La Salada: entre el circo mediático y la fuente de empleo de miles de personas
En la madrugada del miércoles, fue detenido el principal jefe de la feria, Jorge Castillo, junto a treinta personas, incluido tres policías en un total de 57 allanamientos. ¿Qué significa esto para los trabajadores de La Salada?
Por Ricardo Farías para La Izquierda Diario
En el mismo día en que la multinacional Pepsico cerró su planta en la localidad de Florida, dejando a 600 familias en las calles, los medios de comunicación reflejaron hasta el hartazgo la detención del “Rey” de La Salada y su millonario imperio comercial. Una economía paralela que funciona gracias al trabajo precarizado de miles de personas, en la localidad de Ingeniero Budge.
Otra que tuvo sus veinte minutos de fama fue la ministra de Seguridad Nacional, Patricia Bullrich, que junto con el encargado del área de Seguridad Provincial, Cristian Ritondo, se invistieron de paladines de la lucha contra la “mafia ilegal”.
Resulta cínico que funcionarios de un Gobierno responsable de dejar a cientos de miles de personas sin su fuente de trabajo, que viene profundizando el ajuste, con su secuela de mayor pobreza en la población trabajadora, que acaba de quitarle los subsidios a las personas discapacitadas y para rematarla, acaba de adquirir bonos de deudas a pagar en 100 años, hable de “luchar” contra la mafia. Nuevamente la realidad de Cambiemos supera a la ficción.
Según se informó a la prensa, la detención de Castillo fue porque sería el líder de una asociación ilícita, en connivencia con las fuerzas de seguridad y con lazos políticos.
Esta mención contiene un elemento de sospecha y otro de verdad. Para todos los trabajadores y trabajadoras de La Salada es un secreto a voces que Castillo es uno de los principales responsables del negocio mafioso que opera en la feria. Incluso él mismo no desaprovecha la oportunidad cuando lo invitan a los medios para presentarse como una especie de “líder” emprendedor exitoso, que se caracteriza además por la vida que lleva: como ser dueño de una lujosa mansión en Luján (donde fue detenido), además de ser propietario de varias firmas y compañías asociadas al comercio textil y financiero, junto con vacacionar en Miami.
Según afirma el diario Infobae, el mismo Castillo posee compañías en Estados Unidos y en Panamá. Si todo esto es conocido por todo el mundo, ¿por qué debería creerse que recién ahora la Ministra de Seguridad Nacional comprobó que Castillo era el líder de esta asociación ilícita?
Por otro lado, Bullrich viene a “descubrir” que la misma banda mafiosa funcionaba en connivencia con las fuerzas policías, cuando son las mismas que se ven envueltas en las redes de trata, en el desarmadero de automotores, en el tráfico de drogas, habilitando las zonas para que funcionen. Esto sin nombrar las represiones fatales que llevan adelante contra los jóvenes de los barrios humildes y villas de emergencia.
Es por esto que la detención al “Rey” de La Salada, además de los mencionados, tiene otros “condimentos” y seguramente forma parte de las operaciones políticas que se tejen en los partidos, y las internas de las fuerzas mismas de seguridad. Tanto Cambiemos que todavía no terminó de definir sus candidatos a octubre, como tampoco el Frente para la Victoria, inscribirán la “lucha” contra la mafia ilegal para pedir más policías y reforzar el aparato represivo del Estado.
Lo que en ningún medio se escuchó es la situación de los miles de trabajadores de La Salada, que deben hacerlo en condiciones de súper explotación, insalubres en muchos casos, sufriendo todo tipo de vejaciones, trabajando más de doce horas por un salario en negro, que no ronda ni siquiera la mitad de la canasta familiar, y que sin el trabajo que les ofrece La Salada, podrían perder el único ingreso para llevar a sus familias.
Los trabajadores inmigrantes, que son la mayor parte de la fuerza de trabajo de La Salada, muchas veces trabajan en talleres clandestinos, donde se elabora la ropa que será vendida en misma feria, y deben hacerlo en terribles condiciones de hacinamiento, habitando entre varias personas piezas muy pequeñas, donde ademas de manejar las máquinas de coser o pegar, deben comer, asearse, dormir, etc.
Muchos de los mismos, lo poco que ganan con su trabajo, deben mandarle a sus familiares de Bolivia o Perú. Las mujeres también se llevan la peor parte, ya que muchas veces deben cargar con sus bebés o hijos pequeños por no tener dónde dejarlos, ni poder pagar una niñera, imposible para el salario que obtienen.
Lamentablemente, este entramado de negocio ilegal y mafioso, obliga muchas veces a la población vulnerable de la zona a prestarse como mano de obra para los capos mafias del lugar, siendo usados como patoteros o incluso robándoles a los propios puesteros, bajo la complicidad de la policía y la seguridad privada de la zona. Como si todo esto fuera poco, muchos puesteros son rehenes de la pelea que tiene como protagonistas a las barras bravas que operan en la zona, junto con la policía brava que regentea el lugar diariamente.
*Por Ricardo Farías para La Izquierda Diario. Foto: Emiliano Lasalvia y Ricardo Pristupluk.