#AbsoluciónParaDahyana: concluyó la primera semana de testimonios
Tercer día de audiencias y el cansancio de las horas de escucha atenta se acumula en los cuerpos, en los ánimos. La dureza de los relatos que van componiendo el cuadro a pinceladas hace por momentos insostenible la permanencia en la sala. La cuenta pendiente de la perspectiva de género.
Por Cobertura Colaborativa #AbsoluciónParaDahyana
El miércoles se llevó a cabo una nueva audiencia en el juicio que busca justicia para Selene y Dahyana Gorosito. Por tercer día consecutivo, la sala de la Cámara 12 del Crimen recibió a testigos del caso para intentar dilucidar por qué Dahyana terminó teniendo su hija en un descampado y cómo se desarrollaron los hechos posteriores que apuntan contra Luis Oroná, su pareja.
Uno de los aspectos que más se repite entre las preguntas a lxs comparecientes por parte del fiscal -y eventualmente de alguno de los vocales- es si los declarantes han sido testigos o sabían de situaciones de maltrato o sometimiento de Luis Oroná hacia Dahyana, o “si percibían una relación desigual”.
Lo peligroso de esta situación es que el tribunal técnico y el jurado popular descansen en el sentido común de vecinos o compañeros de trabajo de Oroná para establecer si existía o no una situación de opresión. La violencia de género -que puede ser tanto física como psicológica, simbólica, sexual o económica- se expresa la inmensa mayoría de las veces puertas adentro y de formas menos manifiestas. Incluso muchas veces, cuando las situaciones explotan, la gente cercana no puede creer no haber percibido las señales.
Relato a relato en las audiencias, se va configurando la imagen de la situación de total aislamiento y soledad de Dahyana, sumergida desde los 14 años en el complejo contexto familiar de los Oroná, sin ninguna relación externa de contención y vinculada afectivamente con Luis Oroná, un adulto 10 años mayor que ella, de quien a los 17 ya tuvo su primer hijo. Un lugar al que había llegado buscando refugio de la violencia de su familia de origen.
Testigos
El primero en comparecer al centro de la Cámara y frente al Tribunal y Jurado Popular fue Walter Maximiliano Luna, empleador de José Luis Oroná al momento de los hechos investigados (mayo de 2016).
Luna recordó que aquella mañana de mayo, al llegar a la obra en construcción en la que estaban trabajando, alrededor de las 07:50, José Luis Oroná ya se encontraba allí y permaneció durante las ocho horas de trabajo en el lugar. «Luis estaba normal, tranquilo, como si nada hubiera pasado”, indicó. Esa misma noche Luna recibió un llamado telefónico de Hugo Rodríguez, su tío y socio, quien le comentó que Oroná lo había llamado para contarle del robo de la bebé en el Hospital de Unquillo.
A lo largo de su declaración, el fiscal Mariano Antuña identificó en el relato inconsistencias, referidas a las fechas en que había ido a ver al empleado a su vivienda, en relación a declaraciones previas que el mismo Luna había dado.
Luna expuso que fue a ver a Oroná porque tenía que entregarle un préstamo de dinero. En esa ocasión -recuerda el jefe de Oroná- Luis le comentó: “La hija de puta se escapó del hospital, y menos mal que no llegó a la casa sino nos mete en más quilombos”. Sergio Job, abogado defensor de Dahyana Gorosito, se remitió a esas palabras de Oroná y le preguntó si le parecía normal que se refiera a Dahyana de ese modo, a lo que Luna respondió que era posible reaccionar así si te pasa algo con un hijo, y remató la idea: «Si no le pega no es violencia”.
Al margen del falaz comentario, resulta que según el testimonio de Ana María Facchinetti, vecina de enfrente de los Oroná, Luis sí tenía violencia física contra Dahyana. La segunda testigo de la mañana parecía conocer de cerca y de hace mucho tiempo a la familia. Su testimonio brindó elementos para ir entendiendo los mecanismos que a lo largo de los años habían ido aislando a Dahyana y ubicándola en un lugar de sometimiento.
El fiscal, en igual tónica que los interrogatorios anteriores, preguntó a la vecina si había visto algún tipo de violencia por parte de Luis Oroná hacia Dahyana, a lo que respondió que una vez ella y su familia escucharon que Luis le pegaba, que Dahyana lloraba y gritaba “¡basta, dejame Luis!”. Como reacción, su hijo salió a la calle y le gritó “¡Eh, Luis, no seas abuso, si querés salí y peleá conmigo!”.
La mujer aclara que cuenta “lo que veía de esa puerta para afuera”, y que la chica, refiriéndose a Dahyana, nunca salía sola, que salía con Nilda, con “alguna de las chicas” o con Luis Oroná, y a veces con Jesús. “Desde que ella llegó a la casa nunca se la vio sola y nunca se le vió familia de la parte de ella”, aclaró. Las pocas veces que la vio sola fue cuando cruzaba a comprar al almacén que ella tenía en su mismo domicilio.
Facchinetti se enteró del nacimiento de la beba el mismo 19. Cuando el fiscal le preguntó si algo le llamó la atención con respecto a esos días, la mujer respondió: “La mamá de Luis, Nilda, y su hermana Gladys, habían regresado a la casa y se pasaban de esquina a esquina. A Dahyana no se la veía (…) Cuando aparece el tema de esa criatura vuelven todos a esa casa, y son muchos. Ya todos se habían ido a vivir a otro lado pero volvieron para esos días”.
Facchinetti declaró que Jesús Oroná (hermano de Luis) decía que “andaba” con Dahyana y que ese embarazo era de él. La testigo comentó que un día le preguntó a Jesús si acaso él quería repetir la historia del padre. En ese momento salió a la luz el complejo entramado íntimo de la familia Orona: José Oroná (padre del imputado) no sólo sostiene una relación con su esposa Nilda, José tiene también una relación incestuosa con su propia hermana, Rita.
Sobre el momento de la aparición del cuerpo de Selene en la casa de los Oroná, Facchinetti contó que esa noche una niñita de su propia familia que estaba jugando en la casa de los Oroná, llegó llorando y gritando que estaba la bebita muerta entre los juguetes de Luisito (hijo de Dahyana y Luis). Cuando salieron a la vereda pudieron reconocer luces de linternas de celulares en el patio de atrás de los Oroná y escucharon picos y palas. “Estaban queriendo enterrar al cuerpito”, manifestó. Decidieron llamar a la Policía y comenzaron a tirar piedras hacia aquel patio trasero, pues la policía tardaba en llegar.
José Oroná, padre de José Luis, fue el tercer testigo citado. Se abstuvo de declarar amparado en el vínculo de afinidad con el imputado. Lo mismo habían hecho el día anterior Jesús Oroná y Nilda Martínez, su madre.
Quien sí decidió atestiguar fue Jonathan Lencina, sobrino de José Luis Oroná. Su pareja, Jéssica Herrera, ya había declarado el día anterior. A diferencia de todos los testigos anteriores, Lencina expuso que creía que Dahyana era una «mala madre». El joven dio una versión negativa de la relación de Dahyana con su hijo Luisito. También manifestó -de manera confusa- que Dahyana lo había “provocado”.
Juan Carlos Ávalos, subdirector del Hospital Urrutia de la localidad de Unquillo, fue el último testigo antes del cuarto intermedio. Este nosocomio se encontró en el ojo de la tormenta cuando la familia Oroná denunció públicamente el supuesto robo de Selene. El médico expresó que los acusados llegaron al hospital el 20 de mayo manifestando que el día anterior Dahyana había parido allí, que había entrado por guardia en trabajo de parto, y reclamaban el cuerpito de la beba fallecida al momento de nacer. En el hospital tenían constancia de todos los controles de embarazo que Dahyana se había realizado allí. Comprobaron que la fecha probable de parto coincidía, pero no existía nada asentado en los registros de la institución, ni en la historia clínica, ni en las hojas de guardia. Tampoco las trabajadoras del hospital sabían nada.
Ávalos manifiestó que cuando entrevistó juntas a las cuatro personas que estaban haciendo el reclamo (José Luis, Dahyana, Rita Oroná y otro hombre adulto), le dio la impresión de que “había algo más”. «Uno ve cuando las cosas se van poniendo complicadas”, remarcó. Aún así, en ningún momento pidió una entrevista a solas con Dahyana, situación que se repitió constantemente en todas las instituciones según la declaración de la joven. Ávalos agregó que la señora Gorosito «estaba bastante tranquila con la situación, que no tenía la angustia de un padre que pierde a su hijo, que no había sentimientos de madre”, remarcó.
Esa «tranquilidad» y falta de «sentimientos de madre» a la que refiere la autoridad del hospital se corresponde con el relato que dio Dahyana ante la Justicia: en el momento de la denuncia en el hospital, Dahyana aún creía que su hija Selene estaba viva y se exponía a una mentira para poder volver a verla.
Al retornar del cuarto intermedio, la primera testigo que compareció fue Patrona Natalí Oroná, hermana de José Luis. A diferencia de los familiares cercanos anteriores, ella no pudo abstenerse a declarar porque lo hizo durante el periodo de la instrucción. Su versión se ajusta al relato de la familia, al punto de que ciertas formulaciones serán idénticas a las de testigos posteriores: “Luis trabajaba de la mañana hasta la tarde”. Como prácticamente todos los testigos, reconoció que la relación de Dahyana con Luisito era buena.
Los dichos de Patrona Natalí fueron muy similares a los de Alicia Oroná, otra hermana de José Luis, que declaró en séptimo lugar. Alicia describió a su hermano como una excelente persona que “salía a la mañana y volvía tarde” de trabajar y afirmó que Dahyana maltrataba a su hijo. A contramano de todos los testigos anteriores, expuso que la joven “siempre salía sola y decía que iba a verla a la madre”.
Job, abogado de Dahyana, preguntó acerca de su relación con José Luis, su hermano e imputado. En las declaraciones, Alicia había dicho expresamente que “él era todo para ella”, “es mi vida para mí” y dejó muy claro que “haría cualquier cosa por él”.
Volviendo a los testimonios del personal policial que intervino en los distintos momentos de la investigación, se escuchó a Claudio Bustamante, en ese momento subcomisario y hoy Jefe de la División Homicidios de la policía provincial. Bustamente fue comisionado en dos allanamientos a la vivienda de la familia Oroná. En uno de ellos, requisó diversos elementos y en otro hizo prueba de Luminol en el vehículo Renault 12 propiedad de José Luis. Ese vehículo estaba en la casa del vecino de enfrente.
El luminol es un prueba química que pretende evidenciar la existencia de material genético -rastros de sangre u otros fluidos- mediante químicos que reaccionan en la oscuridad a pesar de que se haya pretendido limpiar. Este procedimiento se realizó en la cabina y baúl del auto. Aunque el testigo no conocía los resultados, cabe señalar que las pericias posteriores dieron positivo en cuanto a la sangre en el baúl del vehículo.
El jefe de la división de Homicidios Claudio Bustamante recordó que el 2 de junio, dos días antes del hallazgo del cuerpo de Selene, participó de un allanamiento exhaustivo en la casa de los Oroná. El policía afirmó que no había olor en el lugar donde luego se encontró el cadáver y que es imposible que hallan ignorado que el cuerpo de la bebé estaba ahí. “No encontramos nada raro”, afirmó.
La tercer jornada, y última de comparecencia de testigos, terminó con Facundo Vera, el segundo policía que viajó en la ambulancia el día que Dahyana se escapó del hospital Rawson donde estaba por las infecciones provocadas debido a las condiciones del parto (ver crónica Día 2). El relato de Vera coincide con el de la Sgto. Mónica Cortés sobre Dahyana entrando en crisis y contando que José Luis sabía todo lo que estaba pasando porque había estado con ella en el parto, que la beba estaba viva, que se la habían entregado a una persona y que ella “sólo quería ver a su hijo”. Recordó que en la ambulancia la joven describió el traumático parto y cómo había limpiado y envuelto a la bebé en una manta. Agregó que la notó muy agotada.
El final de la jornada dejó un sabor amargo. A pesar de que se siguen acumulando descripciones de hechos de violencia de género por parte de Luis Oroná sobre Dahyana, agravados por su situación de vulnerabilidad y por la anuencia de toda la familia Oroná, da la sensación de que los integrantes del tribunal y el fiscal restringen sus preguntas e intervenciones a un solo aspecto: el de la violencia en su manifestación física, repitiendo muchos de los sesgos patriarcales que solemos ver en el sistema judicial.
También son palpables los prejuicios y estereotipos de género a la hora de la formulación de preguntas sobre Dahyana, siempre orientadas a establecer si era una “buena madre” y “buena mujer”, indagando sobre aspectos privados de la vida de la joven y ahondando en atributos de “su personalidad”: si era fiel, si era buena con Luisito, si tuvo emotividad o no con el subdirector del hospital y en toda circunstancia, indagaciones que nunca surgen en relación al otro acusado, Luis Oroná.