Luis Alberto Manzanelli: “Yo no maté a nadie”
Por primera vez sale a la luz una entrevista al “hombre del violín”, uno de los torturadores más temidos del centro clandestino de detención de La Perla.
Por Redacción La tinta
Minutos después de finalizada la sentencia de la megacausa La Perla-Campo La Ribera, el canal A24 difundió una entrevista inédita a Luis Alberto Manzanelli, ex suboficial del Ejército imputado por 784 delitos de lesa humanidad y uno de los más feroces torturadores de La Perla.
El periodista Rolando Graña se entrevistó con el genocida en 2012 y recién salió a la luz la semana pasada, tras la finalización del juicio de lesa humanidad más grande de Córdoba.
Conocido como «el hombre del violín» o «cogote de violín» porque no podía girar la cabeza hacia un costado, Manzanelli murió el 13 de noviembre de 2015 a los 77 años.
Fue miembro del Destacamento 141 de Inteligencia y del comando del Tercer Cuerpo de Ejército. Ya en democracia fue director del Círculo de Suboficiales del Ejército de la ciudad de Córdoba.
Recibió cadena perpetua por 308 privaciones ilegítimas de la libertad agravadas, 291 imposiciones de tormentos agravadas, 169 homicidios calificados, 15 imposiciones de tormentos seguidas de muerte y una tentativa de homicidio calificado.
Y aún así, ante las cámaras, aseguró: “Yo no maté a nadie”.
Aquella época
Según testimonios de sobrevivientes de La Perla, Manzanelli era uno de los torturadores más crueles del centro clandestino. Era el que manejaba la picana.
Durante la entrevista el integrante del siniestro Comando Libertadores de América se mostró muy sereno y contó sin ningún tipo de arrepentimiento los procedimientos que practicaban con sus colegas de armas.
«A la detención la hacíamos nosotros. Surgía una cita y se procedía de esa forma. Cuando se salía y se detenía a alguien se la conducía a La Perla (…) Luego se procedía al interrogatorio, lo que está en el reglamento de Inteligencia», relató Manzanelli, eludiendo la respuesta de si había presenciado torturas a los detenidos.
Consultado al respecto, el represor -con voz tranquila y pausada- admitió que utilizaban la picana eléctrica pero sólo “en casos muy extremos”. Señaló que existían otras formas de ser “apremiados” y que ese método no era de uso diario.
Graña le preguntó si en algún momento dudó de lo que estaba haciendo. Manzanelli hizo silencio y lo miró unos segundos antes de responder. Luego afirmó que sí, pero que lo podrían haber matado por ser desertor. Dudaba, pero murió sin hablar.
El único momento en que el militar parece quebrarse es cuando habló sobre su esposa, quien falleció recientemente por un cáncer. La fiscal federal Graciela López de Filoñuk y la jueza Cristina Garzón de Lascano le otorgaron prisión domiciliaria para que pudiera cuidar a su pareja en los últimos días de vida.
Antes de morir, su esposa le dijo: «Alberto hablá. No te lo tragues más a eso”.
De manual. En el marco de las investigaciones desarrolladas a partir de 1998 en la causa «Verdad Histórica» se ordenó un allanamiento en la casa de Manzanelli y se secuestró un “Manual de respuestas” para que los militares afrontaran los juicios. Allí se instruía, entre otras cosas, a culpar a los militares muertos, a los sobrevivientes de los campos y a declarar “no recuerdo” o “no me consta”, justamente la estrategia desplegada por los imputados.