Debatir Venezuela para re-imaginar el socialismo del Siglo XXI

Debatir Venezuela para re-imaginar el socialismo del Siglo XXI
3 agosto, 2017 por Redacción La tinta

Es necesario preguntarse si es la crítica lo que debilita al proceso bolivariano, o si es su silenciamiento lo que está contribuyendo a su desmoronamiento. Parece necesario debatir los alcances y límites del proyecto venezolano, precisamente por tratarse del único país que se planteó el desafío del socialismo en los últimos años.

Por Horacio Machado Aráoz para La tinta

“La crítica ha arrancado las flores imaginarias de la cadena,
no para que el hombre siga soportando esa cadena sin fantasía ni consuelo,
sino para que se arranque la cadena y recoja la flor viviente.” (Karl Marx)

La circulación de un comunicado internacional ¹que apoyamos sobre la crítica situación venezolana ha desencadenado una andanada de reacciones y polémicas al interior (del heterogéneo campo) de la izquierda. Lamentablemente, a pesar de que se invitaba a abrir un debate para “mirar a Venezuela más allá de la polarización”, el sentido mayoritario de las contestaciones se hizo eco del maniqueísmo y la lógica binaria que domina la escena trágica de la cotidianeidad venezolana. Más que analizar y debatir a fondo las condiciones, factores y procesos que condujeron a semejante crisis, muchas respuestas se arrogaron la tarea de dirimir quiénes están en el “lado correcto”, de la “verdadera izquierda”, y quiénes habrían cruzado la raya hacia el lado del “error” o la “defección”.

Absolutamente ajenos a cualquier pretensión de ser “portadores de la verdad”, estas líneas no quieren ser la prolongación de una polémica vacía y estéril sobre la propiedad de la “razón” o de las interpretaciones y posiciones políticas “correctas” sobre el caso venezolano. Tampoco nos interesa defender (ni atacar) la reputación intelectual y/o política de quienes toman una u otra postura. Esa vía resulta completamente banal e inconducente. En esa dirección, la descalificación (a las personas), sustituye a la argumentación (sobre los procesos) y se soslaya el foco de la cuestión. Porque, de lo que se trata no es de juicios sobre individuos, sino de procesos políticos y sujetos históricos (en continua reconfiguración).


Nos parece fundamental volver el debate sobre los alcances y límites del proyecto bolivariano². Precisamente por tratarse del caso que con mayor convicción y decisión política ha encarado el desafío de un cambio revolucionario en estos tiempos, por ser el proceso que con mayor radicalidad ha trazado sus políticas y objetivos; en fin, por ser el único que se planteó explícitamente el desafío de construir el socialismo del siglo XXI (no sólo dentro del concierto de los gobiernos progresistas en América Latina, sino en el mundo), es que urge repensar Venezuela.


Urge tener el coraje de ver la génesis y el devenir del proceso bolivariano con honestidad intelectual y compromiso histórico, para procurar entender cómo y por qué desembocó en la dramática situación en la que hoy se encuentran el pueblo venezolano y el proceso bolivariano mismo.

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Nos parece fundamental tener la capacidad para entablar un diálogo al interior de las fuerzas y sujetos comprometidos con el cambio revolucionario, que nos ayude a elucidar cómo y por qué el proyecto más radical acabó en la crisis aparentemente terminal en la que hoy se encuentra. Decir que estamos hoy ante un gobierno “revolucionario”; sostener que la crisis que atraviesa es consecuencia exclusiva del “asedio del imperialismo”, no resulta una descripción empíricamente sostenible, ni una explicación consistente, acorde a la complejidad de los hechos.

Interpelados por el carácter histórico disruptivo del proceso bolivariano, profundamente comprometidos con sus aspiraciones y potencialidades revolucionarias, pero también conmovidos por las intensas y complejas contradicciones que lo atraviesan, creemos que nuestro desafío pasa por ser capaces de realizar los aprendizajes históricos que semejante experiencia nos puede brindar a fin de revisar y reformular los sentidos a futuro de nuestras luchas emancipatorias. En esa dirección, con ese espíritu, proponemos algunas cuestiones preliminares a debatir.

La crítica (¿inconveniente o imprescindible?)

El “Llamado internacional urgente a detener la escalada de violencia en Venezuela” que en su momento firmamos, es eso: un llamado a la reflexión, no una “acusación”. Es una apelación fraterna al ejercicio de la crítica como pedagogía política, y como insumo indispensable de todo proceso revolucionario. Su contenido es, en sí, un ejercicio autónomo y colectivo de la crítica, que no pretende hablar en nombre de otra/os, ni arrogarse la representación de nadie; mucho menos, hablar desde ninguna presunta superioridad epistémica. Y sí, en efecto, es un llamado crítico que está explícitamente dirigido a revisar el apoyo incondicional y la defensa sin reservas, que diferentes actores y sectores del campo popular en nombre de “la revolución” y de “la izquierda” (ahora, la “verdadera izquierda”), vienen prestando al gobierno de Venezuela, así concebido como propietario monopólico del “proceso bolivariano”.

Si las cargas de la crítica están puestas sobre los actuales conductores del Estado y del gobierno venezolano, no es porque ignoremos, minimicemos ni mucho menos pretendamos desconsiderar la responsabilidad política que le cabe a las fuerzas reaccionarias intervinientes, sino precisamente porque ello da cuenta de con quiénes procuramos dialogar y en quiénes recae la responsabilidad estatal de contener y desactivar la escalada de violencia y la militarización de la política en curso.


Si nuestro llamado a la reflexión apunta centralmente a todas las fuerzas sociales y políticas que en general apoyan al proceso bolivariano, es porque allí tenemos depositadas nuestras genuinas esperanzas. En y a través del ejercicio de la crítica que reivindicamos, buscamos, no el derrumbe de dicho proceso, sino su re-encauzamiento y profundización.


Nos parece fundamental discutir la idea de que defender el proceso revolucionario implica suprimir toda crítica al Gobierno venezolano, a sus políticas y a sus conductores. No toda crítica puede ser descalificada como sinónimo de “traición”, “resabio burgués”, de “hacerle el juego a la derecha” o ser “funcional al imperialismo”. Para muchos sectores de la izquierda, ésta parece ser una premisa indiscutible. Nosotros, en cambio, pensamos que esto forma parte del catálogo de los más gravosos yerros históricos de la izquierda, asociados más al estalinismo que al socialismo que queremos y necesitamos para el siglo XXI³.

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Algunos, reconociendo la pertinencia argumental de las críticas, las rechazan sin embargo por inoportunas; “aún siendo válidas, en esta coyuntura, terminan alentando el triunfo de la derecha”, se dice. Pero es necesario preguntarse si es la crítica lo que debilita al proceso bolivariano, o si es su silenciamiento lo que está contribuyendo a su desmoronamiento. Hoy, efectivamente, las fuerzas de la derecha y los ataques pro-imperialistas son más virulentos que siempre. Pero, si la derecha se ha hecho más fuerte y más peligrosa no ha sido, creemos, por los aciertos y los avances del proceso revolucionario sino, por el contrario, por su involución y por los impases que hoy lo estancan.


Los problemas están ahí, siguen ahí: el rentismo petrolero, una élite racista cuyas bases de poder no han sido horadadas, la dependencia alimentaria del país y el déficit alimentario y sanitario de los sectores populares, el deterioro de los bienes y servicios públicos, incluso de la ética pública y la valoración social de lo público, ni qué hablar de lo comunal/comunitario.


Es necesario, entonces, pensar los límites, procurar sacarlos a la luz y debatirlos; no acallarlos ni ocultarlos. Eso, seguro, no nos lleva a ningún buen lugar, ni buen futuro.

Las izquierdas –conviene recordarlo- han cifrado siempre sus esperanzas históricas en las potentes armas de la crítica. Para las fuerzas emancipatorias en general, la crítica es pedagogía política del oprimido/a; es espacio de aprendizaje histórico de quienes luchan por su propia auto-emancipación. Desde esa postura, no hay proceso revolucionario sin un continuo proceso de educación popular, que significa aprender haciendo, construir conocimientos colectivos desde y para la liberación a partir de la continua deconstrucción y resignificación de sujetos, prácticas y procesos. Sin auto-crítica, no hay educación popular; sin educación popular, no hay cambio revolucionario.

* Por Horacio Machado Aráoz para La tinta / Fotografías AFP.


¹ Nos referimos al “Llamado Internacional urgente a detener la escalada de violencia en Venezuela. Mirar a Venezuela, más allá de la polarización”. Ese comunicado ha provocado varias contestaciones, más que críticas, diría descalificatorias, entre ellas, un “contra-comunicado” también colectivo titulado “¿Quién acusará a los acusadores? Respuesta a la solicitada de intelectuales contra el proceso bolivariano de Venezuela”. 

² Cuando este escrito (y su segunda parte) ya estaba prácticamente terminado, se publicó un dossier editado por Daniel Chávez, Hernán Ouviña y Mabel Thwaites Rey en el que intervienen varia/os firmantes de los comunicados arriba mencionados. Afortunadamente, ese texto se aleja del tipo y estilo de confrontación que se vino dando y se centra en lo que justamente reclamamos en estas líneas. Por mi parte, destaco que en esa publicación muchos de quienes firmaron el segundo comunicado hacen críticas al proceso bolivariano y al actual gobierno venezolano muy en sintonía con las preocupaciones que motivaron nuestra comunicación inicial.

³ Una lacónica reflexión de Marcelo Pereira, nos parece sumamente apropiada al respecto: “Las izquierdas ya deberían haber aprendido, tras numerosas lecciones desde el siglo pasado, que el criterio de defender todo lo que sea atacado por la derecha –o, peor, la idea de que algo debe ser defendido porque la derecha lo ataca– es una pésima brújula para quienes quieren rumbear hacia relaciones sociales más libres y más justas. Pero parece que todavía no lo aprendieron.”

Palabras claves: Nicolás Maduro, Revolución Bolivariana, Venezuela

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