El marxismo como constelación (parte II)

El marxismo como constelación (parte II)
12 abril, 2018 por Redacción La tinta

A 200 años del nacimiento de Karl Marx, compartimos la segunda parte del Epílogo escrito por Hernán Ouviña para el libro “Marx populi”, de Miguel Mazzeo. Este viernes 13 de abril, el libro se presenta en Buenos Aires en el Centro Cultural Gran Sur.

Por Hernán Ouviña para La tinta

Un marxismo en el que quepan muchos marxismos

Miguel arremete contra la concepción singular y dogmática del marxismo. Nos habla de “los mil y un marxismos” y de la imperiosa e histórica necesidad de renegar de la “necesidad histórica”. De releer y explorar a estos marxistas opacados, a partir y desde el mismo Marx. ¿Por qué hablar de marxismos en plural? ¿Qué supone pensarlos asumiendo como una virtud a la diversidad y al reconocimiento de lo múltiple? ¿En qué medida resulta posible (re)construirlos y vivificarlos en función de la especificidad de nuestra propia realidad? Para responder a estos (y muchos otros) interrogantes, Mazzeo realiza un doble movimiento: problematiza a América Latina como marxista, pero a la vez a estos marxismos desde nuestras raíces, identidades y dilemas como latinoamericanos/as, en particular desde Argentina, porque ya lo decía Freire: la cabeza piensa donde los pies pisan, y la de Miguel elucubra desde esas territorialidades forjadas por la nueva izquierda en barrios y comunidades, entre proyectos autogestivos y talleres de formación política, en diálogo constante con las experiencias que apuestan a construir poder popular y autogobierno en cada resquicio de la vida cotidiana.

En función de este desafío, ratifica algo que nos parece ineludible hoy en día: no es posible referirnos al “marxismo” a secas, como un núcleo homogéneo e invariante, ni en los términos de un sistema acabado del cual valernos para su mera “aplicación”, sino que por el contrario se torna imperioso asumirlo, a partir de Walter Benjamin, como una constelación cargada de tensiones, un crisol de conceptos y modalidades de in(ter)vención militante, habitados por el antagonismo y la historicidad, vale decir, en tanto conjunción de categorías, ideas-fuerza, nociones y balbuceos teórico-prácticos, condicionados tanto por el intrincado y complejo devenir del capitalismo a nivel mundial, como por la originalidad concreta de cada sociedad que, desgarrada por conflictos, tradiciones, luchas y resistencias, constituye a Nuestra América profunda.

Referirnos a estos marxismos, supone reconocer la presencia de una frondosa experiencia político-intelectual no siempre coincidente ni replicable en tiempo y lugar, sino más bien delineada por situaciones, procesos y contextos disímiles, pero también implica asumir la existencia de otros “marxismos” (eurocéntricos, evolucionistas y lineales, concebidos como modelos cerrados y esquemáticos, que tienen por vicios la mera importación de categorías y estrategias, el determinismo económico y la unicausalidad).


Frente a estos (pseudo)marxismos, que han resultado refractarios a toda autocrítica y han hecho del culto a la “ciencia” moderna un nuevo credo, se han abierto paso -no sin dificultades y obstáculos- esos marxismos cálidos y hediondos, bolivarianos y eco-socialistas, anticapitalistas y enraizados, feministas y ennegrecidos, descolonizados e irreverentes, anti-imperialistas y mestizos, senti-pensantes y del buen vivir, que Miguel visibiliza, convida y debate en este libro, a partir de una pedagogía de la pregunta que lejos de brindar abstractas fórmulas de pizarrón, nos incita a elaborar respuestas colectivas y desde la praxis militante, a los dilemas que han acompañado a las luchas de los pueblos latinoamericanos.


Mazzeo tensiona por tanto los lugares comunes que han predominado en la lectura de estos autores clásicos (Marx desde ya, pero también Gramsci, Lenin y el Che, por nombrar los más trabajados en este libro). Sin medias tintas, pone en evidencia la existencia de al menos dos posibles interpretaciones de la obra de nuestro barbudo de Tréveris, y que por cierto también subyace en Lenin: una, caracterizada por cierta mirada euro-céntrica, etapista y apologética del “progreso” capitalista, así como por el papel “revolucionario” de la burguesía (y de la electricidad en el caso del líder bolchevique), a partir de la supeditación del derrotero histórico de la periferia capitalista (dentro de la cual se ubicaría Nuestra América), a los acontecimientos y vaivenes sucedidos en el “centro” europeo. La otra -opacada por las diversas ortodoxias y manuales canónicos-, cobra cada vez más fuerza en los escritos tardíos de Marx, y resitúa desde una perspectiva dialéctica y dinámica a la relación centro-periferia, a la vez que vislumbra una lectura del devenir histórico en términos multilineales, contradictorios y signados por atajos y bifurcaciones; que hace de la anomalía y la excepcionalidad una regla o dictum invariante y amplía la mirada hacia otros sujetos de lucha fuera de foco; que entiende como algo estratégico a la edificación de novedosos organismos de autogobierno popular y proyectos emancipatorios asentados en la auto-activación de las masas, y que concibe a la revolución no en los términos de un evento futuro y lejano, sino como un proceso prefigurativo y de largo aliento, que hunde sus raíces en nuestra realidad inmediata e involucra una profunda transformación, en el aquí y ahora, de todas las dimensiones de la vida cotidiana.

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Ilustración: Martín Malamud

Esta última interpretación, hinca el diente en la llamada “necesidad histórica”, elogia desgarros y contradicciones, a la vez que interpreta a las formas plebeyas y popular-comunitarias de vida social -y a sus poblaciones autóctonas oprimidas- no como una rémora del pasado, sino en tanto potencial vector de un proyecto revolucionario y anti-capitalista sui generis. Miguel ya había anticipado esta segunda lectura a través de varios de sus libros y ensayos. Podría decirse que ella constituye una temprana y perdurable obsesión, algo así como un núcleo traumático de su inconsciente político. Tal vez sean sus escritos acerca de la obra de José Carlos Mariátegui donde mejor se exploren estos otros marxismos, pero también se vislumbran en sus textos y compilaciones en torno a la señera figura de John William Cooke, o en personajes igualmente ninguneados que él rescata del olvido, como Alicia Eguren o Rodolfo Kusch. Brujas y malditos que, junto a una pléyade de invisibles y anónimas, supieron sentar las bases de un marxismo genuinamente latinoamericano, mestizo, de color cobrizo como aquel Marx estampado en las ediciones gestadas en Pekín; medio surrealista medio negro, con ojos achinados y de tez morena. Ellos y ellas “tradujeron”, ensamblaron y nacionalizaron el rompecabezas dejado por Marx, al cual no consideraron un itinerario preconcebido sino, al decir del Amauta peruano, una brújula -muy potente, aunque no la única- para la orientación teórico-práctica en una realidad que siempre resultó ser concreta y situada.

Con ellos y ellas -desde su praxis emancipatoria- Miguel revitaliza toda una variopinta tradición de corrientes teórico-políticas que, reconociendo como herencia al pensamiento crítico-transformador de Karl Marx y de los marxismos no hegemónicos -o eclipsados durante el siglo XX y lo que va del XXI-, pero sobre todo asumiendo la necesidad de nutrirse y enriquecerse de otras cosmovivencias, iniciativas rebeldes y experiencias subversivas -tributarias todas ellas de una perspectiva anti-sistémica-, han intentado recrear y actualizar esos corpus endebles e indisciplinados, en función de los inéditos desafíos que la realidad de nuestro continente nos depara. No con un afán académico ni de masturbación intelectual, sino para contribuir a la refundación de un proyecto que todavía gustamos llamar socialista. Pero eso sí: será un socialismo en el que quepan muchos socialismos, o no será. Porque incluso desde su génesis misma, el marxismo supo hacer de la apertura y el diálogo de saberes un rasgo indeleble.

La apuesta por una nueva intelectualidad militante

Quienes comenzamos a militar en la segunda mitad de la década del noventa tuvimos algunos faros utópicos y ciertas claves de interpretación que nos permitieron tomar distancia de la vieja izquierda: la irrupción del zapatismo, las puebladas en el sur y el norte del país, los movimientos piqueteros y las tomas de tierras en el conurbano, el fracaso de una URSS burocrática y deshumanizada, los levantamientos indígenas en la región andina, la dinámica asamblearia y la horizontalidad como formas exploratorias, la acción directa, los entramados comunitarios y el poder popular como maneras de confrontar con la subjetividad neoliberal, la autonomía insurgente y la ruptura con las modalidades tradicionales de pensar-hacer política como búsquedas incesantes. También nos forjamos en la lectura minuciosa de aquellos marxismos que nos resultaban más potentes en el fragor de la crisis de 2001 y de todo lo inédito que emergió de aquella coyuntura tan álgida.

En este intenso derrotero, los libros y artículos de Miguel resultaron ser un insumo fundamental para quienes activamos en movimientos populares, espacios prefigurativos y construcciones de base, no solamente en nuestro país sino también en otras realidades de Nuestra América, en particular en Venezuela, Colombia y Chile. Como “teórico-militante” ha sido y es una de las referencias más originales y sugerentes de lo que varios han denominado una nueva generación intelectual en Argentina. Un intelectual orgánico al pie del cañón, generoso y comprometido como pocos, con su pesimismo de la inteligencia y su optimismo de la voluntad siempre a cuestas (nunca tan certera una definición para alguien como Mazzeo).

Luego de leer y masticar las ideas que se lanzan en este libro, se tiene la sensación de caminar en medio de arena movediza. No hay garantismo alguno ni inevitabilidad del triunfo si adherimos de manera radical al marxismo que nos propone repensar Miguel, y menos aún hay punitivismo, como quisieron imponer las religiones políticas -más marcianas que marxianas- de diversos pelajes, a través de manuales, pensamientos oficiales e ideologías de Estado, códigos venerados, rituales y prácticas sectarias, o juicios inquisitorios contra desviados/as y herejes. Hay, por el contrario, una apuesta o toma de partido, un jugarse a pleno por el socialismo como horizonte, aunque sin certidumbre ni leyes férreas que lo hagan aflorar.


Es un reflexionar desde el abismo y por eso mismo resulta un pensamiento urgente y necesario en contextos como el actual, donde la lucha de clases, el odio racial, la opresión hetero-patriarcal y la confrontación callejera se tornan más agudas.


No para que nos muestre un itinerario -insistimos: no lo hay y jamás lo hubo, ya que la revolución es por definición anti-definicional-, sino debido a que como solía enunciar Mario Benedetti, frente a los palos de ciego recibidos, una tarea prioritaria es poder dar palos de vidente, y para ello el marxismo como anteojera, brújula orientativa y constelación rebelde, aún constituye el horizonte insuperable de nuestro tiempo histórico, lo cual desde ya nunca debe equivaler a endogamia ni autosuficiencia.

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Ilustración: Martín Malamud

La literatura y el arte, el ensayo y la música popular, las pinturas e ilustraciones, en muchas ocasiones nos han permitido -al menos en Argentina, pero estimamos que también en el resto de Nuestra América- leer de forma más aguda la realidad. A modo de simples ejemplos: El matadero, La vuelta del Malón, el Facundo, el Martín Fierro, Los Siete locos, Radiografía de la Pampa, Juanito Laguna, Los dueños de la tierra o El Eternauta, tienen sin duda más política condensada, que millares de discursos y proclamas de teóricos o dirigentes de la izquierda vernácula, producidos con pretendida “intencionalidad política”. Eso Miguel lo sabe y por ello apela una vez más al género o locus ensayístico como modalidad de diálogo e intervención, en este caso conjugado con ilustraciones viscerales -no es una metáfora, sino una descripción de los cuidados dibujos de Martín Malamud, verdaderos “exabruptos” visuales, para lanzar una posible interpretación desde Kusch-, que co-constituyen la escritura y fungen de mirillas por donde asomarse al tortuoso submundo que late tras las sombras y disfraces del fetichismo mercantil y del poder estatal que nos constriñe la sensibilidad; a esa maraña de órganos, venas, músculos, vasos comunicantes y sangre que subyace a nuestra epidermis, sin la cual resulta imposible restituir la visión de totalidad amputada a diario por el capital, que nos confronta con nuestro ser hediondo y permite auscultar esta intrincada y escurridiza realidad contemporánea, de un cuerpo social flagelado y tan difícil de asir. Porque ya lo dijo David Viñas: “toda estética es, en última instancia, teoría política”.

En sus páginas, este libro nos advierte también que hacen falta más militantes intelectuales (orgánicos). Y a la inversa: que se precisan más intelectuales que militen en cuerpo y alma las ideas que pregonan. Flaco favor le hacemos a la revolución si dejamos en manos de una minoría de “especialistas” la formación política y el análisis minucioso de la sociedad que buscamos transformar. La ignorancia -advertía Gramsci- es un privilegio del que sólo puede gozar la burguesía; un lujo que jamás pueden darse las clases subalternas. Por eso siempre hay que sospechar de aquellos dirigentes y activistas que subestiman o se mofan de la educación popular y de los saberes plebeyos que anidan en ese abajo contradictorio, pero tan potente, que es el mundo popular, así como de quienes consideran que allí anida en estado puro la verdad, y sólo resta quedarse de brazos cruzados a la espera de que estalle en una crisis terminal, que siempre se encuentra en ciernes para cierta izquierda paranoide.

 

Ludovico Silva, uno de los intelectuales venezolanos más fructíferos para formarnos de manera des-manualizada, solía decir que “si los loros fueran marxistas, serían marxistas ortodoxos”. Por cierto, sólo a partir del análisis concreto de nuestros territorios específicos -en los que finalmente actuamos e intervenimos a diario- es que podemos traducir y (re)elaborar conceptos, rumbos de acción e ideas, así como construir una estrategia revolucionaria acorde a los desafíos que nos depara nuestro presente. No se trata, enmarx-populi-1marxismo-miguel-mazzeo suma, de “aplicar” esquemas o categorías prefabricadas, ni de concebir al marxismo como un sistema acabado o un conjunto de verdades irrefutables, sino de recrear sus presupuestos y basamentos, a partir de su confrontación con la cada vez más compleja realidad en la que estamos inmersos e inmersas. En última instancia, como nos recuerda Miguel, es la praxis colectiva la que garantiza esta articulación orgánica entre teoría y acción, conjeturas y prácticas transformadoras, filosofía y política, realismo y utopía, ciencia y revolución, sentir y pensar-hacer, siempre teniendo en claro que es el propio pueblo el que debe forjar su destino. Ni reflexión que no sea actuada (y sentida en el cuerpo), ni práctica que eluda su inscripción en el análisis (auto)crítico y la formación constante. Praxis, praxis, praxis: más Marx, más populi. Sí, Marx populi.

Gracias Mazzeo por regalarnos tan bello libro. Cada una de estas páginas resulta una cantera imprescindible para reinventar “los mil y un marxismos” desde nuestras angustias y sueños políticos, pero sobre todo a partir de la convicción ética y la apuesta militante, que reivindica la vigencia del socialismo y la urgencia de la revolución en estos tiempos sinuosos por los que transitamos. Nunca más pertinente esta bocanada de aire fresco, en momentos en que se postula el fallecimiento indefectible de la teoría del puño levantado. Al terminar de leer este libro, unx tiende a sospechar que, como mínimo, se está velando al muerto equivocado.

Será cuestión, entonces, de reanudar la lucha en un doble sentido: por un lado, para relanzar un nuevo ciclo de protestas e iniciativas basadas en el antagonismo y la presencia masiva en las calles, con creatividad organizada y sin ánimo pragmático ni sectario; por el otro, para volver a anudar y a tejer articulaciones que eviten todo vanguardismo u homogeneización, pero sean capaces de conectar y hermanar al crisol de proyectos emancipatorios que se ensayan a diario, desde abajo y a la izquierda. En eso andamos en pleno siglo XXI. Eso sí: ahora con un libro más debajo del brazo, que está llamado a acompañarnos en los años venideros como la sombra al cuerpo.

> Leé la primer parte de este epílogo haciendo click acá.

*Por Hernán Ouviña para La tinta.

Marx Populi, de Miguel Mazzeo, con ilustraciones de Martín Malamud, Editorial El Colectivo y Fundación Editorial El Perro y la Rana. Presentación: viernes 13 de abril en el Centro Cultural Gran Sur (Boedo 1993, Buenos Aires). Acompañarán a los autores Mabel Thwaites Rey, Hernán Ouviña y Aldo Casas.

Palabras claves: Carlos Marx, izquierdas, marxismo, Miguel Mazzeo

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