Dinamitando la normalidad
El lenguaje nunca es inocente. Performa, condiciona y amolda el pensamiento. Antonio Centeno, activista y co-director de «Yes We Fuck!», politiza la palabra y reclama: Diversidad funcional. Cuerpos abyectos, deseantes y deseados, que cuestionan el cómo se mira y juzga la diferencia, que desafían el inapelable discurso médico, las santas imágenes mediáticas, y son protagonistas de una nota que se pregunta: ¿Qué decimos cuando hablamos de “discapacidad”?
Por Estefanía Santoro para Derrocando a Roca
¿Cómo nombramos la “discapacidad”? ¿Qué significa definir a un grupo de personas partiendo de sus faltas o limitaciones? Las personas con movilidad reducida, no videntes o que poseen hipoacusia son señaladas como inferiores. Pero, ¿inferiores con respecto a quienes? Antonio Centeno dedica gran parte de su vida a luchar por los derechos de las personas con diversidad funcional, mal llamada “discapacidad”. Es activista, antes de eso era docente de matemática y antes de eso era un niño que a los 13 años se tiró de cabeza en una piscina donde había menos agua de la que creía. Su cabeza golpeó contra el suelo, se dobló el cuello y tuvo una lesión medular. Desde entonces se desplaza en silla de ruedas y necesita toda clase de apoyos para sus actividades cotidianas.
Centeno habla claro, pausado, con ese ritmo invita a la reflexión y despierta conciencias. Cuenta su propia experiencia y la de sus compañerxs, habla del sentir, de lo que significa para él poder expresar sus deseos de manera totalmente independiente, algo que durante un largo tiempo le fue negado porque lo habían convencido de que aquello no tendría lugar en su vida. Pasa mucho tiempo viajando, ha dado charlas en varios países e integra distintos proyectos. Junto al director y realizador audiovisual, Raúl de la Morena, co-dirigió la película “Yes, We Fuck!”, sobre sexualidad y diversidad funcional. También se retrató a sí mismo en otro film titulado “Vivir y otras ficciones”. Actualmente forma parte del Movimiento Vida Independiente creado por personas con diversidad funcional que luchan por su emancipación y empoderamiento. Integra el Foro de Vida Independiente y Divertad, una agrupación ciudadana que lucha por los derechos de las personas que sufren discriminación por su diversidad funcional. El Foro virtual, que surgió en España en el año 2001, ya se ha extendido a nivel mundial.
—¿Por qué es importante hablar de personas con diversidad funcional y no de personas con discapacidad?
—La importancia de la palabra viene del hecho de que el lenguaje configura un poco el pensamiento, lo orienta, lo focaliza, y es importante prestar atención a estas cuestiones simbólicas que no tienen que ver con apoyos materiales concretos sino con cómo se nos mira y cómo se percibe la realidad de la diversidad funcional desde afuera. Desde el Foro de Vida Independiente surgió la propuesta, no de ser políticamente correcto, sino de ser políticos, es decir, de situar el eje de pensamiento sobre nuestra realidad. Alejándonos de la cuestión biomédica que nos señala como inválidos o discapacitados; no hablar de capacidades, sino hablar de diversidad humana. No se trata de cambiar la palabra, sino el pensamiento, porque, mientras el modelo de la discapacidad está centrado en la tragedia personal, nosotros decimos que esto es una cuestión de diversidad humana . Sufrimos una discriminación sistemática por el hecho de ser diferentes a una mayoría o a quienes sustentan el poder.
Desde siempre, el discurso médico dominante se ha encargado de señalar qué cuerpos encajan dentro de la norma socialmente establecida, diferenciándolos de aquellos otros que define como patológicos o anómalos. Desvaloriza ciertos cuerpos, destaca otros. Así, las personas con diversidad funcional se convierten en foco de estigmatización y discriminación, limitándolas a ciertos espacios y actividades.
“Nuestra vida es vista como una enfermedad”, afirma Antonio, quien cuestiona el discurso médico porque “encierra a las personas con diversidad funcional en un mundo muy pequeño” y reduce sus dimensiones vitales a la enfermedad. “Todo lo que se hace con nosotros es terapia, tratamientos médicos, los aspectos de nuestra vida quedan reducidos a eso”, continua. Y agrega: “Incluso el conocimiento sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas quedan secuestrados por quienes sanan. Lo que nos está ocupando es una cuestión biomédica y tenemos que asumir que se trata de un tema político de falta de realismo a la hora de asumir toda la diversidad humana”.
Según la Real Academia Española, normal es aquello que “por su naturaleza, forma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano”. ¿Qué es un cuerpo normal? ¿Quiénes fijan nuestras normas corporales? En lugar de considerarlos cuerpos no aptos para desempeñar una vida independiente, como si se tratara de niñxs eternxs, alejadxs de las vivencias y estados de una persona adulta, ajenxs a sus sentimientos, deseos, decisiones y a la autonomía de su propios cuerpos, ¿por qué no pensar en términos de diversidad?
—“Cuerpo como los nuestros, que son dinamita contra los muros de la normalidad”. ¿Qué ideas encierra esta línea que escribiste y que significa para vos el concepto de normalidad?
—Es una idea muy básica. Hablamos mucho de la normalidad, pero en ningún sitio vamos a encontrar una definición de lo que es ser normal, solo la definición de lo contrario que van señalando algunos colectivos como aquello que está fuera de la normalidad. Hay un vacío, una tierra inhabitada, cuando vos preguntas quién es normal nadie se atreve a decirlo porque seguramente nadie lo es y, sin embargo, es una idea lo suficientemente potente para formar parte de este sistema opresivo contra muchísimas personas que son diferentes por su funcionalidad, por su cultura o por su orientación sexual. Un ejercicio de realidad sería asumir que lo normal no existe y que lo único que existe es la diversidad. Somos diferentes en mil cosas y eso es lo único que es real, lo otro es una fantasía, una idea vacía, la normalidad no responde a nada .
—¿Qué herramientas crees que ha aportado el feminismo para cuestionar este concepto de “normalidad” o “cuerpos normales” que impone el sistema?
—Los feminismos son una lección política muy potente para las personas con diversidad funcional, nos llevan décadas de ventaja en la politización de las diferencias, de lo personal, el no aceptar que estas implican desigualdad social, y verlas como algo valioso, no como algo a tolerar ni mucho menos a corregir.
Todo ese esquema de recuperación de los propios cuerpos para recuperar el control sobre las propias vidas y sobre lo cotidiano que han hecho las mujeres es exactamente la misma estructura y la misma lucha política que necesitamos y estamos intentando hacer desde la diversidad funcional.
Uno de los fenómenos más inesperados, más ricos y más potentes que se dio durante el proceso de hacer el documental y de distribuirlo fue ese encuentro entre diferentes grupos que hacemos políticas alrededor de los cuerpos: la diversidad funcional, los feminismos, los movimientos queer, el activismo gordo. Grupos con los que compartimos esa experiencia de vida en la que a partir de patologizar una serie de diferencias biológicas se pretende justificar la desigualdad social. Esa confluencia de discursos que siempre han sido a fines pero que nunca se habían encontrado, al menos no de manera sistemática, empiezan a hacerlo, a compartir experiencias de vida. Eso políticamente es muy potente.
Encontrar ideas que ayuden a las personas con diversidad funcional a empoderar sus cuerpos no es algo que pregonen los medios de comunicación hegemónicos ni el discurso de la medicina. Los primeros se encargan más bien de destacar aquellas personas con diversidad funcional que logran llevar una vida “normal” dándoles un trato diferente, haciendo hincapié en las supuestas limitaciones con las que sobreviven como fuente de superación personal. Los segundos se toman el trabajo de repetir hasta el hartazgo las cosas que les están prohibidas y a las que nunca podrían aspirar. Nada dice el discurso médico sobre el deseo o el placer sexual en personas con diversidad funcional. Como si no existe en ellas, o les está totalmente negado.
Antonio cree que es, simplemente, cuestión de coherencia: “Están diciendo que nuestros cuerpos están mal, que deberían ser de otra manera, reconducidos a la normalidad. Si esos cuerpos no son como deben ser, por lo tanto, son cuerpos que no son deseables”. Además, como cuerpos enfermos se les quita, a su vez, toda capacidad de ser sujetxs deseantes, con la tarea impuesta de sobrevivir como acto central, sin lugar para el placer y el goce consigo mismxs o con los demás. “Ese pequeño mundo de la mirada biomédica te reduce a una dimensión invivible, te asfixia”, responde Centeno.
Esta idea se ha instalado en el colectivo imaginario, un pensamiento, o más bien una creencia, que presupone que las personas con diversidad funcional no tienen deseo o no pueden relacionarse emocionalmente con otras personas. “Todo el mundo ha aprendido que esos cuerpos están solo en el sufrimiento, en la tragedia, y no en la vida, la celebración y el gozo”, afirma Antonio, que sigue, a modo de lamento, reproche: “Además, las personas con diversidad funcional también hemos aprendido a inhibir el deseo. Se nos ha dicho que eso no es para nosotros, que solamente debemos curarnos, superarnos, cualquier cosa menos vivir”.
—¿Cuál es el objetivo principal del documental Yes We Fuck!?
—Hay una visión muy asexuada de las personas con diversidad funcional. El documental tiene ese enfoque muy directo, intenta producir un efecto de sacudida y que la gente se interese de una manera más compleja por una realidad que en verdad no es. Lo primero que necesitamos es educar a la mayoría de la gente sobre lo que es la diversidad funcional en general y la sexualidad en particular porque las ideas que hay son muy pobres, estereotipadas, con visiones muy negativas. Con el documental intentamos que la gente ponga en duda esos clisés y estereotipos. No pretendemos con 6 historias describir como es la realidad de la sexualidad de las personas con diversidad funcional, eso sería imposible. No es un intento pedagógico y descriptivo de la realidad, sino que, a partir de esas historias concretas, las ideas y las imágenes que contiene, cuando las personas acaben de verlo, aunque sigan sin saber cómo es eso de la sexualidad en las personas con diversidad funcional, empiecen por lo menos a ser conscientes, a asumir que no es como creían que era.
Centeno viene impulsando la idea de la asistencia sexual para las personas con diversidad funcional, la cual se trata de “un tipo de trabajo sexual que consiste en prestar apoyo para poder acceder sexualmente al propio cuerpo o al de una pareja”. Y aclara: “La persona asistente no es alguien con quien tener sexo, sino alguien que te apoya para tener sexo unx mismx o con otras personas. La persona asistida decide en qué y cómo recibe apoyo”[1].
—¿Qué relación tiene el documental con la idea de asistencia sexual?
—Una de las seis historias que se muestra en el documental es una historia de asistencia sexual, entendida como un apoyo para acceder sexualmente al propio cuerpo. Ese es nuestro posicionamiento. Nos parece una experiencia especialmente importante porque es el tipo de apoyo indispensable para muchas personas con diversidad funcional que no podemos por nosotras mismas explorar nuestro cuerpo; saber que nos gusta, como sentimos, que no podemos por nosotros mismos darnos autoplacer.
Si no puedes construir un vínculo con tu propio cuerpo desde el deseo, desde el placer, es prácticamente imposible que puedas construir otros vínculos en ese terreno de lo sensible y los afectos. La asistente sexual no es para todo el mundo, ni siquiera para todas las personas con diversidad funcional, pero es un ejemplo de la importancia de algunos apoyos concretos para romper barreras que permitan reconstruir y recuperar nuestros cuerpos, nuestras vidas en todas sus funciones.
“Yes, We Fuck!” ha sido creado como creative commons. La intención principal del documental desde siempre fue que circule libremente en la red como una herramienta política para abrir debates. Pero antes de dar ese paso, Centeno cree que es necesario otro más importante: llegar a la televisión de todo el mundo. “Llegar a la gente que tiene un relativo interés sobre el tema es fácil, lo cuelgas en internet y listo, pero el problema es que así nunca llegamos a la gente que no tiene ese interés y que nunca se ha planteado esas cuestiones e inquietudes”, plantea.
Centeno entiende que la gran mayoría de las personas nunca se pusieron a pensar en cuestiones vinculadas a la diversidad funcional y mucho menos su relación con el deseo y el placer. Sin embargo, como toda persona que lucha, se esperanza: “Hay mucho potencial cuando hablamos de construir ese vínculo con el propio cuerpo, teniendo que ir contra la corriente de lo que dicta la norma. No tengo estadísticas, pero intuyo que para la mayoría de la gente esos temas no están bien resueltos. Es una oportunidad importante de construir una mirada nueva sobre el cuerpo, el deseo, el placer que nos estamos perdiendo simplemente por inercia, por lo que cuesta cambiar una forma de mirar la diferencia”.
*Por Estefanía Santoro para Derrocando a Roca.