Nuestro pequeño encuentro en Córdoba: el Espacio Centralizado de Mujeres
«Recordemos llevar un bolso de mano, un mate para compartir, un abrigo para la noche y mucho repelente!». Así entrábamos a Serviproh, donde el Espacio Centralizado de Mujeres por un Hábitat Digno afinaba los últimos detalles antes del gran viaje que se aproxima: el Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) en Chaco. Compartimos con ellas una charla sobre sus luchas, el encuentro, sus trayectorias y una invitación a recorrer su historia en relación al ENM, que se vuelve su historia de vida porque del encuentro “ninguna vuelve siendo la misma”.
Por Redacción La tinta
Hace doce años que un grupo de mujeres provenientes de más de ocho cooperativas en lucha por tierra y vivienda y algunas otras que se fueron sumando después, se reúnen quincenalmente “para escucharse” como dicen ellas, y sentirse acompañadas. Pero algunas, y no pocas, hace muchos más años que conocen de eso que es encontrarse entre mujeres. Hay incluso algunas que, ininterrumpidamente, viajan al Encuentro Nacional de Mujeres (ENM) desde hace 20 años, desde que se realizó también en Chaco. Las más “nuevas” dicen que las otras las motivaron para viajar, “a mi me hacía falta salir de mi casa”, dice una de ellas.
“La experiencia vivida hace que vos aprendas de las otras mujeres y que las otras mujeres aprendan de vos. Nosotras en ese momento estábamos luchando por tierra y vivienda digna y nos encontramos con chicas de otras provincias que ya estaban en esa lucha, y es muy lindo porque una aprende cómo manejarse acá, en nuestra ciudad”, expresó una de las compañeras.
Una de ellas interpela al resto: “¿Qué es lo que más nos gusta de los Encuentros?”. Casi al unísono, todas responden: “¡Aprender!”. Aquí aparecen distintas historias de vida atravesadas por aprendizajes que el estar con otras les dejó. Una, luchando por una adopción y ayuda del Estado para que se garanticen los derechos de los niños y las niñas víctimas de abusos sexuales. Otra, cuenta que su primer encuentro fue en Salta, como regalo del Día de la Madre, y que desde el año pasado, en Rosario, se prometió no faltar nunca más. Asistió al taller “Mujer y Discapacidad” y ahí, como mujer con discapacidad, se encontró con muchas otras mujeres y madres de chicos y chicas con discapacidad que luchan cotidianamente contra sus obras sociales por una cobertura digna y de calidad, o contra el Estado para que garantice sus derechos. “El aprendizaje se vuelca luego en el barrio”, dicen.
Algunas cuentan que, a veces, una se vuelve peor de lo que se fue, ya que se reconocen en otras historias de vida que parecen mucho más difíciles que las suyas y les permite ver que lo derechos de las mujeres y niñas son pisoteados constantemente y en todos lados. Pero hay un momento, un lugar que se vuelve “sublime”, y es la marcha. Una marcha que congrega a todas las mujeres de todos los lugares, y que se vuelve un río por las calles de la ciudad.
¿Cómo se organizan para llegar al Encuentro?
Cada grupo, desde principios de año, organiza sus eventos para recaudar el dinero necesario, y cada vez se hace más difícil. Ventas de locro, empanadas y bingos barriales se convierten en espacios de encuentro y lucha para prepararse para lo que se viene. “No queremos que ninguna se quede sin ir”, dicen. Cuentan que “allá, te ayudan todas”. Con un mate, un plato de comida o una frazada. Dos mujeres se conocen incluso antes de pertenecer hoy al mismo espacio de mujeres: un plato de guiso de fideos convidados fue la carta de presentación, para luego reencontrarse en Córdoba, en el espacio de mujeres.
Y mientras, los encuentros quincenales en el espacio de Serviproh sirven para alimentar las ansias, las alegrías y las estrategias. Pero también, para que la energía del encuentro no se pierda nunca. Ellas, organizadas, se forman y trabajan ayudando a otras mujeres en situaciones de violencias, un poco a pulmón, otro poco en un proyecto denominado “Teléfono Rosa”, para receptar llamadas de mujeres que lo necesiten.
«Todas estas cosas las aprendí en estos grupos, porque antes ¿qué hacía? Me sentaba a llorar, y lloraba y lloraba, no conocía mis derechos y siempre me humillaba, pero ahora no, me discuto con cualquiera”. En este espacio se sienten acompañadas, “nos convoca el escucharnos”, dice una de ellas.
Cada tanto suceden en Córdoba pequeños encuentros de mujeres, quizás no tan publicitados ni tan impactantes o grandes -como las 70.000 que se esperan este año en Chaco-. Pero cada día, esas mujeres, que ya no son las mismas, comparten algo de esas vivencias con otras, y multiplican las luchas, los oídos y las voces. “Vamos a seguir para que nos escuchen”.
* Por Redacción La tinta / Imágenes: Colectivo Manifiesto