Represión a las disidencias sexuales como política de Estado
“Cómo es que se mata a una sola de nosotras,
sin matarnos a todas”.
Susy Shock y la bandada de colibríes – “Poemario trans pirado”
Por Micaela Vallejos y Mati Menossi para La tinta
Reconocernos insert*s en un sistema capitalista y cisheteronormativo es el principio para entenderlo como un sistema de relaciones de poder que intervienen en la normativa del género, las lógicas bajo las cuales se construyen social-cultural-históricamente las figuras masculinas y las femeninas; y, sobre todo, entenderlo como un sistema que suministra vida o muerte a aquellas personas que decidimos oponernos a este.
Dentro de esta coyuntura política, los mandatos sociales, las opresiones educativas – sanitarias – judiciales – familiares operan intentando normativizar lo que se corre de las lógicas que alimentan a este sistema; limitando todo tipo de accionar, expresión por fuera de estos estándares.
Y aquello que se resiste a ser normativizado es ridiculizado, es convertido en un chiste, chiste de bar, chiste de patriarcado, nuestras identidades o la forma en que nos auto percibimos, y todo lo que las atraviesan son ridiculizadas para no incomodar a la norma, para no asustar al status quo.
Comprender que este gobierno neoliberal, clasista, etnicista, cis-heterocentrista no sólo pregona por el cuidado de la clase alta, la oligarquía, el campo latifundista, las empresas multinacionales, sino que lleva adelante políticas de Estado que excluyen sistemáticamente, a través de las instituciones, a las disidencias sexuales. Estas políticas de Estado pueden ser leídas como recorte, disminución de presupuesto, desabastecimiento, vaciamiento, cierre de programas. Son las acciones que ha llevado a cabo, durante casi tres años, este gobierno con la justificación o excusa de disminuir el gasto público, el déficit fiscal. Resultado de esta crisis económica es que tortas, trans, travas, maracas y otras sexualidades disidentes se encuentran entre los sectores que más deben resistir el ajuste.
Hablamos de políticas de Estado cuando no tenemos acceso a una salud pública sin ser patologizad*s. Hablamos de políticas de Estado cuando no conseguimos un trabajo regulado con sus beneficios jubilatorios y obra social. Hablamos de políticas de Estado cuando demandamos por una educación, una justicia y medios de comunicación no homolesbotransbi odiantes. Hablamos de políticas de Estado cuando no hay una implementación efectiva de la ley de identidad de género. Hablamos de políticas de Estado cuando falta medicación, insumos y materiales de prevención en relación a las infecciones de transmisión sexual. No solo visibilizamos nuestras opresiones o violencias, sino que visualizamos estas políticas impulsadas por parte el Estado, que tienen como principal objetivo la criminalización y la marginalidad.
Desde el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGBT, en un informe realizado en 2017, se desprenden los siguientes datos que dan cuenta de la violencia hacia las identidades disidentes:
*En el año 2017, ocurrieron en Argentina ciento tres (103) crímenes de odio motivados en la orientación sexual, la identidad y/o la expresión de género, que se encuentran registrados. Estos datos no son exactos, ya que incluyen sólo aquellos 15 casos que han sido relevados por los medios de comunicación o han ingresado como denuncias en la Defensoría LGBT, ante las organizaciones de la FALGBT o documentados por el CeDoSTALC, y únicamente permiten vislumbrar una realidad que es, sin duda, mucho peor de lo que sugieren los números.
*En la región, de 23 países en América Central y del Sur, Argentina se encuentra sexta en cantidad de muertes de personas trans ocurridas en los últimos 9 años; cabe señalar el subregistro de muchos países producto del no reconocimiento de la identidad de género de las personas travestis, transexuales y transgéneros.
*»(…) los promedios de esperanza de vida de las mujeres trans, en nuestro país, según los datos que poseen algunas referentes, arrojan un mínimo de 35,5 y un máximo de 41,25 años” .
Agregamos que, en lo que va del 2018, han sido asesinadas más de 17 compañeras trans.
No exageramos cuando la cantidad de víctimas por crímenes de odio hacia identidades disidentes aumenta año a año; no exageramos cuando somos expulsad*s de nuestras casas por romper el contrato heterosexual; no exageramos cuando nos demoran mientras nos besamos o nos visibilizamos en la vía pública; no exageramos cuando se analizan noticias de medio de comunicación distorsionando la identidad autopercibida o cuando la institución escolar no aplica la educación sexual integral; no exageramos cuando nos niegan una licencia médica por cirugías de adecuación de nuestra identidad autopercibida; no exageramos cuando se aceleran causas judiciales cuando l*s acusad*s son disidentes sexuales; no exageramos cuando exigimos que la justicia catalogue la causa según la identidad autopercibida; No exageramos, nos atraviesa el día a día, el cuerpo, nuestra identidad y nuestra realidad, en todas las aristas. Nos atraviesa con Higui, con Mariana Gómez, con Joe Lemonge, con la Pepa Gaitán, con Azul Montoro, con Laura Moyano, con Estrella Belén Sánchez y con tantxs otrxs.
Somos objetos de violencia y represión constante por parte del Estado: despojad*s de la familia, expulsad*s del sistema escolar, estigmatizad*s sanitaria y laboralmente, criminalizad*s por la justicia y por la polícia. No entramos ni en la agenda política de este gobierno ni en la agenda de subjetividades de esta sociedad patologizante. Por todos estos motivos, nos parece menester y urgente generar herramientas para saber y conocer los medios que poseemos para enfrentar y disputar las distintas violencias institucionales diarias; organizarnos, reconocernos, encontrarnos y, sobre todo, resistir en manada.
Frente a todas estas violencias, seguimos resistiendo, seguimos reuniéndonos en el abrazo colectivo, en el abrazo disidente, en el abrazo fuera de la norma. En el abrazo que es amor, pero también es deseo, es goce. En el abrazo rabioso, un abrazo lleno de furia trava, de potencia tortillera, de fuerza bisexual, de coraje marica.
Porque frente a una sociedad y un Estado que nos invisibiliza, nos ridiculiza, nos patologiza y nos mata, tejemos redes, nos organizamos, resistimos, disputamos las calles, disputamos los sentidos, disputamos todo lo que hay que disputar, y siempre, pero siempre, disputamos las camas.
A la cárcel y a la norma no volvemos nunca más.
*Por Micaela Vallejos y Mati Menossi para La tinta.