Crónica de un festejo en Traslasierra
Una huerta comunitaria, alimento sano que es vendidos a comedores estudiantiles, una fábrica de alimento balanceado, un espacio de educación autónomo de adultos. Nos acercamos al festejo de la CTO Traslasierra, organización que desde hace seis años, lleva adelante prácticas que apuntan al trabajo organizado y autogestivo y al fortalecimiento de las comunidades rurales.
Por Débora Cerutti para La tinta
La tormenta
El calor se hizo insoportable, incluso en el viaje por las Altas Cumbres, el cordón montañoso más alto que separa (o conecta) el valle de Traslasierra con el este de la provincia. La llegada a la localidad de Las Calles, comuna con 900 habitantes donde se ancla gran parte del trabajo territorial de la CTO, estuvo marcada por una lechuza que quería volar pero se la llevaba el viento y por una caminata de media cuadra en que la arena de las calles pegó fuerte en la piel. Ese sábado a la noche de mi vuelta a Traslasierra después de larga ausencia, se cortó la luz. La señal de internet se cayó. Los celulares dejaron de funcionar. El valle en verano, daba la bienvenida.
Las compañeras del Colectivo de Trabajo Organizado (CTO) comenzaron a comunicarse y fueron urgente a prender el generador eléctrico para que los pollitos que están incubando desde hace apenas algunos días, no perdieran calor. Después nos enteramos que esa noche, un árbol cayó sobre la huerta comunitaria que está en el terreno de una de las mujeres productoras. Una diría que por suerte, pero en realidad, por organización, los animales que están siendo criados en las casas de varias familias del pueblo, no tuvieron que ser auxiliados ya que, en estos últimos años, el trabajo de la CTO estuvo destinado en parte a mejorar la infraestructura de gallineros y corrales. Los pequeños daños provocados por el fuerte viento y la lluvia, no lograron opacar el gran festejo que se realizó durante el domingo siguiente, en el que el sol salió y las manos atolondradas de muchas niñas y niños se pusieron a armar la pelopincho entre sonrisas.
Donde los pastos maduran…
Como en toda zona rural, las indicaciones de cómo llegar a un determinado lugar, suele ser con puntos poco precisos en términos georreferenciales tradicionales: “Al lado del algarrobo grande; por la entrada de San Huberto, hacés unos metros y girás a la izquierda hasta el fondo”; “de la plaza a unos metros”; “en frente de las cabañas tales” “ahí pasando la Aguadita, el dispensario, el club…”. Al festejo habían sido invitadas algunas organizaciones con las cuales la CTO viene articulando y cruzándose en prácticas, o hermanándose en la lucha. Por suerte o una vez más, por organización, nadie se lo perdió pese a la falta de indicaciones de cualquier tipo o por la falta de baterías de teléfonos descargadas y señales de celulares.
Así, durante el transcurso de la mañana, fuimos llegando al espacio donde se asienta la primer y única fábrica de alimento balanceado del pueblo. Nos empezamos a reconocer, a abrazarnos, a preguntarnos por los que todavía no habían llegado, a comentar cómo habíamos sobrevivido a la tormenta de la noche anterior sin ningún deceso animal. Hasta que estuvimos todas, nos escuchamos y compartimos las experiencias organizativas. Se acercaron miembros de la Unión de Campesinos del Valle de Traslasierra (UCATRAS), de la radio comunitaria El Grito y del Encuentro de Organizaciones (EO) de Córdoba.
Las Calles es un pueblo rural que tiene una larga tradición de producción de alimentos. Tradicionalmente ha sido un lugar dedicado a la producción agropecuaria, con siembra de tabaco y pimiento en especial y cría de animales de granja. Esta situación cambió abruptamente con la expansión de la frontera agropecuaria y la inmigración proveniente sobre todo de Buenos Aires, que comenzó a trabajar la zona con énfasis en el turismo, en simultáneo con la emigración de productores a las periferias de las ciudades. En este contexto, los pequeños productores y familias comenzaron a depender cada vez más de los trabajos extra prediales, con altos índices de precarización.
Pero la organización comunitaria pudo vencer la fragmentación y hoy son muchas familias organizadas en torno a la agricultura familiar con la posibilidad de recuperar y potenciar la producción, generando además fuentes de trabajo digno. La Marta vuelve a repetir esa frase que tantas veces dijo con cariño hacia su pueblo, y es que en Las Calles “hasta las mulas dan leche”.
Cuidar lo que crece
Desde fines del año 2012 comenzó un proceso organizativo en Traslasierra impulsado por un grupo de militantes provenientes de distintas organizaciones, que tomaron la decisión de aportar a la organización comunitaria en el valle: en la zona de la Pampa de Pocho, en Las Calles y en las Chacras. Desde aquel entonces, mucha agua pasó por debajo y por arriba del puente de las organizaciones sociales. En algunos casos, se fortalecieron los vínculos y los trabajos organizativos, mientras que otros se fueron debilitando.
A lo largo de los seis años de la organización los lazos comunitarios han crecido mucho a partir de la realización de distintos trabajos solidarios y comunitarios. Entre ellos, vale nombrar compras comunitarias de pollos para la cría, gallinas ponedoras, pavos y maíz; siembras comunitarias de variedades de maíz para obtener semillas propias adaptadas a los territorios transerranos; mejoras en las infraestructuras de corrales y gallineros; construcción de aljibes para la captación y almacenamiento de agua; inseminaciones para mejorar la genética de porcinos; microsilaje de forrajes para alimentación de los animales en época seca; charlas y capacitaciones sobre la cría, cuidados e higiene de aves de corral, porcinos y caprinos; selección de semillas propias, siembra de forrajes y captación de agua; elaboración de derivados lácteos y chacinados. También han realizado charlas sobre derechos laborales y se ha llevado adelante una lucha por vivienda digna que enfrentó varios avatares y promesas de campaña y que hoy está latente.
En Las Calles, uno de los trabajos que mayor persistencia ha tenido a lo largo del tiempo, ha sido el Espacio de educación de adultos “La escuelita”, que entre otras cosas, produjo un libro recopilando saberes y relatos de pobladores del valle y personas que asistieron al espacio de educación. “Desde que empezamos a trabajar en la Escuela de Adulto de Las Calles, decidimos apostar y aportar al fortalecimiento de las relaciones en la comunidad en la que vivimos. Así surge este espacio de educación no formal para adultos; a partir de un diagnóstico donde nos dimos cuenta que el derecho a la educación en adultos estaba siendo vulnerado y que sí o sí, era necesario un espacio de encuentro y aprendizaje donde pudiéramos poner en común nuestras capacidades y deseos de aprender, nuestros sueños”.
Una de las primeras prácticas, fue la conformación de un espacio de educación de adultos que funcionó durante estos seis años, dos veces por semana de manera ininterrumpida. El espacio no sólo fue de alfabetización, sino que, desde la educación popular, se postuló como un territorio de prácticas liberadoras, de discusión, de formación, de compartición de herramientas para una vida más digna y una lectura de la realidad crítica.
En la CTO, son especialmente las mujeres las que le ponen el cuerpo a la organización y las que fortalecen los vínculos comunitarios. Ellas, las que a partir del trabajo organizado, lograron salir de sus casas a encontrarse con otras, a seguir aprendiendo, a luchar por una vida digna. Nos cuentan que “hace un par de años un grupo de productoras pechó un proyecto bastante complejo que incluía infraestructura y gallinas y gallos en todas las casas. Y otro proyecto que implicó la construcción de una fábrica de alimentos balanceados”.
Uno de los principales limitantes en la producción de animales de granja que se identificó entre las mujeres fue el acceso y precio del alimento. Al respecto nos dice Rocío: “la creación de la fabrica de alimento balanceado está permitiendo que exista un acceso a un alimento de calidad a un precio menor que el del mercado, multiplicando las posibilidades de producción de animales de granja, al mismo tiempo que está generando puestos de trabajo para los jóvenes del lugar y revalorizando la identidad productiva del pueblo”.
En el año 2017, la CTO comenzó a llevar adelante el proyecto que fue financiado por el Estado y que se radica en la localidad de Las Calles. “Este año estuvimos todo el año construyendo el galpón comunitario con la planta para la generación de balanceado. Hace algunas semanas nos llegó la incubadora. Hoy estamos produciendo 15 mil huevos por mes en toda la organización y hacemos la venta cara a cara, a través de las radios comunitarias del valle, a algunos restaurantes y los comedores escolares de Nono y Las calles. Esto tiene varios objetivo: por un lado que los jóvenes coman comida cada vez más sana, con calidad proteica, producción orgánica y por el otro seguir generando trabajo digno y autoorganizado, sin depender de nada”, nos explica uno de los compañero de la organización.
Paola, nos cuenta el día del festejo “tenemos el galpón, las máquinas, estamos haciendo alimento. A través del cobro del Salario Complementario hacemos un aporte para el grupo para comprar lo que hace falta. Estamos vendiendo las verduras de la huerta comunitaria, estamos vendiendo huevos, participando del espacio de formación de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP). Hay en su relato presente, una ética del cuidado no sólo hacia sus compañeras de trabajo, sino hacia la vida misma, hacia el territorio que habita, hacia los animales, que se refleja cuando nos cuenta el modo en que día a día alimenta y da de beber a sus animales, de las medidas necesarias que debe tomar un día de tormenta como el de la noche anterior del festejo (que no son tantas como antes de armar los gallineros y corrales). Y continua diciendo Paola: “Antes era ama de casa, ahora no estoy nunca. Voy a la huerta, vengo de acá para allá. Hubo un cambio de vida. El huevo es el que nosotros sacamos de nuestra casa, y la verdura. Nada que ver con la que te venden en los negocios. En el pueblo y la comunidad regional se sabe lo que estamos haciendo acá”.
En Las Chacras, pueblo más al sur, cerquita de Villa de las Rosas, el trabajo durante todos estos años estuvo más centrado en la producción, el trabajo con la tierra, la siembra, con un incremento en los niveles de participación y de producción agroecológica. Desde vinos, pasando por maíz, hasta una cosecha de 15 mil cabezas de ajo orgánico según explica Andrés, otro miembro de la organización. Allí también están desarrollando una fábrica de pastas caseras con un grupo de mujeres, cuenta Agustina.
En el pueblo, unidos somos fuertes
Ahí andamos, señor…
Vengo de los cerros
donde muere el sol.
Atahualpa Yupanqui
La CTO es una organización autónoma que no depende de ningún partido político, que no participa de la ruleta electoral y que reniega de la burocracia del Estado. Que pretende crecer en prácticas de la economía popular. Y que apuesta a la construcción de organizaciones reales que generen transformaciones en nuestras condiciones de vida tanto materiales como subjetivas.
Es por ello que el “hacer” es lo que guía el trabajo comunitario. Y ese hacer, implica también reflexión en y desde la misma práctica, un pensarse desde abajo: “Fatalistas de la lectura y optimistas de la práctica”, nos dicen el Gato. Sin dejar de identificar que la coyuntura, que el escenario político es bastante desalentador, y que de allí nace un fatalismo que se acerca a veces a lecturas apocalípticas del mundo por venir, la CTO está convencida de que un mundo más digno y más libre es posible. Ese “optimismo” se refleja en las prácticas; la esperanza motorizadora de seguir haciendo comunidad, aún en contexto adversos. La necesidad y la premisa de estar unidos ante la tormenta que se avecina que, como podemos advertir en las que ya están sucediendo, intentará acabar con lo que construimos. Los cimientos son sólidos. Los lazos comunitarios, esos que intentaron destruir en nuestras zonas rurales, persisten y se van fortaleciendo para las tormentas que vendrán.
*Por Débora Cerutti para La tinta / Fotos: Colectivo Manifiesto.