Santiago, Sergio y El Ciclón
En el instante en el que un amigo le mandó la foto de la bandera que pedía por la aparición con vida de su hermano desplegada en el Estadio Pedro Bidegain, Sergio navegaba entre desesperaciones. A un año de la desaparición de Santiago, él y Stella Maris, su madre, encuentran un vaso comunicante, entre tanto dolor, en la pasión por San Lorenzo. Mientras escucha de fondo el canto de la hinchada, se permite repetir ese deseo que se torna ternura en sus labios: «Me gustaría estar acá con vos, Santiago».
Por Coordinadora DDHH del Fútbol Argentino
Entra, camina y sonríe. Acepta una foto, agradece una palmada. Nunca estuvo ahí antes. Jamás se imaginó que un jueves lluvioso y de invierno se iba a acercar hasta el sur de la Ciudad de Buenos Aires para ver un partido de San Lorenzo. Pero ahí está. Lo trajo él, su hermano. Lo empujó la constante necesidad de seguir buscándole sentidos a respirar. Por eso, cuando por fin sus ojos enfocan el césped, cuando los latidos se le aceleran ante el aliento que retumba en el Nuevo Gasómetro, Sergio Maldonado, con una lágrima pidiendo permiso para correr por la mejilla, consigue gambetear el nudo que le estruja la garganta y se dice a sí mismo: “Me gustaría estar acá con vos, Santiago”.
En el instante en el que un amigo le mandó la foto de la bandera que pedía por la aparición con vida de su hermano desplegada en el Estadio Pedro Bidegain, Sergio navegaba entre desesperaciones. No estaba enterado de que el domingo 27 de agosto San Lorenzo y Racing habían empatado 1 a 1 en el arranque del campeonato. No le importaba en lo más mínimo tampoco: Santiago estaba desaparecido desde el 1 de agosto, víctima como tantas y tantos de la salvaje represión de Gendarmería en la Lof en resistencia Cushamen, y encontrarlo era el único motivo que justificaba parpadear. Sin embargo, aun en ese mar de impotencia en que se habían transformado sus días desde que se enteró de lo que nunca se habría querido enterar, le brotó una mueca.
El abuelo de Santiago y de Sergio se instaló cerca de la Avenida La Plata a mediados de los cincuenta. Se hizo de San Lorenzo casi por inercia y se volvió enseguida un experto en celebrar las hazañas de José Sanfilippo delante del arco contrario. Cuando nació Stella Maris, su hija, no dudó y le transmitió con cariño indeleble la identidad cuerva. “Vi la imagen de la bandera y en el primero que pensé fue en mi abuelo materno. Calculo que eso me habrá llevado a estar seguro durante tantos años de que Santiago, pese a no ser futbolero, era del Ciclón”, explica Sergio. Mediocampista tenaz de las canchas patagónicas que de pibe vibraba con la camiseta de Boca, enfatiza la respuesta siguiente: “Todas las muestras de solidaridad que surgieron desde los clubes fueron importantes. Pero la de San Lorenzo, vaya uno a saber por qué, fue especial desde el primer momento”.
Santiago estuvo desaparecido durante 78 días por el accionar criminal de las Fuerzas de Seguridad del Estado. El 17 de octubre encontraron su cuerpo en el Río Chubut. A lo largo de esos meses, Sergio y su familia padecieron en carne propia las consecuencias de la avalancha sistemática de la mentira organizada: “Hubo gente que me conocía desde el jardín de infantes que llegó a decirme que lo de Santiago era político. Yo creo que hay cosas que no se negocian: si lo político-partidario se pone por encima de la desaparición de una persona, estamos perdidos”. En el fútbol y en la música, en cambio, encontró respuestas que le devolvieron la esperanza en la condición humana. Quizás fue el respaldo que bajó desde muchas tribunas el que lo condujo a afirmar, delante de la vitrina repleta de objetos azulgranas que el Papa tiene en el Vaticano, que se haría de San Lorenzo si Francisco los ayudaba: “Aunque Santiago estaba lejos de las ideas de la Iglesia, a mi vieja la cambió ese encuentro. Así que eso habrá empujado también para que yo tenga hoy en la mano el carnet de socio del club”.
¿Socio de San Lorenzo? Socios de San Lorenzo: los dos, Sergio y Stella Maris. Sergio apunta que es una manera de agradecer, que es lo mínimo que puede hacer frente al apoyo manifiesto que le brindó la Subcomisión de Derechos Humanos del Ciclón. Pronuncia la palabra nobleza. Se refiere también a su mamá: “Nos hace falta hablar mucho más que antes. Necesitamos compartir más allá de este dolor que nos acompañará por siempre. Y San Lorenzo es como un vaso comunicante. Por eso le prometí que vamos a ir juntos a la cancha dentro de poco”.
La frase quiebra la lógica de la biología pero no de la historia argentina: los hermanos pueden parir a los hermanos. En esto, Sergio se parece a las Madres de Plaza de Mayo, que asumen que volvieron a nacer una vez que secuestraron a sus hijos y a sus hijas: “Ahora entiendo cosas que antes no y eso es gracias a él. Me hizo pensar de otra manera. Aprendí que el arte nos puede servir para mezclarnos y para convivir. Una reflexión suya me quedó grabada: ‘El vecino por ahí es artista y no se da cuenta’”. Sergio vuelve al fútbol con facilidad, remite a Santiago hasta cuando habla de otro tema y evoca cuánto le impactó el relato de Horacio Pietragalla, uno de los nietos recuperados por las Abuelas de Plaza de Mayo: “Me contó que era de San Lorenzo desde chico y que, cuando recuperó su identidad, descubrió que su papá también era cuervo. Y que eso lo alivió porque una de sus grandes preocupaciones era que su viejo fuera hincha de otro equipo”.
Antes no lo podía disfrutar. Llegaba, pedía aparición con vida, reclamaba justicia y se iba. Pero hoy está ahí, aunque llueva, aunque haga frío, aunque Deportes Temuco le arranque el triunfo a San Lorenzo a poco del final. Sergio se levanta de su butaca en la platea con la certeza de seguir siendo Sergio y con la certeza de ser otro al mismo tiempo. Y entonces lagrimea, lagrimea y disfruta, disfruta y lagrimea, porque es lo que le sale cuando se acerca el primer aniversario de la desaparición de una parte de él que caminaba en otro cuerpo. Y mientras escucha de fondo el canto de la hinchada, se permite repetir ese deseo que se torna ternura en sus labios: “Me gustaría estar acá con vos, Santiago”. Y Santiago, lo sabe Sergio, lo saben las tribunas y lo sabe San Lorenzo, está presente. Presente, presente, presente.