No es fobia, es odio
La historia del odio. La historia de la legitimación del odio. La violencia hacia lo que se considera diferente y el respaldo del pensamiento racional. Así como la razón provocó Auschwitz, el discurso médico hacia las identidades de la disidencia sexual abraza la violencia y la discriminación.
Por Estefania Veronica Santoro para Derrocando a Roca
A la Pepa Gaitán, lesbiana y portadora de una masculinidad decidida, el padrastro de su novia la asesinó por la espalda de un escopetazo porque no soportaba la relación entre ella y su hijastra. Jonathan Castellari fue agredido por una patota en un local de comidas rápidas del centro porteño por ser gay. ¿Es correcto hablar de fobia para denominar actos de violencia, discriminación y estigmatización?
Cada 17 de mayo en más de 130 países del mundo se conmemora el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia, más conocido a través de sus siglas IDAHOT, que en ingles refiere: International Day Against Homophobia, Transphobia and Biphobia. Países como México, China y Francia adoptaron esta denominación. ¿Pero qué le falta a ese título?
Partiendo de la premisa “lo que no se nombra no existe”, como lo supo expresar el escritor George Steiner, la denominación IDAHOT nada dice sobre intersexualidad, omite la violencia que padecen desde los primeros días de vida las personas intersex, a través de operaciones mutilantes que pretenden normalizar sus cuerpos. Por otra parte, esta denominación otorgada al 17 de mayo generaliza en masculino al mencionar solamente la homofobia. Si hablamos de lo estrictamente lingüístico y retomamos la idea del filósofo, lingüístico y matemático Ludwig Wittgenstein quien sostiene que “los límites del lenguaje son los límites del mundo”, al suprimir o reemplazar lesbofobia por homofobia se invisibiliza la primera y se privilegia la segunda, hecho que no permite reflexionar sobre las diferencias entre ambas. Por ejemplo, las lesbianas sufren una doble opresión: por su condición de mujer (dentro de los límites del sistema binario de género socialmente aceptado, aun cuando muchas no se reconozcan como tal) y por su orientación sexual. Opresión que se multiplica según la clase, etnia y religión a la que pertenezcan.
Eva “Higui” de Jesús permaneció ocho meses presa por defenderse de un grupo de hombres que la atacaron como una lección correctiva por su identidad lesbiana, ella era sistemáticamente hostigada y perseguida por estos hombres que hasta quemaron su casa antes de intentar violarla. Sofía del Valle sufrió tres golpizas a pocas cuadras de su trabajo en Caballito por ser una lesbiana visible. Los agresores le dijeron “no queremos raritos en el barrio”. Las personas que ejercieron estos actos no tenían miedo, estaban llenas de odio, un odio que es social, cultural e institucional.
Ni el lenguaje ni las palabras empleadas son inocentes por eso es necesario reveer el concepto elegido: fobia. El término sugiere dos acepciones, por un lado, refiere a un “temor intenso e irracional, de carácter enfermizo, hacia una persona o cosa” y por otro significa “odio o antipatía intensos por alguien o algo”. ¿Por qué para hablar de discriminación, violencia o estigmatización recurrimos a un término ambiguo si en nuestra lengua basta con servirnos de la palabra odio que define mejor esos actos? No existe temor a lesbianas, bisexuales, intersex, gays, travestis y trans, sí existe odio.
Mariana Gómez fue privada de su libertad por la Policía de la Ciudad por besarse con su pareja en la vía pública. La justicia de Entre Ríos decidió condenar a Joe Lemonge, varón trans, a una pena de cinco años y seis meses de prisión por defenderse de dos hombres que lo atacaron por su identidad de género. Entonces hablar de homo-lesbo-trans-bi-fobia no es claro, confunde y quita responsabilidades a quien la ejerce. Se lxs disculpa porque la fobia también refiere a alguien que padece una enfermedad o un comportamiento irracional, cuando en realidad expresan el odio que les provoca la identidad de género o la orientación sexual de otra persona. La denominación que mejor se acerca a la realidad es “Día Internacional contra la Discriminación por Orientación Sexual e Identidad de Género”.
El 17 de mayo se conmemora porque ese día de 1990 la Organización Mundial de la Salud eliminó a la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales. La Asociación Americana de Psiquiatría (APA), la había quitado de su manual de enfermedades psiquiátricas 17 años antes. Sin embargo, hasta 1986 continuó nombrándola como “egodistónica”, que significa angustia y sufrimiento que padece un gay o una lesbiana por el hecho de serlo, consideración que revictimiza, porque los problemas que sufren lesbianas y gays son consecuencia de la discriminación y la violencia que se ejerce desde el conjunto de la sociedad, el sistema heteronormado y binario en el que viven, y no es un problema propio con su identidad u orientación.
Por su parte, la transexualidad, hasta el 2012 era catalogada por la psiquiatría y la psicología como trastorno de la identidad y desde la medicina como falta de concordancia entre sexo biológico y género. Tras años de lucha de los movimientos de la disidencia sexual en todo el mundo, la APA la eliminó dicho año de su lista de enfermedades mentales. Sin embargo, esto significó un avance parcial hacia la despatologización. La Asociación reemplazó la denominación “transtorno de identidad” por “disforia de género” que refiere a la angustia que provoca la discordancia entre la anatomía y el sexo del cual la persona es y se siente parte. Una vez más se responsabiliza a quien sufre violencia, odio y discriminación.
La OMS tardó un poco menos, pero adoptó un camino similar al de APA. En enero de 2017 anunció que dejaría de considerar a la transexualidad como un trastorno para pasar a llamarla “incongruencia de género”, otro modo de considerarla una enfermedad. Algunxs miembrxs de la OMS sostuvieron que analizaron la posibilidad de eliminarla de la lista, pero no lo hicieron porque muchos países solo cubren con políticas públicas lo que está mencionado en la clasificación de enfermedades. Consideran que incluirla en la lista de “condiciones relativas a la salud sexual” lo colocan en un lugar menos estigmatizante. Esto permitiría solicitar un tratamiento hormonal o cirugías de reasignación de sexo luego de un diagnóstico, aunque luego de la pubertad, y de acuerdo con la legislación vigente en cada país.
En Argentina, gracias a la Ley de identidad de género, no es necesario un diagnóstico ni contar con una edad determinada para solicitar un cambio de nombre y género; es la primera ley de identidad de género del mundo que no patologiza a travestis, transexuales y transgénero. Sin embargo a seis años de su aprobación, los movimientos de la disidencia sexual continúan exigiendo su pleno ejercicio y respeto y que sea acompañada de políticas públicas que ayuden a resolver los problemas estructurales de estigmatización y violencia que sufren las personas travestis y trans.
Desde hace 2 años el Archivo de la Memoria Trans Argentina, fundado en 2012, investiga los casos de mortalidad de las personas travestis y trans. Los datos revelaron que la esperanza de vida de estas personas ha descendido de manera alarmante: En 2004 el primer informe arrojó que era de 35 años, luego de la aprobación de la ley de identidad de género esta situación mejoró y en 2013 y 2014 ascendió hasta 42 años. Pero el año pasado bajó a 36 y el número de travesticidios y transfemicidios aumentó.
Diana Sacayán, activista por los derechos humanos que luchó por el reconocimiento y la inclusión social del colectivo travesti y trans, fue asesinada en 2015 por su identidad de género. Se realizó un juicio y por primera vez la justicia argentina condenó al acusado a perpetua con el agravante por odio a la identidad de género. Su asesinato producto del odio, no podía ser visto como un acto de alguien dominado por un “temor irracional”.
El discurso médico aún continúa señalando personas desviadxs, incongruentes, anormales o angustiadxs a causa de su identidad de género u orientación sexual. ¿El mal denominado temor no es consecuencia también de las distintas formas de patologización hacia las personas de la disidencia sexual aún vigentes?
*Por Estefania Veronica Santoro para Derrocando a Roca.