rosa Lea Place
El Encuentro Nacional de Mujeres, además de tejer en el hoy las resistencias de miles de mujeres, lesbianas, trans y travestis a lo largo y ancho del país, también enreda hacia atrás las historias de las luchas que nos nacieron. Nunca partimos desde cero: tenemos en nuestras venas la sangre de tantas y tantas hermanas, compañeras, luchadoras que se pusieron de pie contra las desigualdades.
Para nosotras, lamentablemente, la ciudad de Trelew nos pesa en la memoria colectiva por el fusilamiento de presos y presas políticas conocido como la Masacre de Trelew. Y este año, en el Encuentro, levantamos sus banderas y gritamos ¡presente!
El cielo por asalto
La cárcel de Rawson era una de las más seguras del país. Poco después de la rebelión del Viborazo de marzo de 1971 empezó a recibir, además de los presos “comunes”, a los detenidos y detenidas por razones políticas. En abril de 1972 alrededor de 200 prisioneras y prisioneros políticos compartían seis pabellones, colmando prácticamente la capacidad.
El 15 de agosto de 1972, en el ocaso de la dictadura de Lanusse, veinticinco presos y presas políticas pertenecientes a Montoneros, el PRT-ERP (Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo) y las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), se fugaron del penal de Rawson e intentaron subirse a un avión en el Aeropuerto de Trelew.
La fuga estaba planificada para más de un centenar de militantes de las tres organizaciones armadas, pero por fallas de comunicación 25 pudieron completar el escape de la cárcel y solo seis de ellos lograron llegar al avión y volar a Chile, donde gobernaba por entonces el socialista Salvador Allende.
Los 19 guerrilleros y guerrilleras que no lograron escapar, se entregaron luego de acordar las garantías de su integridad física en una conferencia de prensa. Allí fueron trasladados hasta la Base Almirante Zar en Trelew. En la madrugada del 22 de agosto, los detenidos fueron sorpresivamente despertados y sacados de sus celdas. Los hicieron formar y descargaron varias ráfagas de ametralladoras. La mayoría murió en el acto, solo tres pudieron sobrevivir.
En la versión del gobierno se habló de un intento de fuga, pero con el tiempo, el relato de los sobrevivientes pudieron revelar cómo fueron cruelmente asesinados, en algunos casos, rematados a sangre fría. El fusilamiento de los 16 guerrilleros y guerrilleras provocó el repudio generalizado y avivó más la bronca contra el gobierno. La masacre de Trelew fue una de los peores asesinatos perpetrados por el régimen militar encabezado por Lanusse.
Entre los fusilados se encontraban varias compañeras ejemplares, que con entrega, disciplina y convicción fueron ganando lugares de responsabilidad y respeto dentro de la estructura machista de las organizaciones armadas. Hoy creemos fundamental mantener viva en nuestra memoria a: Clarisa Rosa Lea Place (PRT-ERP), Susana Graciela Lesgart de Yofre (Montoneros), María Angélica Sabelli (FAR), Ana María Villareal de Santucho (PRT-ERP) y María Antonia Berger (Montoneros).
Clarisa Rosa Lea Place
Nació en Tucumán el 23 de diciembre de 1948. Estudió derecho en la Universidad de Tucumán, donde se integró al PRT. Participó del congreso fundacional del ERP. Fue detenida en diciembre de 1970 durante un control de rutina.
Trabajadora incansable, luchadora constante, una de las primeras mujeres que llegó a ser reconocida como dirigente en el PRT-ERP.
Mantuvo una relación con Roberto Santucho, máximo referente de la organización, lo que fue un verdadero escándalo dentro de los círculos de militancia, porque el comandante estaba casado con Ana María Villarreal “Sayo” y por la diferencia de edad entre ellos.
Por esas vueltas del destino compartieron celda con Sayo, tanto en Rawson, como en la Cárcel del Buen Pastor, de donde también se fugaron. Murieron juntas, como compañeras y hermanas.
Su familia también fue perseguida y el 22 de agosto de 1976, cuatro años después del fusilamiento, dinamitaron la casa de la familia Lea Place y asesinaron a su padre Arturo. En tanto Luis, su hermano, sufrió la cárcel y exilio.
Tenía 23 años cuando fue asesinada.
Susana Graciela Lesgart de Yofre
Nació en Córdoba el 13 de octubre de 1949. Cariñosamente le decían “La Gorda”. En sus inicios registra un paso por el trotskismo, para luego integrarse al grupo que fundaría Montoneros en Córdoba.
Era maestra. Se radicó en Tucumán donde enseñaba y compartía la vida con los trabajadores cañeros. Allí crea y es responsable de la organización en la provincia. Es detenida en diciembre de 1971 luego de dirigir varios operativos urbanos.
Sus compañeros la definían como una compañera valiente, con garra, con ovarios, con decisión, que siempre iba al frente.
Sus restos, junto con los de Toschi, Pujadas, Polti y Mena, fueron velados en la CGT cordobesa a pesar de la prohibición militar y de varios hechos de represión de las fuerzas de seguridad.
La familia de Susana fue perseguida con saña y crueldad. Rogelio su padre, sufrió la cárcel y los tres hermanos, Rogelio, María Amelia y Adriana se encuentran desaparecidas desde la durante la última dictadura militar.
Tenía 22 años cuando fue asesinada.
María Angélica Sabelli
“Señor, ella tenía 20 años, el pelo largo y algunas vez había escrito en las paredes: Perón Vuelve, como quién dice vuelve la alegría, vuelve a limpiarse un poquito el cielo o mejor aún como quien siente que la patria es un grito que no cesa, un murmullo, un aliento que tiembla, una arenita que se queda para siempre en los dedos”.
Vicente Zito Lema
Nació en Buenos Aires el 12 de enero de 1949. Era conocida como “La petisa”. Estudió en el Colegio Nacional Buenos Aires. Cursaba matemática en la Facultad de Ciencias Exactas, trabajaba como empleada y como profesora de Matemática y Latín.
Fue integrante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) desde los 19 años, cuando aún no se denominaban así, pero ya como grupo apoyaba la guerrilla del Che Guevara en Bolivia.
Participó de la toma de Garín, poblado de la provincia de Buenos Aires, el 30 de julio de 1970. Por su destreza y puntería con las armas de fuego, sus compañeros le decían “Pepita, la pistolera” y era instructora militar. Fue detenida en febrero de 1972 y salvajemente torturada.
“María Angélica se dio a la lucha y no estaba equivocada. Hay que creer mucho, amar mucho a los demás y a la Patria, como amó mi hija, para entregarse sin límites”, recuerda su padre Manfredo Sabelli.
Tenía 23 años cuando fue asesinada.
Ana María Villareal de Santucho
Nació en 9 de octubre de 1935. Tuvo tres hijas. Es conocida como Sayo, viene de sayonara, porque tenía los ojos rasgados.
Licenciada en Artes Plásticas por la Universidad de Tucumán. En 1959 se conocieron con Mario Roberto Santucho y se casaron. Juntos empezaron a militar en el FRIP (Frente Revolucionario Indoamericano y Popular) que luego se conformaría en el PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). Participó también del V Congreso donde se fundó el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo).
«La primera vez que cayó presa mi mamá fue en Córdoba por haber asaltado un camión de leche, que luego repartían en diferentes barrios”, recuerda Ana Santucho su hija. “Aquella vez le dieron un tiro en una pantorrilla y la agarraron. La mandaron a la cárcel de monjas El Buen Pastor, donde mi papá junto a otros compañeros la rescataron unos meses después. Me acuerdo que se escapó con el pie enyesado. Ahí la habíamos ido a visitar varias veces. Yo tenía ocho años pero eso no era algo novedoso para mí, porque yo era la mayor, escuchaba las conversaciones y además unos años antes en Tucumán ya nos habían allanado la casa y lo habían metido preso a mi papá. Él cayó preso tres veces, y las tres se escapó», rememora.
En febrero de 1972 es detenida en un control de rutina en un colectivo en Salta. Luego es trasladada a Rawson.
Tenía 36 años cuando fue asesinada.
Maria Antonia Berger
Nació el 9 de septiembre de 1942 en Capital Federal. Se recibió como Licenciada en sociología. Fue una de las fundadoras de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. Participó en numerosos operativos, entre ellos la toma de Garín como supervisora de la operación. Luego, en la confluencia con Montoneros, logró ser una de las mujeres con mayor responsabilidad dentro de la organización.
Había sido detenida el 3 de noviembre de 1971. Durante los fusilamientos de Trelew fue herida por una ráfaga de metralla pero logró meterse en su celda. Allí recibió un tiro de pistola en la cara. Pese a que la creían muerta, logró sobrevivir y escribió con su propia sangre en una pared “LOMJE” abreviatura de “Libres o Muertos. Jamás Esclavos”.
En 1973 sale en libertad con la amnistía de la presidencia de Hector Cámpora y se reincorpora a la lucha formando la Rama Femenina de la organización. Comparte sus relatos en una extensa entrevista conocida como La Patria Fusilada, de Francisco Paco Urondo. Allí, María Antonia Berger remarca las diferencias entre su experiencia y la de sus compañeras con la de los hombres, que incluye desde una revisación médica vejatoria, hasta el trato despectivo y humillante de los militares. Relata también que en la toma del aeropuerto, donde ella estaba al mando junto con Pujadas y Bonet pero donde casi no la miraban, sino que le hablaban a los hombres. No entendían qué hacía una mujer allí, qué autoridad tenía para parlamentar con ellos.
En 1979, en plena dictadura militar, hace pública una carta a las madres de secuestrados y desaparecidos: “Compañeras, sé que en ustedes está la fuerza para seguir adelante. Cuando las fui conociendo a través de compartir la lucha con vuestros hijos supe que, aquellas banderas que ellos quisieron y quieren llevar a la victoria, ustedes las recogieron y las levantarán hasta que se acaben los crímenes y la miseria a la que todavía sigue condenado nuestro pueblo. Quiero que sepan que estamos orgullosos de nuestras madres y mujeres. Estaré al lado de ustedes en todo momento y espero llegar a todas para llevarle nuestra solidaridad y las necesarias palabras de aliento que tanta falta nos hace. La cita es como siempre: los jueves en la Plaza”.
Sobre fines de 1979 fue acorralada por las fuerzas de la dictadura. Orlando “Nano” Balvo, ex preso político y militante peronista, relata que “los milicos reconocieron a María Antonia, la cercaron en una casa. Se identificó: ‘Soy María Antonia Berger. Me entrego’, gritó. Salió. Tiró la pistola. Los milicos se le fueron encima. Y volaron con ella. María Antonia se había cargado el cuerpo de granadas”.
Por todas ustedes luchamos, por nosotras y las que vendrán. Este próximo octubre estaremos en las tierras donde dieron lo último de sus vidas, pero no se terminó ahí. Siguen presentes en nuestra pelea diaria. Gracias a ustedes y muchas otras hoy estamos donde estamos. Nos falta todavía por caminar pero lo andado no se vuelve para atrás.
*Por Redacción La tinta.