El tiro del final: 23 años sin Andrés Escobar
Hace 23 años era asesinado Andrés Escobar, ídolo colombiano y uno de los jugadores más importantes en la selección que llegó al Mundial del ´94 ilusionado con ser campeón. Eran tiempos de extrema violencia en Colombia: el narcotráfico era ley y el fútbol uno de sus juguetes. «Hay un fenómeno que no es solamente colombiano: cuando se pierde, siempre se sacan los trapos al sol y el más mínimo detalle sirve para condimentar esa olla a presión para tratar de que reviente», escribió el jugador siete días después del gol en contra que eliminó a Colombia; tres días antes de morir.
El propio fiscal que investigó el asesinato de Andres Escobar contó en 2014 que el shock que padeció al enterarse del crimen fue tal que se bajó del taxis que lo trasladaba a su casa sin advertir que le faltaba pagar. Tampoco el taxista se acordó en cobrarle. Ambos habían oído la noticia en la radio, en la madrugada del 2 de julio de 1994 y el conductor sólo pudo romper el silencio con un insulto al aire que sonó a lamento: «¡jueputa!».
El «Caballero de las canchas», como se lo conocía por su elegancia al jugar y su estirpe de líder, había muerto en manos de un pistolero que lo ultimó a la salida de una discoteca. Ningún colombiano pudo evitar relacionar aquella muerte con lo que había ocurrido 10 días atrás, el 22 de junio, en el estadio Rose Bowl de los Estados Unidos.
Ese día fue el primero de los últimos para el zaguero de la selección cafetera que había llegado a la Copa del Mundo como candidata, de la mano de Francisco Maturana y Carlos Valderrama. La mejor selección de la historia de aquel país vivió la presión del deber ser a niveles obscenos. A la exigencia mediática se le sumaron las apuestas y el mundo del narcotráfico. Hasta el día de hoy las versiones sobre lo ocurrido son diversas y van desde un liso y llano ajuste de cuentas por los perjuicios que habría significado la eliminación de Colombia en primera ronda, hasta una mera pelea que derivó en un crimen violento.
En una edición aniversario por los 20 años de su muerte, el periodista Esteban Duperly relata cómo fueron los últimos días del futbolista: «Colombia juega el 18 de junio contra Rumania y pierde. El 21, Andrés Escobar hizo una declaración a periodistas: “Pesó el hecho de llegar como favoritos”. Y el 22, en el estadio Rose Bowl, en una tarde a 26 ºC, entró alineado como titular a la jornada menos afortunada de su vida como atleta. En el minuto 33, ya se sabe, mete el balón en su propia portería. Los minutos siguientes son un solo esfuerzo por recomponerse. Se ve frustrado e impaciente, pasa del medio campo sosteniendo la bola –algo inusual en su juego– y sube al área rival en los tiros de esquina, como si quisiera intentar algo, quizás ese algo que había hecho contra Inglaterra seis años atrás. Después del partido su familia va a buscarlo al hotel Marriott de Fullerton. Están preocupados por su estado de ánimo y quieren acompañarlo, pero para su sorpresa lo encuentran tranquilo y, al parecer, frente a ellos pronuncia de manera espontánea su famosa frase “la vida no termina aquí” –aunque Maturana también la usó en entrevistas, así que es posible que la haya oído de él, en el vestuario, durante el entretiempo–. Sin embargo, pese a la calma aparente, esa noche no duerme bien. Está más callado de lo usual y lo mortifica saber que justo ese día, en las graderías del estadio, lo estaban viendo jugar los del A. C. Milan».
«La vida no termina aquí» es precisamente la frase final con la que Escobar cierra su última columna de opinión para el diario El Tiempo de Colombia. Esas cuatro palabras fueron escritas por el jugador tres días antes de su muerte; siete días después de aquel fatídico autogol. Allí muestra la claridad de su pensamiento sobre la inusual situación que atravesaba el plantel. Sobre cómo esa derrota deportiva traía en sus hombros el peso del miedo. «Hay un fenómeno que no es solamente colombiano: cuando se pierde, siempre se sacan los trapos al sol y el más mínimo detalle sirve para condimentar esa olla a presión para tratar de que reviente», escribió, bajo el título «Nos faltó berraquera».
Nos faltó berraquera (Por Andrés Escobar)
Después de tantas vueltas, paulatinamente se decantan las razones de este fracaso en el Mundial. Faltó berraquera. Es una cuestión de honor reconocer que no tuvimos el empuje necesario en los momentos difíciles que nos planteó el campeonato.
Quisimos ser superiores porque en los partidos previos se habla mucho de lo que era Colombia. Una cosa es decirlo y otra bien diferente es demostrarlo y lograrlo. Sigo pensando que Colombia es más futbolísticamente que sus enemigos, pero esos argumentos se refundieron en la cancha y perdimos totalmente la concentración. Nos ganaron por un elemento muy valedero como es la fe. Entonces corrieron más que nosotros, se hicieron más fuertes con sus goles y nunca, en esos dos encuentros, pudimos reacondicionar un nivel aceptable de juego. Son cosas que emergen tras la derrota y cuando aterrizamos planteamos otra actitud: no era cuestión de querer ganar desde el pitazo inicial, olvidándonos que siempre llegamos al arco contrario con diez o quince pases seguidos, tal como lo hicimos frente a Suiza. Con Rumania y Estados Unidos quisimos acercarnos lo mas rápido posible, sin toque, sin triangulación.
En fin, una experiencia muy dolorosa que simplemente es un llamado a la cordura, a la reflexión y no lanzar alegres conceptos tratando de analizar todo un proceso de siete años, por un sólo momento de derrota .
Queda una sensación amarga porque sentimos que se desperdició una gran oportunidad de ratificar los progresos del fútbol colombiano, culminando un lapso brillante con el profe Francisco Maturana. Fue un grupo alegre, muy unido, con algunas cuestiones internas muy propia de equipos, pero sin mayor trascendencia.
Quiero agradecer al pueblo colombiano porque siempre encontramos un respaldo, aun en estos momentos difíciles para cualquier deportista. Muchos han entendido, otros no, pero igual hay que mirar hacia adelante porque todo va cicatrizando .
Esto no puede terminar porque se ha logrado un escalón alto. Hay que mantener la lucha por ese sitial. Por dos partidos no se puede empañar un periodo brillante de 7 años, con un fútbol idóneo, claro, elogiado, con un estilo y una identidad propia. Por el contrario, hay que sustentar ese trabajo con un respaldo decidido para toda la gente que viene atrás. Esto es un llamado para quienes se sientan dentro del fútbol: hay que seguir construyendo entre todos.
Hay un fenómeno que no es solamente colombiano: cuando se pierde, siempre se sacan los trapos al sol y el más mínimo detalle sirve para condimentar esa olla a presión para tratar de que reviente.
No. Quiero decir que este fue un grupo muy unido, trabajador, que se toleró muchas cosas para sacar adelante este trabajo. Deseo aclararlo por las versiones que escucho ahora, cuando empacamos las maletas de regreso a casa. Hay que ser gallardos en la victoria, pero mucho más en la derrota. Esto de buscar y rebuscar en el seno de la delegación no conlleva a ninguna situación benéfica . Además, me parece que no es una salida muy elegante frente al mundo que nos ha reconocido una evolución futbolística y personal a través de este tiempo.
Preferiría un tiempo de espera para salvaguardar esa imagen bonita que se ha transmitido al mundo. No se nos puede tratar como si fuéramos cualquier clase de personas porque, antes que todo, hemos luchado por elevar el fútbol colombiano. De eso soy partícipe y puedo asegurar que nada extraño sucedió en este grupo. Simplemente, nos encontramos en un bajón, fuimos incapaces de reaccionar en instantes duros, admitimos que fuimos responsables y nos regresamos con mucha más amargura al venir a reconocer en el tercer encuentro que sí teníamos materia prima para pasar a la segunda vuelta. Una lástima.
Pero por favor, que el respeto se mantenga… Un abrazo fuerte para todos y para decirles que fue una oportunidad y una experiencia fenomenal, rara, que jamás había sentido en mi vida. Hasta pronto porque la vida no termina aquí.
(Publicado en el diario EL TIEMPO el 3 de julio de 1994)