«El neoliberalismo viene ganando posiciones en la batalla cultural»
En el tenso escenario político y social de Argentina se perfila una campaña electoral muy conflictiva y de gran impacto en la región. Las elecciones que vienen representan un desafío central para los tres conjuntos que configuran -de manera desigual y no homogénea- actualmente el espacio político argentino: las derechas y el “macrismo”, los peronismos y el kirchnerismo, los trotskismos y los movimientos anticapitalistas. Sobre el rol de las fuerzas de izquierda en ese proceso, consultamos a Claudio Katz y Eduardo Lucita, dos conocidos pensadores y militantes de esa corriente e integrantes del colectivo Economistas de Izquierda (EDI).
Por Franck Gaudichaud para Rebelión
—¿Cuál es el significado de las próximas elecciones primarias de agosto y legislativas de octubre?
—Claudio Katz: Son comicios en dos turnos. Hasta ahora las internas han sido un filtro que dirime quiénes quedan en la disputa por el voto útil. Numerosos analistas coinciden en destacar que, en esa segunda instancia, la elección de la provincia de Buenos Aires podría definir el escenario de los próximos años y especialmente las presidenciales del 2019. Si Macri pierde quedaría muy debilitado su proyecto reeleccionista.
—Eduardo Lucita: El contexto económico es muy distinto al imaginado cuando el PRO llegó al gobierno con Macri. Todos los datos son negativos. El consumo se ha desplomado, el alza de las tarifas carcome los ingresos, la inflación es persistente, especialmente en alimentos, crecen el desempleo y la pobreza, mientras la indigencia se profundiza. Por si fuera poco, el país ha retomado una senda de endeudamiento a un ritmo que asusta, coronado por la reciente emisión de un bono a 100 años. Ahora, son elecciones de renovación parlamentaria y todos los analistas coinciden en que cualquiera fuera el resultado la relación de fuerzas en el parlamento no cambiaría. El gobierno seguiría siendo una minoría obligada a negociar con las otras fuerzas. La importancia de estas elecciones solo adquiere significación mirando a las presidenciales del 2019.
—CK: Se trata de un ajuste mayúsculo sin contrapartida en materia de inversión, creo que el gobierno está intentando alguna ingeniería electoral para ocultar ese desastre.
—¿Una ingeniería electoral de qué tipo? Si puedes desarrollar un poco esta idea…
—CK: Trata de reforzar la prédica de los medios de comunicación «contra el populismo» y apuntalar la base político-social derechista que se forjó a partir de los cacerolazos en tiempos del kirchnerismo. Ese sector es muy propenso al revanchismo y al odio de clase en la tradición del viejo ‘gorilismo’. Despotrican contra Venezuela y Cuba, insultan a los docentes, exigen represión de los piquetes y prohibición de las huelgas repitiendo libreto conservador predominante en la televisión. Ese sustento explica cómo el gobierno se mantiene en carrera a pesar del desastre económico.
—EL: En mi opinión lo que está pesando, y tal vez tanto o más que la economía, es la batalla cultural en la que desde hace años el neoliberalismo viene ganando posiciones.
—¿Es tan fuerte ese sostén derechista en la actual sociedad argentina?
—CK: Es importante aunque limitado, como lo demuestra la fuerza opuesta que salió a flote en las marchas del 24 de marzo pasado, en la impresionante irrupción de las mujeres o la gran reacción que suscitó el intento de liberar genocidas mediante el llamado 2×1 (1) .
—EL: El gobierno también se apoya en el colaboracionismo de la burocracia sindical. Aunque todos los días se registra alguna nueva movilización, predomina un significativo repliegue en comparación a las multitudinarias movilizaciones de marzo. Los jerarcas de la CGT están repitiendo la misma entrega que hicieron los ‘gordos’ (2) en la época de Menem. Ya no participan en el fraude de las privatizaciones, sino que se contentan con la tajada obtenida con el manejo de las obras sociales y el flujo de dinero que perciben aquellos sindicatos que firman convenios colectivos. Han impuesto una desmovilización total por temor a los desbordes. Quedaron especialmente preocupados y temerosos por las críticas en la calle a sus capitulaciones y, especialmente, porque en la última gran movilización a que llamó la CGT, que convocó a cientos de miles de trabajadores, les tomaron el palco y tuvieron que abandonarlo a las corridas, en forma más que vergonzosa.
—¿Cómo influye en este marco el renovado protagonismo de la expresidenta Cristina Kirchner?
—EL: Hay una vertiginosa reconstitución de ese liderazgo que desconcierta al establishment. Suponían que estaba fuera de juego y que la conducción del peronismo se dirimiría entre los sectores más confiables.
—CK: Su reaparición perturba a las élites que están perdiendo la certeza en la restauración conservadora. Si Cristina gana la provincia de Buenos Aires, los grupos dominantes empezarán a buscar un sustituto de Macri. Algunos comunicadores piensan que el año pasado se perdió la oportunidad para asegurar un prolongado gobierno del PRO mediante una limpieza judicial fulminante del kirchnerismo. Otros estiman que se cometió el error inverso al potenciar la confrontación con CFK. Los banqueros, por las dudas, mantienen una baja calificación de los bonos argentinos a la espera del desenlace electoral. Ya hay paralelos con el escenario político de Brasil. No en la comparación con Temer que pende de un hilo, sino en las dudas del establishment frente un retorno del gobierno anterior. Allí no saben si proscribir, asimilar o confrontar con Lula y aquí exhiben las mismas dudas frente a Cristina.
—Pero en cualquiera de estas opciones políticas parecen aprestarse a profundizar el ajuste y la austeridad: ¿qué opinan?
—EL: De eso no cabe duda. El gobierno está subiendo la apuesta para asegurarse el respaldo de los grandes capitalistas. Por eso aplica medidas duras cuando ya se está largando la campaña electoral. Siguen los tarifazos, quitan pensiones a los discapacitados, toleran los despidos y propician abiertamente la flexibilidad laboral. Para después de octubre tienen planteado reducir el déficit fiscal bajando el gasto público. Conviene tener en cuenta para ver por dónde pueden venir los recortes, que el 56% del gasto público es social y otro 17% es gasto en salarios públicos y AUH (3). Tienen planteada las reformas previsional, laboral y tributaria, que uno puede intuir cuál será su orientación. Los sectores más lúcidos del neoliberalismo sostienen que esto solo puede hacerse con consenso político, algún tipo de acuerdo con sectores de la oposición y con los gobernadores. No en vano hace unos días estuvo por aquí el español Ramón Tamames, uno de los ideólogos del Pacto de la Moncloa (1977)…
—CK: Yo creo que además tantean un giro represivo y jugarán la carta del miedo retomando el fantasma del 2001. Buscan la polarización electoral, anunciando que una derrota del PRO conduce al desgobierno y al colapso de la economía.
—En los sectores populares, ¿Cristina es vista como una alternativa frente a semejante agresión neoliberal?
—EL: Cristina concluyó su mandato con una buena imagen en esa franja. Perdió las elecciones preservando un gran predicamento. No se retiró como Alfonsín, Isabel o Menem, sino como Perón o Cámpora. Por esa razón es la primera vez que un liderazgo se mantiene en el peronismo, a pesar de resultados adversos en los comicios.
—CK: Pienso que con el “Frente Ciudadano” (4) , el kirchnerismo vuelve a intentar la transversalidad y cierto distanciamiento del aparato justicialista. Es la tónica que ha impuesto a las candidaturas. Al mismo tiempo, adopta un programa de mayor confrontación verbal con el ajuste que incluye frenar el alza de tarifas, declarar la emergencia alimentaria y sanitaria, volver a los precios cuidados y sobre todo revisar la deuda. No olvidemos que el kirchnerismo mantuvo serios conflictos con el establishment en varios terrenos, como las retenciones o la ley de medios.
—EL: Pero Cristina igualmente omite que muchos legisladores llegaron al Congreso en sus listas y después votaron las leyes del macrismo. Además en la provincia de Santa Cruz gobiernan implementando el mismo ajuste que, a escala nacional, le objetan a Macri.
Luces y sombras
—¿Cómo caracteriza la izquierda este nuevo escenario?
—CK: La reaparición de Cristina es vista con dos miradas opuestas. Algunos piensan que resurge con un liderazgo insoslayable para derrotar a Macri. Otros, en cambio, consideran que retorna con posturas más conciliatorias hacia el poder real. Me parece que las dos visiones son equivocadas.
—EL: Coincido. La primera postura repite a la disolución en el kirchnerismo que ya transitó una amplia franja del progresismo. Se subordinaron al verticalismo que impone CFK, aceptando la represión de Berni, la designación de Milani o el pago de las deudas fraudulentas a Repsol, el CIADI (5) o el Club de Paris. La segunda postura comete el error opuesto. No registra los virajes del kirchnerismo y sus conflictos con los poderosos.
—CK: En estos momentos, el mensaje de Cristina es de protesta e indignación social. No repite la estética ‘marketinera’ del PRO, ni la despolitización republicana. Hay que registrar la enorme distancia que la separa de Macri y entender que la grieta no es solo una simple construcción artificial de los medios, hay que incorporar también la comparación de la situación social en el 2015 y la actual.
—Ustedes han votado en las últimas elecciones al Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) ¿Mantienen esa decisión?
—EL: El FIT ha consolidado una fisonomía de izquierda muy presente en el espacio político, le ha dado identidad de alcance nacional, presenta listas en 22 de las 24 provincias y en 100 distritos de la decisiva Prov. de Buenos Aires. Es una novedad y un mérito innegable. A lo largo de varios años, mantiene un lugar en las legislaturas, los medios y la calle, con emblemas anticapitalistas explícitos. Con esa identidad emite un mensaje de politización socialista al alcance de toda la población.
—CK: Yo añadiría que afianzó un segmento militante numeroso con gran presencia en la lucha. Es un canal de organización de sectores combativos en todo el universo sindical. Pero el principal argumento para un voto a la izquierda es más sencillo: sus legisladores siempre estarán ubicados en la primera fila contra el ajuste y los conflictos sociales. En cambio dentro del espacio kirchnerista siempre hay lugar para las deserciones que vimos en los últimos años. Partiendo de estos reconocimientos, tengo muchas objeciones al FIT.
—¿Cuáles?
—CK: Con el paso del tiempo, han afianzado un encierro que genera un infranqueable techo al despegue cualitativo de la izquierda. Se negaron a aceptar el ingreso de fuerzas tan afines como son el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST – Nueva Izquierda) y el Movimiento al Socialismo (Nuevo MAS) , que se vieron empujadas a formar otro frente para competir por el mismo voto. No existe ningún argumento político, menos aún ideológico, que justifique esa marginación. Son tres fuerzas trotskistas que rechazan a otros partidos del mismo signo… La única explicación de ese dislate es un cálculo de aparato. Apuestan a que sus rivales no logren sortear las PASO y terminen votándolos. La misma disputa por cargos -sin ningún basamento político- dominó toda la negociación dentro del FIT, para evitar la interna. No hubo discusión de ideas. El frente se ha cerrado a otras tradiciones de la izquierda y, por eso, no aprovecha la posibilidad de elecciones internas para incorporar nuevas fuerzas.
—EL: Este sectarismo, que me apresuro a aclarar no es solo propiedad del FIT, también está en otras fuerzas de izquierda, tiene dos fuentes. Por un lado, la lógica de autoconstrucción partidaria, lo que Gramsci llamaba el “patriotismo de partido” que termina en disputa de aparatos. Por el otro, en general, este tipo de partidos abrevan en las concepciones de “clase contra clase” que limita la política de alianzas y que, incluso, lleva a confundir frentes electorales con alianzas estratégicas. Puede que estas concepciones estén también en la base de su incomprensión de la complejidad de los procesos latinoamericanos.
—A propósito entiendo que también disienten con el FIT en la actitud frente a Venezuela.
—CK: Sí. Es otra área de discordia, aunque ellos han evitado pronunciamientos conjuntos sobre el tema. Ninguno de los tres partidos denuncia categóricamente la existencia de un golpe de la derecha y el imperialismo. Al igual que los medios se limitan a describir una situación caótica sin señalar a los culpables. Incluso equiparan las responsabilidades del gobierno con la oposición, como si la CIA y Maduro fueran equivalentes.
—EL: Yo considero que lo más grave es la actitud de una de las fuerzas del FIT que directamente ha hecho campaña, aquí en el país, por la caída del gobierno Maduro. Yo creo que nunca hay que escatimar las críticas, ni ocultarlas, la “verdad es siempre revolucionaria” nos enseñó Trotsky, pero no hay que confundirse en que campo están la reacción y el imperialismo. Repiten el alineamiento con la derecha que ya vimos aquí durante el conflicto del kirchnerismo con la Sociedad Rural.
—De lo que exponen parecería deducirse para la izquierda un escenario de oportunidades y complejas encrucijadas…
—CK: Sí, es así. Las posibilidades derivan de la enorme capacidad de resistencia popular, de la acumulación de experiencias y de la gran militancia que existe en el país. Los problemas radican en la dificultad para interpretar los cambios que se avecinan superando el sectarismo. Es un desafío de todos y con resultados muy abiertos.
—EL: La situación es compleja y contradictoria pero encierra una oportunidad para las fuerzas anticapitalistas. Es una nueva oportunidad para señalar que las trabas para resolver los problemas que el capital causa en nuestra sociedad, y que ninguna fracción burguesa en el gobierno ha resuelto, se encuentra en el propio régimen del capital. De cara al 2019 coincido con Claudio que es una tarea de todos vencer el sectarismo. En estas elecciones, el FIT ha llegado a un acuerdo electoral con una corriente de inspiración guevarista, ‘Poder Popular’, que pondrá candidatos en sus listas. Es un avance, pequeño y experimental, pero avance al fin. Yo mantengo la esperanza, tal vez por aquello del “optimismo de la voluntad”, que en algún momento la presión social obligue a que el FIT, o el frente de que se trate, se transforme en una canal en el que converjan las distintas tradiciones de la izquierda anticapitalista.
*Por Franck Gaudichaud para Rebelión. Fotografía: Veinticuatro/tres.
Notas:
(1) Fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación que declaró admisible la aplicación de la Ley conocida como 2×1 (duplica los años detenidos como procesados) a los condenados por delitos de lesa humanidad a los efecto de su liberación
(2) ‘Gordos’ es una denominación popular con la cual se identifica a los jerarcas sindicales de los grandes sindicatos que apoyaron (y apoyan) las medidas antiobreras y las privatizaciones y muchos se convirtieron en empresarios.
(3) Asignación Universal por Hijo (AUH).
(4) El Frente Ciudadano es la nueva estrategia que presentara CFK para aglutinar a sectores peronistas-kirchneristas con los provenientes de la centroizquierda. En estas elecciones se presenta como Unidad Ciudadana (UC), de alguna manera sigue la orientación de las formulaciones del filósofo argentino Ernesto Laclau en relación a la disolución de las clases sociales en un espacio ciudadano.
(5) CIADI es un organismo dependiente del Banco Mundial que arbitra las diferencias por préstamos u operaciones comerciales entre el Estado y las empresas. Equipara a empresas privadas con Estados soberanos y por lo general lauda a favor de las primeras.